Desde el templo del Lucero

miércoles, 31 de julio de 2024

Dos bodegas menos = menos Sanlúcar. Destruidas dos bodegas urbanas proyectadas por destacados arquitectos sevillanos a principios del siglo XX.

 Opinión Patrimonio Histórico Sanlúcar.

Actualización: 7 de agosto de 2024.


Bodega de la calle Banda Playa-Cruces antes de su destrucción.

 
Foto: La Voz del Sur (13-agosto-2020)

Continúan consumando, entre unos pocos y unas pocas, uno de los principales fines para los que vinieron al mundo: pulverizar la ciudad histórica de Sanlúcar y sus bodegas.

Por una parte, han tardado cuatro años, pero han culminado su cometido con éxito: destruir una antigua bodega urbana situada en calle Banda Playa-esquina calle Cruces. Cuando se anunció el proyecto, en 2020, se denunció por activa y por pasiva (Aula Gerión, IU), pero a nadie le importó estas voces ciudadanas.

Durante las obras, en 2022.

Contó con el visto bueno de la Consejería de Cultura-Cádiz, como ha sido siempre con todo lo protegido y destruido en la ciudad. ¿Qué le importará Sanlúcar a esta Consejería, a pesar de tener sus competencias en Patrimonio Histórico? Absolutamente nada; contó con la licencia municipal de esos arquitectos de la Gerencia (casi todos de Jerez), y su gerente, Mónica González Pecci, que acaban de convertirse en funcionarios, para que les dé tiempo a finalizar su "elevada" misión: exterminar Sanlúcar y dejar su Conjunto Histórico convertido en una vulgar barriada. Ya casi lo han conseguido. Ánimo, señores arquitectos-funcionarios. Ya sólo quedan dos o tres casas tradicionales en cada una de las calles que conforman el Conjunto Histórico, que ha sido sustituido, en las últimas décadas, por un enjambre de pisos y apartamentos.

Esta licencia también estuvo avalada, como no podía ser de otro modo, por el antiguo Alcalde-destructor Víctor Mora, la peligrosa Sra. González Pecci, que por ahí siguen, y la Sra. Lucía Rodríguez García, entonces Presidenta de la Gerencia (también sigue, hoy cambiada de bando), quien declaró que la bodega se iba a conservar tal cual. ¿Qué dice usted ahora, Lucía Rodríguez? Bueno, igual a usted le sigue pareciendo una bodega un muro horadado y cuatro vigas.

Nota de prensa de Urbanismo-Sanlúcar: Urbanismo desmiente la demolición de una bodega de Banda Playa (Diario de Cádiz, 18 de agosto de 2020).

Nota de prensa: PSOE y Cs pactan demoler una bodegacentenaria protegida en Sanlúcar para que una promotora haga pisos (La Voz del sur, 13 de agosto de 2020).


            
Proyecto de bodega por el arquitecto sevillano Pedro Sánchez Núñez en 1924 (Archivo Municipal)

          

miércoles, 10 de julio de 2024

La obra de Aníbal González en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1901-1923.

 

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

Este artículo puede descargarse en PDF en Academia.edu

 

Hoteles de Aníbal González en la playa de Sanlúcar. Archivo Joaquín Turina. Fundación Juan March.

 

Resumen. Este trabajo se ocupa de las obras que realizó el arquitecto sevillano Aníbal González y Álvarez Ossorio en Sanlúcar de Barrameda, entre 1901 y 1923. Aunque la autoría de varios de estos edificios se dio a conocer en 2011, publicaciones posteriores han confirmado algunas atribuciones que entonces se hicieron, y se han documentado nuevas obras, que han venido a engrosar el conjunto edificatorio de este arquitecto en Sanlúcar. Se ha logrado identificar nueve obras de Aníbal González ejecutadas en la ciudad, más algunas atribuciones. Siete son edificios pertenecientes a una tipología civil doméstica de carácter residencial veraniego, una reforma de casa en el centro de la ciudad y el atrio de la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen. Por lo temprano de algunos proyectos, en Sanlúcar se conservan las primeras obras arquitectónicas de Aníbal González.

Palabras clave: Aníbal González y Álvarez Ossorio. Sanlúcar de Barrameda. Arquitectura modernista. Arquitectura de estilo inglés (Old English). Arquitectura neomudéjar. Arquitectura regionalista sevillana.

 

 

Introducción.

