Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte
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Resumen. En los primeros años del siglo XIX, Carlos IV, instado por su
primer ministro, Manuel Godoy, favoreció a la ciudad de Sanlúcar de
Barrameda con un conjunto de importantes concesiones, impulsadas por la
Sociedad Económica de Sanlúcar. Entre ellas destacó la creación de la extensa Provincia
de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, un Jardín Botánico de
Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez. Pero
otros proyectos se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la
Independencia, como la erección de un monumento, a ubicar en el nuevo muelle
del puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida
por Carlos IV. Para su ejecución, la Real Academia de San Fernando de Madrid
convocó un concurso, a petición de Francisco Amorós, secretario de Godoy, entre
los escultores académicos de mérito, cuya convocatoria y resolución es objeto
del presente trabajo.
Palabras
clave: Escultura neoclásica. Proyecto de
monumento público. Neoclasicismo. Sanlúcar de Barrameda. Río Guadalquivir. Carlos
IV. Manuel Godoy. Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. Siglo
XIX.
1.
Antecedentes.
La ciudad de Sevilla había monopolizado el comercio con América
desde su descubrimiento, a través de la Casa de la Contratación y el Consulado.
Pero las dificultades que presentaba el río Guadalquivir, para la navegabilidad
de navíos de gran tonelaje, motivaron que en el siglo XVII (1680) la cabecera
del comercio americano se traspasara al puerto de Cádiz, y en 1717 se
trasladó a éste, definitivamente, la Casa de Contratación y el control del
comercio con las Indias, desplazándose el eje mercantil de Sevilla a Cádiz. Uno
de los principales escollos, que motivaron este traslado, fue el difícil
franqueo de las naves por la barra de Sanlúcar, en su camino fluvial hacia
Sevilla, así como los varios meandros que conformaban el curso del
Guadalquivir.
Desde aquellas fechas, el sector comercial de Sevilla experimentó
una grave crisis, que también afectó a su antepuerto natural, Sanlúcar de
Barrameda, desde donde zarparon numerosas expediciones hacia el Nuevo Mundo
durante toda la Edad Moderna.
Ya en 1778 se promulgó el Reglamento de Libre Comercio con América,
que propició la apertura de otros puertos españoles al comercio americano.
Tras la pérdida del monopolio comercial, Sevilla intentó hacer
resurgir la importancia de su puerto mediante diversos estudios y obras efectuadas
en el Guadalquivir[1],
a fin de salvar los obstáculos que dificultaban la navegabilidad hacia la
capital hispalense. La mayor parte de estas mejoras estuvieron impulsadas por
la Sociedad Económica de Sevilla. En este contexto, la
ciudad logró que, en 1784, se reconstituyera el Consulado Nuevo de Sevilla (marítimo
y terrestre), concedido por Carlos III[2], siendo
algunos de sus promotores destacados miembros de la Patriótica sevillana.
Y en 1785 la Corona remitió al Consulado de Sevilla 220.000 reales para las
“Obras del Guadalquivir”, que gestionó el propio Consulado[3].
Aunque se efectuaron algunas reformas en el río, no sería hasta la
promulgación de la Real Orden de 19 de agosto de 1794, por la que Carlos IV accedía
a la petición de ejecutar la Corta del torno de Merlina, cuando se acometieron
obras de importancia. Se trataba de abrir un canal en el cauce del río con las
suficientes dimensiones y profundidad para el desahogado paso de las naves. La
obra se ejecutó, según proyecto del ingeniero Scipion Perosini y fue gestionada
por el Consulado directamente, ante la falta de licitadores a la subasta. Las
obras se iniciaron en 1794 y finalizaron en enero de 1796, ascendiendo la inversión
total a 1.205.816 reales, pagados por el Consulado de Sevilla. Si bien, en
otoño de 1797 el ingeniero Perosini aún trabajaba perfeccionando la Corta[4]. Precisamente
en 1796 el Rey y la familia real visitaron Sevilla, pudiendo conocer de primera
mano el desarrollo de estos trabajos.
Esta construcción de la Corta de Merlina consistió en la eliminación de un meandro de diez kilómetros y la construcción de un canal para abrir un nuevo cauce en el río, que además aliviaría los desagües de los desbordamientos ocasionados por las frecuentes inundaciones. Para su financiación, a la concesión real, se sumaron las contribuciones de los impuestos que cobraban las Aduanas de Sevilla, Sanlúcar y otras catorce agregadas, además de las “rentas que producía el Consulado sevillano y el sanluqueño y, en menor medida, los demás.”[5]
De esta obra se benefició Sevilla y también el puerto de Sanlúcar
de Barrameda, que vería multiplicase, de nuevo, sus beneficios por la
navegación hacia Sevilla. Esta Corta de Merlina, ubicada entre Coria y La
Puebla del Río, fue la primera en ejecutarse en el Guadalquivir.[6] Se hizo
bajo el gobierno de Carlos IV y de su primer ministro Manuel Godoy. Estas obras
fueron muy elogiadas, en la época y durante los años siguientes, por
importantes personalidades como, en 1803, por el entonces Prior del Consulado
de Sevilla, Domingo José de Urruchi; y también por parte de algunos sanluqueños,
como Ignacio Ortiz de Rozas, entre otros[7].
Todo parece indicar que habría que vincular estas obras de la Corta
de Merlina, realizadas en el río por orden de Carlos IV, con el proyecto para
erigir un monumento en honor a la beneficencia del Rey por “declarar libre la
navegación del Guadalquivir”[8]. Este grupo
escultórico, de carácter conmemorativo, promovido por la Económica de
Sanlúcar y Manuel Godoy, que hasta ahora no había sido abordado por la
historiografía, quedaría ubicado en un nuevo muelle a construir en el
sanluqueño puerto de Bonanza.
Este proyecto de monumento hay que incluirlo en el conjunto de las
importantes empresas que Carlos IV, por mediación de Godoy, mandó ejecutar en
Sanlúcar durante la primera década del siglo XIX. Entre estas iniciativas de
“utilidad pública” -como las califica Francisco Amorós-, destacaron la creación
de la nueva y extensa “Provincia de Sanlúcar” (1804-1812),
que englobó un nutrido grupo de municipios de las actuales provincias de Cádiz,
Sevilla y Huelva; la institución del Consulado de Sanlúcar (1802-1829),
independiente de Sevilla[9]; o el Real
Jardín Botánico de Aclimatación “Príncipe de la Paz” (1805-1808) que se planteó
con una novedosa vocación científica[10]; entre
otros.
Detrás de estas consecuciones de gran envergadura se hallaba, como
promotora, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar, establecida
en 1781, así como destacadas personalidades como Francisco Terán (o Therán) y
Francisco de Paula Rodríguez. Este último, quien podría haber recibido el
encargo, por parte de la Corona y de Godoy, de tutelar la ejecución de estos
proyectos, se avecindó en Sanlúcar hacia 1800, y se involucró en los más importantes
proyectos efectuados en la ciudad, al ser nombrado por Carlos IV, individuo de
la Junta del Real Jardín Botánico de Aclimatación de Sanlúcar; consiliario del
nuevo Consulado; y Socio Meritorio de la Sociedad Patriótica.[11]
La historiografía tradicional ha defendido, casi en exclusiva, que los
privilegios reales, concedidos a Sanlúcar, se debieron a la vinculación
familiar existente entre Francisco Amorós, Secretario de Godoy, que se hallaba casado
con María Josefa Terán y Palacios, hermana de Francisco Terán, quien fue nombrado
Intendente de la provincia de Sanlúcar y director del Jardín Botánico, siendo
uno de los políticos más activos en la Sanlúcar de aquellos años. Sin embargo, sin
desdeñar la influencia de tal parentesco, parece vislumbrarse, en estos favores
reales, una política geoestratégica de Godoy para reforzar el eje comercial
Sanlúcar-Sevilla frente al polo mercantil de Cádiz y su bahía, que por entonces
aún conservaba gran parte de su importancia comercial.
Esta tesis, que atiende a una multiplicidad de factores, parece
quedar avalada, como un componente más, por el contenido de dos cartas de
Manuel Godoy, publicadas en 1889 por Mariano Pardo Figueroa, “Doctor Thebussem”.
En la primera carta (22 de noviembre de 1801), Godoy
solicitaba al Consulado de comerciantes de Cádiz un préstamo de un millón de
doblones fuertes para necesidades de la Marina, respondiéndole el Consulado
gaditano (11 diciembre de 1801) que podría concederlo al 20 por ciento de
interés, reclamando además garantías, exenciones y privilegios, mientras que la
deuda no se hallase del todo satisfecha, ante cuyas pretensiones Godoy
respondió, manifiestamente ofendido:
“He recibido la
carta de V. SS. de 11 de este mes y el plan que la acompaña, que ha sido
formado en Junta general de ese Comercio y adoptado por el mismo en la propia
fecha, con el fin de facilitar el millón de pesos fuertes para socorro de la
Marina, cuya anticipación pedí al Comercio de Cádiz en 22 del mes pasado.
Es tal el horror
con que he leído las proposiciones lucrativas y el interés de un 20 por 100 que
por cortísimo plazo de días quiere exigir ese Comercio en recompensa del caudal
que adelantase, que no me determinaría a contestarle a no ser necesario que yo
manifieste al Comercio de Cádiz, como lo hago por medio de V. SS., el desagrado
con que el Rey ha oído su propuesta, la particular y horrible imagen de mi enemistad
que ella ha provocado, y en fin, la advertencia que hago a ese Comercio en
nombre del Rey de que jamás recibirá S. M. con gusto las representaciones de
unas gentes a las cuales embaraza la codicia y disipa la avaricia el uso de sus
potencias.
Nunca creí que
el corazón del hombre fuese de mármol y se hiciese insensible a las impresiones
de los objetos más tiernos y propios para inspirar caridad; jamás me persuadí
que hubiese oídos capaces de sufrir los gritos de la miseria sin hacer nada por
remediarla pero ya he encontrado esta clase de gentes en el comercio de los
mortales.
No importa; el
Rey encontrará en esta ocasión vasallos fieles, así como los tuvo cuando al
momento de partir yo para la guerra contra Portugal, halló S. M. en el Comercio
de Madrid quienes anticipasen cuantiosas sumas sin exigir el gravamen de un
medio por ciento, siendo tan diversas aquellas circunstancias de las presentes.
Esto basta; pero harán V. SS, entender al Comercio de Cádiz que S. M. obrará teniendo
a la vista la serie escandalosa de los hechos y conducta de unos vasallos a
quienes no dará más pruebas de su paternal confianza. Dios guarde a V. SS.
muchos años.
Madrid, 18 de diciembre de 1801.
