Texto publicado en formato papel en 2012, revisado y ampliado para esta edición digital en junio de 2015.
Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte
Situada en una de las mejores zonas
vitícolas del término de Sanlúcar de Barrameda, la tierra albariza y las brisas
marinas garantizan en El Charruado la crianza de selectas vides, con cuyos
frutos se han venido elaborando los excelentes vinos sanluqueños y, en
especial, su famosa manzanilla.
Sobre una suave loma del actual pago
agrícola El Charruado Pardo, antaño
denominado pago de Doña Elvira, se
extienden los límites de esta hacienda, que hoy ocupa un total de 41 aranzadas.
En altozano asoma la majestuosa casa de viña, entre una vieja arboleda,
dominando los terrenos que se han dedicado desde antiguo a viñedo, sembraduras
y tierra calma.
Con entrada por la carretera de
Sanlúcar a Rota, antiguo camino de Munive o del Administrador, El Charruado
linda con otras dos históricas viñas: la hacienda Cuesta Blanca y El Maestre.
Está última finca perteneció durante los primeros años del siglo XX a Carmen
Giménez Flores, vizcondesa de Termens, llamada popularmente “La Infantona”, quien
le otorgó esa llamativa imagen neomudéjar que hoy luce El Maestre.
Origen
del nombre “Charruado”
El origen del nombre de esta hacienda, El
Charruado, parece proceder de una antigua labor agrícola, propia de las viñas,
que se efectuaba en fechas anteriores al siglo XIX, y se realizaba con la “charrúa”
o arado francés, de tal forma que las tierras labradas mediante esta operación
del “charruado” se denominaron “viñas charruadas”. Así lo explicaba el botánico
Esteban de Boutelou en 1807:
“Usaban antiguamente los Sanluqueños,
para preparar los terrenos que destinaban al plantío de viñas, de arados
fuertes franceses, que nombraban charruas,
de la voz francesa charrue. Uncían
dos pares de bueyes robustos a cada uno de estos arados, que executaban una
labor profunda e igual, substituyendo con mucho menor costo a el agostado que
hoy practican con la azada. Duró por espacio de muchos años el uso de estos
arados en Sanlúcar, de los cuales solo ha quedado en el día la memoria. El
ahorro de jornales que resultaba al viñadero de la operación del charruado era un renglón de mucha
consideración, que conocen generalmente todos aquellos cosecheros. (…) Los
terrenos que antiguamente se prepararon y labraron con el arado francés,
conservan hasta ahora el nombre de charruados
(…) La duración de las cepas, su conservación, feracidad y producto en las
viñas charruadas, es muy poco
diferente en el día de las que se agostaron y corresponden a aquella época”.
Una historia
centenaria
Como fue habitual durante el siglo
XVIII en la baja Andalucía, esta finca estuvo en manos de la oligarquía
mercantil procedente del comercio con América, cuyos sustanciosos beneficios se
invirtieron en la compra de tierras y la agroindustria del vino. En el siglo
XIX y gran parte del XX, la descendencia aristocrática y burguesa de aquellos
cargadores a Indias, mantuvieron estas explotaciones agrícolas hasta que, casi
siempre por motivos de herencia, quedaron fragmentadas en medianas y pequeñas parcelas, como ocurrió en este caso.
El Charruado antes la rehabilitación. Fachada lateral. Foto: Colección Familia Durán García. |
La primera referencia documentada sobre El Charruado se remonta a 1824, cuando Juan Bautista Angioletti
y Belloni heredó esta posesión de su madre, María de la Concepción Belloni. El
padre de ésta, Juan Ángel Belloni,
fue un importante comerciante con América. De origen milanés, se asentó primero
en Cádiz y luego en Sanlúcar, hacia 1735, hallándose matriculado en la Carrera
de Indias en 1751, aunque ya está presente en Veracruz en 1748. Siendo vecino
de Cádiz, Belloni obtuvo la Carta de Naturaleza por Real Cédula en 1751, quedando
así naturalizado español.
