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Ana Gómez Díaz-Franzón
Dra. Historia del Arte.
Actualizado: 5 de agosto de 2023.
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Resumen: A través de cuatro inventarios de la primera mitad del siglo XIX,
se analiza la colección artística que poseyó Francisco de Paula Rodríguez y
Rodríguez-Bejarano (1755-1811), natural de Sevilla, que fue Tesorero General
del Consejo de la Real Hacienda, entre otros altos cargos, a finales del siglo
XVIII. Este caballero de la Orden de Carlos III se avecindó en Sanlúcar de
Barrameda hacia 1800, donde llegó a ser uno de sus principales hacendados y en
cuya ciudad fallecería en 1811. Dejó un importante legado destinado a la
creación de un colegio en Sanlúcar para la educación de niños desfavorecidos. Con
este legado se fundó en Sanlúcar el primer Seminario Conciliar del Arzobispado
de Sevilla (1831-1842) y, más tarde, un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847),
entre otras entidades educativas.
En el Anexo I
se ha transcrito el inventario post mortem de Francisco de Paula
Rodríguez, de 1811, al que se han añadido anotaciones sobre los posteriores
inventarios consultados: post mortem de 1822, tras el fallecimiento de
su viuda, Joaquina Sánchez Espinosa; el correspondiente a 1847, realizado
cuando el Gobernador eclesiástico del Arzobispado de Sevilla ordenó el traspaso
de los bienes de la Fundación a aquel Arzobispado, en virtud de R. O. ante la
reclamación de los bienes por aquel Arzobispado; y el inventario de 1855,
practicado con motivo de la devolución de los bienes a la Fundación por el
Arzobispado de Sevilla en virtud de la Real Orden de 16 de julio de 1855.
En el Anexo II
se transcribe la relación de obras artísticas, muebles y otros enseres que
fueron entregadas por la Fundación Francisco de Paula Rodríguez al Seminario de
Sevilla en 1848, en virtud de Real Orden, que fueron requeridas por el Arzobispado.
En el Anexo III
se reproducen fotografías de varias obras existentes actualmente en la
parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar, cuyas iconografías coinciden
con algunas contenidas en los inventarios, por lo que podrían haber pertenecido
a la colección, aunque no se ha localizado documentación que lo corrobore, por
lo que sólo se incluyen en términos de probabilidad.
Este artículo
forma parte de un estudio más amplio sobre la vida y legado de Francisco de
Paula Rodríguez, en realización. A éste
proseguirán varios artículos dedicados al ajuar, plata labrada y joyas; las
bodegas; la biblioteca; y el capital y legado de Francisco de Paula Rodríguez.
Palabras clave: Inventarios post mortem. Inventarios de bienes. Colección
artística. Cultura material. Siglo XIX. Fundación Francisco de Paula Rodríguez.
Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
Los
inventarios protocolarios, en sus diferentes formas, son una importante fuente documental
para conocer los niveles de riqueza de una ciudad o un determinado ámbito
geográfico, así como la historia de la vida cotidiana de sus habitantes, sus
gustos privados, hábitos culturales y, por tanto, la mentalidad y el modelo
cultural vigente en el tiempo estudiado.
A
pesar de las carencias detectadas en este tipo de fuente historiográfica, el
inventario, cuando está completo y sin sesgos -como es el caso de alguno de los
inventarios consultados-, se constituye en una fuente de primer orden para
conocer la historia del gusto estético, de la familia y el entorno social. Pueden
acercarnos de modo fehaciente al conocimiento de ciertos aspectos la historia
social y la cultura material, cuyos aspectos no ofrecen otra clase de
documentos.
En
este caso, se han extraído de cuatro inventarios generales los bienes que
constituyeron la colección artística de Francisco de Paula Rodríguez. Su estudio
nos conduce a conocer el estatus social de este vecino de Sanlúcar, perteneciente
a la élite económica dirigente, así como sus gustos y predilecciones estéticas.
Asimismo, la colección, como un signo de distinción social de su propietario, permite
vislumbrar las tendencias artísticas de la época en el coleccionismo privado.
Aunque
esta colección se encuentra dispersa en la actualidad, sin que apenas se hayan
podido identificar algunas obras que la componían, la publicación de estos
inventarios pudría ayudar a la localización de otras piezas en próximas investigaciones.
Y, por otra parte, su publicación supone una nueva aportación a la historia
cultural y artística de Sanlúcar de Barrameda.
Para
conocer el alcance histórico, social y artístico de la colección, estos
inventarios se han puesto en relación con algunos estudios publicados de
semejante índole, referidos a ciudades cercanas, como Sevilla, Cádiz o Jerez de
la Frontera, donde se ha trabajado este tipo de escrituras notariales en grupos
seriados, que han permitido la extracción de conclusiones fehacientes, todo
ello a fin de conocer la relevancia de esta colección artística sanluqueña en
el contexto geográfico más amplio de la Baja Andalucía.
En
general, en los archivos protocolarios los inventarios de bienes (post
mortem y otros) son escasos. Por ejemplo, para El Puerto de Santa
María, en 4.598 documentos contabilizados para el siglo XVIII, sólo aparecen 22
inventarios, lo que supone un 0,47 por ciento del total[1].
En
Sanlúcar la existencia de estos inventarios reviste mayor importancia histórica,
debido a la escasez de protocolos notariales conservados, al haberse perdido
este archivo en 1933[2].
Apenas se han publicado otros inventarios de Sanlúcar, que pudieran servir como
elementos comparativos o complementarios al objeto de este estudio dentro de la
propia ciudad[3].