El Príncipe de la Paz.”[12]
El Doctor Thebussem aventura, en su artículo, que Godoy, en
desagravio a las pretensiones de los comerciantes gaditanos, procuró una serie
de privilegios a Sanlúcar de Barrameda, haciendo depender estos favores de la respuesta
gaditana, aunque se desconoce si los comerciantes sanluqueños llegaron a
prestar al valido alguna suma para las citadas necesidades de la Marina. Dice
Thebussem:
“Godoy practicó
su venganza favoreciendo a Sanlúcar de Barrameda, con el fin de perjudicar a
Cádiz. Se habilitó su puerto (dice don Adolfo de Castro) para el comercio con
el extranjero y con las Américas, y con título de capital de una provincia de
su nombre, independiente de Cádiz y Sevilla, dándole por términos a Chipiona, a
Lebrija. a Trebujena, a Las Cabezas y toda la Isla mayor del Guadalquivir; por
Norte y Poniente, el Caño de las Nueve Suertes, el arroyo Curallon, Palma, San
Juan del Puerto, Gibraleón, Villanueva de los Castillejos y San Silvestre, a
más del territorio de Arenas Gordas, el Coto de Oñana y los despoblados que hay
entre Palacios del Rey, Bollullos, Almonte, costas del Océano y del
Guadalquivir. Quedó facultada la ciudad de Sanlúcar para tener un consulado
independiente de Sevilla y una aduana.
Y luego, en
diciembre de 1804, se fundó en Sanlúcar un jardín de aclimatación, puesto bajo
los auspicios de la Sociedad Patriótica, y se establecieron cátedras de
Agricultura, desempeñadas por los renombrados botánicos Rojas Clemente y Boutelou,
todo ello por iniciativa y mandato de Godoy. Para sufragar los gastos de
semejantes mejoras, se impuso un derecho a las producciones agrícolas
extranjeras que se introdujesen por los puertos de Andalucía desde Algeciras
hasta Ayamonte; de este modo Cádiz contribuía a la prosperidad y
engrandecimiento de su rival.”[13]
Cabría pensar que este desencuentro con los comerciantes gaditanos
pudo constituirse en un factor más, junto a la citada parentela entre Amorós y Terán, y
la política geoestratégica de Godoy, que coadyuvó, y quizá aceleró, la puesta en
marcha de los planes de Manuel Godoy para impulsar a Sanlúcar como puerto
comercial de primer orden, recuperando su importante pasado mercantil, de
forma que, pocos meses después, en 1802, se estableció el Consulado sanluqueño.
De hecho, Godoy contó en 1804 con el puerto de Sanlúcar, junto a los de Algeciras,
Cádiz y Tánger, para consumar su secreto (y frustrado) proyecto de invadir y
colonizar el norte de Marruecos, mandando al marqués de Solana que tuviese
“preparado secretamente un buen número de embarcaciones” en estos puertos, y “que
aumentase progresivamente la guarnición de Ceuta hasta tener allí disponibles
nueve o diez mil hombres.[14]
Por otro lado, la creación de la Provincia de Sanlúcar también se
ha querido enmarcar en la política de nuevos distritos marítimos periféricos,
establecida por el Consejo de Hacienda en 1799, si bien la provincia sanluqueña
no encaja en esta planificación, ni por su desfase cronológico ni por sus
especiales particularidades[15].
Manuel Godoy expresa, en sus Memorias, que los proyectos
sanluqueños, en especial la creación de la Provincia de Sanlúcar, se debieron a
la petición del pueblo de Sanlúcar, “pueblo por el cual hice yo muy grandes
cosas.”[16] Añade Godoy,
en las mismas Memorias, que el Jardín de Aclimatación sanluqueño fue “obra
mía predilecta […] envidiado en todas partes de la Europa”[17].
En gratitud a los privilegios concedidos, Godoy fue nombrado
Regidor perpetuo de la ciudad de Sanlúcar, así como Director honorífico y
Protector de la Sociedad Económica, cuyos honores recibió, en su nombre, el
comisionado Francisco Amorós, quien visitó Sanlúcar en noviembre de 1803 con
tal fin, recién llegado de Tánger, organizándose en la ciudad numerosas actividades
y fiestas para conmemorar el acto. Entre ellas, se puso entonces la primera
piedra para el trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez, imprescindible para el
intercambio de la producción agrícola y vitivinícola entre ambas ciudades; además
de plantar sesenta aranzadas de pinos en el sitio de La Algaida, entre otras acciones[18]. Amorós,
en su discurso, se refirió al interés de la monarquía por poner en cultivo las
marismas de la zona y fomentar la pesca en Sanlúcar[19].
Parece que tampoco podría quedar ajena, en esta suma de circunstancias
favorables, la buena relación que mantuvo el Ayuntamiento de Sanlúcar con Juan
Manuel Álvarez Faria, tío de Godoy, a quien el Cabildo sanluqueño nombró Regidor
Perpetuo Honorario de Sanlúcar, en 1796, cuando ejercía como Capitán general de
la Provincia y Costas del Mar Océano, con residencia en El Puerto de Santa
María[20].
Sea como fuere, todos estos logros y proyectos, conseguidos por la
ciudad de Sanlúcar, quedarían finalmente truncados con la Guerra de la
Independencia y sus consecuencias.
2.
Proyecto del monumento a la libertad de navegación por el
Guadalquivir,
La gestación de la convocatoria y el desarrollo del concurso, por
parte de la Academia de San Fernando de Madrid, ha podido conocerse a través de
la documentación contenida en un expediente sobre este asunto, conservado en el
Archivo de la Academia, en el que se fundamenta este trabajo y cuya
documentación debo al historiador Dr. Salvador Daza Palacios.
Al objeto de erigir en Sanlúcar un monumento a la libertad de
navegación por el Guadalquivir, en 1805 se vio, en la Junta
particular de la Academia madrileña, una petición remitida por Francisco Amorós[21] al marqués
de Espeja[22],
Viceprotector de la Academia, para que fuese esta entidad la encargada de
gestionar la convocatoria y el concurso a fin de seleccionar al escultor que debía
ejecutar el monumento. Esta solicitud fue aceptada por la Academia de inmediato,
procediendo a convocar el correspondiente concurso. En su encargo, Amorós comunica
que este proyecto, promovido por la Sociedad Económica de Amigos del País de
Sanlúcar, ya había sido aceptado por la Corona y recomendado por Manuel Godoy.
Escultura neoclásica de Carlos IV, de Hermenegildo Silici (1793). Patrimonio Nacional. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes). |
Retrato de Manuel Godoy (1801). Biblioteca Nacional. |
En su escrito, Francisco Amorós ofrece unas instrucciones muy
precisas, mediante un programa bien definido a priori, que debía
seguirse en la realización de los modelos o maquetas presentadas al concurso. Amorós
describe con minuciosidad su ubicación, composición, dimensiones, las figuras (alegóricas
y reales) que debían constituirlo, sus vestiduras, el material con que habrían
de ejecutarse los modelos, los premios, o plazos del concurso, entre otros
extremos. Por otro lado, la calidad del monumento quedaba garantizada por ser
obra de alguno de los escultores de mérito pertenecientes a las Academias de
Nobles Artes de Madrid, Zaragoza, Valencia y Valladolid, a las que se enviaría
la convocatoria. Así lo explica Amorós al marqués de Espeja:
“[…] Entre varias
obras de utilidad pública que deben ejecutarse en la ciudad de Sanlúcar de
Barrameda, es una de ellas la construcción de un muelle, votado por la gratitud
de aquella ciudad a las gracias que se ha servido dispensarla el Rey. Sobre
dicho muelle ha de erigirse también un monumento que transmita a la posteridad
la resolución feliz de haber declarado libre la navegación del Guadalquivir.
Como encargado
por los Cuerpos que promueven estas empresas para coadyuvar a sus liberales
ideas, me consta que S.M. ha tenido a bien admitir el referido obsequio,
consintiendo se lleve a efecto a su debido tiempo, en los términos que indicará
el siguiente programa, por el cual se convida a los profesores de la noble arte
de la Escultura a:
Programa. Representar
la libertad del río Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S.
M., solicitada por la ciudad de Sanlúcar y recomendada por el Excmo. Señor
Príncipe de la Paz.
Se modelará
este asunto en un modelo aislado de barro o de madera, de una vara castellana
de alto, incluso su pedestal. Las figuras de la composición han de ser cuatro.
La de S.M. y la del Príncipe al vivo, y en alegoría la de la Ciudad y la del
Río. El momento de la expresión será el de conceder S.M. la gracia y reconocer
el Río su libertad. En cuanto a los paños y trajes, se pondrá a S.M. con el
manto real y al Príncipe con el uniforme de Generalísimo y el manto ducal, y la
Ciudad y el Río llevarán sus atributos regulares. Pueden admitirse al concurso
los escultores que tengan títulos de Académicos de mérito por la Real Academia
de San Fernando o por algunas de las otras Academias Reales de Artes de
Valencia, Zaragoza, Valladolid o México.
Con el fin de
estimular a los profesores al desempeño de tan digno asunto, se asignan tres
premios. El 1º consistirá en una Medalla de oro y otra de plata, que se
acuñarán al intento con el grabado del modelo que merezca ser preferido; y
además se le conferirá al que la obtuviere el Título de socio de Mérito de la
Sociedad de Sanlúcar y una ayuda de costa de cincuenta doblones; el 2º premio
consistirá en las mismas medallas y título de Socio; y el 3º en las medallas
solamente.
Se abrirá el concurso
el día 1º de Julio del presente año, cerrándose en fin de diciembre del mismo,
si pareciese suficiente plazo a la Real Academia de San Fernando.
Este Cuerpo, al
que ruego a V. S. haga presente mi respeto […] podrá disponer lo que mejor le
parezca para que llegue a noticia de las tres Academias de la península y a los
profesores que residan en la Corte este Programa; y así mismo que se
depositen los modelos en algunas de sus salas en la forma acostumbrada para
elegir después entre todos los que se presenten los tres que crea dignos de
preferencia; calificando el mérito de cada uno de ellos según su concepto, y
teniendo la bondad de noticiarme el resultado para las ulteriores diligencias
que deben practicarse. […] Madrid, 12 de junio de
1805 […] Francisco Amorós.”[23]
Isidoro Bosarte[24], Secretario
General de la Academia, remitió la convocatoria a los profesores de escultura
condecorados con el título de Académicos de Mérito, así como a las tres
Academias españolas: San Carlos de Valencia (Mariano Ferrer), San Luis de Zaragoza
(Diego de Torres) y la Purísima Concepción de Valladolid (José Berdonces), para
que participasen en este concurso del monumento público que la ciudad de
Sanlúcar ha de erigir “a la Beneficencia de S.M. por haber declarado libre la
navegación del Guadalquivir”[25]. Seguidamente,
el marqués de Espeja informó a Amorós que ya se había notificado a las
Academias y profesores, y le agradeció su encargo[26]. Algunas
Academias y escultores acusaron recibo de la recepción de la convocatoria.[27]
En diciembre de
1805, por acuerdo de la Junta particular (23 de diciembre), se dio orden
al conserje para que, finalizado el plazo de entrega de los modelos, el 31 de
diciembre, “recoja y ponga con separación en la Academia las obras que le
fueran presentadas” y que las señalase para conocer su autor, remitiendo
después una lista al Secretario.[28]
El conserje,
Francisco Durán, comunicó a Isidoro Bosarte (5 de enero de 1806) que había “recogido
y puesto con separación un [modelo] de figuras de yeso, ejecutado por D. José
Folch y señalado con la letra A; otro de barro crudo por D. Ángel Monasterio,
con la letra B; otro de barro cocido por D. José Guerra, con la letra C; y otro de barro crudo por D. Pedro Hermoso con la letra D…”[29]
En Junta
Particular de la Academia, de 2 de febrero de 1806, se acordó solicitar a los cuatro escultores, que habían entregado sus modelos,
una “explicación de la idea con que cada uno ha expresado su obra”, a la mayor
brevedad, de forma que al día siguiente se les remitió la petición por escrito,
donde además se les comunicaba que el día 8 de febrero se iban a “trasladar los
modelos de los opositores a la Sala de Juntas”, como había ordenado el Viceprotector,
por lo que se les citaba, a las tres de la tarde, para que pudiesen concurrir y
“presenciar la traslación de su modelo.”[30]
Entre los días 6
y 8 de febrero, los cuatro escultores opositores enviaron a la Academia sus
correspondientes explicaciones de las ideas expresadas en los modelos
presentados. Las diferentes interpretaciones, que realizaron estos artistas del
Programa solicitado, han quedado recogidas en sus respectivas memorias o
explicaciones, por las que hoy se pueden conocer las descripciones de los
cuatro proyectos presentados, ya que las maquetas o modelos no se han
conservado. Estas explicaciones se transcriben en el Apéndice de este trabajo.