Desde las últimas décadas de siglo XVIII Sanlúcar de Barrameda fue un destacado centro de descanso y reposo para convalecientes, gracias a la benignidad climática y a sus manantiales de aguas ferruginosas. En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad se convirtió en centro veraniego de cierta importancia. A Sanlúcar llegó pronto la nueva moda de los baños de ola o baños de mar, estando documentada esta costumbre desde 1821; y las casillas o casetas para tomar los baños en la playa ya se instalaban desde 1844. Al mediar el siglo XIX, la llegada de los duques de Montpensier y la edificación de su palacio de verano supuso un indudable impulso para Sanlúcar como destacado foco estival del sur peninsular.

Esta función turística de Sanlúcar cobró un nuevo ímpetu al iniciarse el siglo XX, cuando el Ayuntamiento efectuó una serie de reformas urbanas, tendentes a potenciar el veraneo en la ciudad. Se mejoraron las comunicaciones de los accesos a Sanlúcar y las del centro urbano con la playa. Se ensanchó, entonces, el céntrico paseo de la Calzada que unía la ciudad con el mar; se trazaron nuevas vías hacia la costa (avenida de la Constitución y calle Cabo Noval); y se urbanizaron y parcelaron los terrenos litorales. Se inició un paseo marítimo donde se edificaron hoteles o villas frente al mar (actuales avenidas de Bajo de Guía y Las Piletas). Desde el Ayuntamiento se hizo una firme apuesta para hacer de Sanlúcar un centro turístico, moderno y cosmopolita, al estilo de los grandes centros estivales europeos y del norte español.

Junto a estas reformas urbanas, el Consistorio intentó atraer a veraneantes de alto poder adquisitivo, que edificaran una villa en la playa. Todos los terrenos lindantes con el proyectado paseo marítimo, desde el barrio de Bajo de Guía hasta el manantial de Las Piletas, en unos dos kilómetros de longitud, fueron divididos en cinco grandes parcelas, que fueron cedidas, para su gestión, en 1901, a Pedro Vives Ferrer[1], natural de Alcalá de Guadaira, quien se comprometió, inicialmente, a edificar catorce hoteles en nueve años (1901-1910) en el paseo de Bajo de Guía.

El acto de puesta de la primera piedra o inauguración oficial de este gran proyecto residencial tuvo lugar el día 8 de agosto de 1901, del que ofreció un amplio reportaje la revista Blanco y Negro, propiedad de Torcuato Luca de Tena.

Tras edificarse los primeros siete hoteles, en 1906 fue retirada la concesión a Pedro Vives, por incumplimiento de lo comprometido. A partir de entonces fue el propio Ayuntamiento, a través de la Comisión Municipal de Hoteles, el encargado de ceder gratuitamente los terrenos a aquellas personas que quisieran edificar, bajo una serie de condiciones preestablecidas, en las actuales avenidas de Bajo de Guía y Las Piletas.

Este centro de atracción estival estuvo propiciado por la situación geográfica de Sanlúcar, en la desembocadura del río Guadalquivir y en lugar próximo a la capital hispalense, de donde procederá gran parte de sus veraneantes. La suavidad climática, las finas arenas de sus playas, el termalismo, la hidroterapia, los baños de mar, un apretado calendario festivo y la celebración de importantes eventos, como las carreras de caballos en la playa, desde 1845, contribuyeron a fortalecer el turismo en la ciudad, atrayendo a relevantes familias de Sevilla, Jerez de la Frontera, Córdoba o Madrid, entre otras ciudades, que alquilaron o construyeron en Sanlúcar villas u “hotelitos” para pasar la temporada estival. Si bien, no todos los hoteles se construyeron o adquirieron por los veraneantes, sino que, en ocasiones, también lo fueron por vecinos de Sanlúcar.

La mayoría de estas villas de veraneo, construidas en la ciudad durante el primer tercio del siglo XX, presentan, salvo alguna excepción, una tipología residencial unifamiliar. Son edificios exentos rodeados de jardín que, en su tiempo, se situaron a orillas del mar, hoy más alejado. Esta ubicación facilitaba a los arquitectos la recreación de diversas tipologías edificatorias. En general, estas villas cuentan con cuatro fachadas, muchas veces diferenciadas entre sí, ofreciendo una gran diversidad y riqueza arquitectónicas. Todas dispusieron de una edificación accesoria en la zona trasera, de una sola planta, como dependencias de servicio. En principio se cedieron parcelas de unos mil metros cuadrados con unos veinte metros de frente, aunque algunos propietarios ampliaron esta superficie inicial, bien ocupando parte de la proyectada calle a trazar tras los hoteles, bien comprando terrenos aledaños (caso del marqués de Villamarta). Todas las villas edificadas en este extenso paseo marítimo ganaron varios metros de superficie por su frente, como resultado de las sucesivas alineaciones del paseo, practicadas en 1909 y 1916.

