Texto publicado en formato papel en 2012, revisado y ampliado para esta edición digital en junio de 2015.
Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte
Situada en una de las mejores zonas
vitícolas del término de Sanlúcar de Barrameda, la tierra albariza y las brisas
marinas garantizan en El Charruado la crianza de selectas vides, con cuyos
frutos se han venido elaborando los excelentes vinos sanluqueños y, en
especial, su famosa manzanilla.
Sobre una suave loma del actual pago
agrícola El Charruado Pardo, antaño
denominado pago de Doña Elvira, se
extienden los límites de esta hacienda, que hoy ocupa un total de 41 aranzadas.
En altozano asoma la majestuosa casa de viña, entre una vieja arboleda,
dominando los terrenos que se han dedicado desde antiguo a viñedo, sembraduras
y tierra calma.
Con entrada por la carretera de
Sanlúcar a Rota, antiguo camino de Munive o del Administrador, El Charruado
linda con otras dos históricas viñas: la hacienda Cuesta Blanca y El Maestre.
Está última finca perteneció durante los primeros años del siglo XX a Carmen
Giménez Flores, vizcondesa de Termens, llamada popularmente “La Infantona”, quien
le otorgó esa llamativa imagen neomudéjar que hoy luce El Maestre.
Origen
del nombre “Charruado”
El origen del nombre de esta hacienda, El
Charruado, parece proceder de una antigua labor agrícola, propia de las viñas,
que se efectuaba en fechas anteriores al siglo XIX, y se realizaba con la “charrúa”
o arado francés, de tal forma que las tierras labradas mediante esta operación
del “charruado” se denominaron “viñas charruadas”. Así lo explicaba el botánico
Esteban de Boutelou en 1807:
“Usaban antiguamente los Sanluqueños,
para preparar los terrenos que destinaban al plantío de viñas, de arados
fuertes franceses, que nombraban charruas,
de la voz francesa charrue. Uncían
dos pares de bueyes robustos a cada uno de estos arados, que executaban una
labor profunda e igual, substituyendo con mucho menor costo a el agostado que
hoy practican con la azada. Duró por espacio de muchos años el uso de estos
arados en Sanlúcar, de los cuales solo ha quedado en el día la memoria. El
ahorro de jornales que resultaba al viñadero de la operación del charruado era un renglón de mucha
consideración, que conocen generalmente todos aquellos cosecheros. (…) Los
terrenos que antiguamente se prepararon y labraron con el arado francés,
conservan hasta ahora el nombre de charruados
(…) La duración de las cepas, su conservación, feracidad y producto en las
viñas charruadas, es muy poco
diferente en el día de las que se agostaron y corresponden a aquella época”.
Una historia
centenaria
Como fue habitual durante el siglo
XVIII en la baja Andalucía, esta finca estuvo en manos de la oligarquía
mercantil procedente del comercio con América, cuyos sustanciosos beneficios se
invirtieron en la compra de tierras y la agroindustria del vino. En el siglo
XIX y gran parte del XX, la descendencia aristocrática y burguesa de aquellos
cargadores a Indias, mantuvieron estas explotaciones agrícolas hasta que, casi
siempre por motivos de herencia, quedaron fragmentadas en medianas y pequeñas parcelas, como ocurrió en este caso.
El Charruado antes la rehabilitación. Fachada lateral. Foto: Colección Familia Durán García. |
La primera referencia documentada sobre El Charruado se remonta a 1824, cuando Juan Bautista Angioletti
y Belloni heredó esta posesión de su madre, María de la Concepción Belloni. El
padre de ésta, Juan Ángel Belloni,
fue un importante comerciante con América. De origen milanés, se asentó primero
en Cádiz y luego en Sanlúcar, hacia 1735, hallándose matriculado en la Carrera
de Indias en 1751, aunque ya está presente en Veracruz en 1748. Siendo vecino
de Cádiz, Belloni obtuvo la Carta de Naturaleza por Real Cédula en 1751, quedando
así naturalizado español.