3.
Resolución del concurso y adjudicación de premios.
Recreación aproximada del proyecto ganador de Ángel Monasterio (Imagen realizada con IA). |
En Junta
Extraordinaria de la Academia (9 de febrero de 1806), se reunieron los doce
académicos que constituyeron el jurado, para evaluar los modelos
presentados a este concurso de oposición abierto. En la documentación
consultada existe un listado de cuarenta y seis académicos[31], donde parece
señalarse los asistentes y ausentes a la convocatoria del jurado. Disculpó su
ausencia por escrito el prestigioso escultor Alfonso Giraldo y Bergaz[32]. Se leyeron
las explicaciones de los cuatro opositores, y se valoró “si tienen mérito los
modelos, todos o alguno de ellos para ser ejecutados.”[33]
Según las votaciones del jurado[34], obtuvo el primer premio el modelo presentado por Ángel Monasterio; el segundo correspondió a José Antonio Folch; y el tercero a Pedro Hermoso; quedando excluido el de José Guerra. Así, cuatro días después de las votaciones, el marqués de Espeja comunicó a Francisco Amorós el resultado: “[…] [la Academia] ha acordado después de un […] prolijo examen, que el ejecutado por D. Ángel Monasterio debe ocupar el primer lugar, el segundo el de D. José Folch y el tercero el de D. Pedro Hermoso (los tres académicos de mérito) […].[35]
| |
Título de Socio de Mérito de la Sociedad Económica de
Sanlúcar de 1808 (Todocoleccion.net), y Estatutos de la Sociedad (Biblioteca
Virtual de Andalucía). dos de los premios otorgados a los escultores premiados
en el concurso del monumento. |
El 14 de febrero Amorós escribe al marqués de
Espeja, remitiéndole una parte de los premios, a fin de que fuese la propia
Academia la encargada de entregarlos, quedando pendientes las medallas de oro y
plata, que aún debían grabarse. Asimismo, solicitaba a la Academia que pusiese
a su disposición los tres modelos premiados, si bien éstos ya habían sido
recogidos por sus respectivos autores el día 11 de febrero por indicación de la
Academia:
“[…] Debiéndose seguir a este examen la adjudicación de los premios
ofrecidos, me ha parecido será más solemne, verificándola la misma Real
Academia que ha juzgado el trabajo de cada profesor; y con este fin remito a
V.S. dos títulos de Socio [de la Económica de Sanlúcar] para Don Ángel
Monasterio y Don José Folch, y cincuenta doblones para el primero. Las medallas
de oro y plata que han de completar el premio señalado y deben contener el
Monumento preferido se entregarán a los tres escultores así que estén hechas,
de cuya operación y otras consiguientes voy a tratar al momento. Para este fin
he de merecer a V.S. se sirva prevenir a los empleados de la Academia que
pongan a mi disposición los tres modelos indicados, y que haga presente a dicho
Cuerpo [Academia], en nombre de los vecinos de la ciudad de Sanlúcar de
Barrameda, su agradecimiento por la parte que ha tomado en este asunto. […].”[36]
De inmediato,
el Viceprotector comunicó a los escultores premiados el resultado del concurso,
y les solicitó que pusieran a disposición de Amorós los modelos presentados.[37]
Llegados a este
punto, no se comprenden bien las razones por las que Francisco Amorós solicitó
los tres modelos premiados, pues sólo se pensaba grabar, en las medallas de oro
y plata, el modelo ganador del primer premio (“modelo preferido”), en el
concurso. Esta orden de entrega de los modelos, dada por Amorós, suscitó varios
problemas.
Según lo acordado
en la Junta Ordinaria (2 de marzo), el día 5 de marzo de 1806 se remitió al
ganador del primer premio, Ángel Monasterio, “la gratificación de 50 doblones y
la patente de Socio honorario de la de Sanlúcar de Barrameda con sus
respectivos Estatutos que a usted corresponde, previniendo que luego que estén
ejecutadas las medallas de oro y plata ofrecidas por dicha ciudad, se
entregarán a los opositores premiados en complemento de los premios ofrecidos. […].”[38] De igual
forma, se notificó, el día siguiente, a José Folch remitiéndole también la patente
de Socio honorario de la Real Sociedad de Sanlúcar junto a sus estatutos,
advirtiéndole que las medallas se entregarían una vez que estuviesen
ejecutadas.[39] Ambos
escultores acusaron recibo de las cartas y premios recibidos.[40]
4.
Problemas surgidos en torno a la entrega de los modelos a Francisco
Amorós.
Tres meses y
medio después del primer requerimiento, el día 29 de mayo de 1806 la Academia
apremió a José Antonio Folch y Pedro Hermoso para que pusieran en poder de
Amorós, a la mayor brevedad, sus modelos premiados.[41] Y, de nuevo,
el 9 de junio volvió a insistir a estos escultores, por orden del Viceprotector,
pues no habían llevado sus modelos a casa de Francisco Amorós, como se les
indicó, ni habían respondido a los oficios remitidos los días 14 de febrero y
29 de mayo, requiriéndoles para que lo hicieran sin dilación.[42]
Unos días
después, el 8 de junio, escribió Amorós al marqués de Espeja, lamentándose que,
“a pesar de las órdenes dadas, sólo tiene en su poder el modelo de Ángel
Monasterio, sin que los otros dos escultores los hayan presentado “muy acabados
y perfectos”, por lo que solicitaba “que se sirva tomar las medidas que juzgue
conducentes a fin de que se verifique la entrega de los dos modelos que faltan.”[43]
Los escultores Ángel
Monasterio y Pedro Hermoso respondieron a este requerimiento de la Academia,
comunicando el primero que ya había puesto el modelo en disposición de Amorós[44], mientras que Pedro
Hermoso informaba que le había sido imposible entregar el boceto original del monumento:
“[…] por estar muy destrozado; y mucho menos el modelo que sobre el
referido estoy haciendo por estar muy a los principios, y debía extrañar se me
pidiera con tanta premura habiéndole visto muy atrasado el Sr. D. Francisco
Amorós el día 29 del inmediato mayo. / Siento no poder verificar lo que me pide
la Academia; la obra es de bastante consideración y de consiguiente no puedo
ofrecer ni fijar la época de su conclusión, la que realizada cumpliré con lo
mandado […].”[45]
Por otra parte,
el día 10 de junio, José Folch envió una extensa carta a la Academia, donde
afirmaba que, tras recibir el oficio de 29 de mayo “me presenté al Sr. Amorós a
hacerle presente las justas causas que me impiden verificar la entrega de dicho
modelo, las mismas que paso a exponer a V.S.”. Continúa Folch refiriéndose al
escrito de 6 de julio de 1805, donde Amorós fijaba el plazo de finalización en
seis meses, contados desde el 1 de julio, cuyo plazo, a juicio de Folch, no se
había cumplido para todos los concursantes. Denunciaba también el trato de
favor que se había dado al escultor ganador del primer premio, Ángel Monasterio,
por habérsele concedido más tiempo para perfeccionar su modelo; y censuraba que
los bocetos no se hubiesen expuesto al público; y que se había comprometido su
honor. Por último, hacía depender la entrega de su modelo de una orden directa
de Manuel Godoy:
“[…] ejecutado en
yeso y en términos que no fuese necesario tocar a él, no obstante haberse
concluido con alguna precipitación por cumplir exactamente con lo mandado. Me
sorprendió mucho de ver que los demás profesores concurrentes no cumpliesen con
igual exactitud, pues ninguno se presentó hasta unos días después del tiempo
señalado; y aún no se redujo a esto sólo el favor, sino que al que obtuvo
después el primer premio se le toleró que siguiese trabajando en su obra
algunos días dentro de la Academia, antes de la Junta en que habían de ser
juzgadas las obras.
Después de estas desagradables circunstancias [se juzgaron las
obras y se le concedió el segundo premio] […] creía que las obras fuesen
presentadas a los personajes que debiesen presentarse, y acaso al público
(honor que se concede en toda oposición) me hallé con la novedad de que se me
mandó el día 11 del mismo recogiese mi modelo como los demás lo habían hecho.
Yo creí por entonces que el Sr. Comisionado Sr. Francisco Amorós
sólo querría presentar y hacer ver el modelo que había obtenido el primer lugar,
y a fin de que pareciese suficiente se había puesto su autor a trabajar
inmediatamente a él, y de nuevo, pasándole de barro a yeso, y (como se deja
entender) mejorándole cuánto haya sabido.
Así es que cuando la Academia me dijo algo después […] que pusiese mi modelo a disposición del Sr. Amorós, lo creí una
pura formalidad que no debería tener efecto.
Usted sabe muy bien que en estos asuntos la más mínima desigualdad
altera los pactos y anula las obligaciones que por alguna de las partes puedan
haberse contraído. Conoce muy bien la Academia que después de haber logrado el
que obtuvo el primer lugar las singulares ventajas que quedan dichas, creo que
se compromete mi honor poniendo en competencia mi modelo, el cual ya no es lo
que era, porque el otro no es lo que fue; y también porque según se acostumbra
en toda Europa, y lo practica la misma Academia en los concursos de premios
generales, las obras se presentan al juicio público con los mismos grados de
mérito y en los mismos términos en que han sido vistas y juzgadas por la
Academia; creo que esto habría sido presentar honrosamente el trabajo y
aplicación de los opositores, haciéndose patente el recto juicio de la Academia,
mientras que ahora parece más bien que a los demás premiados se les ata al
carro de triunfo del que logró el primer lugar; en lo que a mi entender se
compromete así mi honor como el de la Academia.
Si alguno creyese que esta maniobra no habrá alterado en lo
esencial el trabajo del otro concurrente, considerándole un mero adorno, que
exigía el decoro del asunto, aún dado esto resultará la enorme desigualdad del
tiempo empleado por él y por mí; pues que si él ha gastado en este mero adorno
tres a cuatro meses, resultará que de los seis escasos que yo tuve para ponerlo
en el mismo estado, tuve dos o tres para llevarlo a aquel en que él lo presentó
en la Academia; o por mejor decir el tiempo en que fue juzgado por ella, que
fue a los siete meses después de abierto el concurso; por todo lo cual se
echará de ver que yo sólo tuve poco más de dos meses para lo que se contempla
esencial, en el supuesto dicho, y que tuvo seis largo mi coopositor.
