Ana Gómez Díaz-Franzón
Historiadora
Bella Reina, las manos agrietadas,
valen más que las manos
enguantadas,
que venden a la Patria
por dinero.
(José
E. Lagomazzini Franzón: La ofrenda del
campo, 25 de agosto de 1908).
José
Eduardo Gregorio Lagomazzini Franzón nació en Sanlúcar de Barrameda el 12 de
marzo de 1888. Fue bautizado en la iglesia mayor parroquial de Ntra. Sra. de la
O por el sacerdote José María Arocha, con licencia del cura propio, Francisco
Rubio. Actuaron como padrinos Eduardo Miquelli Botini y su tía Francisca
Lagomazzini Mariscal. Fueron testigos del bautizo Manuel Asencio y José Arocha.
José Eduardo fue confirmado el 14 de enero de 1894 en la parroquia auxiliar de
San Nicolás por el Arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola y Maestre.[1]
Era
hijo de José Lagomazzini Mariscal y Carmen Franzón Vicenti, naturales de
Sanlúcar, aunque de orígenes genoveses. Su padre, de profesión hortelano, fue
hijo de Felipe Lagomazzini Orcese, genovés afincado en Sanlúcar; y su madre,
hija de Santiago Franzón Gilardón y Concepción Vicenti Botini. Éste último tuvo
fábrica de fideos y almidón en Sanlúcar y era hijo, a su vez, del genovés
Benito Franzón Bianchi. José Eduardo tuvo siete hermanos, que fallecieron sin
descendencia. Éstos fueron Santiago (1879-1880); Concepción (1880-1923),
soltera; María Clara (1883-1898), que falleció muy joven; Elena (Sor Guadalupe)
(Sanlúcar, 1885-Jerez de la Frontera, 1969), religiosa dominica en el convento
de Jerez de la Frontera; Eduarda (1890-1933), soltera; Miguel (1896-1920),
soltero; y Teresa (Sanlúcar, 1893-Jerez de la Frontera, 1975), soltera, quien vivió
con su hermano, el presbítero José E. Lagomazzini Franzón, hasta que murió,
cuando marcho a vivir al convento de las dominicas de Jerez, donde estaba su
hermana Elena. Sobre la genealogía e historia de la familia Franzón en
Sanlúcar, se puede consultar en este blog “Genealogía e historia de la familia Franzón de Sanlúcar de Barrameda”.
El
padre de José Eduardo, José Lagomazzini Mariscal, falleció en 1918, a los 68
años de edad, en la “Huerta de En Medio”, también llamada popularmente “Huerta
de Joselito”. Se le hizo funeral de la Hermandad del Carmen. Su madre, Carmen
Franzón Vicenti, fallecería poco después, en 1921, a los 65 años de edad, en la
misma huerta.[2]
De
la toma de los Santos Sacramentos y el fallecimiento del padre del presbítero
José E. Lagomazzini, dio buena cuenta El
Correo de Cádiz, en su sección de noticias de Sanlúcar:
“Santos
Sacramentos. A petición propia le han sido administrados los Santos Sacramentos
al respetable señor padre del notabilísimo poeta D. José E. Lagomazzini
Franzón, coadjutor de la parroquia de Santo Domingo”.[3]
“Necrología.
Ayer por la mañana entregó su alma a Dios, fortalecido con todos los auxilios
de nuestra sacrosanta religión, tras prolongada y penosa dolencia, sobrellevada
con ejemplar resignación cristiana, el que fue muy respetable y anciano
convecino el Sr. D. José Lagomazzini Domínguez [Mariscal] (q.a.g.g.), padre del
virtuoso sacerdote y laureado poeta D. José Eduardo Lagomazzini Franzón,
coadjutor de la parroquia de Santo Domingo. Reciba el hijo del finado y demás
distinguida familia, nuestro más sentido pésame. El Corresponsal. (10-2-1918)”.[4]
Esta
familia vivió siempre en las huertas existentes en el margen derecho de la actual
calle San Francisco. En 1905 residían en calle San Francisco, nº 5, en la
denominada “Huerta de En Medio”, que fuera propiedad del presbítero Miguel
Franzón Vicenti, tío del padre Lagomazzini. Respecto a los avatares de esta
huerta se puede consultar el correspondiente apartado en este artículo.
En
los años 70 del siglo XX, sobre el solar de lo que había sido la “Huerta de En
Medio”, lugar de residencia del presbítero José E. Lagomazzini Franzón, se
construyeron bloques de viviendas y el Ayuntamiento rotuló una de las nuevas
calles de esta urbanización con el nombre de “Padre Lagomazzini”, en honor de
este sacerdote y poeta sanluqueño, tal como se conserva en nuestros días.
Estudios elementales y
eclesiásticos
José
Eduardo Lagomazzini Franzón realizó sus primeros estudios en el colegio de los Padres Escolapios de
Sanlúcar. Años después, siendo sacerdote y conocido poeta, dedicó unos versos a su antiguo colegio, con motivo de la celebración de lo los cincuenta años de la llegada de los escolapios a Sanlúcar:
Lagomazzini Franzón cursó la enseñanza media y Bachillerato en el Instituto General Técnico de Jerez de la Frontera, aunque se preparaba en Sanlúcar[5]. Ya entonces se reveló como alumno aventajado. Así lo demuestran sus excelentes calificaciones, algunas de las cuales fueron publicadas en el periódico El Guadalete de los años 1904 y 1905: en 1904 se reseñan en esta publicación los “Alumnos que en los exámenes de enseñanza privada verificados en el Instituto (de Jerez) han obtenido las primeras calificaciones”: José Lagomazzini y Franzón obtuvo Sobresaliente en las asignaturas de “Psicología y Lógica” y “Fisiología e Higiene”. Este curso, José Eduardo fue compañero de Manuel Rubio Alpresa, Eduardo Cotro Florido y José Delgado Ñudi, entre otros sanluqueños, que también obtuvieron notables calificaciones[6].
En un solemne acto celebrado en el Instituto de Jerez, con motivo de la apertura del curso 1905-1906, al que asistió el alcalde jerezano, Julio González Hontoria, se entregaron los premios correspondientes a los alumnos que habían obtenido Matrículas de Honor el curso anterior. Entre ellos se hallaba José Lagomasini (este apellido aparece con distinta ortografía en los diversos documentos y publicaciones) y Franzón, que consiguió la calificación de Sobresaliente y Matrícula de Honor en la asignatura “Ética y Rudimentos de Derecho” (la misma nota en esta asignatura lograron los alumnos Eulalia Leal y Macedo y Manuel Illanes del Río). Durante aquel curso académico, otros tres sanluqueños, procedentes del colegio de las Escuelas Pías de Sanlúcar, obtuvieron igual calificación de Sobresaliente con derecho a Matrícula de Honor: Francisco España Viejo (Nociones de Aritmética y Geometría), quien también sería sacerdote en Sanlúcar, encargado de la iglesia de San Nicolás; José Delgado Ñudi (Aritmética) y Manuel Barba Brun (Psicología y Lógica).[7]
Con diecisiete años, José Eduardo Lagomazzini solicitó ingresar en el Seminario de Sevilla, en septiembre de 1905, alegando que ya tenía cursados los estudios de bachillerato, siéndole concedida la admisión por el Rector. Abonó los derechos de examen (2,50 pesetas), realizó el examen de incorporación al Seminario el 30 de septiembre y obtuvo la calificación de “Méritus”. Una vez admitido en calidad de alumno interno, se le asignó como tutor a Joaquín Moreno.[8]
Entre 1905 y 1911, Lagomazzini Franzón cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario Metropolitano de Sevilla, obteniendo la licenciatura en Sagrada Teología.[9] Además, entre 1911 y 1914 se graduó en Derecho Canónico en el mismo Seminario con excelentes calificaciones.[10]
DE
OTRA EDAD
“Pequeño poema, evocación de mis
tiempos de alumno en el colegio calasancio de Sanlúcar de Barrameda, dedicado a
los Padres Escolapios de esta Ciudad, en las bodas de oro de la fundación de
este centro docente.”
I
EL
PATIO DE LAS PALMERAS
(ANOCHECER)
¡Qué
placidez al contemplarte siento!
Lejos
del mundo y su falaz mentira
tu
augusta calma el trovador aspira.
Y
tu ambiente de paz le infunde aliento.
El
ocaso resbala manso y lento,
mi
fatigado corazón respira,
y
tus palmas parecen una lira
que
tañe melodiosa el manso viento.
Yo
aspire de tus flores la fragancia
en
los ingenuos años de mi infancia,
en
la risueña edad de mis quimeras...
Mi
frente era más pura que el armiño,
y
en mi sereno corazón de niño
más
alta era mi fe que tus palmeras.
II
La Salve de los
sábados
¡Oh
páginas henchidas de ternura,
cuadros
llenos de luz y de colores
de
otro tiempo mejor, evocadores
de
mi primera edad, toda ventura...!
Con
nuestra voz de celestial dulzura
cantamos
a la Virgen sus loores
como
infantiles bardos trovadores
de
la madre de Dios, bendita y pura.
Me
aleje de mi pueblo idolatrado
y
volví con el pecho lacerado;
entré
en el templo de la Escuela Pía,
Y
vi a los niños, y lloré a raudales
a1
escuchar sus voces celestiales
que
la Salve cantaban a María.
Lagomazzini Franzón cursó la enseñanza media y Bachillerato en el Instituto General Técnico de Jerez de la Frontera, aunque se preparaba en Sanlúcar[5]. Ya entonces se reveló como alumno aventajado. Así lo demuestran sus excelentes calificaciones, algunas de las cuales fueron publicadas en el periódico El Guadalete de los años 1904 y 1905: en 1904 se reseñan en esta publicación los “Alumnos que en los exámenes de enseñanza privada verificados en el Instituto (de Jerez) han obtenido las primeras calificaciones”: José Lagomazzini y Franzón obtuvo Sobresaliente en las asignaturas de “Psicología y Lógica” y “Fisiología e Higiene”. Este curso, José Eduardo fue compañero de Manuel Rubio Alpresa, Eduardo Cotro Florido y José Delgado Ñudi, entre otros sanluqueños, que también obtuvieron notables calificaciones[6].
En un solemne acto celebrado en el Instituto de Jerez, con motivo de la apertura del curso 1905-1906, al que asistió el alcalde jerezano, Julio González Hontoria, se entregaron los premios correspondientes a los alumnos que habían obtenido Matrículas de Honor el curso anterior. Entre ellos se hallaba José Lagomasini (este apellido aparece con distinta ortografía en los diversos documentos y publicaciones) y Franzón, que consiguió la calificación de Sobresaliente y Matrícula de Honor en la asignatura “Ética y Rudimentos de Derecho” (la misma nota en esta asignatura lograron los alumnos Eulalia Leal y Macedo y Manuel Illanes del Río). Durante aquel curso académico, otros tres sanluqueños, procedentes del colegio de las Escuelas Pías de Sanlúcar, obtuvieron igual calificación de Sobresaliente con derecho a Matrícula de Honor: Francisco España Viejo (Nociones de Aritmética y Geometría), quien también sería sacerdote en Sanlúcar, encargado de la iglesia de San Nicolás; José Delgado Ñudi (Aritmética) y Manuel Barba Brun (Psicología y Lógica).[7]
Con diecisiete años, José Eduardo Lagomazzini solicitó ingresar en el Seminario de Sevilla, en septiembre de 1905, alegando que ya tenía cursados los estudios de bachillerato, siéndole concedida la admisión por el Rector. Abonó los derechos de examen (2,50 pesetas), realizó el examen de incorporación al Seminario el 30 de septiembre y obtuvo la calificación de “Méritus”. Una vez admitido en calidad de alumno interno, se le asignó como tutor a Joaquín Moreno.[8]
Entre 1905 y 1911, Lagomazzini Franzón cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario Metropolitano de Sevilla, obteniendo la licenciatura en Sagrada Teología.[9] Además, entre 1911 y 1914 se graduó en Derecho Canónico en el mismo Seminario con excelentes calificaciones.[10]
En 1908, El Correo Español daba cuenta de algunas noticias procedentes de Sanlúcar de Barrameda, entre las que se hallaba la siguiente: “Para continuar sus estudios en el Seminario pontificio de Sevilla, marcharon los jóvenes de esta ciudad D. Rafael Cano, D. Manuel Barba, D. Manuel Cuadrado y D. José Lagomasini”[11]. Con posterioridad, Rafael Cano Márquez sería coadjutor de la parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O; y Manuel Cuadrado Cabrera (1889-1948) coadjutor de Santo Domingo y encargado de la filial de San Nicolás.
En
cuanto a las órdenes Sagradas, José E. Lagomazzini Franzón recibió la tonsura,
primera de las órdenes menores, cuando tenía veinte años, de manos del cardenal
Enrique Almaraz y Santos, Arzobispo de Sevilla, en las témporas de adviento,
durante las órdenes generales que se celebraron los días 18 y 19 de diciembre
de 1908.[12]
Los
cuatro grados le fueron conferidos en 1909 por el mismo prelado, con veintiún
años y siendo alumno de segundo curso de Teología, durante las órdenes
celebradas los días 4 y 5 de junio de aquel año, témporas de pentecostés,
recibiéndolos el primero de estos días[13].
El subdiaconado se le confirió en las témporas de adviento de 1910, con
veintidós años por el mismo Arzobispo, durante las órdenes celebradas los días
21 y 22 de diciembre. Al carecer de beneficio o patrimonio eclesiástico, que le
sirviese a título de su ordenación, lo hizo a título Servitii ecclesiae, presentando una solicitud al Arzobispo en la
que se comprometía a servir a la Iglesia en cualquiera de los ministerios que
se le encomendasen.[14]
De
forma paralela, Lagomazzini Franzón cumplió con sus deberes militares. En 1910
presentó en el Seminario un certificado de la Comandancia de Artillería de
Cádiz (28 de noviembre de 1910), donde constaba que había servido como
artillero de 2ª.[15]
José
E. Lagomazzini fue ordenado de presbítero con veintitrés años, cuando cursaba en
el Seminario el primer curso de Derecho Canónico. Para ello debió solicitar
dispensa de edad, pues no podía ordenarse hasta los veinticinco años. Emitidos
los informes favorables del Rector del Seminario y del párroco de su feligresía,
y examinado por el Tribunal Diocesano, fue ordenado de misa por el cardenal Almaraz
en las órdenes que celebró los días 22 y 23 de diciembre de 1911.[16]
Este mismo año fallecía su tío, el presbítero Miguel Franzón Vicenti.
“Huerta de En Medio”
El
presbítero Miguel Franzón Vicenti, tío de José Eduardo Lagomazzini Franzón,
fallecido en 1911, había dejado en su testamento una manda pía, en la cláusula
tercera, por la que ordenaba a sus albaceas (los presbíteros Antonio Moreno
Castro y Laureano Rubio Alpresa) que vendiesen la finca de su propiedad llamada
“Huerta de En medio”, y “el producto que obtengan lo invertirán en papel del
Estado que depositarán en la sucursal del banco de España de Jerez de la
Frontera, y las rentas de ese papel las irá retirando a medida que se vayan
venciendo, la persona que desempeñe el cargo de Capellán de la Iglesia de la
Merced de esta población, invirtiéndolas hasta donde alcance en veinticuatro
misas rezadas al año, doce en sufragio de las almas de los padres del testador
y las otras doce por el alma del otorgante, y en dos jubileos cada año, también
en sufragio de las almas antedichas y el sobrante si lo hubiere lo invertirá
dicho capellán en el culto de su iglesia”).[17]
Sobre el presbítero Miguel Franzón Vicenti, se puede consultar en este blog: “Genealogía e historia de la familia Franzón de Sanlúcar de Barrameda”.