Sabemos que en 1750 Juan Ángel Belloni
adquirió en el Barrio Alto de Sanlúcar, en lugar muy próximo a su casa (calle Luis
de Eguílaz), un solar y el aledaño Coliseo de Comedias, donde construyó la
bodega-granero que hoy se conoce como “Bodega Angioletti”, actual propiedad de
Bodegas Barbadillo.
Es muy probable que, por esas mismas
fechas, Juan Ángel Belloni comprase también la viña El Charruado, que bien contaría
ya con la casa edificada, bien la construyó él mismo. Por tanto, el caserío de
El Charruado se puede fechar, como mínimo, en la segunda mitad del siglo XVIII.
Juan Ángel Belloni tuvo tres hijos, Pedro,
José María y Concepción, pero sólo sobrevivió su hija María de la Concepción Belloni, quien heredó tanto la bodega barrioalteña
como esta finca El Charruado, por testamento de su
padre (1773).
Concepción Belloni contrajo matrimonio con
el gaditano Juan Bautista Angioletti,
también de origen milanés y residente de Sanlúcar, cuyo padre, Antonio José
Angioletti y Muñoz, ya natural de Cádiz, aparece igualmente matriculado en la
Carrera de Indias en 1753 y obtuvo privilegio de hidalguía en la Real
Chancillería de Granada en 1775.
El matrimonio Angioletti-Bellloni tenía
su casona familiar en la calle de la Iglesia Mayor -actual calle Luis de
Eguílaz-, que más tarde sería conocida como “casa de la marquesa del Pedroso”
(en la actualidad convertida en pisos), por el título que ostentaron sus nietas y descendencia. Tuvieron tres
hijos: Gonzalo, Juan Bautista y Pedro Angioletti y Belloni. En 1824 este último,
que fue diputado de la Hermandad de Cosecheros de Vinos de Sanlúcar, heredó la
bodega “Angioletti”. Por su parte, Juan Bautista obtuvo como legado la finca El
Charruado.
Juan
Bautista Angioletti y Belloni,
vecino de Sanlúcar, ingresó en la Real Maestranza de Ronda en 1816. Además de
comerciante y bodeguero, desempeñó un papel activo en la política local. En
1812 era diputado popular y llegó a ser Regidor del Ayuntamiento en dos
ocasiones, como alcalde tercero (1823) y segundo (1838), por elección. Además,
Juan Bautista Angioletti perteneció, por el sector de comerciantes al por
mayor, a la primera Junta Económica del Consulado Independiente.
El Charruado antes la rehabilitación (c. 1980). Foto: Col. Familia Durán García. |
El Charruado permanecerá en manos de Juan Bautista Angioletti y Belloni y de su esposa, Francisca Díaz de la Serna, hasta 1864, en cuya fecha, por fallecimiento de los anteriores, se procedió a la división de la finca entre sus ocho hijos. El grueso de la hacienda, por indiviso, pasó a ser propiedad de cinco hermanos, mientras que dos octavos –dos suertes de viña- fueron a parar a María de los Ángeles Angioletti y Díaz de la Serna y su hermana María Asunción Angioletti y Díaz de la Serna, respectivamente. Además, se segregó otra parcela para María Luisa Angioletti y Castelló, sobrina de Rosario Angioletti y Díaz de la Serna. Esta última, al ingresar en la comunidad religiosa de las Hermanas de la Caridad en Sevilla, cedió la parte que le correspondía a sus hermanos y el quinto de sus bienes a esta sobrina, hija de su hermano Juan.
Como compensación por no obtener parte
proporcional en la casa, tanto María de los Ángeles como María Asunción gozaron
de permiso para usar el agua procedente del aljibe existente en la casa, hasta que
vendiesen sus terrenos a terceros. Asimismo, ambos terrenos quedaron libres de
pagar cualquier rédito derivado de los dos capitales de censos con que estaba
gravada la finca desde antiguo.
