Desde el templo del Lucero

jueves, 23 de noviembre de 2023

La Almona de Sanlúcar de Barrameda (siglo XVII), a punto de perderse por la construcción de un hotel

La Almona de Sanlúcar. Imagen: Google Eart

Recientemente se ha presentado el proyecto para la próxima construcción del hotel “JARDINES DE LA ALMONA” en Sanlúcar de Barrameda, por la empresa GRUPO SOLUCIONES, S.A., en el edificio histórico de La Almona de Sanlúcar, del siglo XVII, situado en calle Divina Pastora, cuyas noticias han alertado a numerosas personas preocupadas por la conservación del Patrimonio Histórico de la ciudad.

Según se ha podido constatar, por las imágenes publicadas de dicho proyecto, estas obras destruirán el monumento de La Almona o antigua Fábrica de Jabón, que posee Protección integral, en el Catálogo de Edificios Protegidos del actual PGOU de Sanlúcar de Barrameda, marcado como “A-3", es decir, el máximo nivel preservación de un bien cultural.

La Almona de Sanlúcar, edificada en el siglo XVII, está conformada por una edificación en dos plantas, que corre paralela a las calles Divina Pastora y de la Aldera, dibujando un U en planta. En el centro se sitúa un amplio patio donde se hallan dos antiguas naves que sirvieron para fabricación del jabón de Castilla, constituidas por galerías porticadas con arquerías y cubiertas abovedadas.


ESTADO ACTUAL DE LA ALMONA DE SANLÚCAR



Estado actual de La Almona. A la izquierda, las antiguas naves de fabricación del jabón.




Estas obras suponen una enorme agresión al Patrimonio Arquitectónico de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, en base a que se eliminarán los destacados valores de este inmueble, que se consideran los siguientes:

VALORES HISTÓRICOS. El edificio histórico de la Almona posee un indudable valor histórico, no sólo por la fecha de su construcción, en el siglo XVII, aunque se tienen noticias de fabricación del jabón en Sanlúcar desde el XVI, sino por erigirse en la única Almona que se conserva en España con toda su estructura original del siglo XVII. Históricamente, la Almona se constituye en testigo insustituible del papel histórico que jugó Sanlúcar de Barrameda en la fabricación del jabón de Castilla por las casas ducales y sus relaciones comerciales durante la Edad Moderna. Además, el edificio ha tenido diferentes usos (bodega, residencia de colonias infantiles veraniega…), a partir del siglo XIX, que forman parte de la memoria colectiva de la población.

VALORES URBANOS Y ARQUITECTÓNICOS. El edificio de la Almona, por su gran extensión (1.600 m2 aprox.). protagoniza todo el entorno urbano llamado del Mazacote, y supone la transición de la ciudad urbana a las zonas periurbanas de la Jara. Tanto las dos portadas, recercadas y talladas en piedra, como los numerosos vanos que se abren en su fachada son de tipología propiamente barroca con características especiales, que no se pueden perder. Sus tejados son de teja curva o árabe en los que se abren tres mansardas superiores, que en el proyecto de obras se multiplican desfigurando la imagen original de la edificación, aunque intenta imitarlo, jamás será igual al primitivo.

Destacan, arquitectónicamente, las dos naves del jabón, por sus excepcionales caracteres constructivos: arcos de diversas formas y bóvedas también de diversa índole. Estas naves son únicas en toda la comunidad de Andalucía. Lamentablemente, en 2003 fue demolida de forma ilegal otra nave aledaña a las existentes, con motivo de otro proyecto para construir otro hotel, que finalmente no se llevó a cabo.

VALORES ANTROPOLÓGICOS. Este edificio es el último testigo que nos queda a los andaluces para conocer el proceso de la fabricación de jabón de Castilla en Andalucía desde el siglo XVI, cuyo producto se exportó a América y a otros países. Por tanto, su conservación mantendría vivo estas formas y usos de hacer el jabón tradicional, a fin de garantizar su conocimiento por las futuras generaciones.