Es cuanto debo exponer a Vd. en contestación a su último oficio de
ayer añadiéndole que en el particular aguardo las órdenes del Excmo. Sr.
Generalísimo Príncipe de la Paz. […].”[46]
Ante estas
acusaciones de Folch, por trato de favor a Monasterio, la Academia se dirigió
al conserje para que aclarase en “qué días presentaron sus modelos los
académicos opositores a los premios del Monumento de Sanlúcar de Barrameda, y
si don Ángel Monasterio entró a concluir o trabajar en su modelo en la Sala de
la Academia donde estaba depositado hasta el mes de febrero en que se celebró
la Junta de votación […].”[47], a lo que respondió
el conserje Francisco Durán que “Los modelos para el Monumento de Sanlúcar de
Barrameda los recibí en 31 de diciembre”, y que “Don Ángel Monasterio, en vista
de habérsele desbaratado el suyo en gran parte, y con anuencia del Sr.
Viceprotector, entró a restaurarle hasta el día 5 de enero, pero después sólo
vino un discípulo para remojársele hasta el día de la votación […].”[48]
En vista de
esta declaración, la Academia escribió a Amorós, explicándole la situación y
trasladándole lo que habían respondido los escultores premiados, respecto a la
entrega del modelo, concluyendo que “la Academia juzga que no se verificará la
devolución y entrega de dichos modelos sin que se reclame en justicia en el
juzgado ordinario, cuya acción compete propiamente al dueño de obra, según la
regla general establecida en todas partes de quedar las obras premiadas al
dueño de obra, si no se hiciese excepción de esto en los programas.” Asimismo,
la Academia acordó que “el secretario como fiscal prevenga a Folch se abstenga
de mentiras en sus papeles a la Academia.”[49]
En consecuencia,
el marqués de Espeja comunicó a José Folch (18 de junio), que en atención a lo
que había expuesto sobre su negativa a entregar el modelo “sin que precediese
orden del Sr. Príncipe de la Paz, prevengo a Vd. me hallo autorizado por orden
de su Ex.ª para hacerle saber que debe entregarlo a la mayor brevedad a el Sr.
Amorós. […].”[50] El mismo día
José Folch comunicaba al Viceeprotector: “Hoy a la una del día recibí la orden
de V.S. para que, según ha mandado el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, entregase
al Sr. Comisionado Don Francisco Amorós el modelo premiado para la ciudad de
Sanlúcar; a consecuencia obedecí humildemente, y a las cinco de esta tarde
quedó el modelo colocado en su casa y en poder de dicho Señor.”[51] Así las cosas,
el marqués de Espeja informó a Francisco Amorós (22 de junio), que Folch había
notificado la entrega del modelo, mientras que Pedro Hermoso “expone que el
modelo que presentó a la Academia se le había destrozado” y que “estaba
haciendo otro para entregarlo luego que lo concluyese todo igual.”[52]
Ya el día 31 de
agosto, Francisco Amorós se dirigió a la Academia para comunicarle que Pedro
Hermoso había manifestado:
“que prefiere recibir en dinero el premio de las medallas que le
pertenecen por haber obtenido su modelo el tercer lugar. Como pudiera acomodar
lo mismo a algún otro de los escultores premiados, y como el Comercio de
Sanlúcar no sólo desea ser justo, cumpliendo sus empeños con dichos artistas,
sino también generoso, remunerando en cierto modo su trabajo, me ha parecido
muy propio someter a la inteligencia y conocida equidad de esa Real Academia la
graduación de la cantidad que debe darse a los escultores, en vez de las
medallas de oro y plata que se les ha prometido, cada una de las cuales debía
pesar onza y media. Espero que la Academia se servirá tomar a su cargo dicha
determinación y que V.S. contribuirá a ello para que el Comercio de Sanlúcar le
deba este nuevo favor. […].”[53]
En desagrado por
esta propuesta de conmutar las medallas por una determinada cantidad monetaria,
la Academia respondió a Amorós, dos meses y medio más tarde (18 de
diciembre), que “para quien vende el honor a dinero, cualquiera cantidad es
bastante.”[54] Pasado algo
más de un mes, el 27 de enero de 1807, Pedro Hermoso informó a la Academia,
desmintiendo a Amorós, pues se había puesto en juego su honor y honradez, ya que
habiéndose enterado que:
“la ciudad de Sanlúcar pidió a este Real Cuerpo qué recompensa u
honorario podría dar en lugar del premio […], citándome a mí en sentido de que
yo cedería el premio ofrecido por el interés que la Academia estimase
conveniente. Mi honor y estimación y desinterés no me permiten disimular, ni
dejar de poner en su noticia que yo jamás he pensado en percibir cantidad
alguna en cambio del premio que la Academia tuvo a bien asignarme, ni he
tratado cosa alguna sobre este asunto como se supone; pues prefiero y preferiré
el honor a cuantos intereses hay en el mundo.
En esta atención suplico a V.E. se sirva hacer presente a la
Academia este mi honrado modo de pensar; pues mi delicadeza no me deja pasar en
silencio el que mi estimación vacile ni un punto, y mucho menos en el concepto
de la Academia, donde públicamente se leyó el papel que tan poco honor hacía
los profesores, y particularmente a mí, que se me nombraba; y en la misma he de
merecer a V.S. se haga éste presente. […].”[55]
La Academia
respondió a Hermoso (6 febrero de 1807), que había acordado que “prevenga a usted
que este Real Cuerpo aprecia mucho los sentimientos de honor y estimación que él manifiesta y que son muy plausibles en los profesores de las Bellas Artes
[…].”[56]
La cuestión de
las medallas se dilató en el tiempo. Un año más tarde, el día 6 de marzo de
1808, poco antes de estallar la Guerra de la Independencia, se recibió en la
Academia un escrito de los escultores Pedro Hermoso y José Folch, solicitándole
que intercediera para que les entregasen sus correspondientes medallas, que
debían serle facilitadas por el Ayuntamiento o la Patriótica de
Sanlúcar. Exponían: “La parte esencial de este premio debe ser una medalla
de oro y plata, en la que se represente el modelo preferido, y haciéndose ya notable
la dilación en el cumplimiento de lo prometido, los exponentes se ven en la
precisión de reclamar a la misma Real Academia el premio de honor que tan
justamente se les debe.”[57] El día 14 de marzo la Academia informó a Amorós de esta reclamación
de los escultores, que estimaba “muy justa”, solicitándole que dispusiera, a la
mayor brevedad “la entrega de las medallas de oro y plata, en cumplimiento del
empeño contraído por el comercio de Sanlúcar con los expresados artistas y con
el premiado en primer lugar Don Ángel Monasterio […].”[58]
Por último, el 16 de marzo de 1808, Francisco Amorós se dirigió a José Munárriz, Secretario de la Academia desde 1807, informándole que ya había puesto en conocimiento del Consulado de Sanlúcar la petición de los escultores para que les entregasen las medallas. Al mismo tiempo, insistía Amorós en su versión, explicitada con anterioridad, sobre la pretensión de Pedro Hermoso de sustituir las medallas por una cantidad monetaria, a pesar de que este escultor había desmentido ya tal petición:
“[…] si Don Pedro Hermoso no hubiera promovido la especie de querer
recibir en dinero el importe de la medalla, dándose por ofendido de que no
hubiese sido su modelo el primer premiado, quedándose del juicio de la
Academia, y diciendo que no quería medalla donde estuviese esculpido otro
pensamiento que el suyo, ya estarían en poder de los escultores premiados las
ofrecidas, pero esta ocurrencia detuvo el trabajo que estaba ejecutando Don
Ángel Monasterio para completar las condiciones del programa, [y] ocasionó mi
oficio a la Real Academia de 30 de agosto de 1806; la respuesta del Sr. Marqués
de Espeja de 29 de diciembre del mismo año, y otras gestiones posteriores mías,
para que resuelva lo que tenga por conveniente dicho Consulado de la ciudad de
Sanlúcar de Barrameda […].”[59]
Termina aquí la
información que ofrece el expediente conservado en el Archivo de la Academia
sobre el particular, por lo que se puede deducir que el proceso quedó
interrumpido, primero por el Motín de Aranjuez, acaecido el 19 de marzo de 1808
(tres días después de la última misiva de Amorós), con la consiguiente caída de
Godoy; y, finalmente, por el estallido de la guerra. Por tanto, es muy posible
que las cuestionadas medallas no llegaran a entregarse, como tampoco se erigió
en Sanlúcar el monumento, objeto de la convocatoria.
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Grupos escultóricos neoclásicos en
Sanlúcar, de principios del siglo XIX, en el manantial de Las Piletas
(desaparecido) y actual colegio de las Pastoras (hoy, muy alterado). |
Hasta hace
pocos años se conservaban en Sanlúcar dos grupos escultóricos en piedra blanca
de estética neoclásica, que fueron realizados también a principios del siglo
XIX. El conjunto ubicado en el antiguo manantial de Las Piletas, desaparecido
por acción del vandalismo, fue patrocinado por el duque de Osuna en 1809, en
agradecimiento a los beneficios que aquellas aguas ferruginosas habían ejercido
sobre su salud. En torno al manantial se levantaron, sobre altos pedestales,
tres estatuas que representaban La Fama (escultura reconstruida
recientemente) con dos pegasos en la base, que presidía el grupo; y los famosos
médicos Hipócrates y Galeno.[60] Por otra
parte, en el jardín del actual colegio de la Divina Pastora, antigua residencia
de la familia Díaz de Sarabia, aún subsisten las figuras principales que componen
una fuente dedicada a Neptuno y los cuatro continentes y ríos, realizada igualmente a
principios del siglo XIX[61], aunque este
conjunto escultórico ha perdido gran parte de sus figuras originales y se ha alterado su primigenio color blanco.
5.
Los escultores y sus proyectos neoclásicos para el monumento de
Sanlúcar.
A través de las
explicaciones de los modelos presentados por los cuatro escultores (Apéndice),
que intervinieron en el concurso, podemos conocer la configuración de sus
posibles monumentos, basados en el estilo neoclásico imperante en la época.
Tres de los escultores prefirieron elaborar sus modelos en barro y sólo uno se
presentó en yeso (José Antonio Folch). Estos cuatro artistas se integran en el
grupo de escultores de la segunda generación de la Academia y fueron destacados
artífices del clasicismo en España.
En aquellos
años iniciales del siglo XIX imperaba, en el panorama artístico español, el
Neoclasicismo triunfante en Europa desde la centuria anterior, que fue
introducido en España por la corte borbónica, el pensamiento ilustrado y la
propia Academia de San Fernando (fundada en 1752), implicada de lleno en la
evolución y desarrollo de la escultura neoclásica en España[62], y que regiría
los destinos de las Bellas Artes durante más de un siglo. También contribuyó a la
adopción del nuevo clasicismo el hastío experimentado por los artistas ante las tradicionales
formas del barroco tardío y Rococó, que provocó una “nostalgia del pasado
clásico, griego y romano, de los hombres de mediados del siglo XVIII, [quienes] cansados
por tanta profusión, movimiento abigarrado y decorativismo del barroco y
rococó, buscan la sencillez y la frialdad clásica.”[63] Durante la
segunda mitad del siglo XVIII, y hasta bien entrada la segunda mitad del XIX, se
mantuvieron los preceptos clasicistas[64], originados en
buena parte por los descubrimientos de las ciudades romanas de Pompeya y
Herculano y los escritos de Johann Joachim Winckelmann, arqueólogo y teórico
del Neoclasicismo.
