Desde el templo del Lucero: Contestación al artículo “Gritos y silencio”, de Antonio Aguayo Cobo.

martes, 19 de marzo de 2024

Contestación al artículo “Gritos y silencio”, de Antonio Aguayo Cobo.

Opinión presunto plagio

Fragmento de la contraportada de
una nota de precios de Manuel Misa (Jerez). 
(Col. Garvey),


Al parecer, el asunto de presunto plagio, que di por zanjado, no lo está para Antonio Aguayo Cobo, que el pasado día 10 de marzo de 2024, un día después de haberse modificado su artículo en la revista, y un  día después de que yo actualizara mi publicación en este blog, escribió un artículo titulado “Gritos y silencio” en su blog “Lenguajes silenciosos”, sin firmar. Para saber quién lo escribe hay que irse a la pestaña “Contacto” y pergeñarlo por el correo electrónico.

A pesar de haber llegado a un acuerdo con la dirección de la Revista de Historia de El Puerto, y supuestamente con el autor, para modificar el artículo del Sr. Aguayo, “La influencia del mundo clásico en las etiquetas del jerez", que se publicó de nuevo (9 de marzo), incluyéndose la procedencia de las imágenes, como se hace en cualquier artículo científico y en cualquier revista científica, Antonio Aguayo se despacha bien con mi persona en este otro artículo escrito en su blog.

Aunque eliminé un par de párrafos de la publicación original de este blog, ante un escrito  amenazante que recibí del abogado del Sr. Aguayo, Manuel Molina Suárez (día 12 de marzo), donde se me acusaba de vulnerar el "derecho al honor" (¡Vaya!) del Sr. Aguayo en esta publicación, con indicación de los párrafos en cuestión, algunos de los cuales he eliminado para no abundar más en este asunto. Una vez corregido el artículo, este tema no me interesa lo más mínimo.

Aguayo Cobo, en su artículo "Gritos y silencio" (que he leído hoy, 19 de marzo, por casualidad), no sólo niega que haya cometido un presunto delito de plagio, al copiar algunas imágenes, que ilustra su artículo, de mi trilogía Imagen publicitaria del Marco de Jerez (1868-1936), sino que niega la mayor. Total, dice, si son "unas cuantas imágenes"… Y eso que el Sr. Aguayo es editor. ¡Qué poca confianza me daría dejarle a usted un manuscrito para publicar!

Sr. Aguayo, respondo a su artículo por partes:

Párrafo 1º. No entraré en su personalísima concepción de Arte. Cada cual puede tener la suya, pues la obra artística se presta a numerosas subjetividades.

Párrafo 2º. Escribe usted: “Las etiquetas del Marco del Jerez, sobre todo en su época de esplendor a finales del s. XIX y principios del XX, hasta la Guerra Civil, que acabó con tantas cosas, son una forma de arte, al menos yo así lo veo, aunque no sea aceptado por todos, o al menos por alguna. Poco importa que se trate de un objeto litografiado, y que como tal pueda haber cientos, tal vez miles ejemplares del mismo modelo. La belleza de las etiquetas y también de los carteles, así como su profundidad semántica, es indudable, poco importa que se repita, que se multiplique, que haya cientos, no por ello pierden su belleza y perfección, no por eso dejan de ser arte.”

Ya comenté este extremo, pero repito. Tras realizar un estudio creo que bastante exhaustivo sobre esta materia, considero que la mayor parte de las etiquetas no son obras de arte, excepto un grupo de piezas -carteles, anuncios, etiquetas..., que fueron obras realizadas específicamente por artistas de la época.-, por ser bonitas estampas litográficas seriadas, cuyas composiciones están copiadas de grabados, litografías, pinturas, etc., las cuales les sirvieron de modelos iconográficos, como demuestro en mis libros.

Resulta raro que ahora hable usted de carteles, pues en su artículo sólo nombra este término en una ocasión, que además es una cita de otro autor, y nunca en referencia a las imágenes que lo ilustran, pues en todo el texto usted confunde, como ya le dije, carteles, anuncios y otros soportes publicitarios con etiquetas, lo que denota su escaso conocimiento del tema.

Por cierto, en las últimas décadas se está experimentando una nueva época de gran riqueza gráfica y publicitaria en todo lo referido a la publicidad del mal llamado Marco de Jerez, es decir, que aquélla de entre-siglos no fue la única "época de esplendor".

Párrafo 4º. “Dado el carácter múltiple de las etiquetas y carteles no consideré necesario, probablemente de forma errónea, el citar la procedencia de las imágenes, ya que se pueden encontrar en cualquier colección, y simplemente las tomé como objeto de estudio. La reacción por parte de cierta señora fue acusarme de plagio, que no lo hubo. a pesar de que sus libros figuraban en la bibliografía general, además de verter duras acusaciones y descalificaciones hacia mi persona, algo que no ha retirado ni después de haber modificado el artículo incluyendo las referencias solicitadas."

Este párrafo no tiene desperdicio.

Vuelve a hablar de carteles. Remito a la respuesta del párrafo anterior.

¿No consideró necesario, "probablemente de forma errónea", citar la procedencia de las imágenes? Sabe que, al menos las tres primeras imágenes, que incluí en mi escrito de denuncia y usted publica, son carteles y anuncios publicitarios originales, de cuyas piezas quizá sólo queden esos ejemplares (si es que aún se conservan), a pesar de concebirse como obras seriadas, debido a que ha transcurrido más de un siglo desde su elaboración. Estas obras, en concreto, las pude fotografiar durante un arduo trabajo de campo, llevado a cabo para mi tesis, por todas las bodegas de Jerez, Sanlúcar y El Puerto, y más concretamente en las bodegas Caballero, Osborne e Hidalgo-La Gitana. No, algunas de esas imágenes no se pueden encontrar en cualquier colección. No minimice su importancia, por favor. ¿Y usted es editor? Desde luego, reitero, yo no le confiaría ningún manuscrito a su editorial, porque reseñar la procedencia de las imágenes es de primero de investigador y de primero de editor.