De esta forma, en 1864, la primitiva
hacienda El Charruado quedó dividida en cuatro partes, que en 1988 fueron
reunificadas y ampliadas, mediante las adquisiciones realizadas por su actual
propietario, José Rodríguez Fábregas.
A)
La zona más
extensa, donde quedó incluida la casa, fue inicialmente explotada por los hermanos Juan José, Luis, Antonio, José María y María Josefa Angioletti y Díaz de la Serna.
Si bien, en 1867 María Josefa, siendo ya hermana de la Caridad en Sevilla,
vendió su parte proporcional a sus cuatro hermanos, que realizaron una hipoteca
sobre la finca para garantizar su pago, el cual aún no se había satisfecho en
1898, cuando murió María Josefa, haciéndose cargo de la testamentaría su
sobrino, Juan Márquez de la Plata y Angioletti. Y en 1868 falleció José María
Angioletti, soltero, dejando como único heredero de sus bienes a su hermano
Luis.
Antonio y Luis Angioletti
y Díaz de la Serna fueron abogados y ejercieron un cierto protagonismo en la
vida social y política de Sanlúcar. Por ejemplo, Luis Angioletti fue concejal
por elección en 1861 del Cabildo sanluqueño. Por otro lado, vinculado al mundo
de la educación y la cultura, Juan José Angioletti formó parte de la Junta
Local de Primera Enseñanza, entre 1881 y 1883; y fue muy aficionado a la
pintura, presentando varias obras en la exposición de 1858 celebrada en Jerez
por la Sociedad Económica, donde obtuvo una mención honorífica por el conjunto
de su obra.
Pero las cosas no
marcharon bien para los tres hermanos Angioletti respecto a la viña El
Charruado. Acuciados por una constante falta de fondos económicos, se vieron
obligados a solicitar varios préstamos hipotecarios sobre esta finca, como los
facilitados por Francisca Díez de Argüeso (1877, 1879 y 1883); León de Argüeso
(1879) sobre el esquilmo de esta viña; y José Hontoria Tezano (1879), además de
la anterior hipoteca realizada para garantizar el pago a su hermana María Josefa.
Le siguieron varias advertencias de embargo, hasta que en 1899 la finca fue
vendida por los tres hermanos Angioletti, en pública subasta, a Miguel Durán
Vallejo.
Miguel Durán Vallejo. Foto: Col. Familia Durán García. |
Así, desde 1899 El
Charruado pasó a ser propiedad de Miguel
Durán Vallejo, farmacéutico, que por aquellas fechas ya tenía instalada su
botica en la calle Santo Domingo, nº 40 (antiguo), más tarde trasladada a la calle Ancha, donde aún permanece abierta por sus descendientes. Durán Vallejo contrajo
matrimonio, en primeras nupcias, con Juana Miler Ambrosy,
quien procedía de dos familias con gran tradición vinatera en Sanlúcar. Una vez
viudo, volvió a casarse con Carmen Ochoa Ruiz.
Desde 1902, Durán
Vallejo realizó varias hipotecas sobre esta finca, a favor de Florencio
Ridruejo y Barrero (1902), Manuel Miler Ambrosy (1912) e Inocencia Santiago
Rodríguez (1923), que fueron canceladas puntualmente; además de una venta con
pacto de retro a Juana Ambrosy La Cave, entre 1908 y 1912, en cuyo último año
el farmacéutico volvió a adquirir la finca por retroventa.
Miguel Durán Miler. Foto: Col. Familia Durán García. |
Al fallecer Durán
Vallejo, en 1928, El Charruado quedó dividido en tres partes, legadas a sus dos
hijos, Miguel Durán Miler y Luis Durán Ochoa; mientras que un tercer terreno quedó
en manos de su segunda esposa y viuda, Carmen Ochoa Ruiz. Las parcelas de estos dos
últimos se encuentran integradas en la finca actual, por herencia y compra,
respectivamente, de José Rodríguez Fábregas.
