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Ana Gómez Díaz-Franzón*
Resumen: A través del relato El poeta y
el fraile, publicado por el escritor sanluqueño Luis de Eguilaz en 1870,
el autor nos conduce a la Sanlúcar ilustrada de finales del siglo XVIII y
principios del XIX, para dar a conocer ciertos hechos históricos acaecidos en la
ciudad. A más de unas pinceladas sobre su Sanlúcar natal, Eguílaz nos narra, siguiendo
la tradición oral, algunos recuerdos personales. Evoca la gran afición a la
botánica de sus abuelos maternos y las relaciones de éstos con importantes
científicos de la época; la estancia en la ciudad de varios “ilustres
desterrados”, como Tomás de Iriarte, la duquesa de Alba o el torero Jerónimo José
Cándido; y finaliza contando el desencuentro que se produjo entre el prior del
convento de capuchinos (Pico de oro) y el poeta Tomás de Iriarte, cuyo
hecho da título al relato. Se ha
contextualizado esta época en Sanlúcar y a los personajes que protagonizan la
narración.
Palabras clave: Luis de
Eguílaz, Sanlúcar de Barrameda, Tomás de Iriarte, José Jerónimo Cándido, duquesa
de Alba, convento de capuchinos de Sanlúcar, Siglos XVIII y XIX.
Introducción.
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Retrato de Luis de Eguílaz en 1864 (La Gran Vía, 20-agosto-1893). |
El célebre
dramaturgo, novelista y poeta Dámaso Luis María Martínez de Eguílaz (Sanlúcar
de Barrameda, Cádiz, 20 de agosto de 1830 – Madrid, 21 de julio de 1874), que
adoptó como nombre literario “Luis de Eguílaz”, nació en Sanlúcar, hijo del
riojano Dámaso Martínez de Eguílaz y la gaditana Luisa Martínez de Eguílaz.
En esta ciudad transcurrió
su infancia hasta que, hacia 1843, su familia se trasladó a la vecina ciudad de
Jerez de la Frontera. Allí Eguilaz estudió bachillerato en el Instituto Provincial
de Segunda Enseñanza, donde sus aficiones literarias fueron impulsadas por uno
de sus maestros, el humanista Juan María Capitán. A los catorce años escribió
su primera obra, la comedia Por dinero baila el perro, que fue representada
en Jerez (1844). Durante aquella etapa estudiantil, Eguilaz trabó una férrea
amistad con el jerezano Diego de Luque, destacado escritor y director teatral, quien
le acompañaría toda su vida.
A la muerte de
su padre, en 1849, la familia se trasladó a Madrid donde Eguilaz inició los estudios de
Derecho. Protegido en la Corte por Eugenio de Ochoa, Eguilaz estrenó en 1853 Verdades
amargas con gran éxito, que convirtió al autor en uno de los autores más
populares de la época. De las treinta comedias que escribió la que logró mayor
éxito de público fue La cruz del matrimonio, que se representó durante
setenta noches consecutivas en el teatro Variedades de Madrid. Sus obras abordan los cambios políticos, económicos y sociales de la
segunda mitad del siglo XIX.
De carácter
afable, educado y generoso, Luis de Eguilaz fue un profundo observador de la realidad
española de su tiempo, que quedó plasmada en sus obras, donde pone de relieve el protagonismo social de la burguesía decimonónica en sus dramas de costumbres
burguesas.
Prolífico
autor, escribió comedias, dramas, poesías, relatos y novela histórica. También colaboró
en diversos periódicos, participando de las controversias de su tiempo. En 1870
Eguilaz fue nombrado director del Archivo Histórico Nacional, en cuyo puesto
murió, a causa de la enfermedad que le aquejaba. Casado con Balbina Renart,
quedó muy pronto viudo, y su única hija, Rosa de Eguíiaz y Renart, continuó las
tareas literarias de su padre, como periodista
y dramaturga.
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Casa natal de Luis de Eguilaz en la calle de su nombre. |
Promovido por José Hidalgo y Millán González, el Ayuntamiento de
Sanlúcar hizo un homenaje a Luis de Eguilaz en 1889. Se rotuló entonces la
calle que lleva su nombre en el Barrio Alto, y se colocó en la fachada de su
casa natal una lápida conmemorativa, que aún perduran. Se celebró una procesión
cívica, función de gala, recital poético y otros actos en honor del dramaturgo
sanluqueño. Además, existió un cine de verano con su nombre en el paseo de La
Calzada desde 1877.
En 1870, Luis de Eguilaz publicó, en el periódico El País, el
relato El poeta y el fraile, subtitulado “Memorias del tiempo de
Carlos IV”, que sería de nuevo publicado en 1874, año de su muerte, en el Almanaque
de E. Juliá, cuyos textos presentan ligeras variantes.
La narración, subdividida en once breves capítulos, se desarrolla en
Sanlúcar, en las últimas décadas del siglo XVIII y principios del XIX, cuando esta
ciudad era un reconocido centro de reposo para el restablecimiento de diversas
enfermedades, sobre todo por suavidad climática, la toma de las aguas
ferruginosas procedentes de sus veinticinco manantiales y los baños de mar, que
motivó la estancia en Sanlúcar de importantes personalidades españolas.
El relato de Eguilaz nos sumerge en una Sanlúcar ilustrada, donde un
círculo de aristócratas y burgueses, agrupados en torno a la Sociedad
Económica de Amigos del País, fundada en 1781 (la primera de la actual
provincia de Cádiz), se afanaban por conseguir reformas en la agricultura y
vitivinicultura, mejorar la educación y propiciar el despunte industrial de la
ciudad. Este grupo de ilustrados consiguieron del favor real, a
través de su primer ministro, Manuel Godoy, un conjunto de importantes
concesiones, como la creación de la extensa provincia de Sanlúcar, un Consulado
independiente de Sevilla, la habilitación de su puerto para el comercio
internacional, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo
trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez; además de un proyecto para erigir un monumento
neoclásico en el puerto, que exaltaría la libre navegación por el río
Guadalquivir promovida por Carlos IV, que se quedó en ciernes. Lamentablemente, todos estos avances se vieron truncados con el estallido de la Guerra
de la Independencia y la caída de Godoy,
Los cuatro primeros capítulos del relato los dedica Luis de Eguilaz, a describir la ciudad de Sanlúcar de
Barrameda, mediante unas breves pinceladas, aludiendo a su gran antigüedad. También evoca los recuerdos de su
infancia en la casa de sus abuelos maternos, a los que alaba y dignifica. Le
siguen algunas referencias a importantes personalidades que, según el autor,
sufrieron destierro en Sanlúcar, como Tomás de Iriarte, la duquesa de Alba o el
torero Jerónimo José Cándido. Por último, Eguilaz narra, siguiendo la tradición oral que había escuchado a los mayores en Sanlúcar durante su infancia, la anécdota sucedida
entre el poeta Tomás de Iriarte y el prior del convento de Capuchinos de
Sanlúcar, que da nombre al título del relato.