Todos estos valores desaparecerán con las obras del hotel proyectado, que alterará por completo la estructura original del bien, puesto que se prevé la construcción, tanto en las naves preexistentes como en un edificio de nueva planta a edificar en el solar que dejó la demolición ilegal de otra antigua nave del jabón en 2002, un total de unas 132 habitaciones de hotel con sus correspondientes 132 cuartos de baño, fragmentando completamente el inmueble en favor de la especulación hotelera. Además, se proyecta la construcción de “una Suite Junior, un spa wellness y parking subterráneo de 38 plazas”. Según la empresa, 1.771 m2 construidos.


IMÁGENES DEL PROYECTO DE HOTEL EN LA ALMONA







A ello suma la destrucción de las dos naves del jabón. En el proyecto una de ellas se divide horizontalmente una de ellas, mediante losa de hormigón, para colocar, según la empresa "un espacio gastronómico de 400 metros cuadrados dividido en dos plantas que ocupa el monumental espacio cubierto con bóvedas y estructurado con arquerías sobre pilares propias de la arquitectura hispanoárabes, que podrían ser restos de una antigua mezquita". Por otra parte, a la nave aledaña le perforan los centenarios muros para dejar a la vista los arcos. 

La alteración y destrucción de este inmueble y de sus excepcionales naves para fabricar jabón es del todo inadmisible según las leyes del patrimonio histórico.

Con estas obras se transforma por completo este inmueble barroco del siglo XVII, destruyendo sus valores históricos, arquitectónicos y antropológicos, y desvirtuando por completo la concepción original de este Monumento Andaluz, único en su género en España.

Hemos solicitado al Ayuntamiento de Sanlúcar que no se otorgue licencia de obras para la construcción de ese hotel que destruirá por completo este importante Monumento de Sanlúcar.

También se ha puesto en marcha la CAMPAÑA ¡SALVEMOS LA ALMONA! de recogida de firmas de la ciudadanía a fin de frenar esta barbarie. Si quieres apoyar, puedes firmar aquí, pinchando en la imagen:

Campaña !Salvemos La Almona!

Además, una de las antiguas naves del jabón se encuentra en grave peligro de derrumbe. Hemos solicitado a la Gerencia de Urbanismo que inste a la propiedad a su inmediata reparación, o bien actúa de forma subsidiaria, para que no se pierda esta interesante nave donde se fabricaba el jabón.


En el proyecto de hotel se prevé dividir esta nave centenaria horizontalmente e instalar un restaurante en la planta alta.


                                  




Carta abierta al Sr. González Moreno, Presidente del Grupo Soluciones, respecto al proyectado Hotel en La Almona de Sanlúcar de Barrameda.

 

Sr. Antonio González Moreno:

Quisiera empezar esta carta felicitándole por su exitosa trayectoria profesional, así como por sus prometedores proyectos hoteleros en Costa Ballena y Sancti Petri.

Comprendo que usted debe tener muchas cosas en la cabeza, como para preocuparse por esta cuestión sanluqueña. Sus arquitectos elaboran los proyectos y, si le parece más o menos bien, usted les da el visto bueno y a trabajar... Es normal.

También obtendrá el visto bueno de Cultura de Cádiz y de la Gerencia de Urbanismo de Sanlúcar para edificar su hotel en Sanlúcar, no lo dude.

Pero me gustaría llamar su atención sobre el inmueble que tiene entre sus manos: La Almona de Sanlúcar.

Cada uno sabe de lo que sabe, aunque sea poco, ¿verdad?

Desde luego, La Almona no es Costa Ballena, ni Sancti Petri, ni un campo de golf.

La Almona de Sanlúcar, Sr. González, es la única fábrica de jabón que queda en toda Andalucía.