Con
anterioridad a 1905, en esta huerta vivía la familia del padre Lagomazzini y
éste residió en ella hasta su muerte, acaecida en 1942. Se hallaba situada en
la calle San Francisco, esquina a la Avenida Reina Victoria (actual Avenida de
la Constitución).
Por
la documentación existente en el archivo de la diócesis Asidonia-Jerez, publicada
por el padre Narciso Climent Buzón, se sabe que la huerta fue vendida en 1912
por el albacea Antonio Moreno Castro -Laureano Rubio Alpresa renunció al
albaceazgo-, en la cantidad de siete mil pesetas. El comprador era abogado de
profesión y ocupaba un cargo en el Juzgado de Sanlúcar, aunque desconocemos su
identidad. El importe de la venta fue entregado, al contado, a Moreno Castro,
que por entonces ya era coadjutor de la iglesia auxiliar de Ntra. Sra. del
Carmen[18],
quién, en su calidad de albacea, debía proseguir los trámites testamentarios. Sin
embargo, el cumplimiento de la manda se dilató varios años y fue motivo de una
intensa actividad por parte del sobrino del testador, José E. Lagomazzini Franzón,
entre febrero y marzo de 1919, quien intentó por todos los medios que se
cumpliera la voluntad de su tío.
Cabe
señalar que, a pesar de la venta realizada de la Huerta de En Medio en 1912, el
padre Lagomazzini y su familia continuaron residiendo en esta finca. Se
desconocen las condiciones a las que esta familia pudo llegar con el comprador,
que les permitió seguir viviendo en la huerta tras la compraventa.
Seis
años y medio después de la venta, en febrero de 1919, el Arzobispado se
interesó por el asunto y solicitó copia de la cláusula testamentaria. El padre
Lagomazzini se hizo cargo. Se entrevistó en Sevilla con el doctoral, José
Moreno, para tratar el tema. Confirmó con
el capellán de la Merced que no estaba recibiendo ninguna renta del capital que
debía estar invertido en Valores del Estado. Habló con el albacea, Moreno
Castro, quien le explicó que de las siete mil pesetas tuvo que deducir los
gastos de la venta (compra de papel, consultas y viajes); y que estaba
pendiente de respuesta a las consultas que había realizado al director de la sucursal
del Banco de España en Jerez de la Frontera, al director de la sucursal de
Sevilla, a dos abogados y a dos sacerdotes, manifestando que “ya estaba cansado
y molesto de ciertas demostraciones de desconfianza” y que no se había efectuado
el depósito, “por buscar la mayor seguridad”. El padre Lagomazzini también se
entrevistó con el comprador de la finca, quien quiso interponer una demanda
judicial en un tribunal civil contra Moreno Castro, al que el propio Lagomazzini
disuadió. Intervino
en el asunto el Arcipreste Suárez. Le pidió explicaciones por escrito a Moreno
Castro, quien respondió, alegando que la
demora se debía a las distintas consultas que estaba realizando a dos abogados
y dos sacerdotes, como el magistral de la Catedral de Sevilla, así como al
director del Banco de España en Sevilla.
El
padre Lagomazzini comunicó al Arzobispado que existían sospechas y rumores de que
el capital, en manos el albacea, se estaba empleando en asuntos ajenos a lo
mandado en el testamento. Existían otras opiniones contradictorias. El
coadjutor expresaba su extrañeza ante aquella insólita dilación, dejando
constancia que vería con sumo gusto que el capital de su tío se colocase en el
erario arzobispal. Analizada la situación en el Arzobispado, se indicó a Moreno
Castro, en marzo de 1919, la
conveniencia del ingreso (depósito) del papel del estado con el 4% de interés
en el erario arzobispal, donde la Capellanía de la Merced podría cobrar por
trimestres o anualidades. Moreno Castro adquirió entonces doce láminas de
quinientas pesetas cada una en papel del Estado del 4%. No compró más por
reservar algún dinero para gastos imprevistos, y comunicó al Arzobispado que en
cuánto pudiera lo llevaría a Sevilla para hacer el depósito “enseguida”[19].
Aunque no sabemos más sobre este asunto, es de suponer que así se hizo.[20]
Cabe
aclarar que en todo este relato se alude del padre Lagomazzini, incluso él
mismo se define así, como el “pariente más próximo al testador”[21],
el presbítero Franzón Vicenti, si bien aún vivían otros herederos directos,
como algunos hermanos y sobrinos de este sacerdote.
Carrera eclesiástica
Una
vez ordenado sacerdote, el 23 de diciembre de 1911, José E. Lagomazzini Franzón
celebró su primera misa en la iglesia del convento de clarisas de Regina Coeli,
el 6 de enero de 1912,[22]
monasterio muy vinculado a la familia, pues en él profesaban sus tías
Concepción y Ángeles Franzón Lagomazzini (Abadesa), y su prima Dolores Granados
Franzón, además de haber estado su tía abuela, Sor Cecilia de la Cruz
Lagomazzini Mariscal (fallecida en 1901).
En
el Boletín Oficial del Arzobispado de Sevilla, Lagomazzini Franzón aparece por
primera vez, en la relación de sacerdotes, en 1912, aunque sin estar adscrito a
ninguna parroquia, al igual que en 1913[23],
si bien este último año obtuvo su primer destino.
Una
vez licenciado en Teología y graduado en Derecho Canónico, su primer destino
eclesiástico fue como cura ecónomo de la parroquia de San Juan Bautista del
pequeño pueblo de Linares de la Sierra (Huelva), en 1913[24],
donde probablemente sólo estuvo unos meses, pues ya en 1914 aparece entre los
curas adscritos a la parroquia del Sagrario de Sevilla[25].
Este último destino se contradice con el cargo de coadjutor de la parroquia de
San Ildefonso de Sevilla[26]
y/o filial de Santiago, que el mismo padre Lagomazzini afirmaba haber ejercido
en una solicitud dirigida al Arzobispado, donde relacionaba sus destinos
eclesiásticos[27].
En
1915 fue nombrado coadjutor de la parroquia de San Joaquín de El Puerto de
Santa María[28], cuyo cargo alternaba en
1916 con el de Capellán del convento del Espíritu Santo, de las agustinas de
Santi Spiritus de esta ciudad.[29]
El
6 de agosto de 1916 Lagomazzini Franzón tomó posesión del cargo de coadjutor de
la parroquia de Santo Domingo de Sanlúcar de Barrameda[30]
-iglesia erigida en parroquia en 1911-, a pesar de la insistencia con la que
había solicitado este destino el padre José Sánchez Merino[31].
Y, a propuesta del párroco, Manuel López González, también fue nombrado miembro
de la Junta de Fábrica parroquial[32].
El padre Lagomazzini ocupó este cargo hasta su muerte, en 1942.
La
parroquia de Santo Domingo fue muy pretendida entre los sacerdotes de Sanlúcar
y ciudades próximas. Así, al fallecer el párroco, Manuel López González, el 8 de septiembre de 1921, se postularon nueve
candidatos que solicitaron al Arzobispo el cargo de párroco de Santo Domingo. Éstos
fueron los párrocos de Manzanilla (Huelva), Santa María de Estepa (Sevilla), Ntra.
Sra. de la Granada de Moguer (Huelva), y Ntra. Sra. de la Antigua de Almensilla
(Sevilla); además de los presbíteros José E. Lagomazzini, Francisco Casado
Ramos, Manuel Cuadrado Cabrera, Rafael Cano Márquez y José Núñez Camacho,
quienes ejercían su ministerio en distintas iglesias de Sanlúcar.[33]
En
su solicitud, el padre Lagomazzini expuso que no pretendía alegar mérito
alguno, pero que “tan sólo a título de mera información” comunicaba al
Arzobispado que había estado encargado de la parroquia de Linares de la Sierra
por algún tiempo, había sido coadjutor en Sevilla (en la filial de Santiago), así
como en la parroquia de San Joaquín de El Puerto de Santa María, y llevaba
cinco años cumpliendo el cargo de coadjutor en Santo Domingo. En los dos últimos
años había venido sustituyendo al cura propio en su “la larga y penosa
enfermedad”, habiéndolo hecho tan sólo como “un acto de compañerismo”. La
candidatura a párroco del padre Lagomazzini estuvo apoyada por un grupo de
feligreses de la propia parroquia de Santo Domingo, que enviaron una carta a
Miguel del Castillo, provisor del Arzobispado, para que intercediera ante el
Arzobispo, Eustaquio Ilundáin y Esteban (Pamplona, 1862-Sevilla, 1937), a fin
de que nombrase a Lagomazzini cura ecónomo de la misma. A estas peticiones se
sumó el Alcalde de Sanlúcar, Leopoldo del Prado Ruiz, mediante un telefonema
dirigido al provisor del Arzobispado, por considerar a Lagomazzini “un virtuoso
y sabio sacerdote”.[34]
Finalmente,
fue designado el padre Lagomazzini para encargarse de la parroquia, aunque con
carácter interino, como “cura encargado”, hasta que fuese nombrado el nuevo párroco,
cuyo cargo recayó en el doctor Alfonso Espinosa Mena (¿?-Sevilla, 1965), que tomó
posesión del mismo en octubre de 1921.[35]
Durante
aquellos días de interinidad, el padre Lagomazzini tuvo que llevar a cabo un
doble trabajo, como coadjutor más el propio del párroco. Planteó al Arzobispado el problema de
la distribución del obvencional: cuánto habría de cobrar de los ingresos
parroquiales. Asimismo comunicó que, desde la muerte del párroco, estaba en la
parroquia “de servicio permanente”, ya que hacía las semanas que correspondían
al cura párroco y las del coadjutor. También gestionaba el archivo parroquial,
en el que tenía que pagar a un sacerdote que le ayudase. Y, además, había
tenido que adelantar algunas cantidades, dado que la parroquia no tenía un
céntimo y arrastraba un gran déficit con el párroco fallecido. A ello se
agregaban las deudas con algunos proveedores y otras personas, como el
religioso capuchino que predicó la novena de la Virgen del Rosario (aún en 1925
no se le habían abonado las 200 pesetas que se le debían). Para solventar el
asunto, se entrevistó con el Arcipreste Suárez, quien le indicó que podía percibir
su parte de coadjutor y la parte del cura párroco, pues estaba realizando su trabajo.
En nueva carta remitida al Arzobispado, el padre Lagomazzini informaba que se
había entrevistado con el hermano del párroco, López González, y éste le comunicó
que, por decisión de los herederos, de la asignación del culto parroquial se le
había pagado el mes a los ministros de la parroquia y de la filial de San
Nicolás: sochantre, sacristán y organista, agregando que no devolvería el
sobrante de dicha cantidad “hasta que no se ajustase cuenta, pues era mucho lo
que la fábrica parroquial debía a su hermano”.[36]
A
pesar de la llegada de Espinosa Mena, el padre Lagomazzini Franzón tuvo que
ejercer las funciones de párroco durante los numerosos períodos en que el
párroco se ausentó de la parroquia en los ocho años que estuvo, casi siempre
por motivos de enfermedad propia, así como por la de algún familiar u otras
causas, como solventar una testamentaría en Algodonales, de cuya parroquia estuvo
encargado antes de Sanlúcar. Siempre, al frente de la parroquia quedaba el
padre Lagomazzini[37].
Tras el permiso obtenido en diciembre de 1928, Espinosa tardó en volver a la
parroquia siete meses, tras los cuales pasó unos pocos días en Sanlúcar, para
terminar marchándose definitivamente, en agosto de 1929. Durante este tiempo el
cardenal Ilundáin ordenó al padre Lagomazzini que rigiese la parroquia (oficio
de 23 de julio y decreto de 8 de agosto de 1929, por el que disponía que
Lagomazzini quedase encargado del servicio parroquial, con obligación de
aplicar la misa pro populo). El padre
Lagomazzini aceptaba su cumplimiento “con la gracia de Dios”.[38]
Durante
el último permiso del párroco, el padre Lagomazzini escribió a Espinosa (3 de
julio de 1929), preguntándole por su prolongada ausencia, pero no recibió
respuesta. Desconocía el motivo y se extrañaba, pues “lo consideraba un
sacerdote digno”. Poco después recibió una carta de Espinosa, donde le pedía el
total de los haberes del semestre que llevaba fuera de la parroquia.
Lagomazzini, considerando que Espinosa había hecho diversos gastos y se trataba
de una ausencia larga, respondió indicándole la conveniencia de que viniese a
Sanlúcar, pues en la ciudad se solventarían mejor las explicaciones y
deducciones. A esta segunda misiva tampoco respondió Espinosa. El padre Lagomazzini
preguntó al Cardenal Illundaín sobre cómo debía actuar en esta cuestión de los
haberes, entendiendo por lo decretado que dejase en suspenso el asunto. En
cuanto al estado de la gestión económica, las cuentas de fábrica de 1927,
aprobadas por el Prelado el 21 de enero de 1929, arrojaban un saldo a favor de
877´84 pesetas, desconociendo el coadjutor a cuánto ascendía el saldo de 1928, pues
el párroco Espinosa no se lo había entregado, estando aún en su poder.
Espinosa
Mena llegó a Santo Domingo el 6 de agosto con la parecida intención de permanecer
en su parroquia. Al día siguiente celebró la misa y, a continuación, el padre Lagomazzini
le rindió cuentas desde enero a julio de 1929, le entregó sus haberes, así como
los correspondientes a la fábrica parroquial de los últimos siete meses. Espinosa
ordenó a Lagomazzini que rebajara las nóminas de julio del coadjutor de San
Nicolás y la suya como coadjutor[39].
Pocos días después Espinosa Mena se marchó de Sanlúcar definitivamente, aunque
el padre Lagomazzini no se enteró hasta pasados unos días.
El
coadjutor Lagomazzini Franzón informaba puntualmente al Arzobispado del
acontecer de la parroquia. En una de sus misivas comunicaba que, aunque no podía afirmarlo en absoluto, consideraba que Espinosa había tomado en el
Habilitado, en Sevilla, a su paso para Sanlúcar de Barrameda, en aquella última
venida, en agosto de 1929, la consignación de julio perteneciente a la
parroquia de Santo Domingo y que solía importar algo más de quinientas pesetas;
que el señor Espinosa había llegado con ánimo de permanecer; que durante tres
días se le esperó para celebrar la misa; que se había presentado en la
parroquia un albañil, llamado por Espinosa, para arreglar en aquellas
instalaciones una habitación mientras no se le presentase una casa conveniente;
que el piso que ocupaba lo había desalquilado; que
la parte del cementerio que correspondía a la fábrica de la parroquia no la había
cobrado el señor Espinosa, permaneciendo en poder del gerente del mismo, etc.
Por
tanto, además de los numerosos y dilatados periodos de ausencia del párroco,
durante los ocho años que estuvo en Sanlúcar, el padre Lagomazzini volvió a
hacerse cargo de la parroquia de Santo Domingo, de forma interina, en los
primeros siete meses de 1929, hasta que tomó posesión del cargo de cura
ecónomo, el 19 de agosto de 1929, el licenciado Laureano Rubio Alpresa
(Villamartín, 1874-Sevilla, 1940), sobrino del que fuera Arcipreste de
Sanlúcar, Francisco Rubio Contreras, para cuyo cargo había sido nombrado el 9
de agosto por el cardenal Ilundáin. De forma inmediata, se procedió a la
rendición de cuentas por parte del padre Lagomazzini. En aquella fecha, tenía
la fábrica de Santo Domingo la cantidad líquida de 783,44 pesetas.[40]
Además
de sus funciones como coadjutor de la parroquia de Santo Domingo, el padre
Lagomazzini, popularmente conocido en Sanlúcar como el “cura Joselito”[41],
formó parte de otras entidades, como la junta directiva de la Orden Tercera,
donde aparece en 1930 como maestro de novicios[42].
Asimismo, fue uno de los primeros
predicadores de la hermandad del Cristo de la Expiración y Ntra. Sra. de la
Esperanza, en 1928[43].