Cuando
Francisco de Paula Rodríguez y Rodríguez-Bejarano (en varios archivos el
segundo apellido aparece erróneamente como Berdejo) se avecindó en Sanlúcar,
hacia 1800, había culminado su carrera militar y funcionarial. La ciudad, con
un importante pasado comercial, contaba entonces con unos 20.000 habitantes, siendo
sus principales actividades económicas la agrícola (secano y vitivinicultura) y
comercial. Durante aquellos primeros años del siglo XIX, en Sanlúcar se crearon
destacadas instituciones y entidades, que estuvieron impulsadas por el primer
ministro Manuel de Godoy, a las que Francisco de Paula Rodríguez no sería
ajeno, como la creación del Real Jardín Botánico (1805-1808), dirigido por
Esteban de Boutelou y Simón de Rojas Clemente; el establecimiento del Real Consulado
de Sanlúcar (1806-1829), independiente del de Sevilla; y la erección de la
nueva provincia de Sanlúcar (1804-1812). La ciudad contaba con una élite de
personas ilustradas, casi todas vinculadas a la Sociedad Económica de Amigos
del País, fundada en 1781, desde donde se promovieron estos proyectos, así como
nuevas reformas en la agricultura, la educación y la industria.
Francisco
de Paula Rodríguez, de talante ilustrado y afrancesado, fue miembro de la Junta del Real Jardín Botánico de
Aclimatación de Sanlúcar; vocal del Consulado; y socio Meritorio de la
Sociedad Patriótica de Amigos del País. Perteneciente a la oligarquía urbana,
se integró pronto en la vida ciudadana, participando en los principales actos públicos
organizados en la ciudad.
A su
llegada a Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez adquirió varias fincas urbanas
y rústicas. Su capital económico, contabilizado en el inventario post mortem
de 1811, con adicción de 1813, ascendía a más de cinco millones de
reales de vellón. Esta elevada suma sitúa a Rodríguez entre los principales
capitales de las actuales provincias de Sevilla y Cádiz durante la época
estudiada[4].
Se convirtió en uno de los primeros hacendados de Sanlúcar, pues tras los
numerosos gastos y legados que mermaron la fortuna inventariada en 1811, su
viuda, Joaquina Sánchez, aparece en 1812 como la segunda mayor hacendada de la
ciudad, tras Andrés de la Piedra, seguidos por la Casa de José Colom e Hijos;
la Casa titulada de Belén; Joaquín de Marcos y Manzanares; y Antonio Beira,
entre otros, según el padrón de repartimientos[5].
1. Conformación
e importancia de la colección artística.
La
colección se formalizó en los primeros años del siglo XIX, cuando Francisco de
Paula Rodríguez se avecinda en Sanlúcar. La gran estima que tuvo su propietario
por este conjunto artístico y el mobiliario de mayor calidad dio lugar a que estipulase,
en su testamento, que aunque otorgaba a su esposa, usufructuaria de todos los
bienes, "facultad para vender, cambiar o enajenar" lo que le
pareciera del "menaje de la casa con todos los muebles, ropas y alhajas
que lo componen, incluso la plata labrada" (cláusula 21ª), en la adición
4ª de dicho testamento aclaraba que en las anteriores facultades a su esposa no
se incluían "las pinturas, cómodas, sillas buenas, mesas y espejos y todo
lo que corresponde al oratorio de esta mi casa, que es mi voluntad se conserve
y pase al Colegio de Educación para su adorno cuando este se establezca".
No
se han localizado datos sobre las adquisiciones de las obras, no se puede
descartar que algunas piezas fuesen trasladadas desde Madrid o Cartagena, en
cuyas ciudades había residido. Si bien lo más probable es que, en su gran
mayoría, las obras pertenecieran, estilísticamente, a las escuelas sevillana,
gaditana y jerezana del Barroco dieciochesco, así como al Neoclasicismo, característico
del último tercio del siglo XVIII y principios del XIX.
Como
era frecuente en la época, el grueso de la colección pudo ser adquirido en
alguna almoneda sevillana, de cuya ciudad era natural Francisco de Paula y se
halla próxima a Sanlúcar, lo que facilitaría el transporte. También cabría
conjeturar que las obras fueran compradas, no de forma totalmente arbitraria,
sino siguiendo un criterio de ubicación y funcionalidad en las diferentes
estancias de las tres casas donde iban a ser colocadas, tanto en la ciudad como
en el campo. Por ejemplo, las obras de tema religioso se destinaron a los
oratorios y dormitorios, mientras que la pintura profana y mitológica se
reservó para comedores, salas de estrado y gabinetes.
La
colección se distribuía en tres inmuebles: la casa residencial de la calle
Caballeros (parte principal del actual Palacio Municipal)[6],
y las casas rurales de la hacienda de La Jara y la hacienda de Brevas o El
Administrador (términos de Rota y Chipiona). Las tres casas disponían de oratorios
con autorización eclesiástica para celebrar oficios religiosos[7].
Si bien, gran parte de los bienes artísticos y los de mayor calidad se
concentraron en la casa residencial.
Llama
la atención la existencia de tres oratorios ubicados en cada una de las casas
citadas, pues en general esta dependencia no suele consignarse en los
inventarios de la época, bien por no existir en la mayoría de las casas
acomodadas, o bien porque los inventarios no aparecen apreciados por estancias,
sino que las obras se contabilizan de forma global, distinguiéndose sólo por su
naturaleza material. Por ejemplo, en Jerez de la Frontera, en los 357
inventarios estudiados por González Beltrán, para la segunda mitad del siglo
XVIII, sólo se recogen ocho oratorios[8].