Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte.
Antigua casa de Francisco de Paula Rodríguez, en primer término (actual
Ayuntamiento) Foto: Google Earth.
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El ajuar doméstico (ropas, mobiliario y
enseres de uso común en una vivienda), la plata labrada, joyas, carruajes y
otros bienes, existentes en las casas de Francisco de Paula Rodríguez y su
esposa Joaquina Sánchez, se recogen en cuatro inventarios de bienes que fueron
realizados en 1811[1], 1822[2], 1847[3] y 1855[4], de los que ya se han extraído las obras artísticas situadas en las casas
de la ciudad y de las haciendas[5].
Estos “bienes de confort” evidencian el
nivel de riqueza personal y las distintas parcelas de la vida cotidiana que
conforman la cultura material de una familia aristocrática en Sanlúcar de
Barrameda a principios del siglo XIX, en cuya distinguida residencia estuvo hospedado el rey José I, en
la única visita que hizo a Sanlúcar durante la guerra de la Independencia.[6]
Estos inventarios permiten adentrarnos en
el espacio doméstico de este matrimonio avecindado en Sanlúcar, conocer su vida
cotidiana, qué muebles y cortinajes orlaban sus casas, cuáles eran los
utensilios usados en la cocina, qué se guardaba en la despensa, qué coches conducían
o cómo vestían. Se trata de un ejemplo más, que facilita el conocimiento de la
forma de vida de una parte privilegiada de la sociedad, en este caso de un alto
funcionariado cortesano y uno de los principales hacendados y comerciantes de
Sanlúcar, en el tránsito del siglo XVIII al XIX.
Al hallarse inventariados los bienes en
cada estancia de las casas, podemos conocer la distribución que tenía la
residencia familiar de la calle Caballeros, nº 19 (antig.) así como de las viviendas
situadas en las haciendas (número de habitaciones, funcionalidad, mobiliario, decoración…).
Al ser rehabilitada la casa de la calle Caballeros, en 1831, para instalar el
Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1842), del Arzobispado de
Sevilla y, poco más tarde, un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), los
inventarios de 1847 y 1855 nos ofrecen, además, una aproximada reconstrucción
de los interiores de las estancias, mobiliario y utensilios propios de estos
centros educativos pues, aunque de diferente naturaleza, no debió cambiar mucho
la distribución del inmueble en estos últimos años documentados.
Respecto a los cuatro inventarios
consultados, hay que señalar que el inventario post mortem de 1811 se
acerca a lo que se viene considerando como un inventario ideal -raros en el
periodo moderno-, por ser muy completo y meticuloso, al recontar los bienes de
cada estancia y acompañarse de la valoración de las piezas.[7] En los
primeros inventarios de 1811 y 1822 se consigna una primera relación de bienes sin
valorar y, en segundo término, los mismos bienes con valoración monetaria, recontándolos
ahora agrupados, según su naturaleza y función. Por el contrario, los
inventarios de 1847 y 1855 carecen de tasación. Además, en el último no
pudieron inventariarse los bienes de la antigua casa de la calle Caballeros,
por haberse vendido en 1853 a los duques de Montpensier, quedando las antiguas
pertenencias de Francisco de Paula Rodríguez diseminadas en diferentes lugares:
parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar, Seminario de Sevilla, y en
manos de los patronos de la Fundación, a la espera de obtener un inmueble donde
depositarlos.[8]
Por otro lado, hay que señalar el problema surgido
al trabajar con el inventario de 1822, cuya copia facilitada por el Archivo
Diocesano de Asidonia-Jerez carece de la adecuada foliación, de forma que,
cuando este recuento se consigna en este trabajo, los folios se señalan de
forma aproximada, añadiéndose en ocasiones la fecha de reunión correspondiente
al inventariado, a fin de allanar su localización.
Debido a la escasa documentación notarial
referida a inventarios de bienes existente para Sanlúcar en estas fechas[9], para comprender
la importancia y significación de estos inventarios en la ciudad, sólo podemos
ponerlos en relación con la documentación análoga publicada para otras ciudades
próximas, como Jerez de la Frontera, Cádiz o Sevilla. Pues, aunque existen
investigaciones afines referidas a otras comunidades autónomas (Galicia, Castilla
y León, Cataluña, País Vasco, Extremadura…), pertenecientes al siglo XVIII y
principios del XIX, el ámbito de la baja Andalucía posee características
propias que requiere su agrupación documental.
Según el inventario post mortem de
Francisco de Paula Rodríguez, realizado en 1811, que sirve de base para este
estudio, las nueve partidas de bienes muebles, referidos al ajuar doméstico,
plata labrada, joyas, mobiliario, etc., suman 120.215 reales, lo que supone un 2,28 % del capital activo global (5.211.001 reales). Los
porcentajes de cada parcela, respecto al caudal total inventariado se desglosan
del siguiente modo: plata y alhajas: 47.083 rs. (0,90 %); pinturas de la casa
residencial: 6.517 rs. (0,12); textiles: 19.333 rs. (0,37); muebles: 20.772 rs.