Trayectoria poética
La
obra poética de José E. Lagomazzini Franzón se encuentra muy dispersa, al
hallarse sus poemas editados en distintas publicaciones y otros se conservan en
colecciones privadas. Manuel Barbadillo realizó una notable recopilación de veinte
obras suyas, fechadas
entre 1908 y 1926, en su libro Olvidos
históricos, donde recogió obras de otros poetas sanluqueños. Colocó en
primer lugar los poemas del padre Lagomazzini, pues al referirse a estos
escritores afirma que “el orden en que aparecen situados no indica ningún grado
de selección ni de preferencia, aunque sería injusto no resaltar, entre todos
ellos, al poeta y sacerdote José Eduardo Lagomazzini Franzón. Nobleza y
justicia obligan”.[44]
El
padre Lagomazzini debió empezar a escribir poemas desde muy joven, pues ya en
1908, cuando sólo contaba veinte años y era estudiante en el Seminario, publicó
el poema En el claustro, en revista Ilustración Católica. La Hormiga de Oro,
entre otros.
Por
su condición de sacerdote, escribió bastantes poemas de tema religioso, aunque
no faltan los asuntos de naturaleza, históricos, militares, costumbristas e
incluso alguna coplilla taurina.
Con
independencia de la calidad de su obra, de la que no se hará aquí análisis
crítico, el padre Lagomazzini, como poeta, fue muy apreciado y considerado
entre los escritores de su época, tanto en Sanlúcar, como en las ciudades
próximas (Sevilla, El Puerto de Santa María, Cádiz). Buenas muestras de esta
estimación son los poemas y palabras laudatorias que le dedicaron algunos
escritores, como Rodríguez Ramiro, Barrios Masero, Manuel Barbadillo o
Alejandro Zambrano, entre otros.
Asimismo,
el padre Lagomazzini fue amigo personal del presbítero sanluqueño y escritor
Pedro Ruiz Badanelli (Sanlúcar de Barrameda, 1899-San Fernando, Buenos Aires,
1985), teólogo, jurista y literato, que llegó a ser el primer obispo
justicialista de la disidente Iglesia Católica Apostólica Argentina. En la
primera misa cantada de Badanelli, el 22 de septiembre de 1925, tras ser
ordenado sacerdote en Granada, que se celebró en la iglesia de San Francisco de
Sanlúcar, propia de su antiguo colegio de Escolapios, José E. Lagomazzini Franzón
será uno de los pocos invitados al acto (por motivos de luto), junto a José Rodríguez
Ramiro (autor de la obra poética Del
Rosal Mariano, con prólogo de Badanelli)[45].
También Badanelli predicó en varias ocasiones en la parroquia de Santo Domingo
(Viernes Santo, fiesta del santo titular, Virgen del Rosario, etc), dónde era coadjutor
el padre Lagomazzini.[46]
En
1908 está fechado uno de los primeros poemas localizados del padre Lagomazzini:
La ofrenda del campo, dedicado a la
“Reina de la Fiesta”[47],
probablemente escrito con motivo de los Juegos Florales de aquel año. Este
soneto será incluido posteriormente en la obra En pleno campo, escrita en 1917 y publicada en 1924.
LA
OFRENDA DEL CAMPO
(A
la Reina de la Fiesta)
Al
dejar, para verte, mi alquería,
he
cortado en la falda del otero,
un
ramo de tomillo y de romero,
que
impregna mi zamarra todavía.
Lo
cogí en flor al despuntar el día,
cuando
en la jara el trovador jilguero,
preludiaba
su canto mañanero
desgranando
caudales de harmonía.
No
desdeñes mis yerbas olorosas,
porque
tengo las manos sudorosas;
Dios
bendice el trabajo del obrero.
Bella
Reina, las manos agrietadas,
valen
más que las manos enguantadas,
que
venden a la Patria por dinero.
José
E. Lagomazzini
25
de agosto de 1908.
En 1908 y 1909, Lagomazzini Franzón publica dos poemas en la revista Ilustración Católica. La Hormiga de oro, cuando aún era estudiante de Teología en el Seminario de Sevilla.
Poema En el Claustro. En Ilustración Católica. La Hormiga de oro, nº 31, Barcelona, 1 de agosto de 1908, p. 6. |
Poema El consuelo de mis penas, publicado en Ilustración Católica. La Hormiga de oro. Barcelona, 2 de enero de
1909, p. 13.
|
Por las crónicas periodísticas, sabemos que en 1912, durante la celebración de una velada literario-musical, organizada en Sanlúcar por la Juventud Integrista, el presbítero José E. Lagomazzini leyó “dos inspiradas poesías, que el público escuchó con agrado y aplaudió con entusiasmo”[48], si bien desconocemos qué poemas eran, pues no se reseñan sus títulos.
En
1914, Lagomazzini Franzón firma en Sevilla el poema Alma Andaluza, dedicado a las tropas españolas que servían en
África. Llama la atención la inserción de coplillas populares andaluzas entre sus versos.
Se desconoce si esta obra fue publicada. La rescata Manuel Barbadillo en su
recopilación.[49]
ALMA
ANDALUZA
“Evocación de la
Campaña del 11, dedicada a las tropas españolas que defienden en África el
honor de la bandera”.
…
Sonó la voz de tregua: piafaron los corceles,
volvían
los soldados cubiertos de laureles,
y
al ritmo de la música saltaba el corazón.
y
allá en el campamento, besado por las olas,
izaban
las alegres banderas españolas
los
nobles centinelas llorando de emoción.
La
tarde declinaba: los montes se esfumaron;
los
campos de Melilla las sombras enlutaron;
dormido
como un niño, dormido estaba el mar;
y
un bravo sevillano, de fuerte alma bizarra,
dio
al viento de la noche, al son de la guitarra,
las
trémulas cadencias de un aire popular:
“No tengo padre ni
madre,
Y cuando empiezo a
cantar,
Son tan jondos mis pesares
Que hago a la
piera llorar”
Era
un alegre mozo de apuesto continente.
Serena
la mirada, y el corazón valiente,
que
a la africana guerra de voluntario fue.
Cruzado
caballero de la gentil matrona
que
no tuvo verdugo más cruel que su corona,
cuando
en su pecho ardía la hoguera de la fe.
¡La
Fe! que propagaron las tropas esforzadas
de
nobles corazones cual hostias consagradas
por
férvido amor patrio en aras del altar.
Indómitos
guerreros que en su triunfal carrera,
dejaron
con su sangre sellada la bandera
y
diéronle estrechísimo abrazo al expirar.
Cantaron
los barqueros sentidas barcarolas;
velaba
el centinela las tiendas españolas;
dormido
como un niño, dormido estaba el mar;
los
pechos respiraban atmósferas de gloria;
de
pronto rasgó el aire, cual grito de victoria,
la
música argentina del canto popular:
«Dos vivas quiero
yo dar:
¡Viva el general
Marina!
¡Viva el cabo Luis
Noval! ››.
La
reina de la noche, la luna misteriosa,
el
claro firmamento cruzaba silenciosa,
y
a los reflejos pálidos de su argentada luz,
el
aduar del moro surgía en lontananza,
pero
vibró en el aire cual grito de venganza
la
música guerrera del canto andaluz:
«No me llames,
madre mía,
que mi madre no
eres tú,
que mi madre es la
bandera
clavada en el
Gurugú».
Plegó
sus negras alas el ángel de la guerra,
el
humo del combate se evaporó en la sierra,
y
fue un cuadro pletórico de luz y de color:
las
olas, mansamente, rompiéndose en la orilla,
la
luna que velaba los cerros de Melilla,
la
paz con sus dulzores bañando el corazón.
Cesaron
los cañones de vomitar metralla,
y
un rayo de la luna quebróse en la muralla
besando
la gloriosa bandera nacional.
la
banda de oro y fuego, el mágico estandarte,
que
frente a la soberbia legión de Bonaparte,
venció
el orgullo indómito del águila imperial.
El
canto del soldado se deslizó sonoro
como
un raudal de perlas por un caño de oro;
su
voz vibrante y dulce de nuevo se escuchó:
y
la cadencia trémula hirió blanda el oído.
Cual
hiere la memoria recuerdo adormecido
y
el eco en el espacio temblando se perdió:
“Yo tenía, yo
tenía
Una cadenita de
oro,
Y se me cayó a la
mar
Y de sentimiento
lloro”
Y
recordó a la niña, la flor de sus vergeles,
que
en andaluza reja, bordada de claveles,
le
habló de los amores que fundan el hogar,
la
niña que una tarde serena de invierno,
lo
despidió, llorosa, jurando amor eterno…
Sonó
otra vez, dulcísima, la voz popular:
“El árbol de mi queré
Tan jondo llegó a arraigá.
Que yo he querido
arrancarlo
Y no lo puedo arrancá”.
De
pronto, en la avanzada fantástica y desierta,
sonó
imponente el grito de “centinela alerta”.
Calló
el pobre soldado, su lengua se anudó:
una
traidora bala le abrió mortal herida
y
destrozóle el pecho y le arrancó la vida:
el
postrimer suspiro mirando al cielo dio.
Besó
la triste luna con rayo funerario
la
herida que besaba bendito escapulario,
dulcísimo
recuerdo que ella le dio al marchar:
en
la remota playa las olas se rompían,
y
en la apacible noche llorando se mecían
las
trémulas cadencias del aire popular:
“Que yo he querido
arrancarlo
Y no lo puedo arrancá”
JOSÉ
E. LAGOMAZZINI
Sevilla,
26 Febrero 1914
Coincidiendo
con su destino ministerial como coadjutor de la parroquia de San Joaquín, en El
Puerto de Santa María, en 1915, el padre Lagomazzini publica en la revista Bética la obra La torre de Doña Blanca. Tradición del Puerto, poema de signo
histórico.[50]
Fiesta de las Espigas. Sanlúcar, 1917.
En
1917 se celebró en Sanlúcar de Barrameda la “Fiesta de las Espigas”, organizada
por la sección de la Adoración Nocturna, fundada en 1904 por un grupo de
piadosas señoras en la iglesia auxiliar de Nuestra Señora del Carmen con
licencia del cardenal Spínola. Trece años más tarde, esta sección celebró la
“Fiesta de las Espigas”, en la noche del 7 al 8 de julio de 1917. Tras visitar
la Parroquia Mayor, esta fiesta eucarística tuvo lugar en el santuario de
Nuestra Señora de la Caridad, por entonces sede de la sección adoradora. Asistieron
las secciones de Jerez de la Frontera, Écija, Dos Hermanas, Alcalá de Guadaira,
Carmona, Pilas, Cantillana, Paradas, Lebrija y Marchena, presididas por el
Consejo Diocesano establecido en Sevilla. En total, unos cien adoradores que
llegaron en tren portando
sus banderas e insignias. La comitiva fue recibida por el Arcipreste Antonio Suárez,
el presidente de la sección sanluqueña -Luis Otero Maceas- y otros miembros de
la Junta de Gobierno local. La plática estuvo a cargo del Arcipreste y se cantó
la misa de Perosi por un nutrido coro de
voces.
A
continuación se procedió a la a procesión eucarística con el Santísimo bajo
palio, que se dirigió a la ermita de Santa Brígida, situada en las afueras de
la ciudad. Figuraban en la procesión caballeros y niños con velas; las
secciones adoradoras con velas y banderas; cantores y músicos; comisiones del
clero; escolapios, capuchinos, y Hermanos de la Doctrina. Tras el palio
marchaba una sección de la Guardia Municipal en traje de gala, y la Banda de
Música dirigida por el profesor Alberto Álvarez. Numeroso público se apiñaba en
las calles para contemplar la procesión, ya que era la primera vez que se
celebraba en Sanlúcar. En la explanada de la ermita, adornada con banderas y
guirnaldas, se cantaron diversos himnos y motetes eucarísticos y se procedió a
bendecir los campos con el Santísimo Sacramento, mientras sonaba la Marcha
Real. [51]
Durante
esta procesión eucarística se repartió entre el público unas hojillas con poemas
del padre Lagomazzini y Manuel Barrios Masero. Desconocemos cuáles fueron estos
poemas impresos de ambos autores.
Juegos Florales de El Puerto de Santa
María, 1917.
En
julio de 1917 se celebraron los Juegos Florales y Fiesta de la Poesía en El
Puerto de Santa María, cuyo certamen poético ganó el padre Lagomazzini Franzón,
que obtuvo el “Premio de S.M. El Rey”.
Padre Lagomazzini Franzón, ganador del Premio de S. M. El Rey en certamen poético de los Juegos Florales de El Puerto de Santa María, 1917. (Foto: La Unión Ilustrada). |
Según
el semanario de información gráfica La
Unión Ilustrada: “Los Juegos Florales celebrados recientemente en el Puerto
de Santa María, han resultado brillantísimos. El coadjutor de Sanlúcar Sr.
Lagomazzini se reveló como un tierno y delicado poeta obteniendo del Premio del
Monarca y siendo felicitadísimo. El mantenedor de la Fiesta, Sr. Peiró,
canónigo de la Catedral de Cádiz pronunció un notable discurso que mereció
aplausos”.[52]
Juegos Florales de El Puerto de Santa María, 1917. La reina de la Fiesta de la Poesía, Mercedes Sancho Peñasco (Foto: La Unión Ilustrada). |
Aunque
en la breve crónica periodística no se alude al título del poema premiado, todo
parece indicar que se trataba del llamado En
pleno campo, el cual sería publicado en 1924 en la revista Literatura Hispano-Americana, donde se
afirma que esta obra obtuvo el “primer premio de S. M. El Rey en público
certamen”. Esta revista contó desde aquel año con el padre Lagomazzini como
nuevo colaborador literario:
“Nuevo
colaborador. Desde el presente número contamos con la valiosa colaboración del
eximio y laureado poeta sanluqueño D. José E. Lagomazzini. El poema En pleno campo que
insertamos hoy, obtuvo el primer premio (de S. M. el Rey), en público certamen,
y por sí solo es suficiente para acreditar la firma de su autor, sí esta no
gozara ya de justo renombre. Sea bienvenido el nuevo colaborador.”[53]
Certamen Concepcionista. Sevilla, 1917.
Certamen Concepcionista. Sevilla, 1917 (Foto: La Unión Ilustrada). |
Con motivo del III Centenario del Voto Concepcionista de Sevilla, celebrado con grandes fastos en la ciudad hispalense, la Academia de Buenas Letras de Sevilla organizó un concurso poético o Certamen Concepcionista, que se celebró en la iglesia de la Universidad. El acto estuvo presidiendo por el nuncio de Su Santidad, el cardenal Almaraz, y el Obispo de San Luis de Potosí. Actuó como mantenedor del acto Diego Tortosa, canónigo de Madrid. Y asistieron algunos niños vestidos al uso del siglo XVII. En este concurso, el padre Lagomazzini Franzón obtuvo el Premio del Papa, consistente en una medalla de oro otorgada por Su Santidad, Benedicto XV (1854-1922).[54]
Certamen Concepcionista. Sevilla, 1917 (Foto: ABC) |
Así
describió el acto el semanario La Unión
Ilustrada: “En la Universidad de Sevilla, se ha celebrado el certamen
convocado con motivo del III Centenario del voto concepcionista. Presidió el
acto el Nuncio de Su Santidad, con el Cardenal y Obispo de San Luis de Potosí.
