Desde el templo del Lucero

miércoles, 21 de agosto de 2024

Una mirada a la Sanlúcar ilustrada a través de un relato de Luis de Eguilaz.

 

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Ana Gómez Díaz-Franzón*

 

Resumen: A través del relato El poeta y el fraile, publicado por el escritor sanluqueño Luis de Eguilaz en 1870, el autor nos conduce a la Sanlúcar ilustrada de finales del siglo XVIII y principios del XIX, para dar a conocer ciertos hechos históricos acaecidos en la ciudad. A más de unas pinceladas sobre su Sanlúcar natal, Eguílaz nos narra, siguiendo la tradición oral, algunos recuerdos personales. Evoca la gran afición a la botánica de sus abuelos maternos y las relaciones de éstos con importantes científicos de la época; la estancia en la ciudad de varios “ilustres desterrados”, como Tomás de Iriarte, la duquesa de Alba o el torero Jerónimo José Cándido; y finaliza contando el desencuentro que se produjo entre el prior del convento de capuchinos (Pico de oro) y el poeta Tomás de Iriarte, cuyo hecho da título al relato. Se ha contextualizado esta época en Sanlúcar y a los personajes que protagonizan la narración.

Palabras clave: Luis de Eguílaz, Sanlúcar de Barrameda, Tomás de Iriarte, José Jerónimo Cándido, duquesa de Alba, convento de capuchinos de Sanlúcar, Siglos XVIII y XIX.

 

 

Introducción. 

Retrato de Luis de Eguílaz en 1864 (La Gran Vía, 20-agosto-1893).

El célebre dramaturgo, novelista y poeta Dámaso Luis María Martínez de Eguílaz (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 20 de agosto de 1830 – Madrid, 21 de julio de 1874), que adoptó como nombre literario “Luis de Eguílaz”, nació en Sanlúcar, hijo del riojano Dámaso Martínez de Eguílaz y la gaditana Luisa Martínez de Eguílaz[1].

En esta ciudad transcurrió su infancia hasta que, hacia 1843, su familia se trasladó a la vecina ciudad de Jerez de la Frontera. Allí Eguilaz estudió bachillerato en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, donde sus aficiones literarias fueron impulsadas por uno de sus maestros, el humanista Juan María Capitán. A los catorce años escribió su primera obra, la comedia Por dinero baila el perro, que fue representada en Jerez (1844). Durante aquella etapa estudiantil, Eguilaz trabó una férrea amistad con el jerezano Diego de Luque, destacado escritor y director teatral, quien le acompañaría toda su vida.[2]

A la muerte de su padre, en 1849, la familia se trasladó a Madrid donde Eguilaz inició los estudios de Derecho. Protegido en la Corte por Eugenio de Ochoa, Eguilaz estrenó en 1853 Verdades amargas con gran éxito, que convirtió al autor en uno de los autores más populares de la época. De las treinta comedias que escribió la que logró mayor éxito de público fue La cruz del matrimonio, que se representó durante setenta noches consecutivas en el teatro Variedades de Madrid[3]. Sus obras abordan los cambios políticos, económicos y sociales de la segunda mitad del siglo XIX.

De carácter afable, educado y generoso, Luis de Eguilaz fue un profundo observador de la realidad española de su tiempo, que quedó plasmada en sus obras, donde pone de relieve el protagonismo social de la burguesía decimonónica en sus dramas de costumbres burguesas[4]. Prolífico autor, escribió comedias, dramas, poesías, relatos y novela histórica. También colaboró en diversos periódicos, participando de las controversias de su tiempo. En 1870 Eguilaz fue nombrado director del Archivo Histórico Nacional, en cuyo puesto murió, a causa de la enfermedad que le aquejaba. Casado con Balbina Renart, quedó muy pronto viudo, y su única hija, Rosa de Eguíiaz y Renart, continuó las tareas literarias de su padre[5], como periodista y dramaturga.

Casa natal de Luis de Eguilaz en la calle de su nombre.