Construida en el siglo XVII, aunque hay documentos del XVI, en esta edificación se elaboraba el llamado "jabón de Castilla" (monopolio de la nobleza), que se exportaba a América y a otros países del mundo, como bien ha escrito nuestro querido profesor Manuel Romero Tallafigo.

Los valores históricos, arquitectónicos y antropológicos de La Almona de Sanlúcar son del todo excepcionales, únicos, y están a punto de perderse. En sus manos está.

Parece natural que los grandes empresarios, llegados a la cima de su carrera profesional, devuelvan a la sociedad parte de lo que ésta les ha favorecido. Tenemos brillantes ejemplos en España y en nuestra Sanlúcar misma. Quizá usted pudiera seguir esta línea y conservar La Almona de Sanlúcar en todo lo posible, para el disfrute de todas las personas y de las generaciones venideras. Estoy segura que se le recordará más y mejor por estas obras que por las otras.

¿Se imagina qué hermoso sería reconstruir, en el interior de las centenarias naves del jabón, una fábrica como la que fue, con sus calderas y sus herramientas, y que puedan visitarla, no sólo turistas y vecinos, sino los escolares, e incluso poder hacer talleres y conocer sobre el terreno lo que significó para la historia de Andalucía y de Sanlúcar esta vieja fábrica de jabón.

Quizá un historiador o antropólogo especializado pudiera ayudarle a lograrlo. Sería un sueño hecho realidad.

Conservar y convertir este Monumento en sede de su Fundación sería ya verdaderamente extraordinario.

Pero haga usted su hotel. Nadie se lo va a impedir (seguro, ya conocemos el percal). Aunque, por favor, pida a sus arquitectos un proyecto reformado, donde no se destejen las naves de esos magníficos tejados hiper-inclinados de curvos vuelos; donde no se multipliquen las mansardas para los áticos; donde no se perforen los muros centenarios para terminar, quizá, vendiendo jabón "Minerva" como souvenir; donde no se subdivida horizontalmente las antiguas y valiosas naves para instalar un restaurante; donde el nuevo edificio se haga respetando la edificabilidad del entorno y las características propias de estas edificaciones andaluzas del Barroco de tipo industrial-residencial; donde las naves que vierten a la calle Divina Pastora no se fragmenten en cientos de habitaciones;... Aún está a tiempo.

En fin, ejecute usted un proyecto respetuoso con este Monumento protegido integralmente, aunque no tenga cientos de baños, porque hay veces que, quizás, merezca la pena sacrificar unos cuantos metros turísticos y algo de beneficios en favor de la Cultura y la Historia.

Espero que, al menos, lo reflexione.

En cualquier caso, disculpe mi ingenuidad.

Gracias por su atención, Sr. González Moreno.

 

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

 

(Carta publicada inicialmente en Facebook, el día 21 de octubre de 2023)



domingo, 24 de septiembre de 2023

Viñas, bodegas y vinos de Francisco de Paula Rodríguez, entre 1811 y 1855, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).




Primeras bodegas documentadas en la provincia de Cádiz, con sistema de criaderas y solera, para la crianza del vino blanco Manzanilla y vinos de color.

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Este artículo se puede descargar en pdf en Academia.edu 

Actualización: 30 de septiembre de 2003 (color azul).

Bodega “Colegio”. Calles Cuartel Viejo-Santiago (Barrio Alto). Entre 1853 y 1875 perteneció a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez. Destaca la cubierta, de raigambre mudéjar, con par y nudillos y tirantes. Actualmente es propiedad de Bodegas Barbadillo. Foto: Juan Carlos Rivero.


“No faltan ya en España almas elevadas que conociendo el mérito y la dignidad de la Agricultura, comiencen a promoverla con entusiasmo. Baste citar para honor de este periódico al Señor Don Francisco de Paula Rodríguez, que renunciando el alto empleo de Tesorero General de S. M., volvió como los héroes de Roma, á cultivar con gloria el campo de sus padres;” (Esteban de Boutelou. Semanario de Agricultura y Artes, 1808).