La iglesia de la Universidad, donde se realizó el acto, apareció brillantemente
exornada. Asistieron niños de la aristocracia vestidos a la usanza del siglo
XVII, representando a Murillo, Martínez Montañés, Vázquez de Leca y Miguel del
Cid. Se procedió al a adjudicación de premios, y a continuación don José
Eduardo Lagomazzini y Franzón, Coadjutor de Sanlúcar de Barrameda, agraciado
con el primer premio, consistente en medalla de oro de Su Santidad, leyó la
poesía premiada siendo ovacionado. Por último, el Cardenal pronunció frases de
gratitud a las autoridades y demás personas que prestaron relieve con su
asistencia al acto. Ensalzó la importancia de las fiestas del centenario del
voto Concepcionista, en el que se ha demostrado que en Sevilla late intensamente,
el amor y el fervor por la Reina de los Cielos, la Inmaculada Concepción. A la fiesta
asistió numeroso y distinguido público que salió altamente satisfecho del acto,
felicitando unánimemente a los organizadores de tan inolvidable velada.”[55]
Lamentablemente,
hasta el momento no hemos localizado la poesía premiada, que probablemente fuese
la titulada Oda a la Inmaculada.
Homenaje de la ciudad de Sanlúcar de
Barrameda al padre Lagomazzini, 1918.
La
obtención de este galardón en el Certamen Concepcionista por el padre
Lagomazzini fue muy celebrada en Sanlúcar. En la primavera de 1918 se dedicó,
en su honor, la “Fiesta de la Flor”. El
Correo de Cádiz lo anunciaba: “Por iniciativa de nuestro querido amigo, el
reputado artista, D. Manuel Escobar, se celebrará este año en esta población,
la llamada “Fiesta de la Flor” en honor del laureado poeta D. José Eduardo
Lagomazzini Franzón, coadjutor de la parroquia de Santo Domingo, cuyos
productos se destinarán a fines benéficos”.[56]
Además,
el día 26 de agosto de 1918, el pueblo le Sanlúcar tributó un homenaje al padre
Lagomazzini con motivo del triunfo obtenido en el Certamen Concepcionista, al
que asistió el Obispo de la Diócesis. El acto tuvo lugar en el patio del
colegio de los padres escolapios (actual colegio de La Salle) y la ciudad
obsequió al presbítero un cáliz, que estrenó al día siguiente en la iglesia de
San Francisco, cuya misa predicó Laureano Rubio Alpresa.[57]
El
programa del homenaje estuvo compuesto por una recepción; presentación al Obispo
de las autoridades y personalidades asistentes; concierto de la Banda Municipal
de Música; varios discursos; y otras actuaciones musicales. Concluyó el acto
con la entrega al padre Lagomazzini del cáliz regalado por la ciudad.[58]
Tres días después de la celebración, el sacerdote quiso agradecer este homenaje
tributado por la ciudad y publicó el poema A
Sanlúcar (ofrenda de gratitud) en el periódico local El Profeta.[59]
A SANLÚCAR
(Ofrenda
de gratitud)
En
la locura de su amor ardiente
por
ti el bardo luchó, Reina adorada,
en
la espantosa lid encarnizada,
a
los rayos de un sol incandescente.
Con
mano firme y corazón valiente
blandió
sereno su tajante espada,
y
en medio de la tierra ensangrentada
ganó
el laurel para ceñir tu frente.
Hoy
que en la paz del trovador se inspira,
por
ti descuelga su dorada lira,
Sultana,
hija del sol, Puerto Lucero;
Y
en un ramo de pálidas violetas
el
último de todos tus poetas
rinde
a tus pies su corazón entero.
José
E. Lagomazzini
29
de agosto de 1918
Durante
el acto de homenaje, algunos poetas leyeron obras en honor del padre Lagomazzini,
como Manuel Barrios Masero:
A JOSÉ E. LAGOMAZZINI
¡Poeta, Dios te salve!
¡Salve el cantor a la mayor belleza:
la visión que admiró Pío Noveno!
El Genio con espíritu sereno
ha posado un laurel en tu cabeza.
Hoy tu pueblo amoroso, con firmeza
quiere aclamarte de entusiasmo lleno,
y al ofrecerte este homenaje ameno,
es para enaltecer a tu grandeza.
El cáliz que tu pueblo te ha ofrecido
será un recuerdo para ti querido
que vivirá en tu pecho dulcemente.
Cuando en el Santo Altar lo alcen tus manos,
piensa en tu pueblo y luego, reverente,
ruégale siempre a Dios por tus hermanos.
Manuel Barrios Masero
29 Agosto 1918
Asimismo,
el padre escolapio Luis Soto, dedicó otro poema a Lagomazzini, fechado
pocos días después del homenaje, que fue recogido por Manuel Barbadillo.
A mi querido amigo el afamado poeta
JOSÉ EDUARDO LAGOMAZZINI
¿Me vas mi lengua, a mentir?...
¿Me vas a ser traicionera
Tú, mi pluma, al escribir?...
Hoy cantar yo bien quisiera
y lo que siento decir.
¡Y no es poco lo que siente
mi corazón dolorido,
tan alegre y sonriente
mientras del amor mecido
fue de un ser, que llora ausente!
¡Más no ignoras, caro amigo,
a quien dedico mi canto
que más a unirte conmigo
ha venido en ti el quebranto
de nuestra amistad testigo!
De mil amores cantar
quisiera todas tus glorias
y en tu loor entonar
himnos de claras victorias,
pero, ¡déjame aún llorar!...
En vano mi alma afanosa
en pos del númen divino
se lanza, cual mariposa
tras el néctar peregrino
con que le brinda la rosa.
Más de una vez alentada
decidió templar la lira
de mi musa alborotada;
pero hoy… ¡qué triste suspira
de mi mano al ser pulsada!...
Y con todo muy osado,
deponiendo mi tristeza,
mis penas dejando a un lado,
aunque con poca destreza,
cantaré al amigo amado.
Y falto de inspiración;
que ilumine esta mi frente,
me acojo con ilusión
al genio claro y potente
del poeta campeón.
El resuene en mi canción
y a mis notas preste aliento,
que quiero sea la expresión
de la ventura que siento
latir en mi corazón.
Pues de tu dicha la mía
no consiente separarse,
como me asocié en el día
en que vi el dolor cebarse
en ti con loca porfía.
Hoy mi musa es tributaria,
de tu esclarecido nombre;
de tu gloria literaria,
la que más ensalza al hombre
pretende hacer fiel sumaria.
Y sea tu gloria mayor
y me consta que así es,
ese cariño y amor,
que de los amigos ves
volar en tu derredor.
Ese gozo de que henchidos
están tantos corazones
como son los reunidos
se hallan bajo unos blasones
de todos bien conocidos.
El placer, que alegres vierten
pupilas admiradoras
de las bellezas que advierten
en tus coplas trovadoras
y aún mayores las presienten.
Y uniendo a la admiración
claro ejemplo de largueza,
al par que su corazón
te han brindado con firmeza
otro inapreciable don.
Don que si ya no tuviera
un mérito incalculable
crecido lo recibiera
del prelado venerable
que en tus manos lo pusiera.
Acepta sin vacilar
ese obsequio, este homenaje...
tú, bien sabes apreciar,
eres de noble linaje,
cuanto en sí llega a encerrar.
Sigue, amigo, con ardor
el camino de la gloria,
que es la gloria del Señor
la que busca en su victoria
ese tu genio creador.
Sch. P. 1-9-18.
Luis Soto
Manuel
Barrios Masero publicaría al año siguiente, en 1919, en el periódico local El Profeta, un tríptico de sonetos
titulado Los tres jardines (jardines
del Alcázar de Sevilla, jardines conventuales y jardines de los cementerios)[60],
que también dedicó al padre Lagomazzini. Así lo comentaba este periódico cuando
publicó, poco después, la contestación poética del coadjutor de Santo Domingo:
“El Sr. Barrios Masero, que como saben
nuestros lectores, dedicó un precioso tríptico de sonetos titulado “Los tres
jardines” (Sevilla, noviembre 1919) a D. José E. Lagomazzini, con la
dedicatoria “Para el laureado poeta Lagomazzini, que enaltece el nombre de
nuestra patria chica con la magia sublime de sus versos. Ofrenda de amistad y
admiración”, ha recibido de éste la siguiente contestación:”
CONTESTACIÓN
(SONETO)
En
su jardín silente y escondido,
el
trovador, del mundo retirado,
que
vive ni envidioso ni envidiado
y
entre rosales fabricó su nido.
Tus
armoniosos versos he leído,
que
su himno de amor, dulce, inspirado;
flores
que en Tus jardines has cortado
y
a mi cansada frente has ceñido.
El
pobre bardo que tu verso admira,
para
adornar las cuerdas de tu lira
manda
a su musa que remonte el vuelo.
Hacia
Sevilla, y presurosa lleve
catorce
lirios de color de nieve
al
inspirado autor de “Mari-Cielo”.
José
E. Lagomazzini
21 Diciembre 1919.
En
noviembre de 1919 está fechado el poema Salmo
de amor, que recoge Manuel Barbadillo en su antología, anotando que obtuvo
el “Primer Premio en el certamen de Cádiz”, aunque no hemos localizado noticias
sobre este concurso gaditano.
SALMO
DE AMOR
Preludio
Enciende
con tu luz mi fantasía.
Dios
del amor, belleza soberana,
fecundo
manantial de poesía:
en
la sonora lengua castellana
cantar,
Señor, tu omnipotencia quiero
al
compás de la cítara cristiana,
más
armoniosa que el clarín de Homero.
Meditación
Fuente
de amor, Sagrada Eucaristía,
volcán
de amores que mi pecho inflama
más
que la viva devorante llama
que
en la gran nube de Ezequiel ardía:
Tú
eres el mar de sangre redentora
que
desarmó la diestra vengadora
del
ofendido Dios; en el madero
bajo
el fúnebre cielo del Calvario.
Por
vez primera la vertió el Cordero
y
corre caudalosa hasta el sagrario
para
calmar la sed del mundo entero.
A
tu calor se purifica todo:
adquiere
el pecho impuro la fragancia
de
los primeros años de la infancia:
se
trueca en cielo el corazón de lodo.
Injerto
que en el árbol carcomido
del
viejo corazón, brotas lozano;
con
la sangre de un Dios has florecido
bajo
el cielo sin nubes del verano,
tan
esbelto y gentil como la palma,
que
en el espacio azul la copa mece,
y
en el desierto abrasador ofrece
al
fatigado corazón la calma
y
frescura de eterna primavera;
que
Dios en el camino lo ha plantado
para
que con su fruto regalado
florida
juventud al hombre diera.
Y,
libre de la muerte y del pecado,
su
corazón jamás envejeciera.
Pan
de la gloria; confortante vino
que
das al corazón paz y contento,
y
al alma triste y peregrina aliento
para
que no fallezca en el camino.
Tú
cambias en dulzura su tormento,
Rey
del amor; tu sangre redentora
de
la cruz hasta el cáliz descendida.
Es
el maná, Señor, que da la vida.
“La
cena que recrea y enamora”.
Señor,
estrecha más en fuerte lazo
al
alma pura que por Ti suspira,
y
ansiosa espera tu nupcial abrazo,
cual
si fuera a escuchar en tu regazo
las
claras notas de sonora lira.
Sólo
en tu amor su cántico se inspira
y
al palpitar tu pecho a cada instante,
te
abraza más rendida y más amante,
y
con la fiebre del amor delira.
contémplala,
Señor, transfigurada
aI
recibir con fervoroso anhelo,
en
su pecho la Hostia Consagrada.
que
la transporta de la tierra al cielo
en
alas de tu amor alza su vuelo.
Y
quiere unirse a Ti de tal manera,
para
sentir tu amor, vivir tu vida,
cual
dos pedazos de fragante cera
en
el mismo incensario derretida.
Yo
vi a Jesús en la Oración del Huerto;
el
fulgor de la luna opaca y fría
bañó
su rostro de livor cubierto:
entraba
el Salvador en la agonía.
Las
aves apagaron su concierto.
Quedó
el jardín sombrío y solitario
y
columbró Jesús, borroso, incierto,
el
fúnebre contorno del Calvario.
Sudor
de sangre por sus poros vierte,
que
baña como un rio el polvo inerte...
Sobre
el pecho reclina la cabeza:
en
su horrible pavor ante la muerte
comulga
el Salvador con mi flaqueza.
más
cuando en el altar, sacramentado,
lo
recibo en mi pecho enamorado,
eclipsada
su gloria y su grandeza.
Me
remonta el Señor hasta su altura,
disipa
con su luz mi noche obscura,
y
me da con su amor su fortaleza.
Ya
difunde su luz la clara aurora,
mis
granados en flor el viento mece,
la
enhiesta cumbre de Gaazad se dora:
el
sol en el espacio resplandece:
doncellas
de Salen, venid ufanas,
circundadme
de flores y manzanas
que
mi pecho de amores languidece.
Entra
el esposo en el jardín lozano...
¿no
oía su voz de célica armonía?
Levántate
del suelo, hermosa mía.
que
salieron las flores del manzano,
ven
a mi pecho, ven paloma mía,
pasó
el invierno, y floreció el verano.
deja
al alma en tu pecho adormecida
que
quiere descansar en tu costado,
para
oír el latido acompasado
en
ese corazón que da la vida.
No
la apartes de Ti, cuando dormida,
delirante
y febril cante al esposo
su
florida canción de primavera
que
Tú le das la juventud primera
con
tu voz dulce y tu semblante hermoso.
No
la apartes de Ti, dueño amoroso,
duerme
en caliente nido, con blanco lecho
y
lechos de la calma de tu pecho
solo
reina el invierno borrascoso…
No
te alejes, Señor, la noche empieza:
su
día es tu mirada luminosa.
y
morirá sin duda de tristeza
si
en tu imagen su vista no reposa.
Está
enferma de amor. Traidora herida.
que
abrió el pesar, profunda y dolorosa,
su
pobre corazón lleva escondida,
y
en Ti cifra su alivio y su ventura,
esposo
celestial, rey soberano:
que
la herida de amor “no bien se cura”
en
expresión del serafín humano,
“Si
no con la presencia y la figura”.
___
De
mi sueño amoroso he despertado;
ya
no temo al invierno crudo y frio;
si
las llamas de amor me han incendiado,
¿quién
vencerá mi inquebrantable brío?
Yo
seré tu soldado, Jesús mío;
tu
corazón mi corazón caldea,
y
me arrojo al fragor de la pelea
a
proclamar tu gloria. Y si el impío
en
su rabia feroz llegar osara
s
los pies del altar para insultarte,
su
pecho pasaré de parte a parte
antes
que llegue a profanar el ara.
Y
si el odio, Jesús, con la piqueta
demoler
quiere el templo sacrosanto
en
que moras, mi Dios, tres veces santo,
yo
volaré con ímpetu de atleta;
que
siento en mí las fibras de mi raza
y
le opondré mi pecho de poeta
con
la sangre de un Dios que lo acoraza
y
venceré en la lid. Yo soy más fuerte:
mi
alma en tus amores encendida,
inyectará
en los pechos nueva vida
y
turbará el reposo de la muerte.
Y
si en un golpe de mar caigo en la arena,
en
el bendito puerto hospitalario,
con
firme corazón y alma serena,
levantaré
un altar, otro calvario,
con
restos de mi nave infortunada;
y
bajo el cielo oscuro, ennegrecido,
frente
al cárdeno mar enfurecido,
elevaré
la Hostia Consagrada…
José
E. Lagomazzini Franzón
20
de noviembre de 1919.
También en 1919, el 17 de abril, está fechada la obra María en el Evangelio[61].
MARÍA
EN EL EVANGELIO
“Stabant antem juxta crucen Jesu
mater ejas” (Joan)
El
bando proseguía llenando los espacios de harmonía,
su
voz vibrante y pura resonaba,
y
en alas de su ardiente fantasía
al
otro mundo mejor se remontaba,
y
con trémula mano el arpa hería...
Y
apareció por fin la clara aurora,
y
para siempre huyó la noche fría;
era
una luz riente, precursora
del
espléndido sol del mediodía.
Pasaron
las figuras
y
huyeron con sus hórridas negruras.
llego
la edad feliz de la victoria,
el
punto culminante de la historia,
de
fuente perennal de las dulzuras,
anticipo
dichoso de la gloria.
