Desde el templo del Lucero: Fundación Francisco de Paula Rodríguez
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lunes, 1 de enero de 2024

Las bibliotecas de Francisco de Paula Rodríguez (1811), Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1842), e Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).


Ana Gómez Díaz-Franzón 

Dra. Historia del Arte

 
Este artículo se puede descargar en pdf en Academia.edu 



Utopía
, de Tomás Moro (1516). Un ejemplar de esta obra se hallaba en la biblioteca de Francisco de Paula Rodríguez. (Wikimedia Commos).

 

Resumen: Para la realización de este estudio se han analizado dos inventarios de bienes: el correspondiente al recuento post mortem del hacendado Francisco de Paula Rodríguez, realizado entre 1811 y 1814, donde se cuantificaron y valoraron, respectivamente, los libros de su biblioteca personal. Por otro lado, en el inventario de 1847, realizado con motivo de la entrega de los bienes de la Fundación Francisco de Paula Rodríguez al Arzobispado de Sevilla por R. O., se registró la biblioteca del Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1942), y del Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), establecidos en Sanlúcar de Barrameda con el legado de Francisco de Paula Rodríguez.

Palabras clave: Bibliotecas privadas; bibliotecas eclesiásticas institucionales, Seminario Conciliar de Sevilla en Sanlúcar; historia de las mentalidades; burguesía comercial y funcionarial; docencia eclesiástica, Sanlúcar de Barrameda, siglo XIX.



Retrato de Francisco de Paula Rodríguez. Publicado por Juan Carlos Losada en grupo "Sanlúcar para el recuerdo" (Facebook) y Blog “Sevilla, arte y tronío” (4-10-2022). Fotocopia digitalizada de fotografía original publicada en un libro sobre el Seminario aún no identificado. Pintura original al óleo en paradero desconocido.

Francisco de Paula Rodríguez y Rodríguez-Bejarano (1755-1811), natural de Sevilla, ocupó el cargo de Guarda-Almacén de Artillería en Cartagena (Murcia); fue Tesorero General del Consejo de la Real Hacienda, e Intendente General de Provincia de primera clase con carácter honorífico, entre otros cargos. Este caballero de la Orden de Carlos III se avecindó en Sanlúcar de Barrameda hacia 1800, donde llegó a ser uno de sus principales hacendados y en cuya ciudad fallecería en 1811. Dejó un importante legado destinado a la creación de un colegio en Sanlúcar para la educación de los jóvenes. Con este legado se fundó en la ciudad el primer Seminario Conciliar del Arzobispado de Sevilla (1831-1842) y un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), entre otras entidades educativas.

La biblioteca de Francisco de Paula Rodríguez se incluye en los “bienes de confort” del inventario de bienes post mortem, elaborado entre 1811 y 1814. Otras partidas de este inventario, como la colección artística, el ajuar doméstico, y las bodegas y vinos, ya se han publicado en otros artículos.[1]

El análisis y catalogación de la biblioteca privada de Francisco de Paula Rodríguez nos permite conocer su pensamiento, sus gustos literarios, los temas que más podían interesarle por sus múltiples facetas profesionales y aficiones, así como integrarla en la más amplia esfera de las bibliotecas y lecturas propias de las élites oligárquicas de la provincia de Cádiz, durante las últimas décadas del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, cuando el Antiguo Régimen tocaba a su fin y algunas ideas ilustradas se propagaban en España.

En la biblioteca de Francisco de Paula Rodríguez, de tamaño medio, se contabiliza un centenar de títulos y algo más de trescientos volúmenes. Fue inventariada en 1811 y valorada en 1814 por Francisco Sales del Castillo, conocido impresor de Sanlúcar de Barrameda.