 

Francisco de Paula Rodríguez (1755-1811), natural de Sevilla, realizó la carrera militar y estuvo destinado en Cartagena varios años como Guardalmacén, donde llegó a ser Comisario de Guerra honorario, e Intendente honorario de Provincia de Primera Clase. En 1797 fue nombrado Tesorero General del Real Consejo de Hacienda, pasando a residir en Madrid; y en 1798 sería distinguido con la Real Orden de Carlos III.

Recién llegado a Sanlúcar, hacia 1800, Rodríguez mostró una clara voluntad de convertirse en empresario agrícola y vitivinicultor, además de practicar otras facetas como comerciante y financiero. Para ello adquirió tres bodegas aledañas a su casa residencial de la calle Caballeros, situadas en la calle Almonte o calle Hospital de la Madre Ignacia. A éstas se sumaban otras dos bodegas existentes en la hacienda de Brevas o El administrador, cuya finca compró en los mismos años, donde también disponía de lagares para la vendimia y alambique para elaborar aguardientes.

El presente trabajo se fundamenta en el análisis de cuatro inventarios realizados post mortem de Francisco de Paula, en 1811[1], y de su viuda, Joaquina Sánchez, en 1822[2]; así como los practicados en 1847[3], con motivo de la entrega de los bienes de la Fundación al Arzobispado de Sevilla por Real Orden; y en 1855[4] realizado para proceder a la devolución de aquellos bienes a la Fundación sanluqueña. De estos inventarios se ha extraído toda la información concerniente a la actividad vitivinícola de Francisco de Paula Rodríguez y, más tarde, de la Fundación que lleva su nombre, constituida tras la muerte de su esposa, en 1822, con el fin de aplicar los beneficios de sus bienes a la creación de un colegio de segunda enseñanza en Sanlúcar, según la última voluntad del fundador.

La importancia de los datos que ofrecen estos inventarios resulta de gran interés para la historia del vino en Sanlúcar y la provincia de Cádiz. Tanto por la temprana fecha del inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, en 1811; como por la minuciosidad con que están realizados los cuatro documentos, al incluirse el desglose de cada bodega, sus tipos de vinos, vasijas y enseres, la organización de los interiores bodegueros y sus respectivas valoraciones. Esta documentación corrobora el carácter pionero del establecimiento en Sanlúcar de Barrameda del sistema de crianza dinámico, denominado “de criaderas y solera”, tanto para la elaboración del vino blanco Manzanilla, de crianza biológica bajo “velo de flor”, como para los vinos de color. El Manzanilla, vino exclusivo de Sanlúcar, ya era muy popular en la ciudad de Cádiz durante las últimas décadas del siglo XVIII, de tal modo que el insigne botánico Esteban de Boutelou aludirá a estos “famosos vinos blancos”[5] de Sanlúcar en su obra de 1807.

Estos cuatro inventarios, en su vertiente vitivinícola, en especial los de 1811 y 1822, se constituyen en los primeros documentos, publicados hasta la fecha en la provincia de Cádiz, donde se recoge el contenido vinícola y la organización interna de un grupo de bodegas ubicadas en el núcleo urbano de Sanlúcar y en la finca El Administrador (términos de Rota y Chipiona).

Buena parte de los vinos que contenían estas bodegas, en 1811 y 1822, eran vinos blancos sobre soleras, como “vino blanco añejo sobre soleras” o “vino de color añejo sobre soleras” (véase Anexo I). Estos vinos blancos que podemos considerar Manzanilla, tal como se le venía llamando en Cádiz desde el siglo XVIII y cuyo nombre costó bastantes años en ser adoptado por los vinateros de Sanlúcar, si bien el Manzanilla de Sanlúcar (como se llamó a este vino desde su nacimiento, aunque a lo largo del siglo XIX el término se feminizará: “la Manzanilla) aparece con esta denominación en la prensa desde los primeros años del siglo XIX, siendo comercializado en Cádiz, Sevilla, Madrid y otras ciudades españolas.[6]

