Desde el templo del Lucero: Proyecto de monumento al Guadalquivir
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sábado, 4 de mayo de 2024

Proyecto de monumento a la libre navegación por el Guadalquivir, a erigir en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), impulsado por Manuel Godoy (1805-1808). La Academia, el concurso y los cuatro modelos presentados.


“Descripción geográfica del estado antiguo del Rio Betis o Guadalquivir. Copiado [ca. 1770] a la letra del original que levantó en Hispalis, en tiempo en que lo poseyeron los Romanos, Festo Rufo Avieno, en el año 365.”
(Archivo Histórico Nacional. CONSEJOS MPD. 138_01)
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Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

 Este artículo puede consultarse en  PDF en Academia.edu.


Resumen. En los primeros años del siglo XIX, Carlos IV, instado por su primer ministro, Manuel Godoy, favoreció a la ciudad de Sanlúcar de Barrameda con un conjunto de importantes concesiones, impulsadas por la Sociedad Económica de Sanlúcar. Entre ellas destacó la creación de la extensa Provincia de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez. Pero otros proyectos se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la Independencia, como la erección de un monumento, a ubicar en el nuevo muelle del puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida por Carlos IV. Para su ejecución, la Real Academia de San Fernando de Madrid convocó un concurso, a petición de Francisco Amorós, secretario de Godoy, entre los escultores académicos de mérito, cuya convocatoria y resolución es objeto del presente trabajo.

Palabras clave: Escultura neoclásica. Proyecto de monumento público. Neoclasicismo. Sanlúcar de Barrameda. Río Guadalquivir. Carlos IV. Manuel Godoy. Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. Siglo XIX.

 

1.     Antecedentes.

La ciudad de Sevilla había monopolizado el comercio con América desde su descubrimiento, a través de la Casa de la Contratación y el Consulado. Pero las dificultades que presentaba el río Guadalquivir, para la navegabilidad de navíos de gran tonelaje, motivaron que en el siglo XVII (1680) la cabecera del comercio americano se traspasara al puerto de Cádiz, y en 1717 se trasladó a éste, definitivamente, la Casa de Contratación y el control del comercio con las Indias, desplazándose el eje mercantil de Sevilla a Cádiz. Uno de los principales escollos, que motivaron este traslado, fue el difícil franqueo de las naves por la barra de Sanlúcar, en su camino fluvial hacia Sevilla, así como los varios meandros que conformaban el curso del Guadalquivir.

Desde aquellas fechas, el sector comercial de Sevilla experimentó una grave crisis, que también afectó a su antepuerto natural, Sanlúcar de Barrameda, desde donde zarparon numerosas expediciones hacia el Nuevo Mundo durante toda la Edad Moderna.

Ya en 1778 se promulgó el Reglamento de Libre Comercio con América, que propició la apertura de otros puertos españoles al comercio americano.

Tras la pérdida del monopolio comercial, Sevilla intentó hacer resurgir la importancia de su puerto mediante diversos estudios y obras efectuadas en el Guadalquivir[1], a fin de salvar los obstáculos que dificultaban la navegabilidad hacia la capital hispalense. La mayor parte de estas mejoras estuvieron impulsadas por la Sociedad Económica de Sevilla. En este contexto, la ciudad logró que, en 1784, se reconstituyera el Consulado Nuevo de Sevilla (marítimo y terrestre), concedido por Carlos III[2], siendo algunos de sus promotores destacados miembros de la Patriótica sevillana. Y en 1785 la Corona remitió al Consulado de Sevilla 220.000 reales para las “Obras del Guadalquivir”, que gestionó el propio Consulado[3].

Aunque se efectuaron algunas reformas en el río, no sería hasta la promulgación de la Real Orden de 19 de agosto de 1794, por la que Carlos IV accedía a la petición de ejecutar la Corta del torno de Merlina, cuando se acometieron obras de importancia. Se trataba de abrir un canal en el cauce del río con las suficientes dimensiones y profundidad para el desahogado paso de las naves. La obra se ejecutó, según proyecto del ingeniero Scipion Perosini y fue gestionada por el Consulado directamente, ante la falta de licitadores a la subasta. Las obras se iniciaron en 1794 y finalizaron en enero de 1796, ascendiendo la inversión total a 1.205.816 reales, pagados por el Consulado de Sevilla. Si bien, en otoño de 1797 el ingeniero Perosini aún trabajaba perfeccionando la Corta[4]. Precisamente en 1796 el Rey y la familia real visitaron Sevilla, pudiendo conocer de primera mano el desarrollo de estos trabajos.

Esta construcción de la Corta de Merlina consistió en la eliminación de un meandro de diez kilómetros y la construcción de un canal para abrir un nuevo cauce en el río, que además aliviaría los desagües de los desbordamientos ocasionados por las frecuentes inundaciones. Para su financiación, a la concesión real, se sumaron las contribuciones de los impuestos que cobraban las Aduanas de Sevilla, Sanlúcar y otras catorce agregadas, además de las “rentas que producía el Consulado sevillano y el sanluqueño y, en menor medida, los demás.”[5]

De esta obra se benefició Sevilla y también el puerto de Sanlúcar de Barrameda, que vería multiplicase, de nuevo, sus beneficios por la navegación hacia Sevilla. Esta Corta de Merlina, ubicada entre Coria y La Puebla del Río, fue la primera en ejecutarse en el Guadalquivir.[6] Se hizo bajo el gobierno de Carlos IV y de su primer ministro Manuel Godoy. Estas obras fueron muy elogiadas, en la época y durante los años siguientes, por importantes personalidades como, en 1803, por el entonces Prior del Consulado de Sevilla, Domingo José de Urruchi; y también por parte de algunos sanluqueños, como Ignacio Ortiz de Rozas, entre otros[7].

Todo parece indicar que habría que vincular estas obras de la Corta de Merlina, realizadas en el río por orden de Carlos IV, con el proyecto para erigir un monumento en honor a la beneficencia del Rey por “declarar libre la navegación del Guadalquivir”[8]. Este grupo escultórico, de carácter conmemorativo, promovido por la Económica de Sanlúcar y Manuel Godoy, que hasta ahora no había sido abordado por la historiografía, quedaría ubicado en un nuevo muelle a construir en el sanluqueño puerto de Bonanza.

Este proyecto de monumento hay que incluirlo en el conjunto de las importantes empresas que Carlos IV, por mediación de Godoy, mandó ejecutar en Sanlúcar durante la primera década del siglo XIX. Entre estas iniciativas de “utilidad pública” -como las califica Francisco Amorós-, destacaron la creación de la nueva y extensa “Provincia de Sanlúcar” (1804-1812), que englobó un nutrido grupo de municipios de las actuales provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva; la institución del Consulado de Sanlúcar (1802-1829), independiente de Sevilla[9]; o el Real Jardín Botánico de Aclimatación “Príncipe de la Paz” (1805-1808) que se planteó con una novedosa vocación científica[10]; entre otros.