La publicación de este inventario, junto a otros ya estudiados para otras ciudades, contribuye al mejor conocimiento de la mentalidad y los hábitos de lectura de la burguesía (comercial y funcionarial) y aristocracia de la época, así como acceder a los temas preferentes que se hallaban en estas bibliotecas privadas de la provincia de Cádiz, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. En Andalucía se hicieron pocos inventarios de bibliotecas particulares y otros no se han conservado[2]. Por ejemplo, en las ciudades de Cádiz[3] y Jerez de la Frontera[4] apenas existe documentación al respecto y son muy pocos los inventarios de librerías conservados[5]. En otros casos, en los inventarios sólo se anota el número total de libros (tomos o volúmenes) que poseía el fallecido, sin desglosarse por títulos o autores[6]. De momento, este inventario de Francisco de Paula Rodríguez es el único que se da a conocer para la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, donde aún no se han publicado otros estudios sobre las bibliotecas privadas. Esta ciudad, además, cuenta con el agravante de la pérdida de su archivo de protocolos[7], lo cual dificulta aún más el hallazgo de este tipo de documentación.

Entre los estudios sobre bibliotecas privadas, realizados para la Baja Andalucía, predominan los referidos a miembros del estamento eclesiástico[8], donde prevalecen los libros de temas religiosos, siendo muy exiguos los trabajos sobre bibliotecas privadas de carácter laico. Varias publicaciones, tanto en España[9] como en Andalucía, se han ocupado de algunas bibliotecas privadas de los siglos XVI y XVII[10]. Para los siglos XVIII y XIX se cuenta con algunas investigaciones, que son las que más pueden interesar a este estudio.

De gran utilidad, para la elaboración de este trabajo, han sido los estudios de Juan Antonio Moreno Arana sobre dos inventarios de bibliotecas privadas en Jerez de la Frontera, correspondientes a la segunda mitad del siglo XVIII. Son los referidos a Manuel del Calvario Ponce de León y Zurita, regidor de Jerez de la Frontera (1794), y Antonio Cabezas de Aranda y Guzmán, I Marqués de Montana (1785)[11]. En especial, este último trabajo ha resultado de mayor interés por el alto nivel de coincidencias halladas entre las bibliotecas de este jerezano y la librería de Francisco de Paula Rodríguez, así como en el perfil humano y profesional de sus propietarios.

Se incluye en este estudio la biblioteca del primer Seminario Conciliar del Arzobispado de Sevilla, establecido en Sanlúcar, entre 1831 y 1842, en la misma casa donde vivió Francisco de Paula Rodríguez en la calle Caballeros (actual zona principal del Palacio Municipal) y la casa aledaña, que fue financiado con su legado. Se trata de una biblioteca muy diferente a la anterior, que fue inventariada, sin valoración, en 1847, con motivo de la entrega de los bienes del legado de Rodríguez al Arzobispado de Sevilla por Real Orden de 23 de noviembre de 1846. Y, aunque en 1855, se mandó al Arzobispado devolver los bienes a la Fundación de Sanlúcar, todo parece indicar que estas bibliotecas, entre otros bienes, no se reintegraron a la Fundación, pudiendo haberse quedado, en principio, en la nueva sede del Seminario, reubicado en el edificio Maese Rodrigo, en la Puerta de Jerez de Sevilla, y más tarde en el palacio de San Telmo.

De carácter institucional eclesiástico y docente, esta biblioteca contaba con 903 títulos y 1.374 volúmenes. En su gran mayoría, los contenidos eran de temática religiosa. Cabría suponer que parte de esta librería también sería utilizada para la formación de los estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), establecido en el mismo lugar tras la marcha del Seminario a Sevilla. Asimismo, parece advertirse, por sus específicos contenidos temáticos, que un grupo de títulos de esta biblioteca podrían haber pertenecido a la, ya extinta por aquellas fechas, Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar.

 

1. Biblioteca de Francisco de Paula Rodríguez.[12]

La biblioteca de Francisco de Paula Rodríguez constaba de 99 títulos y 310 volúmenes, que la sitúan como una librería de tamaño mediano-bajo. De carácter ecléctico, destaca por su diversidad temática, hallándose libros de historia, religión, literatura, educación, economía, comercio o filosofía, entre otros asuntos.