El estilo
neoclásico prevalece en los modelos presentados a este concurso, para erigir el
monumento en Sanlúcar, por los cuatro escultores opositores. Esta corriente estética
perseguía la “belleza ideal” y la inspiración en los ideales, el espíritu y el
repertorio de la antigüedad clásica de Grecia y Roma.[65]
En estos modelos,
para el monumento sanluqueño, predominan los fundamentos neoclásicos: equilibrio
formal, ordenación simétrica del conjunto escultórico, color níveo, abundancia
de alegorías, vestidos a la romana, personajes reales mayestáticos e idealizados, dotados de solemnidad, frialdad y serenidad en los semblantes, como, en este caso, las representaciones de Carlos IV y Manuel Godoy. Por otro
lado, en la estética neoclásica fueron muy frecuentes las matronas alegóricas a
la romana, como se plantea en el Programa la figura de la ciudad de
Sanlúcar, que hemos de suponer vestida con túnica y estola, y peinada con
rizos dispuestos a la manera romana, al uso de la estética neoclásica.
A diferencia de
otros retratos escultóricos de Manuel Godoy, como el busto conservado en la
Academia, atribuido a Juan Adán, donde aparece vestido a la romana, para el
monumento sanluqueño se planteó que la figura de Godoy vistiera con el manto
ducal y todas las insignias correspondientes a su rango de Generalísimo.
Mientras que el retrato de Carlos IV se aparta de los frecuentes modelos de
toga y manto, utilizados para los personajes masculinos (Carlos IV de Juan
Adán, en el Museo del Prado), ya que se planificó “en vivo”, con las vestiduras
y manto reales de su época.
Sobre el ganador
del primer premio, Ángel de Monasterio[66], sabemos que, además
de escultor, fue arquitecto y agrimensor. Fue distinguido como escultor
académico de mérito de la Academia de San Fernando en 1803 y obtuvo varios
premios convocados por ésta. En 1808, Monasterio presentó un proyecto al
Ayuntamiento de Madrid para construir un monumento que perpetuara la
memoria de las víctimas del 2 de Mayo de 1808[67], a ubicar en
el Paseo del Prado. Se trataba de la primera iniciativa adoptada, de forma muy
temprana, para glorificar aquellos hechos, y aunque fue aprobada por el Ayuntamiento,
no logró su materialización[68]. En la memoria
de su proyecto, Monasterio preconizó el influjo urbano que tendría, finalmente,
el monumento erigido en el paseo del Prado[69]: el obelisco
del Dos de Mayo construido en 1821 por Esteban de Ágreda, Francisco Elías
Vallejo e Isidro González Velázquez.[70]
En el mismo año de 1808, con motivo de la invasión francesa, Ángel Monasterio se trasladó a Cádiz,
donde ocupó la plaza de maestro de Dibujo en la Academia de Guardias Marinas. Durante
su breve estancia en Cádiz, erigió un monumento provisional en la
Iglesia del Carmen, para las honras anuales de 1810 por las mismas víctimas del
2 de Mayo. Este monumento, construido mediante una sucesión de basamentos
prismáticos, se ha considerado como precedente del obelisco funerario existente
en el cementerio de San Miguel de San Roque (Cádiz), levantado en honor de los
liberales sacrificados en 1831, tanto en San Roque como en la localidad próxima
de Campamento, a cuya tumba fueron trasladados sus restos en 1836.[71]
Tras su
estancia en Cádiz, Ángel Monasterio se trasladó a Latinoamérica, donde vivió
una azarosa vida militar. Se unió a las tropas independentistas y en 1811 participó
en la organización militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Fue el
responsable de la construcción de baterías y de los primeros cañones y morteros
fabricados en la cuenca rioplatense[72], por cuya
faceta Monasterio será incluso más conocido que como escultor, de forma que el
general Bartolomé Mitre lo bautizó con el sobrenombre de "el Arquímedes de
la Revolución de Mayo". En su honor, el Batallón de Arsenales 602 del
Ejército Argentino lleva el nombre de “Coronel Ángel Monasterio”. También se
rotuló con su nombre una calle de Buenos Aires. Y más recientemente, en 2017,
la ciudad argentina de Rosario ha dedicado una plaza al coronel ingeniero Ángel
Monasterio, pues “merece ser recordado junto a los diez héroes que forjaron los
destinos de esta noble nación de Argentina”.[73]
Entre las pocas obras escultóricas conservadas de Ángel Monasterio, destaca el relieve “Prisión de Sansón (Academia de San Fernando), que refleja sus excelentes aptitudes como escultor, aunque con “resabios de la composición barroca”[74]. También realizó un busto de Gaspar Melchor de Jovellanos (Academia de la Historia) “en la línea de los retratos severos decimonónicos.”[75] Además, se le atribuyen dos imágenes existentes en la catedral de Santo Domingo de la Calzada (Nuestra Señora del Rosario y un Crucificado), en estética neoclásica; y esculpió el antiguo Cristo de los Alabarderos de Madrid (desaparecido). En 1809 la Regencia le encargó la elaboración de una medalla a conceder a los individuos que formaron parte del Sitio de Zaragoza.
En su explicación del modelo para el monumento de Sanlúcar,
Monasterio se muestra partidario del ideal neoclásico de claridad en la
composición[76],
respondiendo su maqueta a estos preceptos neoclásicos de sencillez y pureza formal, por
lo que prescinde de cualquier elemento adicional. Así lo manifiesta el escultor en su
explicación:
“Se ha
procurado en esta composición la sencillez, que ningún accesorio de los
introducidos sea superfluo y que todos concurran a un efecto común de una
manera fuerte, simple y clara. Por esta razón y la de evitar la confusión que
producen muchas alegorías se ha omitido el caballo, que es el jeroglífico del
Guadalquivir y se ha limitado su distinción a unas piñas, atendiendo a su
origen que es en las sierras de Segura, terreno que produce en abundancia
semejante fruto”.
El segundo premio del concurso recayó en José Antonio Folch y Costa[77], quien fue un ejemplo de artista completo, un ilustrado que se dedicó sobre todo a la escultura, realizando incursiones en el dibujo y la pintura. Sus ideas estéticas quedaron plasmadas en una serie de artículos publicados en la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes.[78] Considerado como un destacado artista del panorama escultórico español, comenzó sus estudios en Barcelona, que completó en la Academia de San Fernando de Madrid (1785-1792), donde obtuvo varios premios. Trabajó en el taller de Juan Adán, con quien “el neoclasicismo académico se afianza en España”[79], y en el estudio de Manuel Álvarez, cuyos maestros le introdujeron en el neoclasicismo. Colaboró con su hermano, el también escultor Jaime Folch, en Granada, para ultimar el sepulcro del arzobispo Moscoso.
Folch ejecutó numerosos encargos religiosos[80] y trabajó
también para la Corte Real. Decoró con estatuas y bajorrelieves las
habitaciones del duque de Medinaceli, y modeló un centro de mesa y un grupo de tres
ninfas para el palacio de Godoy. Considerada como su mejor obra, el sepulcro
del marqués de la Romana, se halla instalado desde 1837 en la catedral de Palma.
En la extensa explicación de su proyecto para el monumento de Sanlúcar, Folch alude en varias ocasiones a las obras de la antigüedad clásica,
que adopta en su modelo siguiendo los preceptos neoclásicos. Así, expone: “he propuesto que la estatua del Monarca ocupe con la dignidad
correspondiente el primer lugar, y que la del Sr. Generalísimo no perdiese nada
de la que corresponde a un héroe a quien S. M. confía los más graves cuidados
de la corona, y a quien mira con la más digna estimación”.
El granadino Pedro Hermoso[81],
galardonado con el tercer premio en el concurso para el monumento de Sanlúcar, obtuvo
del obispo de Jaén, de donde era oriundo su padre, una pensión en la Corte.
Allí fue alumno de Roberto Michel y Juan Adán, destacados escultores neoclásicos, consiguiendo varios
premios en los concursos convocados por la Academia de San Fernando.
Realizó obras religiosas y otras de carácter popular, aunque apenas
están localizadas. Entre sus obras destacan los retablos de San Juan de Dios, algunos
pasos procesionales de Semana Santa, la Virgen de la Consolación y de la Corera
en Santo Tomás, entre otras obras en Madrid. Trabajó en el taller de mármoles
del Real Palacio, y colaboró en la popularización de los barros policromados andaluces
con pequeños grupos de escenas taurinas (colección del duque del Infantado).
Sobre José Guerra[82], cuyo modelo
quedó excluido de los premios otorgados por el jurado para el monumento de
Sanlúcar, se sabe que estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando (1772-1778), obteniendo varios premios en los concursos organizados
por ésta (1778, por su obra “Relieve del rey moro de Granada entregando a San
Fernando las llaves de Jaén”). Estuvo pensionado en Roma (1779-1785), donde también
fue galardonado con algunos premios. Realizó trabajos en Madrid y en las provincias
de Ávila o León, entre otras.
Su estilo está muy condicionado por el Barroco, sobre todo en los
temas religiosos, acercándose más al Neoclasicismo en los asuntos mitológicos. Una
de sus obras más sobresalientes fue el retablo de la capilla de Velada en la
catedral de Ávila (1799). Realizó numerosas obras religiosas y otras de
carácter histórico y mitológico. Concluyó la Fuente de Neptuno de Madrid, comenzada
por Juan Pascual de Mena, y también ejecutó varias esculturas para el conde de
Oñate (fuente de Neptuno).
En la breve explicación de su modelo, José Guerra se decanta por la
estética neoclásica, sobre todo por las referencias que hace a la Iconología de
César Ripa, cuya obra fue muy utilizada por los artistas de la época, para
aplicar su simbología en la representación del comercio, la agricultura y la
navegación, que situaría en un bajorrelieve incluido en el monumento sanluqueño.
Los cuatro escultores opositores, en sus respectivas composiciones,
hacen destacar la figura de Carlos IV sobre las demás, situándose la
representación de Godoy en un plano algo inferior, si bien ambas se separan
claramente de las alegorías de la ciudad y el río.
También estuvieron de acuerdo estos artistas en presentar a la ciudad de Sanlúcar como una matrona romana, en actitud de agradecimiento hacia el monarca, en dos casos arrodillada ante el Rey (Folch y Hermoso), y acompañada del escudo de armas de Sanlúcar en los cuatro modelos, que alguna vez están sostenidas por un genio situado junto a la ciudad (Pedro Hermoso), o por la figura de un niño (Folch).