La intervención de Aníbal González en este gran proyecto residencial veraniego de Sanlúcar fue documentada, en su mayor parte, en 2011 por Ana Gómez Díaz-Franzón[2] con la ayuda del profesor Víctor Pérez Escolano, experto en la obra del arquitecto. Si bien, a través del reciente trabajo de Aníbal González Serrano (2020)[3], se han podido verificar algunas atribuciones que entonces se hicieron, e identificar otras obras del arquitecto hispalense en Sanlúcar.

Cabe señalar que en el catálogo de la obra residencial de Aníbal González (tesis doctoral), realizado por Noelia María Chaves Méndez (2016)[4], no se recoge la totalidad de las obras documentadas en Sanlúcar, habiéndose transcrito literalmente, en este trabajo, sin anotaciones ni entrecomillados, las descripciones arquitectónicas, la historia de los edificios, e incluso las fuentes primarias y secundarias, del libro de Gómez Díaz-Franzón, de forma que estos textos están siendo citados por otros autores[5] como propios de Chaves Méndez.

Hasta el momento se han podido documentar nueve obras de Aníbal González en Sanlúcar: siete hoteles veraniegos, una casa en centro urbano y el atrio de la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen. A través de estos edificios puede observarse la evolución formal, que experimenta la producción de Aníbal González, desde sus inicios como arquitecto (incluso antes de obtener el título), desde 1901 a 1923, localizándose en Sanlúcar sus primeras obras arquitectónicas[6]. También cabe atribuirle otros edificios en base a sus similitudes estilísticas.

Además de Aníbal González, durante el primer tercio del siglo XX trabajaron en Sanlúcar otros destacados arquitectos de la época, como Juan Talavera y Heredia, Vicente Traver, José Espiau, Ricardo Magdalena, o Antonio y José Gómez Millán, entre otros.

Debo agradecer la colaboración prestada, para la realización de este trabajo, a Aníbal González Serrano, Salvador Daza Palacios, Francisco López Hurtado y familia Romero Millán.

 

1.      Primeros hoteles de Aníbal González en Sanlúcar.

En junio de 1901, el cesionario Pedro Vives Ferrer presentó al Ayuntamiento cuatro proyectos de hoteles para su aprobación, que debían quedar finalizados en agosto de 1902. Pero, en el transcurso de este último año, Vives solicitó una prórroga de un año para finalizar dos de los cuatro hoteles previstos para 1902[7], alegando problemas surgidos con el constructor, Sr. Leiva. Esta prórroga fue concedida por el Ayuntamiento, determinándose que para el mes de agosto de 1903 debían quedar construidos cinco hoteles en la playa, los dos que restaban del compromiso contraído para 1902 más el correspondiente a 1903. A partir de esta fecha debía edificarse un hotel cada año hasta completar los catorce previstos[8].

miércoles, 29 de mayo de 2024

Revista "Tartessos", Nº 2. Monográfico sobre la rehabilitación del castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda (siglo XV). Sanlúcar, 1990.

 


La revista completa puede descargarse en PDF en  Academia.edu


En este nº 2 de la revista "Tartessos", monográfico sobre el castillo de Santiago de Sanlúcar de Barrameda (siglo XV), publicado por el Ayuntamiento en 1990, se recogen parte de los diversos trabajos realizados en la rehabilitación del castillo de Santiago por los diferentes talleres de la Escuela-Taller Tartessos, que funcionó entre 1989 y 1991, para la recuperación de este importante monumento medieval, entre otras obras llevadas a cabo en la ciudad.

Estos trabajos estuvieron dirigidos por el arquitecto Fernando Villanueva Sandino y la arqueóloga Mª Luisa Lavado Florido, que también aportaron sus textos en la revista. De igual forma se recogen artículos de otros expertos y la opinión de algunos alumnos.

La escuela estuvo compuesta por 270 alumnos y alumnas, unos 30 profesores y el personal administrativo.