Se trata de una biblioteca de selección personal, creada por Francisco de Paula Rodríguez según sus intereses espirituales y predilecciones literarias, sin que parezcan hallarse aportes hereditarios o afán de exhibicionismo social. El carácter ilustrado de varias obras podría deberse a sus inquietudes personales, así como a la influencia que Rodríguez pudo recibir durante su estancia en la Corte como Tesorero del Real Consejo de Hacienda, durante los años anteriores a su llegada a Sanlúcar, de lo que se derivaría también su pertenencia a la sanluqueña Sociedad Económica de Amigos del País, cuyo grupúsculo social, de talante ilustrado, fomentó la agricultura, la industria y el comercio en la ciudad, entre otros importantes logros impulsados por Manuel Godoy. Por otro lado, la vinculación a tierras murcianas de algún título parece provenir de su estancia en Cartagena (Murcia), durante el ejercicio de sus funciones militares.

Tras el fallecimiento de Francisco de Paula Rodríguez, se inventariaron los libros existentes en la biblioteca el 20 de junio de 1811, en cuya fecha aparece firmado por su viuda, Joaquina Sánchez, y los albaceas.[13] Tres años después, en 1814, se llevó a cabo la valoración de esta biblioteca, tarea que había quedado pendiente en 1811, cuando se elaboró el inventario general de bienes. La tasación corrió a cargo de Francisco Sales del Castillo, reconocido impresor en Sanlúcar, que fue nombrado por los albaceas testamentarios, aceptando éste el nombramiento como perito tasador de los libros, y procediendo a su valoración el día 11 de julio de 1814.[14] Sales del Castillo fue un impresor muy activo en Sanlúcar durante las primeras décadas del siglo XIX.[15]

La biblioteca fue valorada en 2.903 reales de vellón, cuya cifra se sitúa en la media de tasación de las bibliotecas jerezanas y sevillanas de la época[16]. Esta cantidad suponía un exiguo 0,05% respecto al capital global de activos de Francisco de Paula Rodríguez (5.211.001 reales), cuyos “bienes de confort”, en 1811, se valoraron en 120.215 reales, sin incluir la biblioteca. Tanto la valoración de la biblioteca, como su porcentaje respecto a la fortuna de Rodríguez, se aproximan a los datos referidos al jerezano Antonio Cabezas de Aranda, I marqués de Montana, militar, productor vitivinícola, ganadero y Fiscal Perpetuo de la Justicia de Jerez.[17]

Las coincidencias entre las personalidades y las bibliotecas de Francisco de Paula Rodríguez y el marqués de Montana quedan también plasmadas en algunas de sus facetas profesionales y sociales. Ambos se dedicaron a la vida militar, la vitivinicultura y el comercio; ostentaron cargos públicos; pertenecieron a las élites oligárquicas de Jerez y Sanlúcar; poseían el mismo nivel de fortuna, que superaba los cinco millones de reales; fallecieron casi a la misma edad sin descendencia; y los dos destinaron legados para fines educativos y benéficos[18]. Ambas bibliotecas presentan prácticamente el mismo número de obras: 97 y 99 títulos, respectivamente, coincidiendo algunos títulos, si bien ofrecen claras diferencias temáticas. Mientras que el total de volúmenes en la biblioteca de Rodríguez asciende a 310 tomos, la de Cabezas de Aranda alcanza los 214.[19]


domingo, 24 de septiembre de 2023

Viñas, bodegas y vinos de Francisco de Paula Rodríguez, entre 1811 y 1855, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).




Primeras bodegas documentadas en la provincia de Cádiz, con sistema de criaderas y solera, para la crianza del vino blanco Manzanilla y vinos de color.

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

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Actualización: 30 de septiembre de 2003 (color azul).

Bodega “Colegio”. Calles Cuartel Viejo-Santiago (Barrio Alto). Entre 1853 y 1875 perteneció a la Fundación Francisco de Paula Rodríguez. Destaca la cubierta, de raigambre mudéjar, con par y nudillos y tirantes. Actualmente es propiedad de Bodegas Barbadillo. Foto: Juan Carlos Rivero.


“No faltan ya en España almas elevadas que conociendo el mérito y la dignidad de la Agricultura, comiencen a promoverla con entusiasmo. Baste citar para honor de este periódico al Señor Don Francisco de Paula Rodríguez, que renunciando el alto empleo de Tesorero General de S. M., volvió como los héroes de Roma, á cultivar con gloria el campo de sus padres;” (Esteban de Boutelou. Semanario de Agricultura y Artes, 1808).