Las especificaciones de que estos vinos blancos y vinos de color se hallaban “sobre soleras” nos indica que, ya a principios del siglo XIX, estaba plenamente asentada en Sanlúcar la crianza de vinos mediante este nuevo sistema dinámico de criaderas y solera, el cual se extenderá pronto a otras ciudades de la zona -Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María-, constituyendo el punto de partida para el despegue de la industria vitivinícola gaditana, pues la mezcla de vinos de varias cosechas permitirá la comercialización de vinos a gran escala.

Junto al inventario 1847 se conserva una “Relación de los bienes de la Fundación”, que finaliza con una “Nota” (sin firma), tras el resumen de las entradas y gastos de las bodegas. En ella se trata sobre la dificultad de apreciar los vinos existentes en las bodegas, al tiempo que queda explicitada la crianza del vino blanco o “Mansanilla” mediante el sistema de criaderas y solera (aún no llamado con estos términos), otorgándosele una gran importancia a la antigüedad de las soleras o “vinos madre” de la Fundación:

Es muy difícil si no imposible fijar el número de @ de vinos que anualmente pueden venderse y sus precios con aproximación, porque es un negocio mercantil que depende de las circunstancias en que se halla el mercado; sin embargo en la necesidad de formar un cálculo se ha tomado por tipo en las ventas de vinos que quedan sentadas [inventariadas] dar una salida igual a la entrada en las bodegas, del mosto que anualmente produce la viña de la Hacienda del Administrador, reducidas las mermas naturales y fijar un precio moderado con arreglo a que suelen tener los vinos que se despachan comúnmente de la clase de mansanilla o blanco, pueden venderse más número de arrobas que las producidas por la Hacienda y a precios más ventajosos, porque así lo permite las soleras perfectamente montadas donde hay vinos blancos que hoy suben de cuarenta rs @, y de color que llegan a pasar de sesenta, y lográndose una buena coyuntura se compra vino nuevo para reponer al que se vende, y el producto líquido puede duplicarse del que va señalado sin perjudicar las soleras; en el caso de que no haya una salida igual a la entrada de la Hacienda, el producto líquido será menor que el que va designado, pero el capital aumentará en @ y en calidad. Los vinos siendo de buena calidad y con soleras antiguas, como sucede a los de la fundación, adquieren progresivamente mérito en proporción a su antigüedad y, aunque tiene mermas, las recompensa su calidad con mucha ventaja, pudiendo asegurarse que las Bodegas de la fundación, en proporción a sus soleras, podrán producir con arreglo a su capital teniendo unas ventajas regulares...[7]

En la historiografía vitivinícola de la provincia de Cádiz, no se han publicado, hasta el momento, inventarios de bodegas para esta época, donde se recuenten de manera meticulosa las existencias vinícolas y su disposición en el interior de estos edificios industriales, de forma que no pueden establecerse posibles parangones.


miércoles, 23 de agosto de 2023

Ajuar doméstico, plata labrada, joyas y otros enseres de Francisco de Paula Rodríguez y Joaquina Sánchez Espinosa, según cuatro inventarios de bienes (1811-1855), en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte.

 

Antigua casa de Francisco de Paula Rodríguez, en primer término (actual Ayuntamiento) Foto: Google Earth.


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El ajuar doméstico (ropas, mobiliario y enseres de uso común en una vivienda), la plata labrada, joyas, carruajes y otros bienes, existentes en las casas de Francisco de Paula Rodríguez y su esposa Joaquina Sánchez, se recogen en cuatro inventarios de bienes que fueron realizados en 1811[1], 1822[2], 1847[3] y 1855[4], de los que ya se han extraído las obras artísticas situadas en las casas de la ciudad y de las haciendas[5].