Promovido por José Hidalgo y Millán González, el Ayuntamiento de Sanlúcar hizo un homenaje a Luis de Eguilaz en 1889. Se rotuló entonces la calle que lleva su nombre en el Barrio Alto, y se colocó en la fachada de su casa natal una lápida conmemorativa, que aún perduran. Se celebró una procesión cívica, función de gala, recital poético y otros actos en honor del dramaturgo sanluqueño. Además, existió un cine de verano con su nombre en el paseo de La Calzada desde 1877.[6]

En 1870, Luis de Eguilaz publicó, en el periódico El País, el relato El poeta y el fraile, subtitulado “Memorias del tiempo de Carlos IV”, que sería de nuevo publicado en 1874, año de su muerte, en el Almanaque de E. Juliá, cuyos textos presentan ligeras variantes[7].

La narración, subdividida en once breves capítulos, se desarrolla en Sanlúcar, en las últimas décadas del siglo XVIII y principios del XIX, cuando esta ciudad era un reconocido centro de reposo para el restablecimiento de diversas enfermedades, sobre todo por suavidad climática, la toma de las aguas ferruginosas procedentes de sus veinticinco manantiales y los baños de mar, que motivó la estancia en Sanlúcar de importantes personalidades españolas.

El relato de Eguilaz nos sumerge en una Sanlúcar ilustrada, donde un círculo de aristócratas y burgueses, agrupados en torno a la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada en 1781 (la primera de la actual provincia de Cádiz), se afanaban por conseguir reformas en la agricultura y vitivinicultura, mejorar la educación y propiciar el despunte industrial de la ciudad. Este grupo de ilustrados consiguieron del favor real, a través de su primer ministro, Manuel Godoy, un conjunto de importantes concesiones, como la creación de la extensa provincia de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, la habilitación de su puerto para el comercio internacional, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez; además de un proyecto para erigir un monumento neoclásico en el puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida por Carlos IV, que se quedó en ciernes.[8] Lamentablemente, todos estos avances se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la Independencia y la caída de Godoy,

Los cuatro primeros capítulos del relato los dedica Luis de Eguilaz, a describir la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, mediante unas breves pinceladas, aludiendo a su gran antigüedad. También evoca los recuerdos de su infancia en la casa de sus abuelos maternos, a los que alaba y dignifica. Le siguen algunas referencias a importantes personalidades que, según el autor, sufrieron destierro en Sanlúcar, como Tomás de Iriarte, la duquesa de Alba o el torero Jerónimo José Cándido. Por último, Eguilaz narra, siguiendo la tradición oral que había escuchado a los mayores en Sanlúcar durante su infancia, la anécdota sucedida entre el poeta Tomás de Iriarte y el prior del convento de Capuchinos de Sanlúcar, que da nombre al título del relato.


miércoles, 31 de julio de 2024

Dos bodegas menos = menos Sanlúcar. Destruidas dos bodegas urbanas proyectadas por destacados arquitectos sevillanos a principios del siglo XX.

 Opinión Patrimonio Histórico Sanlúcar.

Actualización: 7 de agosto de 2024.


Bodega de la calle Banda Playa-Cruces antes de su destrucción.

 
Foto: La Voz del Sur (13-agosto-2020)

Continúan consumando, entre unos pocos y unas pocas, uno de los principales fines para los que vinieron al mundo: pulverizar la ciudad histórica de Sanlúcar y sus bodegas.

Por una parte, han tardado cuatro años, pero han culminado su cometido con éxito: destruir una antigua bodega urbana situada en calle Banda Playa-esquina calle Cruces. Cuando se anunció el proyecto, en 2020, se denunció por activa y por pasiva (Aula Gerión, IU), pero a nadie le importó estas voces ciudadanas.

Durante las obras, en 2022.