 

Francisco de Paula Rodríguez (1755-1811), natural de Sevilla, realizó la carrera militar y estuvo destinado en Cartagena varios años como Guardalmacén, donde llegó a ser Comisario de Guerra honorario, e Intendente honorario de Provincia de Primera Clase. En 1797 fue nombrado Tesorero General del Real Consejo de Hacienda, pasando a residir en Madrid; y en 1798 sería distinguido con la Real Orden de Carlos III.

Recién llegado a Sanlúcar, hacia 1800, Rodríguez mostró una clara voluntad de convertirse en empresario agrícola y vitivinicultor, además de practicar otras facetas como comerciante y financiero. Para ello adquirió tres bodegas aledañas a su casa residencial de la calle Caballeros, situadas en la calle Almonte o calle Hospital de la Madre Ignacia. A éstas se sumaban otras dos bodegas existentes en la hacienda de Brevas o El administrador, cuya finca compró en los mismos años, donde también disponía de lagares para la vendimia y alambique para elaborar aguardientes.

El presente trabajo se fundamenta en el análisis de cuatro inventarios realizados post mortem de Francisco de Paula, en 1811[1], y de su viuda, Joaquina Sánchez, en 1822[2]; así como los practicados en 1847[3], con motivo de la entrega de los bienes de la Fundación al Arzobispado de Sevilla por Real Orden; y en 1855[4] realizado para proceder a la devolución de aquellos bienes a la Fundación sanluqueña. De estos inventarios se ha extraído toda la información concerniente a la actividad vitivinícola de Francisco de Paula Rodríguez y, más tarde, de la Fundación que lleva su nombre, constituida tras la muerte de su esposa, en 1822, con el fin de aplicar los beneficios de sus bienes a la creación de un colegio de segunda enseñanza en Sanlúcar, según la última voluntad del fundador.

La importancia de los datos que ofrecen estos inventarios resulta de gran interés para la historia del vino en Sanlúcar y la provincia de Cádiz. Tanto por la temprana fecha del inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, en 1811; como por la minuciosidad con que están realizados los cuatro documentos, al incluirse el desglose de cada bodega, sus tipos de vinos, vasijas y enseres, la organización de los interiores bodegueros y sus respectivas valoraciones. Esta documentación corrobora el carácter pionero del establecimiento en Sanlúcar de Barrameda del sistema de crianza dinámico, denominado “de criaderas y solera”, tanto para la elaboración del vino blanco Manzanilla, de crianza biológica bajo “velo de flor”, como para los vinos de color. El Manzanilla, vino exclusivo de Sanlúcar, ya era muy popular en la ciudad de Cádiz durante las últimas décadas del siglo XVIII, de tal modo que el insigne botánico Esteban de Boutelou aludirá a estos “famosos vinos blancos”[5] de Sanlúcar en su obra de 1807.

Estos cuatro inventarios, en su vertiente vitivinícola, en especial los de 1811 y 1822, se constituyen en los primeros documentos, publicados hasta la fecha en la provincia de Cádiz, donde se recoge el contenido vinícola y la organización interna de un grupo de bodegas ubicadas en el núcleo urbano de Sanlúcar y en la finca El Administrador (términos de Rota y Chipiona).

Buena parte de los vinos que contenían estas bodegas, en 1811 y 1822, eran vinos blancos sobre soleras, como “vino blanco añejo sobre soleras” o “vino de color añejo sobre soleras” (véase Anexo I). Estos vinos blancos que podemos considerar Manzanilla, tal como se le venía llamando en Cádiz desde el siglo XVIII y cuyo nombre costó bastantes años en ser adoptado por los vinateros de Sanlúcar, si bien el Manzanilla de Sanlúcar (como se llamó a este vino desde su nacimiento, aunque a lo largo del siglo XIX el término se feminizará: “la Manzanilla) aparece con esta denominación en la prensa desde los primeros años del siglo XIX, siendo comercializado en Cádiz, Sevilla, Madrid y otras ciudades españolas.[6]

Las especificaciones de que estos vinos blancos y vinos de color se hallaban “sobre soleras” nos indica que, ya a principios del siglo XIX, estaba plenamente asentada en Sanlúcar la crianza de vinos mediante este nuevo sistema dinámico de criaderas y solera, el cual se extenderá pronto a otras ciudades de la zona -Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María-, constituyendo el punto de partida para el despegue de la industria vitivinícola gaditana, pues la mezcla de vinos de varias cosechas permitirá la comercialización de vinos a gran escala.