Se llevó a cabo un trabajo exhaustivo en el Castillo de Santiago por las distintas especialidades (Albañilería, Arqueología, Carpintería, Forja, Cantería, Restauración, Maquetas...), rebajándose el gran relleno de arena que cubría la liza, de forma que se alcanzaron los niveles primitivos del pavimento original. Se localizó entonces el famoso pasadizo secreto; se logró ver la puerta de la Sirena en su plenitud; se descubrieron las pinturas murales del Aula Maior; se hallaron unos interesantes grafitos medievales, entre otras importantes tareas.

Quizá Sanlúcar, y la actual empresa adjudicataria, no deberían olvidarse de esta destacada aportación al arte y a la historia de la ciudad.

En 2003 el castillo de Santiago fue cedido o privatizado por el Ayuntamiento de Sanlúcar a la empresa Officia, S.L. (Álvaro Taboada) por cincuenta años, por cuyo contrato el Ayuntamiento recibe 3.500 euros anuales. Tras veinte años, esta empresa continúa en la actualidad explotando el monumento con fines turísticos y para eventos sociales.







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sábado, 4 de mayo de 2024

Proyecto de Monumento a la libre navegación por el Guadalquivir, a erigir en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), impulsado por Manuel Godoy (1805-1808). La Academia, el concurso y los cuatro modelos presentados.


“Descripción geográfica del estado antiguo del Rio Betis o Guadalquivir. Copiado [ca. 1770] a la letra del original
que levantó en Hispalis, en tiempo en que lo poseyeron los Romanos, Festo Rufo Avieno, en el año 365.”
(Archivo Histórico Nacional. CONSEJOS MPD. 138_01)
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Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

 Este artículo puede consultarse en  PDF en Academia.edu.


Resumen. En los primeros años del siglo XIX, Carlos IV, instado por su primer ministro, Manuel Godoy, favoreció a la ciudad de Sanlúcar de Barrameda con un conjunto de importantes concesiones, impulsadas por la Sociedad Económica de Sanlúcar. Entre ellas destacó la creación de la extensa Provincia de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez. Pero otros proyectos se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la Independencia, como la erección de un monumento, a ubicar en el nuevo muelle del puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida por Carlos IV. Para su ejecución, la Real Academia de San Fernando de Madrid convocó un concurso, a petición de Francisco Amorós, secretario de Godoy, entre los escultores académicos de mérito, cuya convocatoria y resolución es objeto del presente trabajo.

Palabras clave: Escultura neoclásica. Proyecto de monumento público. Neoclasicismo. Sanlúcar de Barrameda. Río Guadalquivir. Carlos IV. Manuel Godoy. Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. Siglo XIX.

 

1.     Antecedentes.

La ciudad de Sevilla había monopolizado el comercio con América desde su descubrimiento, a través de la Casa de la Contratación y el Consulado. Pero las dificultades que presentaba el río Guadalquivir, para la navegabilidad de navíos de gran tonelaje, motivaron que en el siglo XVII (1680) la cabecera del comercio americano se traspasara al puerto de Cádiz, y en 1717 se trasladó a éste, definitivamente, la Casa de Contratación y el control del comercio con las Indias, desplazándose el eje mercantil de Sevilla a Cádiz. Uno de los principales escollos, que motivaron este traslado, fue el difícil franqueo de las naves por la barra de Sanlúcar, en su camino fluvial hacia Sevilla, así como los varios meandros que conformaban el curso del Guadalquivir.

Desde aquellas fechas, el sector comercial de Sevilla experimentó una grave crisis, que también afectó a su antepuerto natural, Sanlúcar de Barrameda, desde donde zarparon numerosas expediciones hacia el Nuevo Mundo durante toda la Edad Moderna.

Ya en 1778 se promulgó el Reglamento de Libre Comercio con América, que propició la apertura de otros puertos españoles al comercio americano.

Tras la pérdida del monopolio comercial, Sevilla intentó hacer resurgir la importancia de su puerto mediante diversos estudios y obras efectuadas en el Guadalquivir[1], a fin de salvar los obstáculos que dificultaban la navegabilidad hacia la capital hispalense. La mayor parte de estas mejoras estuvieron impulsadas por la Sociedad Económica de Sevilla. En este contexto, la ciudad logró que, en 1784, se reconstituyera el Consulado Nuevo de Sevilla (marítimo y terrestre), concedido por Carlos III[2], siendo algunos de sus promotores destacados miembros de la Patriótica sevillana. Y en 1785 la Corona remitió al Consulado de Sevilla 220.000 reales para las “Obras del Guadalquivir”, que gestionó el propio Consulado[3].