Contó con el visto bueno de la Consejería de Cultura-Cádiz, como ha sido siempre con todo lo protegido y destruido en la ciudad. ¿Qué le importará Sanlúcar a esta Consejería, a pesar de tener sus competencias en Patrimonio Histórico? Absolutamente nada; contó con la licencia municipal de esos arquitectos de la Gerencia (casi todos de Jerez), y su gerente, Mónica González Pecci, que acaban de convertirse en funcionarios, para que les dé tiempo a finalizar su "elevada" misión: exterminar Sanlúcar y dejar su Conjunto Histórico convertido en una vulgar barriada. Ya casi lo han conseguido. Ánimo, señores arquitectos-funcionarios. Ya sólo quedan dos o tres casas tradicionales en cada una de las calles que conforman el Conjunto Histórico, que ha sido sustituido, en las últimas décadas, por un enjambre de pisos y apartamentos.

Esta licencia también estuvo avalada, como no podía ser de otro modo, por el antiguo Alcalde-destructor Víctor Mora, la peligrosa Sra. González Pecci, que por ahí siguen, y la Sra. Lucía Rodríguez García, entonces Presidenta de la Gerencia (también sigue, hoy cambiada de bando), quien declaró que la bodega se iba a conservar tal cual. ¿Qué dice usted ahora, Lucía Rodríguez? Bueno, igual a usted le sigue pareciendo una bodega un muro horadado y cuatro vigas.

Nota de prensa de Urbanismo-Sanlúcar: Urbanismo desmiente la demolición de una bodega de Banda Playa (Diario de Cádiz, 18 de agosto de 2020).

Nota de prensa: PSOE y Cs pactan demoler una bodegacentenaria protegida en Sanlúcar para que una promotora haga pisos (La Voz del sur, 13 de agosto de 2020).


            
Proyecto de bodega por el arquitecto sevillano Pedro Sánchez Núñez en 1924 (Archivo Municipal)

          

miércoles, 10 de julio de 2024

La obra de Aníbal González en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1901-1923.

 

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

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Hoteles de Aníbal González en la playa de Sanlúcar. Archivo Joaquín Turina. Fundación Juan March.

 

Resumen. Este trabajo se ocupa de las obras que realizó el arquitecto sevillano Aníbal González y Álvarez Ossorio en Sanlúcar de Barrameda, entre 1901 y 1923. Aunque la autoría de varios de estos edificios se dio a conocer en 2011, publicaciones posteriores han confirmado algunas atribuciones que entonces se hicieron, y se han documentado nuevas obras, que han venido a engrosar el conjunto edificatorio de este arquitecto en Sanlúcar. Se ha logrado identificar nueve obras de Aníbal González ejecutadas en la ciudad, más algunas atribuciones. Siete son edificios pertenecientes a una tipología civil doméstica de carácter residencial veraniego, una reforma de casa en el centro de la ciudad y el atrio de la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen. Por lo temprano de algunos proyectos, en Sanlúcar se conservan las primeras obras arquitectónicas de Aníbal González.

Palabras clave: Aníbal González y Álvarez Ossorio. Sanlúcar de Barrameda. Arquitectura modernista. Arquitectura de estilo inglés (Old English). Arquitectura neomudéjar. Arquitectura regionalista sevillana.

 

 

Introducción.

Desde las últimas décadas de siglo XVIII Sanlúcar de Barrameda fue un destacado centro de descanso y reposo para convalecientes, gracias a la benignidad climática y a sus manantiales de aguas ferruginosas. En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad se convirtió en centro veraniego de cierta importancia. A Sanlúcar llegó pronto la nueva moda de los baños de ola o baños de mar, estando documentada esta costumbre desde 1821; y las casillas o casetas para tomar los baños en la playa ya se instalaban desde 1844. Al mediar el siglo XIX, la llegada de los duques de Montpensier y la edificación de su palacio de verano supuso un indudable impulso para Sanlúcar como destacado foco estival del sur peninsular.