Era
el Dios del amor el que llegaba,
el
Dios que con su aliento estremecía,
que
al mirar, solamente, aniquilaba,
y
con fuego a Sodoma consumía.
Era
el Dios abatido
de
sangrientas espinas coronado,
que
con el peso de la cruz rendido,
una
vez y otra vez cae angustiado.
De
caña era su cetro, más tan fuerte,
que
desató la cuerda ensangrentada
con
que la humanidad era arrastrada
por
la negra carroza de la muerte.
___
¡Atrás!,
Blanco cordero,
coronado
de mirto en los altares
inmolado
a los dioses tutelares
al
golpe vengador del frío acero.
Cesad,
rudos cantares,
roncas
imprecaciones,
horrible
palpitar de corazones
entre
el humo asfixiante de la hoguera,
que
ha mirado el Señor con faz severa
esas
expiaciones.
Que
María es la victima primera
que
ha trocado la ira en bendiciones,
que
María es la intrépida guerrera
que
a los vientos levanta su bandera
cobijando
amorosa a las naciones.
Jesús
en el madero ya está inerte;
los
sepulcros palpitan,
los
muertos resucitan
en
medio de una atmósfera de muerte.
Ya
no verá María
la
lumbre de sus ojos celestiales,
ya
siente el estertor de la agonía,
y
un bosque de puñales
le
ha clavado el dolor con mano impía.
Tu
corazón lo traspasó una espada:
pero
aunque el mundo de pavor se llena,
a
las pies de la cruz ensangrentada,
la
Virgen Madre apareció serena
alzando
aquella Hostia consagrada...
Serafines
del cielo,
venid
al mundo, desplegad el vuelo;
contemplad
este cuadro funerario,
y
entonad con las arpas de la gloria
un
canto de victoria
a
María en la cumbre del Calvario.
José
E. Lagomazzini
17
de abril de 1919.
En el mismo año de 1919, durante la Semana Santa, el padre Lagomazzini publicó un soneto titulado El Calvario en el periódico El Correo Español[62]:
En
1920 Lagomazzini publicó el soneto Las
flores del almendro en la revista donde vieron la luz sus primeros poemas
de juventud, La hormiga de oro,
Ilustración Católica[63]. Este poema
pertenecía a la obra completa Las flores
del campo, escrita en 1917, por la que obtuvo el primer premio en La Fiesta
de la Poesía de El Puerto de Santa María de aquel año, que sería publicada en
1924 en la revista Literatura
Hispano-Americana.
Este
mismo poema aparecerá también reproducido en el más reciente libro de García
Tejera sobre la poesía gaditana de los siglos XIX y XX, donde se alude a José
Eduardo Lagomazzini Franzón mediante una breve reseña: “Apenas tenemos datos de
este sacerdote y poeta, a quien destaca Barbadillo (1977) como uno de los más
apreciables poetas sanluqueños y del que ofrece una amplia selección de
composiciones”.[64]
Juegos Florales de Sanlúcar de
Barrameda, 1920.
Juegos Florales. Sanlúcar de Barrameda, 1920 (Foto: Colección Santiago Pérez del Prado). |
En el certamen literario de los Juegos Florales, celebrados en Sanlúcar, en 1920, José Eduardo Lagomazzini obtuvo el primer premio, recibiendo la “Flor Natural” por su poema Los nocturnos de un poeta, presentado bajo el lema: “Mientras el odio ruge la fe canta”, de signo religioso; Manuel Barbadillo Rodríguez obtuvo otro premio por Un cuento andaluz[65]; y Manuel Barrios Masero logró la Copa de Plata ofrecida por el Conde de los Andes por su poema Loa a la mujer andaluza. Se presentaron al concurso otros autores, con obras firmadas bajo lema y plica, como José Rodríguez Ramiro o Alfonso Ambrosy, quien acudió con un poema donde se loaban las marcas más conocidas de manzanilla de Sanlúcar, cuya obra fue muy difundida en la época.[66]
LOS
NOCTURNOS DE UN POETA
FANTASIA MUSICAL:
PARA EL PLANO DE LA REINA DE LA
FIESTA
Lema: “Mientras el odio ruge, la fe
canta”.
1º Nocturno. Las
tres cuerdas de mi arte
I
Fe
¿Añoráis
al través de la distancia
vuestra
edad infantil, sencilla y pura?
Era
una flor de virginal frescura,
una
azucena de sutil fragancia.
Con
su fuego voraz la intemperancia
manchó
su estola de sin par blancura
y
arranco de su frente la tersura
llevándose
el perfume de la infancia.
Sólo
puede calmar tan hondo duelo
la
fe, que generosa y compasiva
ofrece
al corazón paz y consuelo;
Y
es para el hombre la graciosa oliva
por
donde el alma triste mira al cielo
desde
la cárcel en que está cautiva.
II
Esperanza
¿...Oís
del ronco trueno el estampido?
El
castillo feudal ha retemblado,
la
borrasca mi frente ha flagelado,
y
el huracán mi alma ha sacudido.
Yo
vi el severo torreón caído
y
la pena mi pecho ha lacerado;
me
senté en los escombros fatigado
y
abrazado a mi lira me he dormido.
Ya
se viste de flores la pradera,
y
empiezan las pintadas abubillas
a
cantar en mi verde sementera;
Muy
pronto volverá la primavera.
y
otra vez las azules campanillas
nacerán
en la misma enredadera.
III
Caridad
Sumergido
en la noche de la muerte
el
mundo sin amor se encuentra helado,
dormido
en las tinieblas del pecado
sin
que nadie del sueño lo despierte.
Su
glacial frío el Salvador advierte,
y
con el peso de la cruz cargado
sube
al monte a morir crucificado,
para
dar nueva vida al mundo inerte.
En
la cumbre del Gólgota sombrío
débil
rayo de sol, pálido, incierto.
fundir
no puede el hielo del desvío…
Pero
Jesús, ensangrentado y muerto.
para
ahuyentar del corazón el frio.
muestra
el volcán de su costado abierto.
2º Nocturno.- Los
tres regalos del mártir.
IV
La Cruz
(A
la Reina, en su dolor)
Tu
corazón es un nidal desierto;
el
invierno con todos sus rigores
del
árbol de tu amor secó las flores,
y
la nieve sus ramas ha cubierto.
Yo
te vi caminar con paso incierto
bajo
la enorme cruz de tus dolores,
tu
corazón, perdidos sus amores,
era
campana que doblaba a muerto.
Dirige
al cielo tu oración, y espera…
el
mártir sus dolores te regala
como
encendida flor de primavera;
De
su infinito amor haciendo gala,
para
que nunca el cenegal te hundiera,
te
dio su cruz como si fuera un ala.
V
La corona de
espinas
Las
notas de mi lira, cadenciosas,
en
la noche serena se perdieron,
y
manos compasivas me ciñieron
una
corona de nevadas rosas.
Mis
lágrimas brotaron silenciosas,
y
mi vieja hopalanda humedecieron;
por
vez primera al trovador pusieron
bajo
un dosel de palmas victoriosas.
Creó
pronto el aplauso de la gente;
el
ángel de mi guarda sonreía
al
verla desfilar indiferente…
Y
alzando un crucifijo, me decía:
tiene
mayor encanto y más poesía
una
espina sangrienta de tu frente.
V1
La Eucaristía
(A
la Reina)
¿...Oíste
la confusa gritería?
El
mundo loco de placer sediento
tc
brinda con su amor, y sólo es viento
que
tu ardoroso corazón enfría.
¿Escuchas
la pausada melodía
que
hiere al corazón de sentimiento?
No
detengas tus pasos un momento.
es
el canto lascivo de la orgia.
Baña
la iglesia la riente aurora,
pon
un velo a tu frente soñadora.
ven
al sagrario y hallarás la calma:
Ahí
está Dios, tu verdadero amigo,
y
en esa hostia de sabor a trigo
su
une en lazo estrecho alma con alma.
3º Nocturno.-Los
tren salmos de cítara
VII
Salmo de amores
Atraviesa
campiñas y arenales
el
viejo trovador con paso lento
y
al aire da su conmovido acento.
y
a su canto florecen los rosales.
Al
pie de los castillos señoriales
el
triste anciano se paró un momento,
por
si en sus alas le traía el viento
la
trova de los bardos provenzales.
Para
olvidar un punto sus dolores
tocó
en el arpa su canción de amores,
la
fatiga lo rinde, su sien arde;
Se
sentó en una piedra el peregrino.
y
llorando en el polvo del camino
lo
sorprendió el lucero de la tarde.
VIII
Salmo de dolor
El
ciego portugués había emigrado,
que
de su casa lo arrojó la guerra.
Y
cantaba tonadas de su tierra,
las
dulzuras tristísimas de un fado.
Una
preciosa nieta iba a su lado,
único
ser a cuyo amor se aferra,
que
en su mirada dolorosa encierra
la
nostalgia de un ángel desterrado.
Olvidé
al ciego de infantil semblante;
sólo
una tarde de noviembre, oscura.
oí
el canto más dulce, más vibrante...
Era
la niña con su voz más pura,
que
un óbolo pedía suplicante
para
dar a su abuelo sepultura.
IX
Salmo de gloria.
La
crónica este caso refería:
“Cansadas
del trabajo que tuvieron
un
sábado las monjas no asistieron
a
cantar el oficio de María.
La
tarde melancólica caía,
y
los lirios sus cálices rompieron;
poco
a poco sus pétalos se abrieron,
que
con su lluvia el surtidor hería…
Iba
a cerrar la noche, y desde el coro
se
difundió por claustros y jardines
un
canto celestial dulce y sonoro:
En
torno al facistol diez serafines,
al
compás de sus citaras de oro
cantaban
a la Virgen los Maitines…”.
X
La última nota
(Ofrenda a la
Reina)
Reina
gentil, estrella refulgente,
cuerpo
de mora y corazón cristiano,
desciende
de tu solio soberano,
y
el laurel inmortal ciñe a mi frente.
A
tu honor consagré, Reina clemente,
los
tres nocturnos que toqué al piano
con
insegura y temblorosa mano:
es
la oración del corazón creyente.
Reina,
mi humilde inspiración se agota,
y
aún queda por tocar la última nota,
de
tan dulce y tan honda melodía.
Que
mi mano jamás podrá tocarla,
ni
mi lengua cantar, porque al vibrarla,
¡mi
corazón del pecho saltaría!
José
E. Lagomazzini
26 de agosto de 1920.
Poco
después de celebrarse el acto, el padre Lagomazzini envió una copia
mecanografiada, anotada y firmada, del poema ganador a Mercedes López-Spínola y
Vila, Reina de los Juegos Florales, que acompañó de una carta manuscrita.[67]
Carta remitida, junto al poema ganador, por el padre Lagomazzini a Mercedes López-Spínola y Vila, Reina de los Juegos Florales de 1920. (Colección Santiago Pérez del Prado). |
Al
parecer, el padre Lagomazzini mantuvo una estrecha vinculación con Pura Vila,
Vda. de López-Spínola, madre de la reina de estas fiestas, que se distinguió
por ser una destacada patrocinadora de diversas obras educativas y caritativas
en Sanlúcar[68]. Así, por ejemplo, en junio de 1929, José E. Lagomazzini, a
petición de Pura Vila, solicitó al Arzobispo Ilundáin autorización para
administrar la comunión en domicilio a su hija, Mercedes López-Spínola y Vila, que
se hallaba próxima a dar a luz, “tan pronto como saliese de tal estado y con la
frecuencia posible, como se había hecho en dicha casa en casos análogos”. Sin
embargo, el permiso le fue denegado respondiendo Ilundáin que no podía conceder
lo solicitado, puesto que dicha persona estaba sana y sólo en caso de que
estuviese enferma de cuidado podría administrársele la comunión en su casa, “con
tal que fuese llevado el Santísimo públicamente por el sacerdote desde el
templo”[69].
Por otra parte, Leopoldo del Prado Ruiz, abogado y alcalde de Sanlúcar en
varias ocasiones, suegro de Mercedes López-Spínola, intercedió ante Arzobispado
en 1921, siendo Alcalde, para que se le concediese al padre Lagomazzini el
cargo de párroco de Santo Domingo, como ya se ha comentado. Asimismo, el
sacerdote remitiría a Pura Vila los poemas manuscritos que leyó en el acto de
conmemoración del I Centenario de la llegada a Sanlúcar de los Hermanos de San
Juan Bautista de la Salle, celebrado en 1930.
En octubre de 1920, el padre Lagomazzini, publicó en el periódico local El Profeta un soneto titulado La ofrenda de un poeta[70], a modo de contestación literaria, como había hecho en otras ocasiones, al tríptico que le había dedicado unos días antes el también poeta sanluqueño Antonio Rodríguez Ramiro.
LA OFRENDA DE UN POETA
Al Sr. Rodríguez Ramiro por su tríptico
21-10-1920
Un trovador de juvenil talante
que de los bosques de Provenza vino
se detiene un momento en el camino
al escuchar tu voz dulce y vibrante.
No tiene perlas ni joyel radiante
para premiar tu cántico divino
y en su pobreza el bardo peregrino
te regala su rosa más fragante.
Te saluda y prosigue su jornada
con la frente de espinas coronada,
pero un alivio llevará al poeta.
Enmedio de su vida dolorosa,
la música vibrante y harmoniosa
del tríptico inspirado del “Profeta”.
José E. Lagomazzini
Sanlúcar, 31 octubre 1920
El mismo año de 1920, Lagomazzini Franzón publica el
poema A la Divina Pastora en la
revista El Adalid Seráfico, de los
padres capuchinos, en cuya iglesia de Sanlúcar se venera una hermosa imagen de
la Virgen de la Divina Pastora, que por aquellas fechas procesionaba
anualmente, al tiempo que se celebraba la Velada de la Divina Pastora en la
explanada del convento capuchino. Fechado el 2 de mayo de 1920, este
poema fue recitado en la explanada del convento, a la salida de la Virgen, por
la niña María Pepa de los Reyes Martín (sic)[71].
El poema sería reproducido de nuevo en la revista Sanlúcar de Barrameda, editada por la Imprenta Santa Teresa, en su primer
número editado en 1965.
A LA DIVINA
PASTORA
¿A
dónde vas, Madre mía,
Pastora
llena de gracia,
desde
tu humilde convento
en
la tarde tibia y mansa?
He
dejado mi rebaño
que
entre los lirios descansa
lejos
del mundo enemigo,
en
la paz de mi cabaña;
y
salgo por las ciudades
cruzando
calles y plazas.
Yo,
la Reina de los Cielos,
revestida
de zagala;
buscando
por todas partes
la
oveja descarriada
que
diz bebiera en la fuente
de
los amores que matan.
Sanlúcar,
noble Sanlúcar,
la
de la riente playa,
la
de los campos de égloga,
revístete
de tus galas,
sube
radiante a las torres
y
echa al vuelo tus campanas,
que
ha bajado a visitarte
la
Pastora de las almas.
Ninguna
humana belleza
a
su belleza se iguala;
sus
ojos son de paloma,
sus
labios vendas de grana,
y
siempre tras sus ovejas
no
se rinde ni descansa
en
el fuego del verano
ni
en el rigor de la escarcha.
Pastora
de Capuchinos
Gentilísima
zagala,
sal
de tu alegre convento
cruza
mis calles y plazas;
pero
al salir de tu iglesia,
en
la anchurosa explanada
donde
está la cruz bendita
que
ofrece paz a las almas,
oye
la trova un momento
que
los pájaros te cantan
en
las copas rumorosas
de
las floridas acacias.
Baja
de tus soledades
que
el pueblo ansioso te aguarda
para
arrojar a tu paso
lirios
y rosas tempranas,
y
contarte sus sentires,
y
las penas que lo embargan,
para
que Tu, Virgen pura,
enjugue
todas sus lágrimas.