Aunque se efectuaron algunas reformas en el río, no sería hasta la promulgación de la Real Orden de 19 de agosto de 1794, por la que Carlos IV accedía a la petición de ejecutar la Corta del torno de Merlina, cuando se acometieron obras de importancia. Se trataba de abrir un canal en el cauce del río con las suficientes dimensiones y profundidad para el desahogado paso de las naves. La obra se ejecutó, según proyecto del ingeniero Scipion Perosini y fue gestionada por el Consulado directamente, ante la falta de licitadores a la subasta. Las obras se iniciaron en 1794 y finalizaron en enero de 1796, ascendiendo la inversión total a 1.205.816 reales, pagados por el Consulado de Sevilla. Si bien, en otoño de 1797 el ingeniero Perosini aún trabajaba perfeccionando la Corta[4]. Precisamente en 1796 el Rey y la familia real visitaron Sevilla, pudiendo conocer de primera mano el desarrollo de estos trabajos.

Esta construcción de la Corta de Merlina consistió en la eliminación de un meandro de diez kilómetros y la construcción de un canal para abrir un nuevo cauce en el río, que además aliviaría los desagües de los desbordamientos ocasionados por las frecuentes inundaciones. Para su financiación, a la concesión real, se sumaron las contribuciones de los impuestos que cobraban las Aduanas de Sevilla, Sanlúcar y otras catorce agregadas, además de las “rentas que producía el Consulado sevillano y el sanluqueño y, en menor medida, los demás.”[5]

De esta obra se benefició Sevilla y también el puerto de Sanlúcar de Barrameda, que vería multiplicase, de nuevo, sus beneficios por la navegación hacia Sevilla. Esta Corta de Merlina, ubicada entre Coria y La Puebla del Río, fue la primera en ejecutarse en el Guadalquivir.[6] Se hizo bajo el gobierno de Carlos IV y de su primer ministro Manuel Godoy. Estas obras fueron muy elogiadas, en la época y durante los años siguientes, por importantes personalidades como, en 1803, por el entonces Prior del Consulado de Sevilla, Domingo José de Urruchi; y también por parte de algunos sanluqueños, como Ignacio Ortiz de Rozas, entre otros[7].

Todo parece indicar que habría que vincular estas obras de la Corta de Merlina, realizadas en el río por orden de Carlos IV, con el proyecto para erigir un monumento en honor a la beneficencia del Rey por “declarar libre la navegación del Guadalquivir”[8]. Este grupo escultórico, de carácter conmemorativo, promovido por la Económica de Sanlúcar y Manuel Godoy, que hasta ahora no había sido abordado por la historiografía, quedaría ubicado en un nuevo muelle a construir en el sanluqueño puerto de Bonanza.

Este proyecto de monumento hay que incluirlo en el conjunto de las importantes empresas que Carlos IV, por mediación de Godoy, mandó ejecutar en Sanlúcar durante la primera década del siglo XIX. Entre estas iniciativas de “utilidad pública” -como las califica Francisco Amorós-, destacaron la creación de la nueva y extensa “Provincia de Sanlúcar” (1804-1812), que englobó un nutrido grupo de municipios de las actuales provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva; la institución del Consulado de Sanlúcar (1802-1829), independiente de Sevilla[9]; o el Real Jardín Botánico de Aclimatación “Príncipe de la Paz” (1805-1808) que se planteó con una novedosa vocación científica[10]; entre otros.

viernes, 12 de abril de 2024

Análisis crítico. Observaciones sobre algunos errores e indicios de presunto plagio detectados en “Aproximación histórica a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez de Sanlúcar de Barrameda (1811-1980)”, de José María Hermoso Rivero.

 




Este texto puede descargarse en PDF en Academia.edu


Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte


Este trabajo, galardonado con el II “Premio Francisco de Fuentes” 2023, convocado por la Fundación Hermandad de la Santa Caridad de Sanlúcar, ha sido publicado, en formato papel, por Cartare. Revista de Humanidades, nº 14, Vol. 2. Sanlúcar de Barrameda, 2024; y ha contado con el “patrocinio económico de la Excelentísima Diputación Provincial de Cádiz”, cuya entidad también ha sufragado la dotación del premio (1.200 euros).

En la cubierta de esta publicación se lee: “Número especial dedicado al Premio de Investigación Francisco de Fuentes de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados de Sanlúcar de Barrameda, con trabajos de José María Hermoso Rivero y Jesús Vegazo Palacios”, sin que aparezcan los títulos de los trabajos premiados.