Esta función turística de Sanlúcar cobró un nuevo ímpetu al iniciarse el siglo XX, cuando el Ayuntamiento efectuó una serie de reformas urbanas, tendentes a potenciar el veraneo en la ciudad. Se mejoraron las comunicaciones de los accesos a Sanlúcar y las del centro urbano con la playa. Se ensanchó, entonces, el céntrico paseo de la Calzada que unía la ciudad con el mar; se trazaron nuevas vías hacia la costa (avenida de la Constitución y calle Cabo Noval); y se urbanizaron y parcelaron los terrenos litorales. Se inició un paseo marítimo donde se edificaron hoteles o villas frente al mar (actuales avenidas de Bajo de Guía y Las Piletas). Desde el Ayuntamiento se hizo una firme apuesta para hacer de Sanlúcar un centro turístico, moderno y cosmopolita, al estilo de los grandes centros estivales europeos y del norte español.

Junto a estas reformas urbanas, el Consistorio intentó atraer a veraneantes de alto poder adquisitivo, que edificaran una villa en la playa. Todos los terrenos lindantes con el proyectado paseo marítimo, desde el barrio de Bajo de Guía hasta el manantial de Las Piletas, en unos dos kilómetros de longitud, fueron divididos en cinco grandes parcelas, que fueron cedidas, para su gestión, en 1901, a Pedro Vives Ferrer[1], natural de Alcalá de Guadaira, quien se comprometió, inicialmente, a edificar catorce hoteles en nueve años (1901-1910) en el paseo de Bajo de Guía.

El acto de puesta de la primera piedra o inauguración oficial de este gran proyecto residencial tuvo lugar el día 8 de agosto de 1901, del que ofreció un amplio reportaje la revista Blanco y Negro, propiedad de Torcuato Luca de Tena.

Tras edificarse los primeros siete hoteles, en 1906 fue retirada la concesión a Pedro Vives, por incumplimiento de lo comprometido. A partir de entonces fue el propio Ayuntamiento, a través de la Comisión Municipal de Hoteles, el encargado de ceder gratuitamente los terrenos a aquellas personas que quisieran edificar, bajo una serie de condiciones preestablecidas, en las actuales avenidas de Bajo de Guía y Las Piletas.

Este centro de atracción estival estuvo propiciado por la situación geográfica de Sanlúcar, en la desembocadura del río Guadalquivir y en lugar próximo a la capital hispalense, de donde procederá gran parte de sus veraneantes. La suavidad climática, las finas arenas de sus playas, el termalismo, la hidroterapia, los baños de mar, un apretado calendario festivo y la celebración de importantes eventos, como las carreras de caballos en la playa, desde 1845, contribuyeron a fortalecer el turismo en la ciudad, atrayendo a relevantes familias de Sevilla, Jerez de la Frontera, Córdoba o Madrid, entre otras ciudades, que alquilaron o construyeron en Sanlúcar villas u “hotelitos” para pasar la temporada estival. Si bien, no todos los hoteles se construyeron o adquirieron por los veraneantes, sino que, en ocasiones, también lo fueron por vecinos de Sanlúcar.

La mayoría de estas villas de veraneo, construidas en la ciudad durante el primer tercio del siglo XX, presentan, salvo alguna excepción, una tipología residencial unifamiliar. Son edificios exentos rodeados de jardín que, en su tiempo, se situaron a orillas del mar, hoy más alejado. Esta ubicación facilitaba a los arquitectos la recreación de diversas tipologías edificatorias. En general, estas villas cuentan con cuatro fachadas, muchas veces diferenciadas entre sí, ofreciendo una gran diversidad y riqueza arquitectónicas. Todas dispusieron de una edificación accesoria en la zona trasera, de una sola planta, como dependencias de servicio. En principio se cedieron parcelas de unos mil metros cuadrados con unos veinte metros de frente, aunque algunos propietarios ampliaron esta superficie inicial, bien ocupando parte de la proyectada calle a trazar tras los hoteles, bien comprando terrenos aledaños (caso del marqués de Villamarta). Todas las villas edificadas en este extenso paseo marítimo ganaron varios metros de superficie por su frente, como resultado de las sucesivas alineaciones del paseo, practicadas en 1909 y 1916.