Estos “bienes de confort” evidencian el nivel de riqueza personal y las distintas parcelas de la vida cotidiana que conforman la cultura material de una familia aristocrática en Sanlúcar de Barrameda a principios del siglo XIX, en cuya distinguida residencia estuvo hospedado el rey José I, en la única visita que hizo a Sanlúcar durante la guerra de la Independencia.[6]

Estos inventarios permiten adentrarnos en el espacio doméstico de este matrimonio avecindado en Sanlúcar, conocer su vida cotidiana, qué muebles y cortinajes orlaban sus casas, cuáles eran los utensilios usados en la cocina, qué se guardaba en la despensa, qué coches conducían o cómo vestían. Se trata de un ejemplo más, que facilita el conocimiento de la forma de vida de una parte privilegiada de la sociedad, en este caso de un alto funcionariado cortesano y uno de los principales hacendados y comerciantes de Sanlúcar, en el tránsito del siglo XVIII al XIX.

Al hallarse inventariados los bienes en cada estancia de las casas, podemos conocer la distribución que tenía la residencia familiar de la calle Caballeros, nº 19 (antig.) así como de las viviendas situadas en las haciendas (número de habitaciones, funcionalidad, mobiliario, decoración…). Al ser rehabilitada la casa de la calle Caballeros, en 1831, para instalar el Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1842), del Arzobispado de Sevilla y, poco más tarde, un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), los inventarios de 1847 y 1855 nos ofrecen, además, una aproximada reconstrucción de los interiores de las estancias, mobiliario y utensilios propios de estos centros educativos pues, aunque de diferente naturaleza, no debió cambiar mucho la distribución del inmueble en estos últimos años documentados.

 

Respecto a los cuatro inventarios consultados, hay que señalar que el inventario post mortem de 1811 se acerca a lo que se viene considerando como un inventario ideal -raros en el periodo moderno-, por ser muy completo y meticuloso, al recontar los bienes de cada estancia y acompañarse de la valoración de las piezas.[7] En los primeros inventarios de 1811 y 1822 se consigna una primera relación de bienes sin valorar y, en segundo término, los mismos bienes con valoración monetaria, recontándolos ahora agrupados, según su naturaleza y función. Por el contrario, los inventarios de 1847 y 1855 carecen de tasación. Además, en el último no pudieron inventariarse los bienes de la antigua casa de la calle Caballeros, por haberse vendido en 1853 a los duques de Montpensier, quedando las antiguas pertenencias de Francisco de Paula Rodríguez diseminadas en diferentes lugares: parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar, Seminario de Sevilla, y en manos de los patronos de la Fundación, a la espera de obtener un inmueble donde depositarlos.[8]

Por otro lado, hay que señalar el problema surgido al trabajar con el inventario de 1822, cuya copia facilitada por el Archivo Diocesano de Asidonia-Jerez carece de la adecuada foliación, de forma que, cuando este recuento se consigna en este trabajo, los folios se señalan de forma aproximada, añadiéndose en ocasiones la fecha de reunión correspondiente al inventariado, a fin de allanar su localización.

Debido a la escasa documentación notarial referida a inventarios de bienes existente para Sanlúcar en estas fechas[9], para comprender la importancia y significación de estos inventarios en la ciudad, sólo podemos ponerlos en relación con la documentación análoga publicada para otras ciudades próximas, como Jerez de la Frontera, Cádiz o Sevilla. Pues, aunque existen investigaciones afines referidas a otras comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, Cataluña, País Vasco, Extremadura…), pertenecientes al siglo XVIII y principios del XIX, el ámbito de la baja Andalucía posee características propias que requiere su agrupación documental.