Estos títulos tampoco se hallan en la portada o “portadilla”, que no existe, como tampoco un sumario de revista al uso. Tras dos presentaciones del director de la revista, Antonio Romero Dorado (también miembro de la Junta directiva de la Fundación Hermandad de la Santa Caridad), y de Francisco Javier Vidal Pérez, Vicepresidente segundo de la Diputación Provincial de Cádiz; así como un prólogo del Presidente de la Fundación, que avala la publicación y se refiere a ésta como “libro” en tres ocasiones, se localiza una especie de índice o tabla de contenidos, donde (ahora sí) se reseñan los títulos de los dos trabajos galardonados (premio y accésit) y el desglose de sus apartados.

Esta revista, que no se ha presentado públicamente y que, de momento, no se encuentra a la venta en librerías, sólo puede ser consultada por los usuarios de la Biblioteca Pública, a través de dos ejemplares que Hermoso Rivero depositó el día 22 de febrero de 2024. Desconozco si se vende o se obsequia en la sede la Fundación, la iglesia de los Desamparados, aunque se ha de suponer que, al menos, a la Diputación de Cádiz habrán remitido varios ejemplares, por ser la entidad patrocinadora.

Según consta en el colofón de la revista, ésta se terminó de imprimir el día 20 de enero de 2024. Transcurridos casi tres meses y no habiéndose publicado online el trabajo ganador, como estipulan las bases de la convocatoria de este Premio, cabría considerar, por ahora, que queda vulnerada esta otra base de la convocatoria (la tercera). Tampoco edita la Fundación, como también exigen las bases, sino la revista Cartare, ni esta Fundación aparece en los créditos. Tan sólo en la contraportada se encuentra impreso, en  gran tamaño, el escudo de la Fundación, junto a los logos de las otras entidades implicadas (Diputación y Cartare).

Desde la perspectiva formal, a pesar del lujo del papel cuché de graa gramaje utilizado, la maquetación es inexistente. No se ha diseñado para formato papel, obviándose los márgenes interiores, lo que dificulta bastante la lectura. Por lo demás, la edición es pésima: tipografía desmesurada, tablas interiores desproporcionadas, faltas ortográficas, errores de acentuación, abuso de transcripciones, etc.

Rafael Ibáñez García, Presidente de la FHSCPDSB (Fundación Hermandad de la Santa Caridad y Pobres Desamparados de Sanlúcar de Barrameda), en su prólogo, enumera a los miembros del jurado de este Premio, del que dice que “tras un estudio riguroso de las obras presentadas, ha determinado qué trabajos han sido premiados y seleccionados para formar parte este libro”. Poco conocimiento ha demostrado tener este jurado respecto a las últimas publicaciones que versan sobre el mismo tema premiado, aunque me consta que alguno de sus miembros se hallaba informado sobre mis últimas publicaciones, que tratan sobre el mismo asunto que el trabajo premiado.

En su momento, expuse públicamente mis dudas sobre las posibles irregularidades y vulneración de las bases de la convocatoria de este Premio, que me llevó a iniciar el proceso para su impugnación. Se puede consultar al respecto: "Impugnado el II Premio "Francisco de Fuentes" de Sanlúcar de Barrameda, por incumplir sus bases e infringir la Ley de Subvenciones."

Ahora, tras la lectura del trabajo del Sr. Hermoso Rivero (Chema Hermoso), cuyo contenido es coincidente con una parte de los artículos que he publicado, entre julio de 2023 y enero de 2024, sobre la vida y legado de Francisco de Paula Rodríguez, me siento en la obligación de efectuar estas observaciones, a fin de no llamar a engaño y confusión a los posibles lectores de ambas investigaciones. A continuación, enumero estas observaciones, según aparecen en las páginas de la revista. En primer lugar, cito fragmentos del texto del Sr. Hermoso, entrecomillados y en cursiva, a los que siguen mis respuestas (en punto y aparte).

 

El trabajo titulado “Aproximación histórica a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez de Sanlúcar de Barrameda (1811-1980)”, de José María Hermoso Rivero, está subdividido en cinco apartados o capítulos, cuyas horquillas cronológicas no coinciden con la realidad histórica, e incluso se contradicen en el propio texto, de igual forma que ocurre con las fechas consignadas en el título del trabajo.


Página 1.