La intervención de Aníbal González en este gran proyecto residencial veraniego de Sanlúcar fue documentada, en su mayor parte, en 2011 por Ana Gómez Díaz-Franzón[2] con la ayuda del profesor Víctor Pérez Escolano, experto en la obra del arquitecto. Si bien, a través del reciente trabajo de Aníbal González Serrano (2020)[3], se han podido verificar algunas atribuciones que entonces se hicieron, e identificar otras obras del arquitecto hispalense en Sanlúcar.

Cabe señalar que en el catálogo de la obra residencial de Aníbal González (tesis doctoral), realizado por Noelia María Chaves Méndez (2016)[4], no se recoge la totalidad de las obras documentadas en Sanlúcar, habiéndose transcrito literalmente, en este trabajo, sin anotaciones ni entrecomillados, las descripciones arquitectónicas, la historia de los edificios, e incluso las fuentes primarias y secundarias, del libro de Gómez Díaz-Franzón, de forma que estos textos están siendo citados por otros autores[5] como propios de Chaves Méndez.

Hasta el momento se han podido documentar nueve obras de Aníbal González en Sanlúcar: siete hoteles veraniegos, una casa en centro urbano y el atrio de la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen. A través de estos edificios puede observarse la evolución formal, que experimenta la producción de Aníbal González, desde sus inicios como arquitecto (incluso antes de obtener el título), desde 1901 a 1923, localizándose en Sanlúcar sus primeras obras arquitectónicas[6]. También cabe atribuirle otros edificios en base a sus similitudes estilísticas.

Además de Aníbal González, durante el primer tercio del siglo XX trabajaron en Sanlúcar otros destacados arquitectos de la época, como Juan Talavera y Heredia, Vicente Traver, José Espiau, Ricardo Magdalena, o Antonio y José Gómez Millán, entre otros.

Debo agradecer la colaboración prestada, para la realización de este trabajo, a Aníbal González Serrano, Salvador Daza Palacios, Francisco López Hurtado y familia Romero Millán.

 

1.      Primeros hoteles de Aníbal González en Sanlúcar.

En junio de 1901, el cesionario Pedro Vives Ferrer presentó al Ayuntamiento cuatro proyectos de hoteles para su aprobación, que debían quedar finalizados en agosto de 1902. Pero, en el transcurso de este último año, Vives solicitó una prórroga de un año para finalizar dos de los cuatro hoteles previstos para 1902[7], alegando problemas surgidos con el constructor, Sr. Leiva. Esta prórroga fue concedida por el Ayuntamiento, determinándose que para el mes de agosto de 1903 debían quedar construidos cinco hoteles en la playa, los dos que restaban del compromiso contraído para 1902 más el correspondiente a 1903. A partir de esta fecha debía edificarse un hotel cada año hasta completar los catorce previstos[8].

miércoles, 29 de mayo de 2024

Revista "Tartessos", Nº 2. Monográfico sobre la rehabilitación del castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda (siglo XV). Sanlúcar, 1990.

 


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En este nº 2 de la revista "Tartessos", monográfico sobre el castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda (siglo XV), publicado por el Ayuntamiento en 1990, se recogen parte de los diversos trabajos realizados en la rehabilitación del castillo de Santiago por los diferentes talleres de la Escuela-Taller Tartessos, que funcionó entre 1989 y 1991, para la recuperación de este importante monumento medieval, entre otras obras llevadas a cabo en la ciudad.

Estos trabajos estuvieron dirigidos por el arquitecto Fernando Villanueva Sandino y la arqueóloga Mª Luisa Lavado Florido, que también aportaron sus textos en la revista. De igual forma se recogen artículos de otros expertos y la opinión de algunos alumnos.

La escuela estuvo compuesta por 270 alumnos y alumnas, unos 30 profesores y el personal administrativo.