Junto al inventario 1847 se conserva una “Relación de los bienes de la Fundación”, que finaliza con una “Nota” (sin firma), tras el resumen de las entradas y gastos de las bodegas. En ella se trata sobre la dificultad de apreciar los vinos existentes en las bodegas, al tiempo que queda explicitada la crianza del vino blanco o “Mansanilla” mediante el sistema de criaderas y solera (aún no llamado con estos términos), otorgándosele una gran importancia a la antigüedad de las soleras o “vinos madre” de la Fundación:

Es muy difícil si no imposible fijar el número de @ de vinos que anualmente pueden venderse y sus precios con aproximación, porque es un negocio mercantil que depende de las circunstancias en que se halla el mercado; sin embargo en la necesidad de formar un cálculo se ha tomado por tipo en las ventas de vinos que quedan sentadas [inventariadas] dar una salida igual a la entrada en las bodegas, del mosto que anualmente produce la viña de la Hacienda del Administrador, reducidas las mermas naturales y fijar un precio moderado con arreglo a que suelen tener los vinos que se despachan comúnmente de la clase de mansanilla o blanco, pueden venderse más número de arrobas que las producidas por la Hacienda y a precios más ventajosos, porque así lo permite las soleras perfectamente montadas donde hay vinos blancos que hoy suben de cuarenta rs @, y de color que llegan a pasar de sesenta, y lográndose una buena coyuntura se compra vino nuevo para reponer al que se vende, y el producto líquido puede duplicarse del que va señalado sin perjudicar las soleras; en el caso de que no haya una salida igual a la entrada de la Hacienda, el producto líquido será menor que el que va designado, pero el capital aumentará en @ y en calidad. Los vinos siendo de buena calidad y con soleras antiguas, como sucede a los de la fundación, adquieren progresivamente mérito en proporción a su antigüedad y, aunque tiene mermas, las recompensa su calidad con mucha ventaja, pudiendo asegurarse que las Bodegas de la fundación, en proporción a sus soleras, podrán producir con arreglo a su capital teniendo unas ventajas regulares...[7]

En la historiografía vitivinícola de la provincia de Cádiz, no se han publicado, hasta el momento, inventarios de bodegas para esta época, donde se recuenten de manera meticulosa las existencias vinícolas y su disposición en el interior de estos edificios industriales, de forma que no pueden establecerse posibles parangones.


miércoles, 23 de agosto de 2023

Ajuar doméstico, plata labrada, joyas y otros enseres de Francisco de Paula Rodríguez y Joaquina Sánchez Espinosa, según cuatro inventarios de bienes (1811-1855), en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte.

 

Antigua casa de Francisco de Paula Rodríguez, en primer término (actual Ayuntamiento) Foto: Google Earth.


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El ajuar doméstico (ropas, mobiliario y enseres de uso común en una vivienda), la plata labrada, joyas, carruajes y otros bienes, existentes en las casas de Francisco de Paula Rodríguez y su esposa Joaquina Sánchez, se recogen en cuatro inventarios de bienes que fueron realizados en 1811[1], 1822[2], 1847[3] y 1855[4], de los que ya se han extraído las obras artísticas situadas en las casas de la ciudad y de las haciendas[5].