Por su parte, Folch concibe la alegoría de la ciudad
de Sanlúcar portando en su mano derecha un timón, y en la izquierda un
“pergamino arrollado que expresa su privilegio añadiéndose además en su suelo
una brújula y algunas cartas”. Asimismo, ciñe la cabeza de esta matrona con una
estrella, en referencia a la diosa Venus “o el lucero del alba”, que se
veneraba en el antiguo y famoso templo dedicado a esta deidad existente en
Sanlúcar, en la antigüedad, y que aparece así coronada en las antiguas monedas
halladas en el término sanluqueño. En este sentido, José Antonio Folch
demuestra un mayor conocimiento de la historia antigua de Sanlúcar que los
demás escultores. En este modelo de Folch, las armas modernas de la ciudad están
sostenidas por un niño, en una de sus manos, sujetando en la otra dos coronas, “para
denotar que la ciudad prepara premios al mérito y a la industria”. Este niño se
agrupa con un león que tiene las armas de España, unas banderas marítimas,
La alegoría del río Guadalquivir se representa
mediante una figura liberándose de las cadenas en dos modelos (Monasterio y
Hermoso), que suponía la libertad de la navegación y, prácticamente, en todas
las composiciones se acompaña del remo que le es propio, si bien Folch le añade
un áncora (ambos, símbolos de la navegación), además de sustituir la efigie de
un caballo, como atributo del río Betis, por las piñas propias de la sierra de Segura,
donde nace el Guadalquivir. Por el contrario, Pedro Hermoso sí utiliza, para
acompañar a la alegoría del río, la figura de “un caballo saliendo de una
gruta, como uno de los atributos del Betis”. Además, Folch no ciñe la frente de
la alegoría del río con espadañas, como era frecuente en la época, pues
consideraba que esta planta era común a todos los ríos, sustituyéndola por unos
tallos de olivo, que surgen entre los cabellos de la alegoría fluvial, como
fruto más característico de las tierras que fecunda. Aunque José Guerra
manifiesta que la figura alegórica del río, en su modelo, se acompaña de “su
correspondiente atributo”, no lo especifica.
En todos los modelos aparece, de una forma u otra, las armas de
España, como los dos leones que incluye José Guerra en su composición; o un
león con las armas de España que aparece en el modelo de Folch.
Ángel Monasterio representa al Príncipe de la Paz “con todas las
insignias propias de su dignidad”, en acción de interceder por la ciudad de
Sanlúcar ante el Rey, junto a “un genio que representa la Paz, a quien cubre
con su manto, [y] distingue su glorioso título”. Por su parte, Folch ciñe la
cabeza de Carlos IV con una corona de laurel, al modo de los emperadores
romanos; y la de Godoy con una corona cívica (cerco de ramas de roble con sus
hojas y bellotas), que en Roma se otorgaba a los emperadores y héroes
militares, queriendo expresar con ella “el heroico esfuerzo con que procura el
bien de la patria” Manuel Godoy. Asimismo, Monasterio sitúa junto a Godoy a un
genio que representa la Paz. Y Pedro Hermoso acompaña al Generalísimo con
“un genio sentado quemando unos trofeos militares y con un ramo de
olivo en la mano para simbolizar la Paz”.
Será José Antonio Folch el escultor que más alusiones hace, en su extensa
explicación, a la antigüedad clásica, y el que más símbolos mitológicos utiliza
en su modelo. Así, se refiere a la disposición de Trajano en los relieves
antiguos, para estructurar su composición; y también Carlos IV “se apoya con el
brazo izquierdo sobre un ídolo de Jano”, que en Roma era el dios de la doble
puerta (doble rostro), que representa el principio y el fin, cuyo templo con
las puertas cerradas simboliza los tiempos de paz o sentido pacificador. También a este dios romano se le atribuía la invención del dinero, la navegación y la
agricultura.
***
APÉNDICE
Explicaciones de las ideas expresadas en los cuatro modelos,
presentados al concurso convocado por la Academia de San Fernando, para erigir
un monumento a la libertad de navegación por el río Guadalquivir en Sanlúcar de
Barrameda.
Explicación
del modelo presentado por Ángel Monasterio, ganador del Primer Premio.
“Muy Sr. mío: remito a V.S. en el adjunto la explicación de la idea
que he querido expresar en el modelo que tengo presentado en la Academia. /
Dios prospere la importante vida de V.S.” [Firmado: Ángel de Monasterio.]
Programa. Representa la libertad del río Guadalquivir para su
navegación y tráfico concedida por S. M., solicitada por la ciudad de San Lucar
y recomendada por el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz.
Para el desempeño de este asunto se ha elegido el momento en que S.
M. concede la gracia a la ciudad de Sanlúcar, cuya petición auxilia el Excmo.
Sr. Príncipe de la Paz. Este es el momento elegido, y en el Río y la Ciudad
deben, respectivamente, manifestarse la gratitud y acción correspondientes a su
carácter y oficio que ocupan en la acción. Así pues, el Río reconociendo su
libertad arroja las cadenas de su opresión y toma inmediatamente el remo,
viéndose por este incidente verificada la benéfica intención del soberano, y en
el pronto cumplimiento de tan laudable providencia la gratitud de la Ciudad,
que se representa a su lado en traje de una matrona y con el escudo de sus
armas. El Excmo. Sr. Príncipe de la Paz con todas las insignias propias de su
dignidad está intercediendo por ella, y un genio que representa la Paz, a quien
cubre con su manto, distingue su glorioso título, y este episodio clarifica y descubre
no sólo la acción presente de este héroe, sino que acuerda que la verdad de
este símbolo es la que sin duda le motivó. En esta acción se ha hecho precisa
la mezcla de seres alegóricos y reales por que no se reproducen sino bajo tales
figuras, ríos y ciudades. Se ha procurado en esta composición la sencillez, que
ningún accesorio de los introducidos sea superfluo y que todos concurran a un
efecto común de una manera fuerte, simple y clara. Por esta razón y la de evitar
la confusión que producen muchas alegorías se ha omitido el caballo, que es el
jeroglífico del Guadalquivir y se ha limitado su distinción a unas piñas,
atendiendo a su origen que es en las sierras de Segura, terreno que produce en
abundancia semejante fruto.
Estas consideraciones y el tamaño y materia de que debe construirse
la obra obligan a ligarla y reducirla mucho más, conviniendo esto mismo al buen
gusto y a la práctica de los grandes artistas, y el contraste se ha procurado
que resulte de la variedad de las energías y del interés de cada figura.”[83]
***
Explicación
del modelo presentado por José Antonio Folch, ganador del Premio Segundo.
“Muy Señor mío: a consecuencia del oficio de V.S., fecha tres del
corriente, en que de orden de la Real Academia se pide una explicación de la
idea que me ha dirigido en la ejecución del modelo, que presenté el 31 de
diciembre último, del monumento que piensa erigir la ciudad de Sanlúcar, debo
decir lo siguiente:
Programa. Representar la libertad del Río Guadalquivir para su
navegación y tráfico concedida por S. M. solicitada por la ciudad de Sanlúcar y
recomendada por el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, pidiéndose al mismo tiempo
que en el grupo se hallen la estatua del Rey N.S. con manto Real, la del Sr.
Generalísimo con manto Ducal, la de la Ciudad y la del Río.
Deseando dar a las dos figuras principales la dignidad que las
corresponde y separarlas algún tanto de las figuras alegóricas, que por la
diversidad del traje y de carácter no pueden tener la unidad que el arte desea,
dispuse según se ve.
Las dos figuras principales,
la del Rey N. S. y la del Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, están colocadas en el plano
más elevado, S. M. vestido con manto Real se apoya con el brazo con el brazo
izquierdo sobre un ídolo de Jano: sobre esta mano tiene el cetro Real; su frente
se ve orlada de laurel. La estatua del Sr. Generalísimo con manto ducal se ve
colocada a la izquierda de S. M., señalando con la mano derecha, en cual tiene
el bastón corto de General, al río Betis y dirigiendo la izquierda hacia la
espalda de la ciudad, en ademán de favorecerla con su patrocinio; la frente del
Sr. Generalísimo está adornada con la corona cívica expresando por ella el
heroico esfuerzo con que procura el bien de la patria.
Después de la restauración de las Bellas Artes, se ha procurado
siempre dar mucho movimiento a las composiciones de esta clase, y huir de que
al lado de la figura principal, y en la misma línea se vea otra; a no ser que
su actitud le disminuya la dignidad que debe sobresalir siempre en la
principal. En la idea de este monumento me he propuesto que la estatua del
Monarca ocupe con la dignidad correspondiente el primer lugar, y que la del Sr.
Generalísimo no perdiese nada de la que corresponde a un héroe a quien S. M.
confía los más graves cuidados de la corona, y a quien mira con la más digna
estimación.
Entre los antiguos se vio observada esta regla, como se advierte en
los bajorrelieves que existen. Trajano apenas se distingue de sus ministros y
favoritos más que por la fisonomía.
La figura del Río, en un plano más bajo, se presenta incorporada de
medio cuerpo arriba, levanta con pesadez la cabeza dirigiéndose a mirar al Sr.
Príncipe de la Paz, que procura volver a restablecer la antigua celebridad de
este río; y para manifestar éste su libertad concedida por S.M. extiende su
brazo izquierdo, en cuya mano tiene una áncora y en la derecha un remo, signos
de la navegación. No le he ceñido la frente de espadaña, como han hecho muchos,
porque me parece signo común de todos los ríos y canales, pero le hago nacer
algunos pequeños tallos de olivo por entre el pelo, como el fruto más rico que
caracteriza el país que fecunda con sus aguas y con el que le han adornado
nuestros poetas.
La estatua de la Ciudad se halla en la misma línea que el río,
arrodillada delante del Rey; su actitud humilde y su semblante risueño
manifiestan el contento que recibe por la gracia que S.M. la concede de
la libre navegación del río; por lo que pongo en su mano derecha un timón y en
la izquierda, que arrima a su seno, un pergamino arrollado que expresa su
privilegio añadiéndose además en su suelo una brújula y algunas cartas.
Este modo de
expresar la usaron muchos los antiguos, no solamente cuando representan
ciudades, sino también con algunos héroes, como se ve en los retratos de
Alejandro, que siempre está peinado como Júpiter.
Las armas modernas de la Ciudad las tiene un niño, en que se ocupa
una de sus manos, presentando con la otra dos coronas, para denotar que la
ciudad prepara premios al mérito y a la industria. Este niño se agrupa con un
león que tiene las armas de España, unas banderas marítimas, etc.
Seré feliz si a juicio de la Academia hubiese acertado en la
ejecución de la idea que me propuse; y cuando otros profesores hubiesen
manifestado más genio y más saber, tendré la satisfacción de haber contribuido
a que sea mayor su lauro y la de haber hecho cuanto podía pedirse a mi
aplicación y patriotismo.
Dios que a VS ms as como desea su afectísimo
Señor. QSMB. Madrid, 7 de febrero de 1806. [Firmado] Josef Antonio Folch.[84]
***
Explicación
de modelo presentado por Pedro Hermoso, ganador del Tercer Premio.
“Habiendo sido el programa: Representar la libertad del Río
Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S. M.; solicitada por
la ciudad de San Lucar de Barrameda y recomendada por el Excmo. Señor Príncipe
de la Paz; dispuse todo el grupo, del modo siguiente:
Formé un gran peñasco en la base del monumento para colocar en él
el Río Guadalquivir, pareciéndome esta situación más propia al decoro y a la
alegoría que situarlo en un pedestal y a la par de las demás figuras, he
representado al Río, a su izquierda, están rotas las cadenas con que estaba
atado, con el objeto de representar su libertad; en el
mismo lado he puesto un caballo saliendo de una gruta, como uno de los
atributos del Betis.