Se llevó a cabo un trabajo exhaustivo en el Castillo de Santiago por las distintas especialidades (Albañilería, Arqueología, Carpintería, Forja, Cantería, Restauración, Maquetas...), rebajándose el gran relleno de arena que cubría la liza, de forma que se alcanzaron los niveles primitivos del pavimento original. Se localizó entonces el famoso pasadizo secreto; se logró ver la puerta de la Sirena en su plenitud; se descubrieron las pinturas murales del Aula Maior; se hallaron unos interesantes grafitos medievales, entre otras importantes tareas.

Quizá Sanlúcar, y la actual empresa adjudicataria, no deberían olvidarse de esta destacada aportación al arte y a la historia de la ciudad.

En 2003 el castillo de Santiago fue cedido o privatizado por el Ayuntamiento de Sanlúcar a la empresa Officia, S.L. (Álvaro Taboada) por cincuenta años, por cuyo contrato el Ayuntamiento recibe 3.500 euros anuales. Tras veinte años, esta empresa continúa en la actualidad explotando el monumento con fines turísticos y para eventos sociales.







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sábado, 4 de mayo de 2024

Proyecto de Monumento a la libre navegación por el Guadalquivir, a erigir en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), impulsado por Manuel Godoy (1805-1808). La Academia, el concurso y los cuatro modelos presentados.


“Descripción geográfica del estado antiguo del Rio Betis o Guadalquivir. Copiado [ca. 1770] a la letra del original
que levantó en Hispalis, en tiempo en que lo poseyeron los Romanos, Festo Rufo Avieno, en el año 365.”
(Archivo Histórico Nacional. CONSEJOS MPD. 138_01)
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Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

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Resumen. En los primeros años del siglo XIX, Carlos IV, instado por su primer ministro, Manuel Godoy, favoreció a la ciudad de Sanlúcar de Barrameda con un conjunto de importantes concesiones, impulsadas por la Sociedad Económica de Sanlúcar. Entre ellas destacó la creación de la extensa Provincia de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez. Pero otros proyectos se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la Independencia, como la erección de un monumento, a ubicar en el nuevo muelle del puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida por Carlos IV. Para su ejecución, la Real Academia de San Fernando de Madrid convocó un concurso, a petición de Francisco Amorós, secretario de Godoy, entre los escultores académicos de mérito, cuya convocatoria y resolución es objeto del presente trabajo.

Palabras clave: Escultura neoclásica. Proyecto de monumento público. Neoclasicismo. Sanlúcar de Barrameda. Río Guadalquivir. Carlos IV. Manuel Godoy. Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. Siglo XIX.

 

1.     Antecedentes.

La ciudad de Sevilla había monopolizado el comercio con América desde su descubrimiento, a través de la Casa de la Contratación y el Consulado. Pero las dificultades que presentaba el río Guadalquivir, para la navegabilidad de navíos de gran tonelaje, motivaron que en el siglo XVII (1680) la cabecera del comercio americano se traspasara al puerto de Cádiz, y en 1717 se trasladó a éste, definitivamente, la Casa de Contratación y el control del comercio con las Indias, desplazándose el eje mercantil de Sevilla a Cádiz. Uno de los principales escollos, que motivaron este traslado, fue el difícil franqueo de las naves por la barra de Sanlúcar, en su camino fluvial hacia Sevilla, así como los varios meandros que conformaban el curso del Guadalquivir.

Desde aquellas fechas, el sector comercial de Sevilla experimentó una grave crisis, que también afectó a su antepuerto natural, Sanlúcar de Barrameda, desde donde zarparon numerosas expediciones hacia el Nuevo Mundo durante toda la Edad Moderna.

Ya en 1778 se promulgó el Reglamento de Libre Comercio con América, que propició la apertura de otros puertos españoles al comercio americano.