Vuelve a negar el presunto plagio. Y además se contradice, Sr. Aguayo, admite su error para acto seguido negarlo. No me parece serio su razonamiento. Si continúa pensando lo mismo, vayamos a los tribunales y dejemos al juez o jueza que dirima la cuestión. No se comprende por qué ha modificado el artículo, si sigue opinando que no ha cometido un presunto plagio.

Por cierto, me puede nombrar con nombres y apellidos. No hacen falta tantos eufemismos, cuando la destinataria de sus palabras está más clara que el agua. 

Párrafo 5º. "Dejando aparte el dolor por las acusaciones y la justificada indignación a causa de las descalificaciones de que he sido objeto, una vez algo más sereno, me he detenido a pensar, ¿por qué una reacción tan desmesurada por unas cuantas imágenes? La respuesta creo que es clara: los gritos no permiten oír el silencio, no permiten la reflexión, ni el estudio. Los gritos ahogan los sentidos, aturden la inteligencia."

Habla de su dolor e indignación por mis acusaciones, pero ¿y mi dolor e indignación al ver publicadas unas imágenes que, forman parte de mis libros y que usted publica tan alegremente? Hombre, haber hecho las cosas bien desde el principio y nos hubiésemos ahorrado mucho tiempo y malestares.

¿Por qué una reacción tan desmesurada por unas cuantas imágenes?, se pregunta usted. No, no es una reacción desmesurada, es una respuesta normal a la falta de respeto hacia mi investigación y hacia mi persona. ¿Una cuantas imágenes? Ya veo lo mucho que usted valora el trabajo de los demás.

Sí usted le quiere llamar “gritos” a mis palabras de defensa por mis derechos de autor, sepa usted que llevo más de media vida gritando y lo seguiré haciendo ante cualquiera que plagie mis trabajos, sean imágenes o textos.

Ojo, con los efectos de los gritos: “Los gritos ahogan los sentidos, aturden la inteligencia”. No voy a consentir más ofensas y faltas de respeto por su parte. Comprendo que usted lo ha hecho muy mal y no sabe como justificarse. Todos tenemos derecho al "pataleo", pero tenga cuidado con sus insultos. No vayamos ahora a ir a los tribunales por varias causas.

Párrafo 6º. "No se ha puesto en cuestión el contenido del artículo, tampoco su metodología ni sus conclusiones, ¿por qué los gritos? La conclusión pare obvia. Creo que simplemente cometí un delito imperdonable, como fue penetrar en un jardín prohibido, un campo que se ha considerado privativo, en el que de manera más o menos implícita, estaba vedado entrar. Y yo he entrado. Tal ha sido mi delito. / Mientras tanto, allá en el Olimpo, el dios Baco sonríe divertido, contemplando como los humanos, al menos alguno… o alguna, se esfuerzan por ser dioses."

Claro que he puesto en cuestión parte del contenido de su artículo, aunque lógicamente me he centrado en el presunto plagio, que es lo que me afectaba. Cada uno escribe lo que quiere, no me merece la pena hacer un comentario crítico de su artículo, pues está plagado de errores, de algunos de los cuales ya me he hecho eco. En mi opinión, ese texto no es más que es una disquisición seudo-literaria o seudo-filosófica, centrada en el erotismo y voluptuosidad que usted observa en algunos contenidos gráficos de la publicidad vinatera.

Y vuelta a los gritos. Parece que este término le ha parecido un gran hallazgo literario, Sr. Aguayo. Remito a la respuesta del anterior párrafo.

Conclusión irónica. Sí, cometió usted un presunto delito contra mis derechos de autor. Y no, el tema de las etiquetas de vinos, licores y aguardientes del Marco de Jerez no es un tema privativo mío, ni es mi jardín, ni estaba vedado entrar. Antes y después que yo, han sido varios los autores que han escrito sobre este asunto, de dentro y de fuera del Marco de Jerez. Al respecto, puede usted consultar la bibliografía de los tres libros que componen "La imagen publicitaria..." (que sólo parece haya mirado para copiar) y se dará cuenta que este último artículo suyo, únicamente, se puede calificar como resultado de su tribulación por mala praxis. Y ya tenemos una edad, Sr. Aguayo.

En cuanto a su acusación de endiosamiento, le diré que no puede estar más alejado de la realidad. Ni usted me conoce de nada, ni debe atreverse a calificarme de esa forma, porque yo, Sr. Aguayo, lo único que he hecho toda mi vida es hartarme de trabajar, teniendo que lidiar con personajes como usted y peores que usted, y jamás he presumido de nada. Quizá, en cuestiones de endiosamientos, le convenga mejor mirar a su alrededor, entre algunos de sus autores y sus comparsas, donde tampoco faltan “copistas”, son esos que ahora le aplauden a usted porque algunos han hecho lo mismo que usted.

Para finalizar le diré, Sr. Aguayo, que prefiero mil veces el grito al silencio. El grito es de luchadores. El silencio, de cobardes. 

¡Otra tarde perdida!

 

El artículo de Aguayo Cobo al que he hecho referencia se puede leer en:

https://lenguajesilencioso.wordpress.com/2024/03/10/gritos-y-silencio/


La raíz del asunto. Denuncia por presunto plagio a Antonio Aguayo Cobo, en este blog:


Ana Gómez Díaz-Franzón


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