Estos “bienes de confort” evidencian el nivel de riqueza personal y las distintas parcelas de la vida cotidiana que conforman la cultura material de una familia aristocrática en Sanlúcar de Barrameda a principios del siglo XIX, en cuya distinguida residencia estuvo hospedado el rey José I, en la única visita que hizo a Sanlúcar durante la guerra de la Independencia.[6]

Estos inventarios permiten adentrarnos en el espacio doméstico de este matrimonio avecindado en Sanlúcar, conocer su vida cotidiana, qué muebles y cortinajes orlaban sus casas, cuáles eran los utensilios usados en la cocina, qué se guardaba en la despensa, qué coches conducían o cómo vestían. Se trata de un ejemplo más, que facilita el conocimiento de la forma de vida de una parte privilegiada de la sociedad, en este caso de un alto funcionariado cortesano y uno de los principales hacendados y comerciantes de Sanlúcar, en el tránsito del siglo XVIII al XIX.

Al hallarse inventariados los bienes en cada estancia de las casas, podemos conocer la distribución que tenía la residencia familiar de la calle Caballeros, nº 19 (antig.) así como de las viviendas situadas en las haciendas (número de habitaciones, funcionalidad, mobiliario, decoración…). Al ser rehabilitada la casa de la calle Caballeros, en 1831, para instalar el Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1842), del Arzobispado de Sevilla y, poco más tarde, un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), los inventarios de 1847 y 1855 nos ofrecen, además, una aproximada reconstrucción de los interiores de las estancias, mobiliario y utensilios propios de estos centros educativos pues, aunque de diferente naturaleza, no debió cambiar mucho la distribución del inmueble en estos últimos años documentados.

 

Respecto a los cuatro inventarios consultados, hay que señalar que el inventario post mortem de 1811 se acerca a lo que se viene considerando como un inventario ideal -raros en el periodo moderno-, por ser muy completo y meticuloso, al recontar los bienes de cada estancia y acompañarse de la valoración de las piezas.[7] En los primeros inventarios de 1811 y 1822 se consigna una primera relación de bienes sin valorar y, en segundo término, los mismos bienes con valoración monetaria, recontándolos ahora agrupados, según su naturaleza y función. Por el contrario, los inventarios de 1847 y 1855 carecen de tasación. Además, en el último no pudieron inventariarse los bienes de la antigua casa de la calle Caballeros, por haberse vendido en 1853 a los duques de Montpensier, quedando las antiguas pertenencias de Francisco de Paula Rodríguez diseminadas en diferentes lugares: parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar, Seminario de Sevilla, y en manos de los patronos de la Fundación, a la espera de obtener un inmueble donde depositarlos.[8]

Por otro lado, hay que señalar el problema surgido al trabajar con el inventario de 1822, cuya copia facilitada por el Archivo Diocesano de Asidonia-Jerez carece de la adecuada foliación, de forma que, cuando este recuento se consigna en este trabajo, los folios se señalan de forma aproximada, añadiéndose en ocasiones la fecha de reunión correspondiente al inventariado, a fin de allanar su localización.

Debido a la escasa documentación notarial referida a inventarios de bienes existente para Sanlúcar en estas fechas[9], para comprender la importancia y significación de estos inventarios en la ciudad, sólo podemos ponerlos en relación con la documentación análoga publicada para otras ciudades próximas, como Jerez de la Frontera, Cádiz o Sevilla. Pues, aunque existen investigaciones afines referidas a otras comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, Cataluña, País Vasco, Extremadura…), pertenecientes al siglo XVIII y principios del XIX, el ámbito de la baja Andalucía posee características propias que requiere su agrupación documental.

Según el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, realizado en 1811, que sirve de base para este estudio, las nueve partidas de bienes muebles, referidos al ajuar doméstico, plata labrada, joyas, mobiliario, etc., suman 120.215 reales, lo que supone un 2,28 % del capital activo global (5.211.001 reales). Los porcentajes de cada parcela, respecto al caudal total inventariado se desglosan del siguiente modo: plata y alhajas: 47.083 rs. (0,90 %); pinturas de la casa residencial: 6.517 rs. (0,12); textiles: 19.333 rs. (0,37); muebles: 20.772 rs. (0,39); calderería: 910 rs. (0,017); cerrajería: 1.500 rs. (0,028); relojería: 5.500 rs. (0,10); talabartería y guarnicionería: 6.900 rs. (0,13); caballería: 11.700 rs. (0,22); y carruajes: 5.000 rs. (0,09).                          