Y
cuando el pueblo bendigas
y
a tu convento te vayas
a
los sones de la música,
como
Reina soberana,
antes
de entrar en tu iglesia,
en
la anchurosa explanada
donde
está la cruz bendita
que
ofrece paz a las almas,
a
tus pies, Reina del Cielo,
quiero
pedirte una gracia:
que
las puertas de la Gloria
no se las cierre a mi
alma.
En
1921 José E. Lagomazzini publica La
plegaria de un naufragio en la Guía
del Veraneante, editada por Alberto del Castillo y J. Luis González en
Sanlúcar, que sería recogido más tarde en la antología de Manuel Barbadillo. El
tema enlaza con la vocación marinera tan tradicional de Sanlúcar de Barrameda.
LA PLEGARIA DE UN
NAUFRAGIO
“Vora
la Mar”
I
La
Salida
Tranquila
estaba la mar
como
la serena frente
de
la virgen inocente
que
reza al pie del altar.
Fue
el marinero a pescar
y
la barca aventurera
hendió
las olas ligera,
por
entre encajes de espuma,
cual
abre al viento su pluma
la
paloma mensajera.
Del
sol el rayo postrero
pintó
de grana las olas;
dulcísimas
barcarolas
preludiaba
el marinero;
y
su canto lastimero
regaló
tanto el oído,
llegó
tan blando al sentido,
como
el corazón anciano
llega
al recuerdo lejano
del
primer amor perdido.
La
clara luna salía
con
su escolta de luceros.
Y
bogaron los remeros,
y
la barca se mecía.
La
borrosa lejanía
su
blanca vela esfumaba;
todo
en la noche callaba,
y,
en la atalaya del puerto,
tan
sólo quedó despierto
el
poeta, que “soñaba”.
II
La
borrasca
Cambió
la brisa: silbaba
con
furia salvaje el viento,
cayó
el rayo; en un momento
el
naufragio amenazaba.
La
barquilla fluctuaba
en
un mar embravecido;
el
marino, estremecido,
pidió
auxilio, pero en vano,
que
el fragor del océano
ahogó
su débil gemido.
El
ronco trueno rugía;
dos
tripulantes cayeron
y
las olas los barrieron,
y
el océano se abría.
La
barca se deshacía
cual
flor que el viento deshoja;
y
a la siniestra luz roja
del
rayo, que culebrea
última
vez cabecea
y
en el abismo se arroja.
A
un carcomido madero,
juguete
del mar airado
luchando
desesperado,
se
abalanzó el marinero.
Hizo
el esfuerzo postrero
y
una ferviente oración
elevó
su corazón
a
la venerada ermita
do
está la imagen bendita
de
la Virgen del Peñón.
III
La
Estrella del mar
Y
diz que se rasgó el cielo
y
entre jirones de nubes
circundada
de querubes,
vio
a la Virgen del Carmelo.
Sintió
calmarse su duelo
y
absorto la contemplaba:
no
era visión, no soñaba.
Ella
le miró amorosa,
y
en una nube de rosa
lentamente
se alejaba…
Por
los balcones de oriente,
alegrando
el corazón,
cual
risueña aparición
salió
la aurora esplendente.
Un
rayo de sol naciente
tiñó
de violeta y rosa
la
mar clara y silenciosa…
y
en sus barquillos veleros
preludian
los marineros
su
tonadilla amorosa.
Y
fue el pueblo en procesión,
a
la mañana siguiente
a
dar gracias reverente
a
la Virgen del Peñón.
Y,
llorando de emoción,
por
las piedras del sendero,
iba
el noble marinero,
que
de rodillas andaba
y
al altar se encaminaba
abrazando a su madero.
En 1922 el padre Lagomazzini
escribió el Himno a la Virgen,
dedicado a Nuestra Señora de la Caridad, Patrona de Sanlúcar, a cuyo poema puso
música el sanluqueño Abelardo Sánchez Canela. La composición se estrenó en
el patio del santuario de Ntra. Sra. de la Caridad con motivo de su festividad,
el 15 de agosto. El célebre músico Joaquín Turina, que por aquellos años pasaba
algunas temporadas en Sanlúcar y era amigo personal de Abelardo Sánchez,
intervino en la dirección de la pequeña orquesta local que estrenó esta obra[72], no localizada.
En 1924 está fechado el soneto Nieve Purpúrea, perteneciente a la obra Rosas de Nieve (Paisajes de invierno), recogido por Manuel Barbadillo.
NIEVE PURPÚREA
Es augusta la
noche: el cenobita,
a dura penitencia
consagrado,
del mundo y sus
placeres olvidado,
entre los mirtos
del jardín medita.
Con visiones de
amor Luzbel le invita
a que libe las
rosas del pecado,
aunque tiene su
cuerpo extenuado
y la faz, triste,
en la oración marchita.
Sintiendo el
monje, que, en la impura guerra
lo inflama la
pasión de su delirio,
su carne azota, y
a su cruz se aferra.
Y, absorto, como
premio del martirio,
ve de su sangre,
al salpicar la tierra,
en cada gota
florecer un lirio.
JOSÉ E.
LAGOMAZZINI FRANZÓN
1924
Juegos Florales de Sanlúcar de
Barrameda, 1926.
En el marco de los
Juegos Florales celebrados en 1926 en Sanlúcar, el padre Lagomazzini concurrió
de nuevo al certamen literario, obteniendo uno de los diez premios otorgados
por su poema presentado bajo el lema Omnia
Sustinet (“obra de Eduardo Lagomazzini”)[73], del que parece ser parte el titulado El Ángel de la
Caridad, fechado el 26 de agosto de 1926, el cual consiguió el “Premio del
Sr. Conde de Bustillo”[74].
Este año José María Pemán logró el primer premio o Premio de Honor por el poema
presentado con el lema “Cervantes”.
EL ÁNGEL DE LA CARIDAD
Bajó a la tierra
en presuroso vuelo
en busca del
dolor, y conmovido,
va con él por el
mundo, siempre unido,
su llanto enjuga,
y le señala el cielo.
Ciñe su pura sien
cándido velo;
su corazón, de
caridad henchido,
tiene en todas las
penas un latido
y es fuente
inagotable de consuelo.
Voló al combate a
defender la vida
del soldado
animoso, temerario:
lo vi inclinarse y
restañar su herida.
Que besó cual
bendito relicario;
y... llevaba una
cruz, enrojecida,
con la sangre de
un Dios en cl calvario.
José E.
Lagomazzini
26 de Agosto de 1926“Pórtico” al libro Vibraciones de mi lira, de Fray Gonzalo de Córdoba, 1928.
El padre capuchino y poeta Fray Gonzalo de Córdoba (O.M.C.), miembro de la Real Academia de la Lengua y muy vinculado a Sanlúcar, publicó en 1928 un libro de poemas titulado Vibraciones de mi lira, que está precedido por un “Pórtico” poético de José E. Lagomazzini. Fray Gonzalo, quien había publicado el año anterior su primer libro de poemas, Pinceladas Líricas, del que el padre Lagomazzini había comentado que “encuentra en las estrofas de este libro frescura juvenil, de exquisita fragancia”[75]. Según el diario ABC, a la segunda obra de Fray Gonzalo de Córdoba puso pórtico “el inspirado poeta D. José E. Lagomazzini”.[76]
Sobre esta nueva obra
poética de Fray Gonzalo de Córdoba aparecerá un cometario literario en el
semanario El Sol de Antequera, en
1928, que alude al “Pórtico” de Lagomazzini del siguiente modo: “Da comienzo la
colección de versos con un prólogo del eximio poeta don José E. Lagomazzini,
acertadamente llamado “Pórtico”, por su autor, que constituye toda una
revelación de un mundo de bellezas, iluminado con torrentes de luz celestial y
reflejado por manera sublime en los alados versos del altísimo poeta, tan
espontáneos y tan divinamente inspirados, que pocos pueden seguirle a tales
alturas. / Después de este “Pórtico”, que reúne la belleza y el profundo
encanto, que dan a las fachadas de las catedrales ojivales, sus atrevidas
agujas y delicadas filigranas, sus cresterías y sus rosetones…”[77]
PÓRTICO
AD LUMEN ARDENS
A Fray Gonzalo de
Córdoba, para su libro "Vibraciones de mi Lira"
Dichoso tú que
respiras
la santa paz del
convento,
si para el mundo
cerrado,
a la virtud
siempre abierto.
Desde tu elevada
celda,
de tan sonoro
silencio,
al infinito se
toca:
¡se ve tan próximo
el cielo!
El oro tibio de
ocaso
entristeció en sus
reflejos
las rosas, y en
los cipreses
ha dado el último
beso.
Cerró la noche; la
luna
nieva en los
claustros desiertos,
y a su sonrisa, la
fuente
dice su cántico
nuevo...
Es el instante
propicio
de tu ascensión a
lo bello,
y, bajo el sol de
la gracia,
abre tu espíritu
el vuelo.
No te detengas un
punto
en las flores del
sendero,
ni en la terrena
hermosura,
de tan falaces
destellos.
En vano, por
cautivarte,
te tiende, el ángel
protervo
traidores lazos;
tus alas
hienden más alto
hemisferio.
Un esplendor
jubiloso
te lleva con sus
reflejos
a cimas
inaccesibles
en busca del foco
eterno.
Sube a la cumbre
más alta,
que ya esclarecen
tu genio
los rayos
primaverales
que bajan puros
del cielo.
Tu corazón de
poeta
enardecen con sus
fuegos;
la fe tu alma
remonta,
vibra de amores tu
pecho.
El resplandor que
te envuelve
trueca tu alma en
espejo
cuyo cristal
reproduce
lo más hermoso y
excelso.
El Amor, como al
de Umbría,
puso en tu frente
un destello
y, al empaparte de
Cristo,
marca indeleble te
ha puesto.
Siempre en su
llama abrasado,
Amor te inspira,
por eso
el arco de oro en
tu diestra
despide notas de fuego.
Y suena todo
harmonía,
dulce y vibrante,
en su acento:
tus himnos del
cielo vienen
y tornan también
al cielo;
y de la altura nos
llega
la música de las
versos
como el canto de
la Patria
en la noche del
destierro.
___
Traspasa, ráudo,
las nubes,
acércate al sol
eterno;
más blanca siempre
tu estola,
más luz absorbe en
tu pecho.
Sólo a tus claras
pupilas
de par en par se
han abierto,
incrustadas de
sardonias
las áureas puertas
del cielo:
está a la vera de
Cristo,
que es el dechado
perfecto,
María, Virgen y
Madre,
que irradia
encanto supremo;
los mártires y los
vírgenes
vienen en pos del
Cordero,
y empuñan las
verdes palmas,
lirios de candor
eterno;
siguen los monjes
y ascetas,
que sus febriles
anhelos
y sed de amor
apagaron
en el Corazón
abierto;
el penitente
Francisco
no llora; sus ojos
ciegos,
por el raudal de
sus lágrimas,
se han convertido
en luceros;
sus llagas vierten
rubíes,
su mano lleva por
cetro
rosas de púrpura y
nieve
que en el zarzal
florecieron;
y todos cantan a
Cristo
por un dorado
sendero:
llevan su luz en la
frente
y su señal en el
pecho.
Una falange de
artistas
beben los puros
veneros
al sumergirse en
las llamas
de tan amoroso
incendio.
Desprendidos de la
tierra
dar vida y forma
pudieron
a las gloriosas
visiones
de sus divinos
ensueños;
y la materia
rebelde
se les rindió sin
esfuerzo;
cincel, granito y
colores,
sonidos, cuerdas y
versos.
___
Ya tornas de las
alturas;
¿por qué desciende
tu vuelo?
Mora en la tierra
el pecado:
Luzbel ensancha su
imperio.
Rinde adoraciones
muertas
el mundo, en
vértigo ciego,
en sus antros a la
carne
que se revuelca en
el cieno.
Por un camino sin
flores
desfila triste
cortejo:
¡en un sudario de
sombras
va la Belleza, que
ha muerto.
___
Alborea. Los
capullos
esponja el alba a su
beso,
se enciende el
cándido lirio
y el cáliz abre en
silencio.
Es la hora, Fray
Gonzalo,
que la sangre del
Cordero
más puras tus
níveas alas
torne en su lago
sereno...
La torre esbelta
se dora;
más apagado, más
lejos
se escucha el
pérfido arrullo
de las palomas de
Venus;
y en el cristal de
tu celda,
cuando te rindes
al sueño,
rayo de luz
matutina
llama tu espíritu
al cielo.
José E.
LAGOMAZZINI
Sanlúcar de
Barrameda, Agosto de 1928.
Centenario de Luis Martínez de Eguílaz.
Sanlúcar de Barrameda, 1930.
Con motivo del centenario
del nacimiento del dramaturgo sanluqueño Luis de Eguílaz, en 1930, se conmemoró
esta efemérides en la ciudad, presidida por su alcalde, Ramón de Soto y Díaz, mediante
un amplio programa de actividades: limosna de pan a los pobres; procesión
cívica; solemne misa de difunto en la Parroquia Mayor; edición de un periódico
conmemorativo titulado El Centenario de
Eguílaz; representación por aficionados locales de la obra de Eguílaz Los
Crepúsculos; entre otros actos. También se organizó una velada literaria,
donde leyó su discurso el abogado sevillano Manuel Blasco Garzón y se dio
lectura a diversos de trabajos literarios escritos para la ocasión; y finalmente,
se celebró un banquete en el restaurante "Miramar" en honor del orador
Blasco Garzón.[79]
Manuel
Barbadillo Rodríguez escribió un artículo en prosa poética titulado “Recuerdo”;
Manuel Casanova, el texto “Dinamismo y Localismo”, enviado desde
Zaragoza; Y, entre otros, José E. Lagomazzini escribió el poema Non omnis moriar, que según Climent Buzón
es “un canto laudatorio en el que exalta el triunfo del arte del poeta sobre la
oscuridad de la muerte, a la que ordena que “torne al medroso abismo del
arcano” y deje de rondar “la gloria del poeta”, porque nunca morirían los tipos
creados por Eguílaz, pues esparcían “claridad consoladora que reanimaba la
conciencia humana”, purificando la escena española “con las virtudes de la
esposa buena”. Terminaba el poema con un grito a la muerte”…[80]
Non
omnis moriar
(A Eguílaz)
¿Adónde
vas envuelta en un sudario?
¿Por
ventura a mi pueblo te encaminas.
al
dejar los cipreses del osario
y
la yedra crespón de tus ruinas?
No
pases del espacio en que dominas,
detén,
¡oh muerte!, la huesosa planta
que
aquí sentar no puedes tus reales;
apaga,
pues, los cantos funerales
que
parecen gemir de tu garganta.
No
levantes la diestra, será en vano,
torna
al medroso abismo de tu arcano,
que
un poder más que el tuyo omnipotente
irguióse
en tu camino frente a frente.
Y
la segur te arranca de la mano.
de
ti se burla, con desdén te reta,
tu
eres la noche, póstrate y adora
la
Majestad del día triunfadora
y
no rondes la gloria del poeta.
___
¡Sol
rutilante de la patria escena!
para
ensalzar Sanlúcar tu memoria,
que
fulgura en el cielo de tu historia
a
impulsos del amor que la enajena.
Recorrió
paso a paso sus vergeles
cantando
sus canciones más floridas
y
tejió mil coronas encendidas
con
llamas de capullos y claveles
y
en el ansia febril de sus amores
llegó
el camino con raudal de flores,
taló
palmeras y cortó laureles.
___
¡Oh,
que fecunda tu copiosa vena
de
inspiración! Tu genio peregrino
pudo
alzar un palacio diamantino
al
arte Eguílaz en La patria escena
la
luz que irradias de esplendor la llena.