(0,39); calderería: 910 rs. (0,017); cerrajería: 1.500 rs. (0,028); relojería:
5.500 rs. (0,10); talabartería y guarnicionería: 6.900 rs. (0,13); caballería:
11.700 rs. (0,22); y carruajes: 5.000 rs. (0,09).
En cuanto a la vecina ciudad de Jerez de la
Frontera, tanto el mobiliario como la plata labrada de Francisco de Paula
Rodríguez, supera la valoración de algunas partidas referidas al inventario de
Mariana Medina y Dávila, perteneciente a una familia de la nobleza jerezana, en
cuyo testamento se cuantifica, por ejemplo, el mobiliario en 11.798 reales y la
plata labrada en 12.049 reales.[10]
Por otro
lado, de los 28 inventarios estudiados por Moreno Arana, también en Jerez,
entre 1717 a 1809[11], la mayoría de los difuntos disfrutaban de un
conjunto de “bienes de confort” (joyas, plata, muebles, ropas, coches,
biblioteca...) que, según González Beltrán, “se acerca o sobrepasa los 25.000
reales, punto que marca una situación de lujo u opulencia”[12]. De estos inventarios,
sólo cuatro sobrepasan los 120.215 reales en que se valoraron estas partidas en
el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez (1811).[13]
Según Álvarez Santaló y García-Baquero, para
la nobleza titulada de Sevilla, entre 1700 y 1834, con un capital medio de
1.091.734 reales, la “partida clave” de la plata labrada y joyas, está presente
en 28 de los 31 inventarios estudiados, donde representan el 5,8 % del volumen
total del capital activo inventariado (44.478.778 reales). Los bienes de
mobiliario y ropa se sitúan en un 1,6 y 1,3 %, respectivamente. Y los carruajes
y su equipo correspondiente (caballerías, atalajes, etc.) suponen un 0,9 % del
capital activo inventariado, estando presentes en diecisiete inventarlos de los
treinta y uno[14].
Respecto
al clero secular en la Sevilla del siglo XVIII, de los 142 inventarios post
mortem de clérigos seculares analizados, entre 1700 y 1834, se conocen sus
niveles de riqueza personal (media de 69.920 rs.vn.) y sus fragmentos de vida
cotidiana. Junto a las dos “partidas
protagonistas”: plata labrada y joyas, que representan un 8% del activo global, se sitúan las consideradas como constitutivas del
hábitat doméstico (muebles, menaje, ropas, despensa, carruajes, objetos artísticos
y bibliotecas) que, agrupadas, representan el 17% del activo total. Así, según
Álvarez Santaló y García-Baquero, todos estos “bienes del vivir” apenas valen
la mitad que el dinero y las deudas favorables de este grupo social sevillano[15].
En comparación con las cifras mencionadas
para otras ciudades y grupos sociales, el 2,28 % del capital activo global, que
suponen estas partidas de confort en el inventario post mortem de
Francisco de Paula Rodríguez, nos indica que estos bienes fueron secundarios
respecto a las inversiones realizadas en otras esferas (propiedades
inmobiliarias, deudas favorables, bodegas y vinos…).
1. Residencia
de la calle Caballeros y casas de las haciendas de la Jara y Brevas o El
Administrador.
A su llegada a Sanlúcar, Francisco de Paula
Rodríguez, adquirió dos fincas rústicas, además de otras tierras. Éstas fueron
la hacienda de Brevas, llamada más tarde El Administrador, y la hacienda de la
Jara, en el pago del mismo nombre.
Para residir en Sanlúcar, Francisco de
Paula Rodríguez arrendó, hacia 1800,
a la fábrica de la Iglesia Mayor de Ntra. Sra. de la O, la antigua casa
reedificada hacia 1730 por el comerciante Julián Cayetano Gally, a quien la
compró el matrimonio irlandés Tomás Wading y María Asthey, quienes la legaron a
la Iglesia Mayor. Se halla situada en el Barrio Alto de Sanlúcar, entre las
calles Caballeros y Almonte. Tras fallecer Rodríguez y su esposa, este inmueble
funcionó como Seminario Conciliar San Francisco Javier del Arzobispado de
Sevilla (1831-1842) e Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), todo costeado
con los bienes de la Fundación Francisco de Paula Rodríguez, en cumplimiento de
la voluntad del testador, quien legó sus bienes para el mantenimiento de un
colegio en Sanlúcar que priorizara a los niños más desfavorecidos. En 1853 la
casa fue adquirida por los duques de Montpensier, así como las antiguas
casas-bodegas de Francisco de Paula Rodríguez y fincas aledañas para formalizar
el palacio de verano y el jardín. Este palacio de Orleáns-Borbón fue adquirido
por el Ayuntamiento en 1980, siendo actualmente la casa consistorial de
Sanlúcar.