Según el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, realizado en 1811, que sirve de base para este estudio, las nueve partidas de bienes muebles, referidos al ajuar doméstico, plata labrada, joyas, mobiliario, etc., suman 120.215 reales, lo que supone un 2,28 % del capital activo global (5.211.001 reales). Los porcentajes de cada parcela, respecto al caudal total inventariado se desglosan del siguiente modo: plata y alhajas: 47.083 rs. (0,90 %); pinturas de la casa residencial: 6.517 rs. (0,12); textiles: 19.333 rs. (0,37); muebles: 20.772 rs. (0,39); calderería: 910 rs. (0,017); cerrajería: 1.500 rs. (0,028); relojería: 5.500 rs. (0,10); talabartería y guarnicionería: 6.900 rs. (0,13); caballería: 11.700 rs. (0,22); y carruajes: 5.000 rs. (0,09).                          

En cuanto a la vecina ciudad de Jerez de la Frontera, tanto el mobiliario como la plata labrada de Francisco de Paula Rodríguez, supera la valoración de algunas partidas referidas al inventario de Mariana Medina y Dávila, perteneciente a una familia de la nobleza jerezana, en cuyo testamento se cuantifica, por ejemplo, el mobiliario en 11.798 reales y la plata labrada en 12.049 reales.[10]

Por otro lado, de los 28 inventarios estudiados por Moreno Arana, también en Jerez, entre 1717 a 1809[11], la mayoría de los difuntos disfrutaban de un conjunto de “bienes de confort” (joyas, plata, muebles, ropas, coches, biblioteca...) que, según González Beltrán, “se acerca o sobrepasa los 25.000 reales, punto que marca una situación de lujo u opulencia”[12]. De estos inventarios, sólo cuatro sobrepasan los 120.215 reales en que se valoraron estas partidas en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez (1811).[13]

Según Álvarez Santaló y García-Baquero, para la nobleza titulada de Sevilla, entre 1700 y 1834, con un capital medio de 1.091.734 reales, la “partida clave” de la plata labrada y joyas, está presente en 28 de los 31 inventarios estudiados, donde representan el 5,8 % del volumen total del capital activo inventariado (44.478.778 reales). Los bienes de mobiliario y ropa se sitúan en un 1,6 y 1,3 %, respectivamente. Y los carruajes y su equipo correspondiente (caballerías, atalajes, etc.) suponen un 0,9 % del capital activo inventariado, estando presentes en diecisiete inventarlos de los treinta y uno[14].

 Respecto al clero secular en la Sevilla del siglo XVIII, de los 142 inventarios post mortem de clérigos seculares analizados, entre 1700 y 1834, se conocen sus niveles de riqueza personal (media de 69.920 rs.vn.) y sus fragmentos de vida cotidiana.  Junto a las dos “partidas protagonistas”: plata labrada y joyas, que representan un 8% del activo global, se sitúan las consideradas como constitutivas del hábitat doméstico (muebles, menaje, ropas, despensa, carruajes, objetos artísticos y bibliotecas) que, agrupadas, representan el 17% del activo total. Así, según Álvarez Santaló y García-Baquero, todos estos “bienes del vivir” apenas valen la mitad que el dinero y las deudas favorables de este grupo social sevillano[15].

En comparación con las cifras mencionadas para otras ciudades y grupos sociales, el 2,28 % del capital activo global, que suponen estas partidas de confort en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, nos indica que estos bienes fueron secundarios respecto a las inversiones realizadas en otras esferas (propiedades inmobiliarias, deudas favorables, bodegas y vinos…).

 

 

1.  Residencia de la calle Caballeros y casas de las haciendas de la Jara y Brevas o El Administrador.

A su llegada a Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez, adquirió dos fincas rústicas, además de otras tierras. Éstas fueron la hacienda de Brevas, llamada más tarde El Administrador, y la hacienda de la Jara, en el pago del mismo nombre.