No
morirán los tipos que has creado,
cuya
belleza admira el mundo entero,
que
siempre tu pincel iluminado
lleva
el arte glorioso prisionero
un
vivo resplandor marca tus huellas
que
convierten las llores en estrellas
y
da a tu ruta inextinguible brillo
que
ofusca el ojo y como sol destellas
en
tu cuadro «una virgen de Murillo».
___
Y
esparces claridad consoladora
que
reanima la conciencia humana,
secas
el corazón que sangre llora
con
los cendales de la fe cristiana.
Y
bajo tu influencia bienhechora
el
alma triste y vacilante espera
recobrar
con tus auras nueva vida,
como
tierra cansada florecida
al
soplo de la tibia primavera.
Y
tu Musa gentil en raudo vuelo
para
anegarse en resplandor del cielo
a
las cumbres intrépidas se lanza.
Y
eleva el corazón Musa bendita
cuando
fenece y se marchita
yo
saludo en tu frente la esperanza.
___
Tienen
tus obras juventud florida
que
crece sin cesar como la palma
que
dan frescura en el desierto al alma
y
a gozar de su sombra la convida;
Es
la rosa de púrpura encendida,
que
si el viento la azota el sol la hiere,
nunca
en la rama se marchita y muere
y
aunque el embate del Simín recibe
es
el encanto del jardín ameno
porque
guardó su purpino seno
la
gota matinal que la revive
y
se destaca peregrina y bella
color
más vivo en el ocaso toma
también
el tiempo resbalo por ella
sin
conseguir debilitar su aroma
___
Y
purificas española escena
con
las virtudes de la esposa buena
que
siempre en Dios el pensamiento fijo
mientras
liba el esposo en otras flores
restana
el manantial de sus dolores
junto
a la cuna en que sonríe el hijo
madre,
esposa ejemplar que reza y hora
y
de los cielos el favor implora
viendo
al marido sumergirse en cieno
y
mantiene el espíritu sereno
al
rayo de la fe consoladora.
Peregrina
comedia, eterno drama
en
que renace el fuego del cariño
al
avivarse la dormida llama.
en
el rescoldo del amor de un niño.
Después...
resuena el canto de victoria,
más
vibrante su nota se derrama
y
en el hogar, como dosel de gloria,
el
árbol de la Cruz tiende su rama.
Preclaro
Eguílaz, la ciudad te aclama.
y
ese triunfo como propio siente.
que
también reverberan en tu frente
los
tornasoles que te dio la fama.
___
Al
escuchar mi acento si despiertas
de
tu sueño eternal coge la pluma.
torpe
materialismo nos abruma
que
cubre los jardines de hojas muertas
del
triste otoño la amarilla espuma
muestra
en tu pecho la robusta fibra
empapada
en tu sangre donde brota
fecunda
inspiración y en cada nota
amor
alienta la belleza vibra
y
pródigo derrama su tesoro.
¡Ah¡,
no es lazo de amores la cadena
tan
reluciente que parece de oro
a
la simple mirada y es terrena
que
el vuelo paraliza, el alma oprime.
Diz
que en el vicio la pasión redime,
¡extraña
libertad, triste victoria!
¡qué
se recuerda, Eguílaz, tu memoria
cuando
se ve la escena envilecida!
hoy...
se levanta pedestal de gloria
al
deshonor de la mujer caída.
___
Y
tú, noble ciudad, del cielo encanto.
que
arrullaste su cuna soberana.
que
en la pupila tiene la mañana
y
al resplandor del mar llevas por manto,
Sanlúcar,
flor gentil de Andalucía,
alégrate,
que aún vive, patria mía,
el
hijo que de gloria te ha cubierto.
¿No
ves la luz de su sepulcro abierto?
¿No
oyes la voz del genio soberano?
mientras
que vibra el Arte castellano,
no
llores por Eguílaz, que no ha muerto.
___
No tiendas, no, la descarnada mano
para
tocar ni su despojo humano;
detén,
¡oh muerte¡, la huesosa planta:
¡no
fue tuyo jamás, era cristiano!
La
eterna Cruz sobre su tumba canta.
Josu
E. Lagomazzini
XXV Aniversario del colegio de La Salle. Sanlúcar, 1930.
También
en 1930 se celebró el XXV Aniversario de la llegada a Sanlúcar de los Hermanos
de San Juan Bautista de La Salle y la fundación de su colegio del Sagrado
Corazón, que se hallaba inicialmente en la calle San Agustín. El colegio
pasaría más tarde al edificio de la calle Ángel, donde estuvieron los escolapios,
junto a la iglesia de San Francisco. En los actos conmemorativos de estas bodas
de plata, José Eduardo Lagomazzini leyó tres poemas en honor del fundador, San
Juan Bautista de la Salle, hasta ahora inéditos.[81]
La
Asociación de AA.AA. del colegio
organizó el programa de actos, que se desarrollaron en los días 25 y 26 de
octubre. El Arcipreste Suárez
bendijo la nueva capilla del Sagrado Corazón de Jesús, el altar, el Sagrario y
el Vía Crucis instalados en la capilla. Se trasladó procesionalmente el
Santísimo Sacramento bajo palio desde la Parroquia Mayor hasta la capilla del colegio,
acompañado por la Banda Municipal de Música y un nutrido cortejo procesional,
compuesto por alumnos, profesores, clero y otras organizaciones sanluqueñas, al
que siguió la celebración de la misa solemne y sermón. Se colocó en el patio
una lápida conmemorativa dedicada al fundador (Francisco Picazo Núñez) y otros bienhechores
de la escuela, como Ana Linares, Vda. de Vila, Caridad Picazo Núñez, Condes de
Bustillo y Ayuntamiento de Sanlúcar.
El
día 26 se celebró una velada literaria en el patio del colegio, a la que
asistieron unas tres mil personas. Se tocó la sinfonía Clotilde de Nevers y la
fantasía de La del Soto del Parral. Manuel
Molina García –presidente de la asociación de antiguos alumnos- realizó un
resumen histórico de La Salle en Sanlúcar; pronunciaron varios discursos Manuel
Barrios Masero, José Rodríguez Ramiro, Manuel Barbadillo Rodríguez y José Monge
Bernal; y leyeron algunos poemas Juan Manuel Barba Mora y José Eduardo
Lagomazzini Franzón.[82]
LAS
TRES CORONAS DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
I La
de Apóstol.
Igual
que la violeta entre las flores,
tu
profunda virtud vivió escondida;
hoy
tu alma, de gloria revestida,
difunde
por doquier sus resplandores.
Dejando
las riquezas y los honores,
buscaste
a Dios y a la niñez querida:
el
ideal supremo de tu vida
fue
el choque y la fusión de dos amores.
Han
quedado tus huellas en el mundo;
tienen
tus hijos tu cristiano celo,
única
fuerza que su paso mueve.
Y,
como en ti, su corazón fecundo
es
el remanso que refleja el cielo
y
donde el niño la pureza bebe.
II
La
de Maestro.
Cuando
al niño envolvía la ignorancia
en
su medrosa lobreguez, tu mano
alzó
la antorcha del saber cristiano
y
sus reflejos derramó en la infancia.
Tu
gloria no se esfuma en la distancia
pues
vive tu recuerdo más lozano
en
tus “Escuelas”, templo soberano
donde
se aspira tu sutil fragancia.
No
cayó en el desierto del olvido
tu
palabra de amor. Han florecido
tus
ímprobos trabajos y desvelos;
Y, al sol primaveral de tus doctrinas;
produce
la niñez rosas divinas
donde
baja el rocío de los cielos.
III
La de la gloria
¿Cómo
puede olvidarse tu memoria
si
llegan a las almas de la altura
los
rayos que despide tu hermosura
para
inundar el mundo de tu gloria;
Si,
tras rudo combate, la victoria
ciñe
sus lauros a tu frente pura,
y
se ve dibujada tu figura
con
tintas rutilantes en la Historia?
En
la patria de eternos resplandores
¿qué
trono se consagra a tu realeza
y
en qué grupo de santos compresores (sic)?
Te
llaman por tu fe, los confesores.
el
Ángel, por tu lirio de pureza
por
tu pluma de oro, los doctores.
José
E. Lagomazzini
En
las bodas de plata de las Escuelas Cristinas, en Sanlúcar, 6 de octubre de 1930.
Década de los años 30 del siglo XX
En
la década de los años 30, el padre Lagomazzini publicó varios poemas en el Carnet o Guía del verano de Sanlúcar, editado por la Imprenta Santa Teresa
para las temporadas estivales. En 1932, bajo el título genérico Paisajes del camino, aparecen en el
carnet de este año dos poemas: Flores del
Almendro (publicado con anterioridad) y Allí
vive el poeta.
Poemas sin fecha
Se
han localizado algunos poemas de José E. Lagomazzini, que no están fechados, los
cuales fueron recogidos por Manuel Barbadillo en su antología, como Romance de la Palma, donde el autor
ensalza la figura del padre y loa los parabienes de la huerta, cuyo entorno
natural conocía bien por haber vivido toda su vida en las huertas sanluqueñas; Al “Paíto”, simpática coplilla dedicada
al novillero sanluqueño de la época, José Bernal, apodado “Paíto”; y Al cruzar la vida, de evocaciones
existenciales.
ROMANCE
DE LA PALMA
Tú
también, insigne palma, no eres aquí forastera.
Mi
padre reza el rosario
al
pie de la esbelta palma
que,
al resplandor de la luna,
es
una fuente de plata.
La
dulce música llega
del
canto suave del agua
que
saca el burro en la noria
bajo
las frescas acacias.
Un
paraíso es la huerta,
su
deliciosa fragancia
al
mismo tiempo deleite.
es
del sentido y el alma.
Prosigue
el reza de mi padre
y,
al terminar su plegaria,
tiene
un remanso en los ojos,
es
más radiante su cara.
Porque
en nombre de la Virgen
un
ángel del cielo baja,
que
con su cetro de oro
toca
su frente cansada.
Noche
serena en la huerta,
noche
de mayo galana:
mi
pecho en su relicario
tu
casto perfume guarda.
Tras
las faenas del día,
los
verdes zagales cantan,
que
su cansancio en el cuerpo
pesa
muy poco en el alma.
__
Yo
no contemplo en el mundo
aquella
faz venerada,
donde
el arado del tiempo
abrió
tan hondas sus gavias.
Ya
no sonríe la huerta
que
fue su amor y esperanza;
con
el sudor de su frente
está
la tierra formada.
Ya
no sonríe la huerta
que
ya no cae en sus plantas
la
tibia luz de sus ojos,
rayo
de sal de mi casa.
___
Yo
recogí de sus manos
como
herencia consagrada
el
Cristo a quien tantos besos
su
boca trémula daba.
Yo
oí, cuando la congoja
negó
a las últimas ansias,
que,
en sus lechos de agonía,
dos
moribundos se hablaban.
Yo
sé que vive mi padre
¡ah!
no es la muerte la nada,
sino
un “adiós, hasta luego”,
breve
descanso en la marcha;
Y
se llegará al instante
que
sus cenizas heladas
oigan
la voz imperiosa
que
a nueva vida las llama.
___
Y
cuando voy a su tumba
que
con la cruz se engalana,
donde
las rosas y lirios
tejen
perpetua guirnalda,
miro
la enseña bendita
que
sobre la muerte canta,
y
vierto copioso llanto,
mas
son tranquilas mis lágrimas,
que
el ángel de los que sufren,
con
la oración perfumadas,
recoge
en un cáliz de oro
y
sube al Cielo a llevarlas.
__
Cuando
retorno a mis lares,
contemplo
la esbelta palma
que
riza el verde penacho
al
puro beso del aura.
Y
su rumor mu parece
las
claras notas de un arpa
que
dice: “corta es la vida,
y
eterno el amor aguarda”.
AL
“PAÍTO”
Ni
el famoso trianero,
ni
el célebre Joselito,
tienen
el garbo y salero
del
simpático torero
que
se apellida el “Paíto”.
¿Qué
importa alguna risita,
o
el silbido de un babieca,
o
alguna mujer que grita,
si
al toro dc enmedio quita
como
si fuera manteca?
¿Quién
le aventaja en bravura?
¿quién
no se asombra y aterra
al
contemplar su figura
cuando
torea un miura
o...
cuando cava la tierra?
AL
CRUZAR LA VIDA
(Paisaje)
Éxodo…
I
Soy
el bardo peregrino
que
en mi penosa carrera
cruzo
el monte y la pradera
luchando
con el destino.
Al
dolor mi frente inclino
y
sólo mi fe sincera
es
la flor de primavera
que
perfuma mi camino.
No
tengo hogar que me aguarde
cuando
declina la tarde
por
eso es triste mi canto.
Y
mi corazón suspira
en
las cuerdas de mi lira
empapadas
en mi llanto.
II
Sonata
En
mi cántiga florida
vive
con fuerte latido
cuando
ha visto y ha sentido
mi
alma al cruzar la vida.
Ilusión
desvanecida
en
las sombras del olvido
y
eco en la era perdido
que
abrió en un pecho una herida;
Amores
de primavera
cabe
la fuente parlera
ventura
y desengaños,
que
hirieron con vario son
las
cuerdas del corazón
con
el soplo de los años.
III
Nieve
Colérico
el viento choca
en
la deshecha enramada
y
mi alma lacerada
a1
cielo piedad invoca.
Con
la plegaria en la boca
cruzo
la campiña helada
bajo
la primer nevada
que
el último sueño evoca...
El
fuego mi padre aviva
y
a los jóvenes cautiva
con
sus relatos eternos.
Y
dos pastores ancianos
calentándose
las manos
conversan
de otros inviernos
IV
El primer pesar...
Sacude
el viento el ramaje,
cae
la nieve silenciosa
como
capullos de rosas
en
el verdor del follaje.
Envuelto
en su blanco traje
de
invierno el campo reposa
y
en la nevada copiosa
desaparece
el paisaje.
Al
pie de un árbol caído
a
la orilla del sendero
lastimoso
y aterido.
Divisa
un pobre jilguero
deshecho
el caliente nido
que
hiciera en su amor primero.
V
Evocación
Ruda
pasó la tormenta
sobre
las rosas nevadas
que
cayeron deshojadas
en
el agua turbulenta.
Cae
la tarde fría y lenta
y
en sus ráfagas heladas
las
ilusiones doradas
de
mi corazón ahuyenta.
En
su albergue la pastora
mejores
tiempos añora
siente
dolor infinito.
Al
ver silencioso el prado
y
sin flores y encharcado
el
sendero favorito…
José E. Lagomazzini Franzón falleció en
Sanlúcar, el 25 de abril de 1942, a los 53 años de edad, en la “Huerta de En
Medio”, afectado de tuberculosis pulmonar.[83]
Dos
años después de su muerte, en 1944, durante los actos celebrados con motivo de
la VII Asamblea Eucarística Diocesana, en Sevilla, en la solemne sesión de
apertura en la Catedral, donde se dieron cita las autoridades eclesiásticas y las
propias de la orden de los capuchinos, organizadores del evento, “el joven don
Luis Boado Escobar dio lectura a una bella poesía a la Eucaristía, del
fallecido padre Lagomazzini. Seguidamente pronunció un bello y documentado
discurso sobre la Eucaristía y la Orden Franciscana”.[84]
Con
motivo del primer decenio del fallecimiento de Lagomazzini Franzón, en 1952, la
revista Albricias, editada en
Sanlúcar por Alejandro Zambrano, dedicó unas elogiosas palabras al poeta
sanluqueño, acompañadas de dos sonetos del autor: Puesta de sol y La casa del
poeta.
“El padre Lagomazzini. In memoriam”:
“Este año se ha cumplido el primer
decenio del fallecimiento del fervoroso sacerdote Don José Eduardo Lagomazzini
(q.s.G.g.), coadjutor de la parroquia de Santo Domingo.