En la “Introducción”, que dedica el Sr. Hermoso Rivero a la figura de Francisco de Paula Rodríguez, se advierten varios errores:

 Francisco de Paula Rodríguez Bejarano, caballero de la Orden de Carlos III, intendente de Provincia, comisario ordenador honorario del consejo de su majestad en el Supremo de Hacienda y tesorero general jubilado.

Debería decir: Ejerció como Guardalmacén de artillería en Cartagena, donde fue nombrado Comisario de Guerra honorario (ca. 1794), e Intendente de Provincia de Primera Clase con carácter honorario (1795). En 1797 fue nombrado Tesorero General del Real Consejo de Hacienda, pasando a vivir a Madrid. Cuando se asentó en Sanlúcar, se encontraba en situación de jubilado de este último cargo.

2º. “… ordenó que todos sus bienes fueran utilizados en la creación de un colegio dedicado a los pobres.

Debería decir “un colegio destinado a la educación de la juventud” (cláusula 28 del testamento); o “Colegio que para la buena educación de la juventud” (adicción 1ª); o bien, para mayor exactitud: “un colegio en esta ciudad, donde el pobre encuentre educación, enseñanza y protección; la juventud, un freno, el cuerpo, alimento, ilustración el espíritu; la Patria ciudadanos útiles, el Estado miembros sabios, y la Iglesia ministros dignos” (Plan y Reglas para la erección del colegio, 1811).

3º. primer Seminario Menor en 1831.

El autor está empeñado en que el primer Seminario Conciliar San Francisco Javier, del Arzobispado de Sevilla, establecido en Sanlúcar (1831-1842) con los bienes de Francisco de Paula Rodríguez, no fue “Conciliar”, sino “Menor”. Ya defiende esta tesis en otro artículo sobre el colegio de los escolapios publicado recientemente (también con bastantes errores). Si fuese así, otros autores, que han escrito sobre este asunto, mucho más versados en materia eclesiástica, lo hubieran advertido en sus textos. Además, llamar a este Seminario "Menor" puede confundirse con el otro Seminario Menor (esta vez sí), que también se estableció en Sanlúcar entre 1942 y 1961.

4º. “En 1868 el patronazgo integrado por los sacerdotes de la ciudad y presidido tradicionalmente por el párroco de la Iglesia Mayor consiguió la cesión del antiguo convento de San Francisco donde se estableció un colegio dirigido por los padres escolapios.”

Al parecer, nunca se consiguió la cesión formal del antiguo convento de San Francisco. Al menos, no se ha localizado el documento de cesión. La Fundación ocupó la finca con el beneplácito de las autoridades civiles (que cobraban rentas por los alquileres de las viviendas ubicadas en el antiguo convento), y construyó un colegio (1868), sobre los restos del convento, para destinarlo a colegio de los padres escolapios. Ya en 1936 la Fundación inscribió la propiedad de la finca en el Registro de la propiedad.

5º. la institución [Fundación] siguió gestionando la fortuna de Rodríguez hasta 1875 cuando el Estado se apropió de todas las fincas que no estaban siendo utilizadas con fines caritativos canjeándolas por títulos de deuda pública.”

La Fundación Francisco de Paula Rodríguez (en adelante F. de P. R.) continuó gestionando los bienes (bonos del Estado y vinos) más allá de la enajenación y subasta por el Estado de las fincas rústicas y urbanas en 1874-1875. El colegio no pudo enajenarse, no por ser utilizado con “fines caritativos” (que no era caridad, sino educación bien pagada), por no ser propiedad en aquellos años de la Fundación, pues no se inscribió en el Registro de la Propiedad hasta 1936, como ya se ha mencionado.

viernes, 22 de marzo de 2024

Las botellas como objetos publicitarios en el Marco de Jerez (1850-1935).

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte


Este artículo fue publicado en Revista de Historia de El Puerto, nº 39, 2007 (2º semestre), pp. 99-120. [ISSN 1130-4340]. Aunque puede descargarse de la web de esta revista, las imágenes ofrecen una resolución baja, por cuya razón se reproduce ahora tal como se publicó en su día.


Resumen: Desde las últimas décadas del siglo XIX el diseño de las botellas del actual Marco de Jerez se empezó a constituirse en en uno de los elementos diferenciadores del producto. A partir de la Ley de la Propiedad Industrial de 1902 aumentaron los registros oficiales de botellas procedentes del Marco de Jerez. Muchos de estos envases salieron de las fábricas de botellas instaladas en la comarca -El Puerto y Jerez- desde mediados del siglo XIX, al calor de la creciente industria vinatera.

