Por Manuel Toribio García
“¡es un maleficio sobre la ciudad!¡Ay Cádiz! !Un maleficio cae sobre ti!¡Silencio, silencio!”Albert Camus, EL ESTADO DE SITIO.
En 1948, Camus escribió una obra de teatro dedicada a una ciudad, un Cádiz mítico, cuyos habitantes están dominados por la Peste y la Muerte, dos poderes de añeja raíz apocalíptica que vienen a simbolizar la sujeción de los seres humanos a la tiranía. Venía a ser la traslación dramática de una novela publicada en 1947, titulada “La peste”, si bien en este caso ambientada en Orán. La obra está llena de frescura y vigencia, pues sigue siendo una alegoría de la degradación, de la pérdida de valores, del oportunismo del poder dominante en Occidente; pero también un canto a la esperanza, pues en la obra se deja entrever que otro mundo es posible. En el inicio del año 2012 la misma se ha representado en muchas ciudades andaluzas con motivo de los fastos del Bicentenario de la Constitución de 1812 y ha vuelto a tener un enorme éxito de público.Siempre he sido un admirador de Albert Camus y creo que su consideración de lo absurdo de la existencia abre unas vías insospechadas para indagar en nuestro propio conocimiento. Su novela autobiográfica “El primer hombre” es uno de mis libros de cabecera y cuando allá por 1993 publiqué en la Revista de Historia del Puerto un artículo titulado “La epidemia de peste de 1676-1682” quise hacer un pequeño homenaje a Camus, si bien mi acercamiento al tema era desde una perspectiva exclusivamente historiográfica; pero luego, encontré en el Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda documentación referida a otra epidemia de peste sufrida en tierras gaditanas y una curiosa ilustración que ahora quiero reproducir y comentar.El principal foco del brote de 1720 -el último además del que tengamos noticia en Europa Occidental- estuvo localizado en Marsella, que se vería infectada por la llegada en la primavera del navío GRAND SAINT ANTOINE tras una travesía por el Oriente mediterráneo a este puerto francés de una urbe con próspero comercio. En el barco hay signos evidentes de que la muerte se ha enseñoreado con parte de la tripulación, pero los comerciantes marselleses están interesados en la carga y se saltan la cuarentena preventiva. La irregularidad administrativa (y aquí seguimos el magnífico relato de los hechos que Mariano y José Luis Peset nos dejaron en su libro “Muerte en España”, Madrid, 1972) del Primer Magistrado que permite la descarga causa el contagio en Junio y en Agosto ya toda la ciudad está infectada. Se ve claro que priman los intereses mercantilistas, si Camus viviera hoy seguro que le encontraría partido al tema y nos dejaría alguna de sus reflexiones sobre la crisis del capitalismo actual tomando como excusa los hechos de Marsella.La peste no desaparecerá hasta justo un año después y hasta 1723 no se reabre el comercio con Marsella. Se contabilizan alrededor de 50 mil víctimas.Mientras tanto, a España, llegan las noticias de lo que está ocurriendo. El 3 de Agosto de 1720 aparece una Real Provisión sobre existencia de la peste en Marsella y las medidas para evitarla, en la que se ordena que los buques que viniesen de esa zona debían guardar cuarentena y llevar una patente de sanidad en la que se especificara origen, derrotero, carga y estado. Pocos días después, el 28 de Agosto se emite otra Real Provisión pidiendo rogativas a María Santísima, San Miguel, San Sebastián y San Roque; pues en la sociedad del Antiguo Régimen era frecuente acudir a lo trascendente, a la religión, a lo sobrenatural, cuando no se encontraba una explicación científica del mal y su curación.En el Archivo Histórico Municipal de Sanlúcar de Barrameda hemos encontrado información que permite ampliar estas noticias, así en el cabildo del 13 de Agosto de 1720 (folio 248 r y ss. del libro correspondiente a ese año) se lee una Cédula del Real Consejo de Castilla en orden a las guardas de la Peste de Marsella en que previene Su Majestad con noticias de que se está produciendo el contagio en Marsella y por lo tanto se impida a los bajeles procedentes de allí la entrada en las costas del Reino y por lo tanto la Ciudad acordaba que en lo que toca a su puerto se nombren diputados que visiten las embarcaciones que allí fondeen y a tal fin se comisiona a don Sebastián Páez de la Cadena Ponce de León y a don Manuel Fernández.>> Continuar leyendo en blog Gyróbagus, de Manuel Toribio García
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