En cuanto a la vecina ciudad de Jerez de la Frontera, tanto el mobiliario como la plata labrada de Francisco de Paula Rodríguez, supera la valoración de algunas partidas referidas al inventario de Mariana Medina y Dávila, perteneciente a una familia de la nobleza jerezana, en cuyo testamento se cuantifica, por ejemplo, el mobiliario en 11.798 reales y la plata labrada en 12.049 reales.[10]

Por otro lado, de los 28 inventarios estudiados por Moreno Arana, también en Jerez, entre 1717 a 1809[11], la mayoría de los difuntos disfrutaban de un conjunto de “bienes de confort” (joyas, plata, muebles, ropas, coches, biblioteca...) que, según González Beltrán, “se acerca o sobrepasa los 25.000 reales, punto que marca una situación de lujo u opulencia”[12]. De estos inventarios, sólo cuatro sobrepasan los 120.215 reales en que se valoraron estas partidas en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez (1811).[13]

Según Álvarez Santaló y García-Baquero, para la nobleza titulada de Sevilla, entre 1700 y 1834, con un capital medio de 1.091.734 reales, la “partida clave” de la plata labrada y joyas, está presente en 28 de los 31 inventarios estudiados, donde representan el 5,8 % del volumen total del capital activo inventariado (44.478.778 reales). Los bienes de mobiliario y ropa se sitúan en un 1,6 y 1,3 %, respectivamente. Y los carruajes y su equipo correspondiente (caballerías, atalajes, etc.) suponen un 0,9 % del capital activo inventariado, estando presentes en diecisiete inventarlos de los treinta y uno[14].

 Respecto al clero secular en la Sevilla del siglo XVIII, de los 142 inventarios post mortem de clérigos seculares analizados, entre 1700 y 1834, se conocen sus niveles de riqueza personal (media de 69.920 rs.vn.) y sus fragmentos de vida cotidiana.  Junto a las dos “partidas protagonistas”: plata labrada y joyas, que representan un 8% del activo global, se sitúan las consideradas como constitutivas del hábitat doméstico (muebles, menaje, ropas, despensa, carruajes, objetos artísticos y bibliotecas) que, agrupadas, representan el 17% del activo total. Así, según Álvarez Santaló y García-Baquero, todos estos “bienes del vivir” apenas valen la mitad que el dinero y las deudas favorables de este grupo social sevillano[15].

En comparación con las cifras mencionadas para otras ciudades y grupos sociales, el 2,28 % del capital activo global, que suponen estas partidas de confort en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, nos indica que estos bienes fueron secundarios respecto a las inversiones realizadas en otras esferas (propiedades inmobiliarias, deudas favorables, bodegas y vinos…).

 

 

1.  Residencia de la calle Caballeros y casas de las haciendas de la Jara y Brevas o El Administrador.

A su llegada a Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez, adquirió dos fincas rústicas, además de otras tierras. Éstas fueron la hacienda de Brevas, llamada más tarde El Administrador, y la hacienda de la Jara, en el pago del mismo nombre.

Para residir en Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez arrendó, hacia 1800, a la fábrica de la Iglesia Mayor de Ntra. Sra. de la O, la antigua casa reedificada hacia 1730 por el comerciante Julián Cayetano Gally, a quien la compró el matrimonio irlandés Tomás Wading y María Asthey, quienes la legaron a la Iglesia Mayor. Se halla situada en el Barrio Alto de Sanlúcar, entre las calles Caballeros y Almonte. Tras fallecer Rodríguez y su esposa, este inmueble funcionó como Seminario Conciliar San Francisco Javier del Arzobispado de Sevilla (1831-1842) e Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), todo costeado con los bienes de la Fundación Francisco de Paula Rodríguez, en cumplimiento de la voluntad del testador, quien legó sus bienes para el mantenimiento de un colegio en Sanlúcar que priorizara a los niños más desfavorecidos. En 1853 la casa fue adquirida por los duques de Montpensier, así como las antiguas casas-bodegas de Francisco de Paula Rodríguez y fincas aledañas para formalizar el palacio de verano y el jardín. Este palacio de Orleáns-Borbón fue adquirido por el Ayuntamiento en 1980, siendo actualmente la casa consistorial de Sanlúcar.