Palabras clave: botella, diseño comercial, marcas de fábrica, modelos industriales, fábricas de botellas.

 

Aunque los primeros embotellados de vinos comercializados en Europa se remontan al siglo XVIII, su generalización no se iniciará hasta las primeras décadas del siglo XIX. Todavía en aquellos años, el embotellado se efectúa en pequeñas cantidades, pues resultaba un sistema bastante más costoso que la comercialización a granel en botas, debido al mayor peso y volumen de las botellas. Por tanto, las ventas de caldos embotellados aumentarán progresivamente desde las últimas décadas del siglo XIX y sólo para ciertos mercados. En tal sentido, las primeras noticias localizadas sobre vinos embotellados en el Marco de Jerez se refieren a Manuel María González Ángel -fundador de González & Dubosc, luego González Byass-, quien se encuentra exportando vinos embotellados -manzanilla, pajarete, moscatel, pedro jiménez- a Filipinas y Latinoamérica ya en 1839, sólo cuatro años después de la creación de esta bodega, además de otras remisiones que realiza en 1846 dentro del territorio nacional[1]. Pero aún en estas fechas el vino embotellado está considerado como un artículo de lujo y distinción.

Ya en las últimas décadas del siglo XIX, el embotellado se encuentra plenamente asentado en el actual Marco de Jerez, aunque hasta el momento se desconocen cifras exactas referidas a las ventas de estos vinos envasados, puesto que en la documentación los volúmenes de comercialización casi siempre se expresan en arrobas, las cuales podían venderse tanto en botellas como a granel. En estos años finales de la centuria decimonónica, prácticamente todas las bodegas de expedición contaban con instalaciones específicas para el embotellado de sus caldos, hallándose en ocasiones bien diferenciadas las salas dedicadas a embotellar los vinos con destino a América respecto a los dirigidos al territorio nacional, como ocurría en las bodegas de Cayetano del Pino y Cª.[2]

De todas formas, las noticias que se tienen al respecto ponen de manifiesto el escaso porcentaje que aún suponían los embotellados respecto al vino vendido a granel. Mientras que en el mercado nacional se fue imponiendo poco a poco el jerez embotellado comercializado bajo marca, en las exportaciones continuó prevaleciendo el granel, de forma que todavía en 1970 las ventas de jerez en botellas no llegaban al 10 por ciento de la exportación total. Por tanto, tras un siglo y medio, desde que se iniciara el embotellado en origen, más del 90 por ciento del jerez se exportaba sin las garantías que ofrece el producto embotellado. Sin embargo, a partir de 1971 ascienden las exportaciones de jerez embotellado, aumentando desde entonces a buen ritmo, al situarse en 1983 en un 54,41 por ciento[3], mientras que en el año 2000 la comercialización de vinos embotellados en el Marco de Jerez alcanzaba ya en un 96,5 por ciento[4].

Paralelo a este fenómeno de aumento progresivo del embotellado, se ha ido produciendo la creciente aplicación de diferentes formas y diseños en los envases de los caldos, registrándose oficialmente cada vez más estas originales botellas, las cuales actúan como destacados elementos identificadores y diferenciadores del producto en los diversos mercados.


La botella jerezana: un envase de "dominio público". 

La función principal de una marca es identificar y distinguir convenientemente el producto o servicio de una determinada empresa o zona productora, respecto a los elaborados por la competencia, al objeto de atraer, además de no confundir, al posible consumidor. Entre los signos y medios materiales que podían constituirse en marcas de fábrica, según la Ley de la Propiedad Industrial de 1902, se encontraban ya recogidos los envases o recipientes, los cuales debían contar con la cualidad de poder ser reproducidos mediante un diseño o cliché[5]. Asimismo, en la actual legislación sobre Propiedad Industrial (2001), las formas tridimensionales de los envases se señalan como signos susceptibles de constituirse en marcas[6].

Para que pudieran registrarse oficialmente los envases, a principios del siglo XX, éstos debían tener “una forma típica o característica que los diferencie y distinga” de los que otros industriales hubiesen adoptado con anterioridad, así como de aquéllos que se utilizasen de forma muy generalizada en una determinada zona, para envasar y contener determinados productos, perteneciendo estos últimos “al dominio público”, por lo que no podrían ser registrados como propiedad exclusiva de ningún empresario en particular[7].