Miguel Durán Miler, también farmacéutico, casado con Carmen García de Diego, explotó su finca, donde quedó incluida
la casa. Muy integrado en el sector vitivinícola de Sanlúcar, Durán Miler fue
miembro de la Asociación de Propietarios
y Arrendatarios de Viñas, formando parte de su directiva. A su
fallecimiento, en 1969, heredó El Charruado su viuda, en usufructo vitalicio
-extinguido por fallecimiento en 1987-, y sus ocho hijos, Durán García, quienes
vendieron la finca a José Rodríguez Fábregas en 1988.
B)
La suerte
de viña heredada por María de los Ángeles
Angioletti y Díaz de la Serna, conformada por una aranzada y ciento
cincuenta y ocho estadales, permaneció en manos de sus herederos hasta que en
1988 fue comprada por el actual propietario, José Rodríguez Fábregas, uniéndola
a la original hacienda El Charruado.
María de los Ángeles
Angioletti contrajo matrimonio con Manuel
Márquez de la Plata y García (fallecido en Sevilla, 24.04.1909), quien
había casado en primeras nupcias con Gertrudis de Alcocer. Uno de sus hijos,
Juan Manuel Márquez de la Plata y Angioletti, nacido en Sevilla, que fue abogado,
Caballero de la Orden de Alcántara y Maestrante de Zaragoza, contrajo
matrimonio en Sevilla (1904), con su prima, Teresa Pastoriza Caamaño y Márquez
de la Plata (Guayaquil, Ecuador, 15.10.1875 – Niza, Francia, 25.08.1931), hija
del Presidente de la República de Ecuador y IV Marquesa de Casa Real.
Por haber quedado
vacante, el título de Marqués del Pedroso en 1921, por fallecimiento de Félix
Siloniz y Colarte, en 1925 los marqueses de Casa Real obtuvieron el título de Marquesa del Pedroso para su hija mayor,
descendiente del primer marqués, María
Teresa Pastoriza Márquez de la Plata y Caamaño (Madrid, 06.03.1905 –
23.10.1927), IX Marquesa del Pedroso, Terciaria Franciscana y Dama de la Real
Maestranza de Caballería de Zaragoza, que falleció muy joven y aún soltera en
1927, por lo que el título pasó en 1930 a su hermana María Josefa Márquez de la
Plata y Caamaño (Madrid, 15.12.1909 - ¿?), X Marquesa del Pedroso, la cual
cedió el título por sucesión, en 1949 (convalidado en 1953), a su otra hermana,
María Ángeles Márquez de la Plata y Caamaño (Madrid,
12.febrero.1907), XI Marquesa del Pedroso, casada con Joaquín de Ena y
Urdangarín.
Esta rama de la familia,
Márquez de la Plata, procedía de Pedro Adrián Colarte y Lila, uno de los hijos
del I marqués del Pedroso, Pedro de Colarte y Dowers, de origen flamenco,
nacido en Brujas, y naturalizado en Sanlúcar de Barrameda, que también se
distinguió como cargador a Indias en el comercio gaditano y a quien Carlos II
otorgó este título en 1690.
Los marqueses de Casa
Real y del Pedroso estuvieron muy vinculados a Sanlúcar de Barrameda, donde
solían pasar las temporadas veraniegas, en la casona familiar de la calle Luis
de Eguílaz, más tarde rehabilitada para pisos. Algunos de sus descendientes aún
conservan la costumbre de residir en la ciudad durante la época estival.