Fue el 22 de Abril, cuando la Primavera
no había alcanzado todavía el cenit de su floración alegre y taumatúrgica. Con
él se abatió lo que era fundamento y sostén de su vida corporal: la materia. Lo
otro, esa cosa sutil y etérea, que es el elemento vital de las almas escogidas,
-la bondad y la ternura- viven en él y vivirán siempre, que por ser afectos que
se nutren de lo inmortal, en la inmortalidad tienen su vivencia.
Quien era así, por fuerza tenía que ser
poeta. Pero poeta entero, de una poesía que le brotaba libre y espontánea del
corazón, al modo como la entendió Horacio, de quien era devotísimo. El Padre
Lagomazzini jamás hubiera podido escribir dos pareados, de haber tenido que
intervenir el cerebro en su composición.
Como muestra de ello, y como homenaje
al que fue sacerdote ejemplarísimo y gran poeta, ALBRICIAS se complace en
transcribir dos sonetos que la pluma del Padre Lagomazzini, guiada por su
propio aliento cordial, puso en la levedad de dos cuartillas.
***
FUENTES DOCUMENTALES
AGAS.
Archivo General del Arzobispado de Sevilla.
BOAS.
Boletín Oficial del Arzobispado de Sevilla.
AHPC.
Archivo Histórico Provincial de Cádiz.
AMSB.
Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda.
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8 de agosto de1926; 13 de diciembre de 1927; y 26 de diciembre de 1928.
ABC-Sevilla,
22 de abril de 1972; y 22 de junio de 1944.
Albricias. “El padre Lagomazzini. In memoriam”. Sanlúcar de Barrameda, 1952
Anuario regional descriptivo,
informativo y seleccionado de la industria, comercio, agricultura, profesiones,
arte y turismo de la región de Andalucía y Norte español de África. Madrid, 1932.
BARBADILLO
RODRÍGUEZ, Manuel: Olvidos históricos.
Jerez de la Frontera, Gráficas del Exportador, 1977.
Bética. Sevilla, 15 de febrero de 1915.
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Teresa, 1932, 1933 y 1935.
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Sanlúcar de Barrameda. Ed. Comisión Centenario “La Salle San Francisco”, 2005.
- Expiración
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- Historia
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(1900-1923). Vol. 7.
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El Correo español. Madrid. “Desde Sanlúcar de
Barrameda”, 5 de octubre de 1908; y 17 abril de 1919.
El Guadalete. Jerez de la Frontera, 11 y 12 de junio de 1904; 2 de octubre
de 1905; y 24 de junio de 1905.
El Siglo futuro. Madrid, 31 de enero de 1912.
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DEL PRADO, Santiago: “Purificación Vila, Vda. de López-Spínola, Hija Predilecta
de Sanlúcar”, en Blog Sanlúcar, recóndita
ciudad.
***
NOTAS
[1] AGAS. Expedientes académicos. Leg.
109, Expte. 38. Certificaciones bautismal y de confirmación de José Eduardo
Lagomazzini Franzón.
[2] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
557-558.
[3] El Correo de Cádiz. Cádiz, 28 de enero de 1918.
[4] El Correo de Cádiz. Cádiz, 12 de febrero de 1918. El corresponsal
confunde el segundo apellido de José Lagomazzini Mariscal.
[5] AGAS. Leg. 109, Expte. 38.
Expedientes académicos. Certificación académica de José Eduardo Lagomazzini
Franzón, expedida por el Instituto General y Técnico de Jerez en 20 de
septiembre de 1905. Calificaciones:
1899-1900:
1º de Latín y Castellano; 1º de Geografía; y 1º de Religión (Sobresaliente); 1º
de Matemáticas (Notable).
1900-1901:
2º de Latín y Castellano; 1º de Geografía e Historia; y 2º de Religión
(Aprobado).
1901-1902:
Nociones de Aritmética y Geometría; Geografía de España; Historia de España
(Moderna y Contemporánea); Geografía Comercial; Aritmética; Geometría;
Preceptiva y Composición; 1º de Francés; y 1º de Dibujo (Aprobado). 1º de Gimnasia
(Certificado).
1902-1903:
Historia Universal, Álgebra y Trigonometría (Aprobado); Francés de 2º
(Notable); Cosmografía y Física del Globo, y Dibujo de 2º (Aprobado); Gimnasia
de 2º (Certificado).
1903-1904:
Fisiología e Higiene (Sobresaliente); Física (Aprobado); Psicología y Lógica
(Sobresaliente, Matrícula de honor); Historia de la Literatura (Notable).
1904-1905:
Química, Historia Natural, y Agricultura (Notable); Ética y Rudimentos del
Derecho (Sobresaliente, Matrícula de honor).
Ejercicios
realizados para obtención del grado de Bachiller, el 18 de junio de 1905:
Primer ejercicio: Sobresaliente. Segundo ejercicio: Aprobado.
[6] El Guadalete. Jerez de la Frontera, 11 y 12 de junio de 1904.
[7] El Guadalete. Jerez de la Frontera, 2 de octubre de 1905 y 24 de
junio de 1905.
[8] AGAS. Leg. 109, Expte. 38.
Expediente académico de José Eduardo Lagomazzini Franzón. Solicitud de admisión
en el Seminario de Sevilla (19 de septiembre de 1905); Concesión de admisión
(28 de septiembre de 1905).
[9] AGAS. Leg. 109, Expte. 38. Seminario Metropolitano de Sevilla.
Expediente académico de José Eduardo Lagomazzini Franzón. Calificaciones:
Curso
1905-1906, Teología de 1º: Ontología, Cosmología, y Teodicea (Méritus).
Curso
1906-1907, 1º Teología: Teología General (Méritus); Lengua Hebraica
(Beneméritus); Arqueología Sacra (Méritus).
Curso
1907-1908, 2º Teología: Teología Dogmática I; Teología Moral I; e Historia
Eclesiástica I (Méritus).
Curso
1908-1909, 3º Teología: Teología Dogmática II; Teología Moral II; e Historia
Eclesiástica II (Beneméritus).
Curso
1909-1910, 4º Teología: Teología Dogmática III; Teología Moral III, e Historia
Eclesiástica III (Méritus). Sagrada Escritura I; Instituciones Canónicas I; y
Sagrada Liturgia y Teología Pastoral, (Beneméritus).
Curso
1910-1911, 5º Teología: Cuestiones Selectas de Teología y Ciencias Afines
(Beneméritus); Sagrada Escritura II (Meritísimus); Instituciones Canónicas II
(Beneméritus); Patrología y Elocuencia Sagrada (Beneméritus); Sagrada Liturgia
y Teología Pastoral II (Meritísimus).
[10] Curso 1911-1912, 1º Derecho
Canónico: Instituciones de Derecho Canónico Público y Privado (Meritísimus).
Curso
1912-1913, 2º Derecho Canónico: Decretales, Derecho Romano y Patrio, y Penal
(I) (Meritísimus).
Curso
1913-1914, 3º Derecho Canónico: Decretales, Derecho Romano y Patrio, y Penal
(II) y Prácticas en tribunales (II) (Meritísimus).
[11] El Correo español. Madrid. “Desde Sanlúcar de Barrameda”, 5 de
octubre de 1908.
[12] AGAS. Fondo Arzobispal, Sección
II, Gobierno, Expedientes de Órdenes Sagradas, legajo 1410, Ramo 5, Núm. 6.
Recibió la tonsura el día 18 de diciembre de 1908.
[13] AGAS. Ibídem. Legajo 1416, Ramo 4,
Núm. 2.
[14] AGAS. Ibídem. Legajo 1412, Ramo
11, Núm. 11. La concesión del grado de diácono no consta en el expediente.
[15] Ibídem.
[16] AGAS. Ibídem, legajo 1413, Ramo 7,
Núm. 7. Solicitud de dispensa de edad (9 de noviembre de 1911).
[17] AHPC. CA-8370. Testamento de
Miguel Franzón Vicenti. Otorgado el 6 de septiembre de 1910. Notaría de José
Luis Ruiz Badanelli.
[18] Anuario regional descriptivo, informativo y seleccionado de la
industria... 1932, p. 93.
[19] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
627-631.
[20] Ibídem.
[21] Ibídem, p. 629.
[22] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
557-558.
[23] AGAS. BOAS de 1912 y 1913.
[24] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, p.
588. Solicitud del padre Lagomazzini al Arzobispado del cargo de párroco de
Santo Domingo (12 de septiembre de 1921). Este destino no consta en el BOAS.
[25] AGAS. BOAS, nº 782, de 1 de enero
de 1914, p. 21.
[26] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, p.
557.
[27]
Ibídem, p. 588. Solicitud del padre Lagomazzini (12 de septiembre de
1921).
[28] AGAS. BOAS. Nº 808, 1-1-1915, pp.
92-93.
[29] AGAS. BOAS, nº 832, 15 de enero de
1916, pp. 100-101.
[30] AGAS. BOAS. Nº 854, 2-1-1917, pp.
100-101.
[31] Climent Buzón, 2005, p. 97.
[32] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
557-558.
[33] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, págs.
588-591.
[34] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, p.
588. Solicitud del padre Lagomazzini (12 de septiembre de 1921).
[35] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, p.
591. El 19 de octubre el doctor Alfonso Espinosa tomó posesión de la parroquia,
para la que había sido nombrado cura ecónomo el 23 de septiembre de 1921.
[36] Ibídem. Carta del padre
Lagomazzini al Arzobispado (4 de octubre de 1921).
[37] En 1923, el párroco Espinosa Mena
solicitó permiso para marchar a Cañete por enfermedad de su hermano; en
diciembre del mismo año pasó veinticinco días en Atajate (Málaga), su pueblo
natal, para reparar su “quebrantada salud”; en junio de 1924, “para dar las
bendiciones nupciales” a su sobrino Francisco Espinosa del Río en Cañete la
Real; unos meses después obtuvo otra licencia para solventar una testamentaría
en Algodonales, de la que era albacea. En 1925 obtuvo permiso para pasar veinte
días en la sierra, en Atajate (Málaga), “descansando de los trabajos
parroquiales y reparando un poco su quebrantada salud”. En octubre de 1926 pasó
otro mes de descanso en Atajate. En mayo de 1927 se ausentó de la parroquia
veinte días para reponer su salud en Cañete la Real con su hermano, donde
regresó en diciembre, tras la navidad, para pasar otros cuarenta días, con
motivo de una bronquitis crónica. En la primavera de 1928, Alfonso Espinosa
volvió a ausentarse veinte días de la parroquia, pasándolos en el cortijo de la
Alcaidía, situado entre Algodonales y Olvera, con su sobrino Francisco Espinosa
del Río. A mediados de diciembre volvió al mismo sitio para pasar otros
cuarenta días, para reparar su delicada salud. Y el 16 de abril de 1929,
Espinosa obtuvo nuevo permiso de dos meses. (Climent Buzón, 2014, Vol. 8, pp.
461-470).
[38] Climent Buzón, 2014, Vol. 8, pp.
461-470.
[39] Ibídem. Así lo hizo Lagomazzini.
Entregó éste al coadjutor de San Nicolás las ciento veintidós pesetas que
señalaba el habilitado. Dedujo también su nómina, ciento veintitrés pesetas con
noventa céntimos, pues no le rebajaban por el concepto de uso de casa. En
relación con las bulas del año, agregó Lagomazzini que tenía nota de las que él
había distribuido, desconociendo cuáles había distribuido el señor Espinosa.
[40] Climent Buzón, 2014, Vol. 8, pág.
489-492.
[41] “José Lagomazzini, popularmente
denominado en Sanlúcar como el cura Joselito, fue un excelente poeta”. (Climent
Buzón, 2014, Vol. 8, p. 462).
[42] Junta Directiva de la Orden
Tercera: fray Fabián Castilla, director; José Lagomazzini, maestro de novicios;
Manuel Rodríguez Márquez, ministro; José María García, tesorero; Manuel
Amigueti, secretario; y los presbíteros Francisco Casado y Rafael Cano.
(Climent Buzón, 2014, Vol. 8, p. 650).
[43] Climent Buzón, 2006, p. 158.
[44] Manuel Barbadillo: Olvidos históricos, 1977, p. 173.
[45] José Carlos García Rodríguez,
2008; p. 35.
[46] Climent Buzón, 2014, Vol. 8, pp.
467.
[47] Recogido por M. Barbadillo, 1977.
[48] El Siglo futuro. Madrid, 31 de enero de 1912. Crónica de Barreda.
[49] M. Barbadillo, 1977.
[50] Bética. Sevilla, 15 de febrero de 1915.
[51] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
638-640. La organización corrió a cargo del Consejo de la Sección Adoradora de
Sanlúcar de Barrameda, el arcipreste Suárez, el capellán del santuario
-Francisco Domínguez de la Cámara-, Luis Otero Maceas, José Colom Matheos,
Antonio Sucre, el párroco de Santo Domingo –Manuel López González-, Domingo
Saelices Pérez Marín, Francisco García de Velasco, Antonio Palma y Tomás
Lunary.
[52] La Unión ilustrada. Málaga, 12 de julio de 1917.
[53] Literatura Hispano-Americana. Suplemento ilustrado. Cádiz, julio de
1924; pp. 27 y 36.
[54] La Acción, Madrid. 17 de diciembre de 1917; p. 2.
[55] La Unión Ilustrada. Málaga, 27 de diciembre de 1917.
[56] El correo de Cádiz. Cádiz, 28 de mayo de1918.
[57] Climent Buzón, 2005, p. 105.
[58] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
557-558.
[59] M. Barbadillo, 1977, p. 175.
[60] Poema recogido por Manuel
Barbadillo, 1977, pp. 238-239.
[61] Manuel Barbadillo, 1977.
[62] El Correo español. Madrid, 17 abril de 1919, p 4.
[63] Ilustración Católica. La hormiga de oro. Barcelona, 17 de abril de
1920.
[64] María del Carmen García Tejera: Almáciga de olvidos. Antología parcial de
poesía gaditana. Siglos XIX y XX. Cádiz: Universidad de Cádiz, 1999; p.
213.
[65] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, págs.
714- 716.
[66] Santiago Pérez del Prado: “La casa
de Hacienda”, en Blog Sanlúcar, recóndita
ciudad.
[67] Colección Santiago Pérez del
Prado.
[68] Santiago Pérez del Prado: “Pura
Vila, Vda. de López-Spínola, Hija Predilecta de Sanlúcar”. Blog Sanlúcar, recóndita ciudad.
[69] Climent Buzón, 2014, Vol. 8, p.
489.
[70] Manuel Barbadillo, 1977.
[71] Ibídem.
[72] Daza Palacios, 2001, p. 137.
[73] ABC-Madrid, 8 de agosto de1926; pp. 23-24
[74] Manuel Barbadillo, 1977.
[75] ABC-Madrid, 13 de diciembre de 1927; p. 30.
[76] ABC-Madrid, 26 de diciembre de 1928; p. 7.
[77] El Sol de Antequera. Sección “Bibliografía” 11 de noviembre de
1928; p. 9.
[78] ABC-Sevilla, 22 de abril de 1972; pp. 25-26.
[79] Climent Buzón, 2003, p. 384. A la
cena en el restaurante Miramar asistieron nombres conocidos en la Sanlúcar de
mediados de siglo XX, como Pedro Ruiz Badanelli, Antonio León Manjón, José Luis
Acquaroni Fernández, Carlos Asquerino La-Cave, Constantino Pérez Barbadillo,
Ángel del Río y Puerto, José Morgado Fuentes, Manuel Barrios Masero, Julio
Asquerino Romo, el padre Lagomazzini, Eduardo Mendicuti Hidalgo, Alejandro
Zambrano, y el homenajeado Manuel Blasco Garzón.
[80] Climent Buzón, 2014, Vol. 8, p.
599.
[81] Colección Santiago Pérez del
Prado.
[82] Climent Buzón, 2005; p. 179.
[83] Climent Buzón, 2013, Vol. 7, pp.
557-558.
[84] ABC-Sevilla, 22 de junio de 1944.
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