Para residir en Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez arrendó, hacia 1800, a la fábrica de la Iglesia Mayor de Ntra. Sra. de la O, la antigua casa reedificada hacia 1730 por el comerciante Julián Cayetano Gally, a quien la compró el matrimonio irlandés Tomás Wading y María Asthey, quienes la legaron a la Iglesia Mayor. Se halla situada en el Barrio Alto de Sanlúcar, entre las calles Caballeros y Almonte. Tras fallecer Rodríguez y su esposa, este inmueble funcionó como Seminario Conciliar San Francisco Javier del Arzobispado de Sevilla (1831-1842) e Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), todo costeado con los bienes de la Fundación Francisco de Paula Rodríguez, en cumplimiento de la voluntad del testador, quien legó sus bienes para el mantenimiento de un colegio en Sanlúcar que priorizara a los niños más desfavorecidos. En 1853 la casa fue adquirida por los duques de Montpensier, así como las antiguas casas-bodegas de Francisco de Paula Rodríguez y fincas aledañas para formalizar el palacio de verano y el jardín. Este palacio de Orleáns-Borbón fue adquirido por el Ayuntamiento en 1980, siendo actualmente la casa consistorial de Sanlúcar.


jueves, 3 de agosto de 2023

Publicado el libro La Manzanilla de Sanlúcar en el siglo XIX a través de la prensa.

 Una duquesa vestida de percal.











Se acaba de publicar el libro La Manzanilla de Sanlúcar en el siglo XIX a través de la prensa. Una duquesa vestida de percal, obra de la historiadora Ana Gómez Díaz-Franzón.

Se trata de una recopilación, selección y contextualización de algo más de 2.000 menciones al vino Manzanilla de Sanlúcar, localizadas en más de doscientas cabeceras de periódicos y revistas conservados en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional (exclusivamente), más dos ejemplares de otra hemeroteca.

Estos textos, en prosa y verso, pertenecen a los más diversos géneros y corrientes literarias -Romanticismo, Realismo, Costumbrismo o Modernismo-, donde no faltan el humor y la sátira. Están firmados por más de 500 autores, entre los que hallamos a Gustavo Adolfo Bécquer, Mariano José Larra, duque de Rivas, Mesonero Romanos, Zorrilla, Pardo Bazán, Fernán Caballero, Alcalá Galiano, Azorín, Pérez Galdós, Eusebio Blasco, Sinesio Delgado, Echegaray, Fernández Bremón, M. de Cavia, Rubén Darío, Javier de Burgos, Salvador Rueda o Francisco Villaespesa, entre muchos otros.

Además, cuantiosos anuncios publicitarios de establecimientos y bodegas, junto a diversos artículos científicos o divulgativos, ofrecen cifras sobre la producción y comercialización de los principales vinos, españoles y extranjeros, consumidos en España y otros países durante el siglo XIX.

A través de los diferentes capítulos, se puede conocer cómo el entonces llamado “el Manzanilla”, nacido en el siglo XVIII como el primer vino blanco generoso de España, fue uno de los vinos más acreditados del siglo XIX.

Nos encontramos con algunas bodegas productoras; la exhibición de la Manzanilla en las exposiciones nacionales y universales; su identificación con Andalucía y, en especial, con Cádiz y Sevilla; la intensa vinculación de este vino con los espectáculos más populares de la época: el flamenco y la tauromaquia; su presencia en fiestas, verbenas y romerías españolas; en las artes escénicas; en las novelas por entregas, en múltiples poemas, cuentos, folletines o chascarrillos; en las artes plásticas; en la gastronomía; en la política o su implicación en los sucesos de la época.

Al hilo de estas menciones a la Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, uno de los vinos más consumidos en la España decimonónica, el lector se sumerge en la complejidad vinícola, social y cultural del siglo XIX.

El diseño de cubierta y la maquetación del libro han corrido a cargo de Enrique López Marín, diseñador y profesor de la Universidad de Granada.

Es una edición modesta, de tapa blanda, impresa en blanco y negro (tampoco había mucho color en el XIX), aunque cuenta con una muy rica y desconocida información historiográfica.

Contiene diversas ilustraciones y 656 páginas.

Ya se puede pedir en Amazon 


Índice del libro