Desde finales del siglo
XIX y buena parte del XX, la familia Márquez de la Plata-Angioletti mantuvo estrechas
relaciones sociales con los duques de Montpensier y sus descendientes, los
Infantes de Orleáns y Borbón. Así, los marqueses de Casa Real y del Pedroso no
faltaban en las fiestas y eventos organizados por los Montpensier y, luego, por
los Orleáns-Borbón; y éstos, en correspondencia, solían asistir a las
celebraciones organizadas por la familia Márquez de la Plata, tanto en Madrid
como en Sanlúcar. De igual modo, durante los años veinte del siglo XX, los
marqueses de Casa Real y sus hijas, las sucesivas marquesas del Pedroso,
pertenecieron al selecto círculo aristocrático de los “Caballeros” y “Brazo de Damas”
de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, la cual se hallaba encabezada por
los reyes de España.
C)
La otra
suerte de viña constituida, como la anterior, por una
aranzada y cincuenta y ocho estadales, fue heredada en 1864 por María Asunción Angioletti y Díaz de la
Serna (+Córdoba, 28.11.1909), que contrajo matrimonio con Juan Manuel Espinosa de los Monteros y
Espinosa de los Monteros (Cádiz, c. 1800 - Montoro, Córdoba, 03.06.1879), III marqués de Monte Olivar, quien
estuvo casado con anterioridad con María del Rosario Izquierdo y Lasaletta; y
tenía fijada su residencia en Sanlúcar, de cuyo Ayuntamiento fue Regidor en 1820 y 1823.
Esta pequeña finca fue
adjudicada por herencia, en 1910, a una de los ocho hijos habidos del
matrimonio: María Asunción Clara Espinosa de los Monteros Aliega y Angioletti, casada con Juan Manuel Angioletti Almadana. En
1937, ésta vendió la parcela a Mariano
Odero Menacho, pero Miguel Durán
Miler ejerció su derecho de retracto como convecino, quedándose con la viña
aquel mismo año. Heredada por los ocho hijos de Durán Miler, fue vendida por
éstos a José Rodríguez Fábregas en 1988.
D)
Por último,
la parcela que heredó María Luisa
Angioletti y Castelló también fue adquirida a sus herederos por José
Rodríguez Fábregas en 1988.
José
Rodríguez Fábregas reagrupó
todas las partes segregadas de la primitiva finca El Charruado, a las que sumó unas
tierras colindantes heredadas, con superficie de 12 aranzadas. Éstas habían
pertenecido primero a su abuela, Rosario
Batista Bernal, quien las adquirió en 1960; y luego a su padre, Manuel Rodríguez Batista.
La
casa de viña
Fachada principal. Foto Ricardo. Web Hacienda El Charruado |
La recia casa de la finca El Charruado
presenta la tradicional imagen de las casas de viña propias del Marco de Jerez
y bajo Guadalquivir. De amplias proporciones y carácter barroco, el caserón
ocupa en planta 900 m2.
El exterior ofrece la sobriedad
característica de las casas rurales de los siglos XVII y XVIII, sin concesiones
decorativas. Sus potentes muros están configurados mediante estructura de carga
de ladrillo y ripio de piedra. Revestidas de mampostería, sus fachadas se
encuentran limitadas por densos guardacantones piramidales, de
raigambre barroca, que flanquean y refuerzan los ángulos del edificio.
La casa está rodeaba de una arboleda, antiguamente más frondosa, que fue plantada por Miguel Durán Vallejo, cuando adquirió la finca en 1899, comenzando por cuatro esbeltas palmeras. Esta masa forestal se hacía más boscosa en el área de acceso a la zona residencial.
La casa está rodeaba de una arboleda, antiguamente más frondosa, que fue plantada por Miguel Durán Vallejo, cuando adquirió la finca en 1899, comenzando por cuatro esbeltas palmeras. Esta masa forestal se hacía más boscosa en el área de acceso a la zona residencial.