Encima del terrazo hay un zócalo redondo, y en medio de este un
pedestal cuadrado sobre el que cual está la estatua del Rey, a la heroica, en
el acto de conceder esta gracia por la mediación del Excelentísimo Señor Príncipe
de la Paz, que está a la derecha de S. M., colocado sobre el zócalo, mirando al
río y señalando con el dedo a la Ciudad por quien intercede, la cual está
representada por una Matrona que está arrodillada sobre el zócalo, a la
izquierda del pedestal, con la mano derecha dirigida hacia el Rey y la
izquierda hacia el Río por cuya libertad suplica.
Detrás del Príncipe de la Paz he puesto un genio sentado quemando
unos trofeos militares y con un ramo de oliva en la mano para simbolizar la
Paz; y junto a la Matrona, que representa la ciudad hay otro genio que tiene el
escudo de las armas de ésta.
En el reverso del pedestal, a donde está colocado S.M., hay un escudo
de las armas reales sobre los dos mundos y enlazado con el toisón, banda de la
Concepción, etc.”
Creo que de este modo queda resuelto el programa, pero si los datos
no hubieran sido tan limitados, a muy poca costa se hubiera podido hacer un
grupo más expresivo, más análogo al intento y de mayor armonía. Madrid, 8 de febrero de 1806. [Firmado] Pedro Hermoso.[85]
***
Explicación del
modelo presentado por José Guerra.
“En cumplimiento de lo que V.S. se sirve prevenirme en su oficio de
3 del corriente, acompaño la adjunta explicación del Modelo, que con arreglo al
Programa he ejecutado del Monumento que ha de erigir la ciudad de S. Lucar de
Barrameda a la Real Beneficencia de S. M., por haber declarado libre la
navegación del río Guadalquivir. / Ntro. Sr. que la vida de V.S. m.S
aS que desea. Madrid, 6 de febrero de 1806. [Firmado] José Guerra.
Explicación del Modelo.
Teniendo presente el autor, de que el Monumento ha de colocarse
sobre el muelle, ha hecho en la planta baja una gradería con una balaustrada.
En cada una de las cuatro entradas de ella ha colocado dos leones,
así como por que contribuir al adorno, como por ser atributos de España.
La cadena puesta sobre los guardarruedas parece ser muy del caso
para defensa del monumento.
En medio de dicha planta baja está un plinto cuadrado sobre el cual
carga un zócalo circular, y en el vaciado de éste hay un bajorrelieve en el que
se representa el comercio y navegación, alusivos al asunto, con los atributos
que le da César Ripa y conoce muy bien la Academia.
Sobre el zócalo descansa la Alegoría y en el pedestal se halla
colocado el R. N. S. indicando en su actitud que accede a la súplica de la
Ciudad, y a su lado izquierdo el Excmo. Señor Príncipe de la Paz en ademán de
hacer presente a S. M. y apoyar la solicitud, y la Ciudad con su Escudo de
Armas en el de tributar gracias por la concesión.
A la izquierda de ella se manifiesta el Río, con su correspondiente
atributo, por ser muy necesario y del caso, para expresar el asunto; y a la
parte opuesta, como tan interesadas en la libre navegación, por el fomento que
sin duda recibirán la Industria y la Agricultura, una y otra con los atributos,
que según el mismo César Ripa las corresponde.
Finalmente se han figurado en el pedestal algunas inscripciones,
porque en él deberán ponerse las que transmitan a la posteridad el motivo de la
erección de este Monumento. Es cuanto ha parecido conducente exponer al
ejecutor del modelo para manifestar sus ideas y actitud de las figuras y demás
de que se compone y adorna. Madrid, 6 de
febrero de 1806. [Firmado] Josef Guerra.[86]
***
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***
[1] Antonio Egea
López: “El comercio sevillano con Indias y la mejora de la navegación por el
Guadalquivir en el reinado de Carlos IV”. 1991, págs. 59-70.
[2] Ibidem, pp. 60-63. Por Real Cédula de 24 de noviembre
de 1784, Carlos III concedió el Consulado “junto a la decidida empresa Real de
mejorar la navegación por el Guadalquivir”.
[3] Egea López: Opus cit., p. 61-63.
[4] Egea López: Opus
cit., p. 64-67.
[5] Egea López: Opus
cit., p. 66.
[6] Después de
Merlina se construyó en 1816 la Corta Fernandina, entre otras, siendo la última
la Corta de la Cartuja. (Egea López: Opus cit., p. 67).
[7] Egea López: Opus
cit., p. 67.
[8] Archivo de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (en adelante, ARABASF). Sig.
4-81-11. “La ciudad de San Lucar de Barrameda pide se abra un concurso para la
adjudicación de un premio de un Monumento a la memoria de la navegación del
Guadalquivir”.
[9] No debe
confundirse esta Provincia de Sanlúcar con la Provincia Marítima de Sanlúcar,
aprobada por Real Orden de 30 de julio de 1845, que dejó de existir en 1933,
con enseña o bandera de color azul.
[10] Girón Sierra y
Barquín Sanz, 2008.
[11] Ana Gómez Díaz-Franzón: “Vida y legado del ilustrado
Francisco de Paula Rodríguez y Rodríguez-Bejarano (Sevilla, 1755 – Sanlúcar de
Barrameda, Cádiz, 1811). La Fundación Francisco de Paula Rodríguez
(1822-2023)”. Desde el templo del Lucero (23 de enero de 2024), p. 12.
[12] Doctor
Thebussem: “Un par de cartas por el Doctor Thebussem”, en Diario de Manila,
11-1-1889, p. 3.
[13] Ibidem.
[14] Antonio
Cánovas del Castillo: “Apuntes para la historia de Marruecos”, en La América
(8-5-1860).
[15] Jesús
Burgueño, pp. 40-41.
[16] Daza Palacios,
2019, p. 64.
[17] Manuel Godoy: Memorias,
Tomo III, p. 268.
[18] Semanario
de agricultura y artes dirigido a los párrocos. “Concluye el artículo de
las fiestas rurales y otras de utilidad pública que se hicieron en S. Lucar
[en 1803]. n.º 423 (7-2-1805); pp. 90-96.
[19] Fernández
Sirvent, 2017, p. 49.
[20] Daza Palacios,
2019, pp. 54-64.
[21] Francisco
Amorós y Ondeano, III marqués de Sotelo (Valencia, 1770 – París, 1848).
Pedagogo, militar y administrador público en España y Francia. En 1800 obtuvo
plaza de oficial supernumerario de la Secretaría de Estado y del Despacho
Universal de la Guerra. Entre 1802 y 1805 fue, junto con Manuel Godoy y Domingo
Badía (“Alí Bey”), uno de los principales promotores del proyecto secreto (finalmente
frustrado) de la monarquía española para colonizar los territorios costeros e
interiores de Marruecos (“asunto de Marruecos”); y del intento de recuperar
Gibraltar de manos de los ingleses (tentativa abortada tras el “desastre de
Trafalgar” en 1805). Amorós se convirtió en el hombre de confianza del
generalísimo Godoy, actuando durante varios años como su Secretario personal. También
desempeñó un papel decisivo en la creación del Instituto Militar Pestalozziano
de Madrid, que supuso el antecedente de su fructífera trayectoria como pedagogo
de sus nuevos métodos gimnásticos en Francia. (Rafael Fernández Sirvent, 2007 y 2017; y
D.B. Real Academia de la Historia).
[22] Ramón del
Águila Corbalán Castro, XI marqués de Espeja (1757-1827), fue nombrado en 1792
Consiliario, y en 1803 Viceprotector de la Real Academia de San Fernando de
Madrid.
[23] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a la Academia (12 de junio de 1805). Se vio
en Junta particular de la Academia (30 de junio de 1805). En todas las
transcripciones de documentos se ha actualizado la ortografía.
[24] Isidoro
Bosarte de la Cruz (Baeza, Jaén, 1747 – Madrid, 1807). El 27 de enero de 1792
fue nombrado Secretario General de la Academia por Real Orden del 24 del mismo año.
[25] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misivas de Isidoro Bosarte (2 y 3 y 5 julio de 1805). Al margen, se
relacionan las comunicaciones enviadas a las Academias y escultores académicos
de mérito: Alfonso Giraldo Bergaz, Pedro Michel, Juan Adán, Joaquín Aralí,
Esteban de Agreda, Dionisio Sancho, José Folch, Pedro Bossau del Rey, Pedro
Hermoso, Pascual Cortés, José Guerra, Ángel Monasterio. Ausentes: José
Rodríguez Díaz, Salvador Guzmán, Jaime Folch y Cosme Velázquez.
[26] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva del Marqués de Espeja a Francisco Amorós (3 de julio de 1805),
“monumento representando la libertad del río Guadalquivir”, “solicitado por la
ciudad de Sanlúcar, recomendado por el Príncipe de la Paz y concedido por S.
M.” (…) “La Academia me encarga de a V.S. las gracias por la satisfacción que
le merece y por el justo medio que ha elegido a fin de que el monumento se haga
digno del objeto que representa”.
[27] ARABASF. Sig.
4-81-11. Se vio en Junta particular (21 de julio de 1805) una misiva de la
Academia de Valladolid (Joseph Berdonces) del 10 de julio a Isidoro Bosarte,
dando cuenta de haber notificado la oposición a los profesores “sin edictos ni
impresos”; otro oficio de la Academia de San Luis de Zaragoza, firmado por el
Secretario Diego de Torres; otro del escultor José Antonio Folch a Bosarte.
(Madrid, 9 de julio de 1895), donde especifica que procurará “no desmerecer del
aprecio que le debo…”; otro de Alfonso Giraldo Bergaz (Madrid, 25 de julio de
1805), director de Escultura de la Academia, acusando recibo y excusándose por
no poder ser uno de los opositores aspirantes “como lo fui en otras ocasiones”,
por las varias obras que se hallaba realizando; otro de Cosme Velázquez (Cádiz,
6 de agosto de 1805), comunicando sobre el encargo que “haré lo posible por
evacuar; aunque veo que a los seis meses de término señalado ya tenemos uno
corrido, por lo que espero que la Real Academia tendrá a bien concederme el
necesario [tiempo]”; otro del escultor Jaime Folch (Barcelona, 1 de agosto de
1805), donde informa que “procuraré contribuir en cuanto pueda”; otro de José
Rodríguez Díaz (Carraca [Cádiz] 16 de agosto de 1805), en el que afirma que dio
cuenta al General del Real Departamento, “y muy gustoso me ha mandado ponga en
ejecución el referido modelo” […] “suplico a S. E. se sirva por el corto tiempo
y el atraso de la noticia y que se debe disponer, su transporte a que llegue
sin daño en su viaje a esa Real, dispensándome si puede ser más tiempo”, si
bien este escultor finalmente no se presentó al concurso. Y en Junta particular
de 5 de enero de 1806 se vio una misiva a Bosarte de Mariano Ferrer (Valencia,
19 de noviembre de 1805), preguntando por el último día de plazo, pues “aquí
hay un joven que trabaja” y no quisiera que se quedase sin opción. (Al margen:
“El día 31 de enero es el término perentorio para los ausentes”). Misiva a
Bosarte de Cosme Velázquez, “individuo de mérito” de la Real Academia y
Director de la Escuela de Dibujo de Cádiz, solicitándole una prórroga de tres
meses (24 de diciembre), al que respondió la Academia que el plazo había
finalizado el 31 de diciembre (7 de enero de 1806); y nueva carta de Cosme
Velázquez a la Academia (24 de enero de 1806) expresándole su malestar, pues
había sido muy “doloroso” para él haber sufrido aquella censura, ya que
solicitó una prórroga del plazo de entrega, “como se ha practicado en otras
ocasiones” y, a pesar de ello, “quede exonerado completamente” ante esa Junta,
pues “la falta de cumplimiento ha sido por la escasez de tiempo y larga
distancia.”.