Tras la pérdida del monopolio comercial, Sevilla intentó hacer resurgir la importancia de su puerto mediante diversos estudios y obras efectuadas en el Guadalquivir[1], a fin de salvar los obstáculos que dificultaban la navegabilidad hacia la capital hispalense. La mayor parte de estas mejoras estuvieron impulsadas por la Sociedad Económica de Sevilla. En este contexto, la ciudad logró que, en 1784, se reconstituyera el Consulado Nuevo de Sevilla (marítimo y terrestre), concedido por Carlos III[2], siendo algunos de sus promotores destacados miembros de la Patriótica sevillana. Y en 1785 la Corona remitió al Consulado de Sevilla 220.000 reales para las “Obras del Guadalquivir”, que gestionó el propio Consulado[3].

Aunque se efectuaron algunas reformas en el río, no sería hasta la promulgación de la Real Orden de 19 de agosto de 1794, por la que Carlos IV accedía a la petición de ejecutar la Corta del torno de Merlina, cuando se acometieron obras de importancia. Se trataba de abrir un canal en el cauce del río con las suficientes dimensiones y profundidad para el desahogado paso de las naves. La obra se ejecutó, según proyecto del ingeniero Scipion Perosini y fue gestionada por el Consulado directamente, ante la falta de licitadores a la subasta. Las obras se iniciaron en 1794 y finalizaron en enero de 1796, ascendiendo la inversión total a 1.205.816 reales, pagados por el Consulado de Sevilla. Si bien, en otoño de 1797 el ingeniero Perosini aún trabajaba perfeccionando la Corta[4]. Precisamente en 1796 el Rey y la familia real visitaron Sevilla, pudiendo conocer de primera mano el desarrollo de estos trabajos.

Esta construcción de la Corta de Merlina consistió en la eliminación de un meandro de diez kilómetros y la construcción de un canal para abrir un nuevo cauce en el río, que además aliviaría los desagües de los desbordamientos ocasionados por las frecuentes inundaciones. Para su financiación, a la concesión real, se sumaron las contribuciones de los impuestos que cobraban las Aduanas de Sevilla, Sanlúcar y otras catorce agregadas, además de las “rentas que producía el Consulado sevillano y el sanluqueño y, en menor medida, los demás.”[5]

De esta obra se benefició Sevilla y también el puerto de Sanlúcar de Barrameda, que vería multiplicase, de nuevo, sus beneficios por la navegación hacia Sevilla. Esta Corta de Merlina, ubicada entre Coria y La Puebla del Río, fue la primera en ejecutarse en el Guadalquivir.[6] Se hizo bajo el gobierno de Carlos IV y de su primer ministro Manuel Godoy. Estas obras fueron muy elogiadas, en la época y durante los años siguientes, por importantes personalidades como, en 1803, por el entonces Prior del Consulado de Sevilla, Domingo José de Urruchi; y también por parte de algunos sanluqueños, como Ignacio Ortiz de Rozas, entre otros[7].

Todo parece indicar que habría que vincular estas obras de la Corta de Merlina, realizadas en el río por orden de Carlos IV, con el proyecto para erigir un monumento en honor a la beneficencia del Rey por “declarar libre la navegación del Guadalquivir”[8]. Este grupo escultórico, de carácter conmemorativo, promovido por la Económica de Sanlúcar y Manuel Godoy, que hasta ahora no había sido abordado por la historiografía, quedaría ubicado en un nuevo muelle a construir en el sanluqueño puerto de Bonanza.

Este proyecto de monumento hay que incluirlo en el conjunto de las importantes empresas que Carlos IV, por mediación de Godoy, mandó ejecutar en Sanlúcar durante la primera década del siglo XIX. Entre estas iniciativas de “utilidad pública” -como las califica Francisco Amorós-, destacaron la creación de la nueva y extensa “Provincia de Sanlúcar” (1804-1812), que englobó un nutrido grupo de municipios de las actuales provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva; la institución del Consulado de Sanlúcar (1802-1829), independiente de Sevilla[9]; o el Real Jardín Botánico de Aclimatación “Príncipe de la Paz” (1805-1808) que se planteó con una novedosa vocación científica[10]; entre otros.