Portada de la fachada principal, antes de la rehabilitación (c. 1980). Foto: Col. Familia Durán García. |
En la fachada principal se sitúa la
portada de la casa con mayor entidad arquitectónica, que aparece desplazada hacia la derecha. Está configurada
por un sencillo hueco de acceso, adintelado y envuelto en amplio moldurón. Este amplio vano de entrada se encuentra coronado por un gran frontón curvo moldurado, sobre
el que culminan tres remates piramidales sobre pedestales, a modo de almenas. Antiguamente sobre el central se erguía una cruz de forja, hoy desaparecida. En el tímpano de este frontón se abre un pequeño hueco con arco de
medio punto, que alojó una campana, la cual fue derruida por un rayo, conservándose durante algún tiempo en el almacén de la casa. Este
coronamiento, de formas clasicistas, estaba exento con anterioridad a las
últimas obras, de forma que hoy ha quedado embutido en la
estructura de la nueva planta elevada en este frente.
Patio interior. Estado anterior a las obras. Foto publicada en Cortijos, haciendas y lagares, 2002 |
Aunque la actual edificación presenta planta
casi cuadrangular, de estructura cerrada con patio central –infrecuente en las
casas de viña-, parece muy posible que, en origen, este caserío tuviese forma
de U, quedando uno de sus lados abierto (lateral derecho), cuya apertura
serviría como almijar y facilitaría las labores de la viña y entrada y salida de
bestias a las cuadras. Cabría pensar que este lado fuese cerrado a finales del
siglo XIX o principios del XX, agregándose una bodega al nuevo volumen. Ello explicaría también la ausencia de galería de arcos hacia el patio que se detecta en este frente de la casa.
Interior. Foto Ricardo. Web Hacienda El Charruado |
El edificio se estructura en dos
plantas de altura, divididas al exterior por sencilla moldura de imposta. Las
cuatro crujías vierten al patio central, en torno al cual se organizan las
dependencias. Hacia el patio, en tres de sus frentes, la planta baja se abre
mediante arcos de medio punto sobre pilares, mientras que en el piso superior
todos los arcos son rebajados. En el centro de este espacio abierto aún se
conserva un antiguo brocal del aljibe, de notable factura y planta octogonal, que está construido
de fábrica con arco de medio punto y coronado con tres remates de perfil
bulboso de raíz barroca, además de una cruz de forja superior.
Patio central. Foto Ana Gómez. Durante las obras. |
En cuanto a la distribución, con
anterioridad a la última reforma, el edificio contaba con todas las
dependencias características de estas construcciones, esencialmente funcionales,
dispuestas para servir a las labores de la explotación agrícola. Así, en 1899,
la casa estaba “compuesta de piso bajo y principal, con bodega; habitaciones
para los dueños, trabajadores, capataz, casero, soberado, cuadra, pajar, cocina,
colgadizo, comedor, lavadero, aljibe y corral”. También contó con una capilla, como era habitual en estos cortijos, que más tarde sirvió para almacén. A las funciones religiosas celebradas en la capilla de El Charruado no sólo asistirían los trabajadores de la finca, sino también los vecinos del pago, entonces con población muy dispersa.
Antigua distribución. Croquis publicado en Cortijos, haciendas y lagares, 2002 |
Todas estas piezas quedaban organizadas en torno al patio central, en origen empedrado. El piso bajo contenía las estancias propias de las labores de viña y fermentación de mostos, así como las viviendas del capataz, casero y los trabajadores eventuales ("casa de la gente").
La planta alta quedaba reservada para habitación de los propietarios, durante las temporadas que pasaban en el campo. Esta zona residencial, que vertía hacia el área boscosa, tenía entrada independiente, cubierta con amplia marquesina, a la que se accedía mediante breve escalinata. Desde las ventanas de estas estancias nobles, orientadas hacia el Atlántico, se disfrutaban hermosas perspectivas del paisaje sanluqueño. Al entrar se accedía a un hall, flanqueado por dos bodegas, que actuaba como distribuidor de las dependencias. En lugar próximo se hallaba la escalera original de acceso a la planta superior, la cual se cubría con una lucernario que ofrecía una curiosa particularidad: sólo el día de San Lucas (18 de octubre) dejaba entrar la luz directa del sol, a la caída de la tarde, iluminando el interior hasta el fondo. Desde esta fachada, un paseo marcado por dos hileras de árboles de laurel guiaba hasta el borde de las viñas.