[28] ARABASF. Sig.
4-81-11. Orden al conserje (23 de diciembre de 1805).
[29] ARABASF. Sig.
4-81-11. Oficio de Francisco Durán a Isidoro Bosarte (5 de enero de 1806).
[30] ARABASF. Sig.
4-81-11. Oficio de 3 de febrero de 1806 a los cuatro escultores.
[31] ARABASF. Sig.
4-81-11. Relación de los doce académicos que conformaron el jurado: “[?] Pérez,
[Mariano González de] Sepúlveda, [Dionisio] Sancho, [Esteban] Agreda, [Joaquín]
Arali, [Juan Antonio] Cuervo, [Cosme] Acuña, [Francisco Javier] Ramos, [Antonio
López] Aguado, [Pedro], Michel, [Mariano Salvador] Maella y [Gregorio] Ferro.
[32] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva a Isidoro Bosarte del escultor Alfonso Giraldo y Bergaz,
disculpándose por no poder asistir a la Junta, por hallarse enfermo. (Madrid, 9
de febrero de 1806).
[33] ARABASF. Sig.
4-81-11. Junta Extraordinaria de la Academia, de 9 de febrero de 1806.
[34] ARABASF.
Sig. 4-81-11. Junta Extraordinaria de la Academia, de 9 de febrero de 1806. En
base a la votación del jurado, el “Premio Primero”, obtuvo el señalado con la
letra A (José Folch) 3 votos; el “B” (Ángel Monasterio), 7 votos; el “C” (José
Guerra), ningún voto; y el “D” (Pedro Hermoso), 2 votos. Para el “Premio
Segundo”, el modelo “A” obtuvo 7 votos; los B y C, ningún voto; y el D, 5
votos. Para el “Premio Tercero”, el modelo A y B no obtuvieron votos; el C, 1
voto; y el D, 11 votos.
[35] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva del Marqués de Espeja a Francisco Amorós (Madrid, 13 de febrero
de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.
[36] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al marqués de Espeja (Madrid, 14 de febrero
de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.
[37] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a los tres escultores ganadores. (14 de febrero
de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.
[38] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a Ángel Monasterio (5 de marzo de 1806). Vista
en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806.
[39] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva a José Folch (6 de marzo de 1806). Vista en Junta Ordinaria de
7 de abril de 1806.
[40] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Ángel Monasterio a Isidoro Bosarte. (Madrid, 8 de marzo de
1806). Vista en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806. Acusando recibo de los
premios recibidos y manifestando su gratitud a la Academia; y misiva de José
Antonio Folch a Isidoro Bosarte. (Madrid, 18 de marzo de 1806). Vista en Junta
Ordinaria de 7 de abril de 1806. Acusa haber recibido el premio de la patente
de Socio honorario de la Real Sociedad de Sanlúcar de Barrameda y
agradecimiento a la Academia.
[41] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misivas de la Academia a José Folch y Pedro Hermoso (29 de mayo de
1806).
[42] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misivas de la Academia a José Folch y Pedro Hermoso (9 de junio de
1806).
[43] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al marqués de Espeja (Madrid, 8 de junio de
1806). Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.
[44] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Ángel de Monasterio a Isidoro Bosarte (11 de junio de 1806).
[45] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a Isidoro Bosarte (Madrid, 11 de junio de
1806). Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.
[46] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de José Folch a Isidoro Bosarte (Madrid, 10 de junio de 1806).
Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.
[47] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva al conserje (12 de junio de 1806) Vista en Junta de Particular
de 13 de junio de 1806.
[48] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva del conserje, Francisco Durán (Madrid, 12 de junio de 1806)
Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.
[49] ARABASF. Sig.
4-81-11. Acuerdo. Junta de Particular de 13 de junio de 1806.
[50] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a José Folch (Madrid, 18 de junio de 1806) Visto
en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.
[51] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de José Folch al Marqués de Espeja (Madrid, 18 de junio de
1806). Visto en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.
[52] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a Francisco Amorós (Madrid, 22 de junio de
1806). Visto en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.
[53] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al Marqués de Espeja (Madrid, 31 de agosto
de 1806).
[54] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a la Academia (Madrid, 18 de diciembre de
1806). Visto en la Junta de Particular de 1 de febrero de 1807.
[55] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a la Academia (Madrid, 27 de enero de 1807).
Visto en la Junta de Particular de 1 de febrero de 1807.
[56] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a Pedro Hermoso (Madrid, 6 de febrero de 1807).
Visto en la Junta de Particular de 1 de marzo de 1807.
[57] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso y José Antonio Folch y Costa a la Academia
(Madrid, 6 de marzo de 1808) (Al Margen:
Visto y pásese oficio a Amorós)
[58] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de la Academia a Francisco Amorós (Madrid, 14 de marzo de
1808). Visto en la Junta de Particular de 3 de abril de 1808.
[59] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a José Munarriz. (Madrid, 16 de marzo de
1808). Visto en la Junta de Particular de 3 de abril de 1808.
[60] Gómez Díaz-Franzón, 2011; pp. 114-126.
[61] Gómez
Díaz-Franzón, 2018; p. 136.
[62] Martín
González, 1994, p. 14.
[63] Ibidem.
[64] Gaya Nuño,
1977, p. 69.
[65] Ibidem., 1994,
p. 13-14.
[66] Ángel Augusto de
Monasterio e Ibáñez (Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1777 – Río de la
Plata, Argentina, c. 1814). Escultor, arquitecto y agrimensor. Hijo del también
escultor Pedro Vicente de Monasterio, (José Manuel Ramírez Martínez: “Ángel de
Monasterio”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia; y
“Ángel Augusto de Monasterio” en Wikipedia).
[67] Javier Ortega
Vidal: “La plaza de la Lealtad como forma urbana: el Prado, el Tres de Mayo, el
Obelisco…”. Manuel Espadas Burgos (Dir.): Anales del Instituto de Estudios
Madrileños, Extraordinario Segundo Centenario de 1808. CSIC, Madrid, 2008; pp.
47-82; p. 60.
[68] Archivo de la
Villa de Madrid (AVM) SEC - 2 - 329 – 2. “D. Ángel Monasterio, vecino de la
Villa, académico y profesor de escultura de la Real Academia de San Fernando,
propone la construcción de un monumento a las víctimas del Dos de Mayo y
presenta los planos para el mismo.”
[69] Javier Ortega
Vidal: Opus cit., p. 60.
[70] A esta primera
iniciativa de Monasterio, se sumaron otras como la que el abogado Wenceslao de
Argumosa y Bourke propuso un mes después. (Concepción Lopezosa Aparicio: “Escenario
para la paz y para la guerra: el 2 de mayo en el prado. Los monumentos para la
memoria”, 2008, p. 315).
[71] Cirici Narváez, 2020, p. 128.
[72] Como
responsable del cuerpo de artillería, se incorporó al ejército argentino,
alcanzando el grado de teniente coronel. Al asumir el proceso de fabricación de
piezas de artillería, Monasterio realizó el primer mortero de bronce de doce
pulgadas de calibre (“Tupac Amaru”); al que siguió un nuevo mortero denominado
“Mangoré”; y, a comienzos de 1813, se fundió un tercer mortero de similares
características, que recibió el nombre de “Monasterio” en atención a su
creador. En 1814 Ángel de Monasterio pudo entregar cuatro cañones, de un total
de ocho, de bronce del calibre 8. (José Manuel Ramírez Martínez: “Ángel de
Monasterio”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia).
[74] Azcue Brea,
1994, p. 350.
[75] Ibidem., p.
351.
[76] Martín
González, 1994, p. 18.
[77] José Antonio Folch y Costa (Barcelona, 1768 – Madrid, 1814). Escultor, miembro de una familia de artistas dedicada a diferentes ramas del arte (escultores, pintores y grabadores). Muchas de sus obras sólo se conocen a través de la biografía que, tras su muerte, escribió su hermano Jaime. Fue académico de mérito de la de San Fernando (1797) y escultor de Cámara. Trabajó también como “ayudante en la clase de Principios” de la Academia madrileña (1805-1807). Y en 1814 ocupó la plaza de teniente director de la Academia, aunque murió dos meses más tarde. (Anna Riera Mora: “José Antonio Folch y Costa”, Diccionario Biográfico Real Academia de la Historia.).
[78] Revista
publicada en Madrid entre 1803 y 1805. Los escritos de José Antonio Folch están
dedicados al grabado, a la utilidad del dibujo, la anatomía y la pintura,
además de recoger el famoso discurso de Joshua Reynolds en la Academia de
Londres (con quien se manifestó totalmente de acuerdo). (Ibidem.).
[79] Martín
González, 1994, p. 18.
[80] Anna Riera i
Mora: "Sobre un trono de Gloria. La Magdalena en éxtasis de Arahal,
escultura de José Antonio Folch y Costa”. 2023, pp. 307-315.
[81] Pedro Antonio Hermoso. (Granada, 1763 – Madrid, 1830). Escultor. Era hermano del también escultor Tomás Hermoso. Académico de Mérito (1799), fue nombrado teniente director de Escultura en 1811, sucediendo a Juan Adán, otro de los más notorios escultores de la época, del quien fue discípulo. En 1816 ocupó el cargo de director de Escultura de la Academia, y en 1819, junto con José Ginés, dirigió el Estudio de la calle Fuencarral. Asimismo, fue nombrado escultor de Cámara. (Leticia Azcue Brea: “Pedro Antonio Hermoso”, en Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia).
[82] José Guerra García (San Vicente de Arévalo (Ávila), 1755 – Madrid, 1822). Escultor. Sobrino del conocido escultor Francisco Gutiérrez, de quien José Guerra fue alumno. En 1786 fue nombrado académico supernumerario. En 1803, académico de mérito y en 1814, teniente director de escultura. En 1817 era teniente director del Estudio de Fuencarral y en 1819, director de Escultura de la Academia.(Francisco Vázquez García: “José Guerra García”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia; Martín González, 1994, p. 20-21; y Virginia Albarrán Martín: 2005, p. 312).
[83] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Ángel de Monasterio a Isidoro Bosarte (4 de febrero de
1806).
[84] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de José Antonio Folch a Isidoro Bosarte (Madrid, 7 de febrero
de 1806).
[85] ARABASF. Sig.
4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a la Academia (Madrid, 8 de febrero de 1806).
[86] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de José Guerra a Isidoro Bosarte (Madrid, 6 de febrero de 1806).
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