Ana Gómez Díaz-Franzón
Artículo publicado en Sanlúcar de Barrameda, nº 36 (2000), con motivo de la conmemoración del I Centenario del coso sanluqueño.
Las fiestas de toros están documentadas en Sanlúcar desde el siglo XVI, cuando ya destacaban los Spíndola por poseer buenas ganaderías de toros bravos en el término sanluqueño. Los festejos se celebraban entonces con regularidad en la plaza Alta y en la plaza de la Ribera (plaza del Cabildo). Tras las prohibiciones del siglo XVIII, la fiesta cobró nuevo auge, construyéndose varios ruedos de madera que, con carácter efímero, se instalaron en diferentes lugares de la ciudad, como en El Palmar de San Sebastián, patio de armas del castillo de Santiago, huerta de Santo Domingo o el antiguo convento de San Francisco (1).
Las dos últimas plazas sanluqueñas, anteriores a la actual, fueron la inaugurada el 11 de mayo de 1884, denominada “La Victoria”, que estaba ubicada en la calle Molinillos, la cual era de forma circular y estaba realizada en madera de pino. Al desaparecer ésta hubo otro coso efímero en la calle Alcoba, construido por los industriales y aficionados sanluqueños Agustín Vichera y Antonio Dorado, que fue inaugurado en 1898.
Un sitio prodigioso
Como ubicación para la nueva plaza de toros se eligió un paraje emblemático en las afueras de la ciudad, situado en el camino del puerto de Bonanza, en sitio muy próximo al campo de San Francisco el Viejo, donde ya estuvo otra plaza de toros de madera entre los años finales del siglo XVIII y principios del XIX. Se trata de un lugar situado debajo de la barranca natural, que divide longitudinalmente la ciudad histórica, quedando arriba el llamado Alto de las Cuevas.
Muy cercanos se encontraban entonces los jardines de El Pino -desaparecidos-, cuya creación databa del siglo XVIII y se denominaba como tal por aludir al pino que se dice fue plantado por el propio San Diego, en 1449, en esta zona aledaña al primitivo convento franciscano de Sanlúcar y muy próximo a la ermita de San Diego. A los piñones que daban estos pinos se atribuyeron propiedades curativas y milagrosas, asegurándose que habían sanado a numerosas personas de las fiebres provocadas por las terribles epidemias de la época. También al Hospicio de los Canarios, integrado en aquel antiguo convento de San Francisco el Viejo, se le llamó Ntra. Sra. del Pino, al igual que al barrio que había surgido en sus proximidades, donde existía una fuente y varios manantiales. El entorno se completaba con fértiles huertas y una amplia arboleda de álamos negros, actualmente desaparecidas ante el avance del proceso urbanizador, de forma que hoy la plaza de toros ha quedado plenamente integrada en la trama urbana de la ciudad.
En este "prodigioso" espacio se edificó, en 1900, la actual plaza de toros, gracias a la iniciativa y gestiones llevadas a cabo por una Sociedad constituida para tal objeto, siguiéndose una fórmula muy habitual en la época para la edificación de plazas de toros en otras muchas ciudades españolas. Esta agrupación de aficionados taurinos de Sanlúcar se denominó Sociedad Anónima Plaza de Toros, estando ocupada la presidencia de su comisión ejecutiva por el sanluqueño José Hidalgo Colom.