Fachada posterior. Acceso a zona residencial. Anterior a la rehabilitación (c. 1980). Foto: Colección Familia Durán García. |
A parecer, a principios del siglo XX,
Miguel Durán Miler introdujo los lagares de pisa de la uva,
que en los años 60 fueron sustituidos por lagares hidráulicos. Aún se conserva
en la finca alguna de las antiguas prensas vinícolas.
Foto Web Hacienda El Charruado |
En el exterior, frente de la fachada
principal, se mantiene una vetusta alberca que comunicaba con el pozo de la
finca, llamado de “Doña Elvira”, desde el que, mediante un molino, se
trasladaba el agua hasta la alberca, para suministrar agua potable a los
trabajadores y residentes en la hacienda. De este mismo pozo también llegó a
abastecerse un tiempo la vecina casa de la viña El Maestre.
Fachada principal (c. 1980). Foto: Colección Familia Durán García. |
En el reciente Plan de Ordenación del
Territorio de la Costa Noroeste de Cádiz (2011), esta casa de El Charruado,
junto a sus vecinas de Cuesta Blanca y El Maestre, está considerada, dentro de
las “Zonas y elementos de protección” y “Recursos culturales de interés
territorial”, como “Edificación rural de interés”. Por otro lado, algunos estudios
han puesto de manifiesto la importancia arqueológica de la hacienda de El
Charruado como yacimiento de época romana, donde pudo erigirse una villae rústica.
Obras
de rehabilitación
En 2012, su actual propietario,
José Rodríguez Fábregas, casado con Encarnación Martínez Mellado, ha efectuado
obras de rehabilitación en la casa de El Charruado, que llevaba bastantes años en
estado ruinoso.
Manteniendo la estructura general de
los muros, se han eliminado las tabicaciones interiores del edificio, para
liberar los amplios espacios de las naves que circundan al patio central, tanto
en planta baja como en la principal, quedando todas sus crujías diáfanas.
Fachada posterior. Foto Ana Gómez. Tomada durante las obras. |
La casa ha sido
ampliada mediante la elevación de una planta en sus frentes principal y lateral
izquierdo, en origen de planta baja. Estos nuevos volúmenes han venido a
igualar la altura ya existente en los otros dos frentes de la edificación, que
desde antiguo constaban de planta baja y alta. Asimismo, la ubicación de la
nueva escalera, en la crujía lateral izquierda, ha dado lugar a la elevación de
un pequeño volumen cuadrangular, que sobrevuela sobre los tejados, a modo de
mirador.
Interior. Foto Ana Gómez. Durante las obras. |
Se han repuesto todos los techos
interiores con viguería de madera y tablazón, así como las cubiertas externas, compuestas
de teja curva árabe, que mantienen las curvaturas ancestrales en los voladizos,
propias de las casonas barrocas.
En los muros exteriores se han
equilibrado los vanos, de forma simétrica, abriéndose nuevos huecos de ventanas,
todos adintelados, enmarcados en ladrillo visto y cerrados con rejas de forja. Algunos
de los antiguos huecos conservan su primitivo tejaroz.
También se han colocado barandillas
ornamentales en los arcos superiores que vierten al patio y se han cerrado
todos estos vanos interiores con carpintería metálica acristalada. Por último, todos
los paramentos han sido enfoscados y pintados; y se han efectuado nuevas
acometidas de abastecimiento de agua y electricidad.
Hoy la casona de El Charruado está destinada a la organización de eventos y celebraciones. Su rehabilitación fue inaugurada el 7 de
septiembre de 2012.
Fuentes documentales
A.R.P.S.B. – Archivo del Registro de la
Propiedad de Sanlúcar de Barrameda
A.M.S.B. – Archivo Municipal de
Sanlúcar de Barrameda
Colección fotográfica de la familia Durán García.
Colección fotográfica de la familia Durán García.
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