Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte
Este
artículo fue publicado en Revista de Historia de El Puerto, nº 39, 2007
(2º semestre), pp. 99-120. [ISSN 1130-4340]. Aunque puede descargarse de la web
de esta revista, las imágenes ofrecen una resolución baja, por cuya razón se
reproduce ahora tal como se publicó en su día.
Resumen:
Desde las últimas décadas del siglo XIX el diseño de las botellas del actual Marco de Jerez
se empezó a constituirse en en uno de los elementos diferenciadores del producto. A
partir de la Ley de la Propiedad Industrial de 1902 aumentaron los registros
oficiales de botellas procedentes del Marco de Jerez. Muchos de estos envases salieron
de las fábricas de botellas instaladas en la comarca -El Puerto y Jerez- desde mediados del siglo XIX,
al calor de la creciente industria vinatera.
Palabras
clave: botella, diseño comercial, marcas de fábrica, modelos industriales,
fábricas de botellas.
Aunque los primeros embotellados de vinos comercializados en Europa se
remontan al siglo XVIII, su generalización no se iniciará hasta las primeras
décadas del siglo XIX. Todavía en aquellos años, el embotellado se efectúa en
pequeñas cantidades, pues resultaba un sistema bastante más costoso que la
comercialización a granel en botas, debido al mayor peso y volumen de las
botellas. Por tanto, las ventas de caldos embotellados aumentarán
progresivamente desde las últimas décadas del siglo XIX y sólo para ciertos
mercados. En tal sentido, las primeras
noticias localizadas sobre vinos embotellados en el Marco de Jerez se refieren
a Manuel María González Ángel -fundador de González & Dubosc, luego González
Byass-, quien se encuentra exportando vinos embotellados -manzanilla,
pajarete, moscatel, pedro jiménez- a Filipinas y Latinoamérica ya en 1839, sólo
cuatro años después de la creación de esta bodega, además de otras remisiones
que realiza en 1846 dentro del territorio nacional[1].
Pero aún en estas fechas el vino embotellado está considerado como un artículo
de lujo y distinción.
Ya en las últimas décadas del siglo XIX, el embotellado se encuentra
plenamente asentado en el actual Marco de Jerez, aunque hasta el momento se
desconocen cifras exactas referidas a las ventas de estos vinos envasados,
puesto que en la documentación los volúmenes de comercialización casi siempre
se expresan en arrobas, las cuales podían venderse tanto en botellas como a
granel. En estos años finales de la centuria decimonónica, prácticamente todas
las bodegas de expedición contaban con instalaciones específicas para el
embotellado de sus caldos, hallándose en ocasiones bien diferenciadas las salas
dedicadas a embotellar los vinos con destino a América respecto a los dirigidos
al territorio nacional, como ocurría en las bodegas de Cayetano del Pino y
Cª.[2]
De todas formas, las noticias que se tienen al respecto ponen de
manifiesto el escaso porcentaje que aún suponían los embotellados respecto al
vino vendido a granel. Mientras que en el mercado nacional se fue imponiendo
poco a poco el jerez embotellado
comercializado bajo marca, en las exportaciones continuó prevaleciendo el
granel, de forma que todavía en 1970 las ventas de jerez en botellas no llegaban al 10 por ciento de la exportación
total. Por tanto, tras un siglo y medio, desde que se iniciara el embotellado
en origen, más del 90 por ciento del jerez
se exportaba sin las garantías que ofrece el producto embotellado. Sin embargo,
a partir de 1971 ascienden las exportaciones de jerez embotellado, aumentando desde entonces a buen ritmo, al
situarse en 1983 en un 54,41 por ciento[3],
mientras que en el año 2000 la comercialización de vinos embotellados en el
Marco de Jerez alcanzaba ya en un 96,5 por ciento[4].
Paralelo a este fenómeno de aumento progresivo del embotellado, se ha
ido produciendo la creciente aplicación de diferentes formas y diseños en los
envases de los caldos, registrándose oficialmente cada vez más estas originales
botellas, las cuales actúan como destacados elementos identificadores y
diferenciadores del producto en los diversos mercados.
La función principal de
una marca es identificar y distinguir convenientemente el producto o servicio
de una determinada empresa o zona productora, respecto a los elaborados por la
competencia, al objeto de atraer, además de no confundir, al posible
consumidor. Entre los signos y medios materiales que podían constituirse en
marcas de fábrica, según la Ley de la Propiedad Industrial de 1902, se
encontraban ya recogidos los envases o recipientes, los cuales debían contar
con la cualidad de poder ser reproducidos mediante un diseño o cliché[5].
Asimismo, en la actual legislación sobre Propiedad Industrial (2001), las formas tridimensionales de los envases se señalan como signos susceptibles de constituirse en marcas[6].
Para que pudieran registrarse oficialmente los envases, a principios
del siglo XX, éstos debían tener “una
forma típica o característica que los diferencie y distinga” de los que
otros industriales hubiesen adoptado con anterioridad, así como de aquéllos que
se utilizasen de forma muy generalizada en una determinada zona, para envasar y
contener determinados productos, perteneciendo estos últimos “al dominio público”, por lo que no
podrían ser registrados como propiedad exclusiva de ningún empresario en particular[7].