Desde el templo del Lucero: Marco de Jerez
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miércoles, 11 de julio de 2012

Guerra y libertad en los vinos del Marco de Jerez

Iconografía publicitaria en las etiquetas de vinos, aguardientes y licores.

Guerra de la Independencia, Constitución de Cádiz, independencia de la repúblicas latinoamericanas y su época.


Desde finales del siglo XIX, la publicidad comercial de los vinos, aguardientes y licores del actual Marco de Jerez, especialmente las etiquetas que acompañan a las botellas, ha plasmado en sus ilustraciones diversos asuntos sobre algunos hechos históricos y personalidades vinculadas a la Guerra de la Independencia, la Constitución de Cádiz y las posteriores revoluciones liberales en Latinoamérica.
Estas marcas comerciales se inscriben en un conjunto iconográfico más amplio referido tanto a la historia de España como a la de otros países, donde se exaltan sus hechos y personajes más destacados. En general, las etiquetas de tema histórico se encuentran asociadas a caldos de alta graduación, tales como amontillados, olorosos y coñacs o brandies. Cabría aclarar que a estos últimos tipos de aguardientes se denominarán “coñac” o “cognac” en el actual Marco de Jerez hasta que la región francesa de Cognac hizo valer judicialmente el uso exclusivo de esta denominación genérica (1928), pasando desde entonces a llamarse “brandy” en la comarca jerezana, por lo que en el material publicitario de las primeras décadas del siglo XX aparecerán los términos “coñac” o “cognac” indistintamente.
Mediante esta correspondencia, establecida entre los tipos de caldos y las específicas imágenes que los presentan, se transmiten a los caldos los “elevados” valores de las hazañas y héroes representados, sobre todo el vigor y la fortaleza atribuidos por el movimiento romántico al carácter hispano tras la guerra de la Independencia. Además, en concordancia con la antigüedad que distingue a los héroes históricos reproducidos, esta correspondencia simbólica viene también a enfatizar la vejez que caracteriza a ciertos vinos y coñacs o brandies.

La guerra de la Independencia inaugura un período de exaltado patriotismo entre la población española, cuya rebeldía y valentía, demostradas a través de la guerrilla, dio lugar al imprevisto triunfo que convirtió a todo el pueblo español en protagonista y héroe vencedor frente al enemigo francés. A partir de entonces se forjó, con la ayuda del movimiento romántico, una serie de mitos nacionales que perdurarán hasta bien entrado el siglo XX. Es esta “mitología nacional” la que aparece plasmada en este grupo de imágenes publicitarias.
La enorme repercusión que tuvo la resistencia demostrada por el pueblo español, ante las tropas napoleónicas, junto a la proclamación de la Constitución de Cádiz, dio lugar a la fijación de una nueva imagen de la “esencia nacional”. En consecuencia, se rectificó la imagen de España que, por aquel entonces, se hallaba bastante infravalorada en la Europa ilustrada de la Enciclopedia y la Razón. Surge así una nueva identificación de España vinculada a un conjunto de mitos y símbolos, no sólo como consecuencia de la guerra de la Independencia, sino también debida a la influencia del período liberal y a la proclamación de la Constitución de Cádiz. España exportó los modelos de las revoluciones liberales de 1812 y 1820, así como sus instrumentos constitucionales, a Italia, Alemania e incluso a Rusia. A partir de entonces surge una nueva imagen de España. Todo lo español, su cultura y sus artes, comenzaron a ejercer una gran fascinación en Europa. Esta nueva imagen fue ampliamente difundida por los viajeros románticos europeos y, en gran medida, ha perdurado hasta nuestros días.
La excesiva perduración de aquel “espíritu nacional”, basado en los mitos y símbolos románticos, se debe principalmente al prolífico reaprovechamiento que hizo de ellos la propaganda política del régimen franquista. Aquellos viejos signos de identidad nacional, aquellos “valores patrióticos” y “excelencias nacionales” fueron difundidos a través de los libros de texto e incluso de la canción española, como eficaces canales propagandísticos que impregnaron las mentalidades de varias generaciones de españoles durante el siglo XX.

De igual modo que ocurrió en otras artes, como la pintura o la literatura, ese “patriotismo” decimonónico, revitalizado durante el franquismo, ha quedado materializado en la iconografía de la ilustración comercial y, de modo más concreto, en la publicidad emitida por los vinateros del actual Marco de Jerez.
Las composiciones vinateras de este grupo apelan con frecuencia a los más clásicos mitos y héroes románticos de la historia de España, en cuyas hazañas y personajes se ha fundamentado la grandeza de la nación durante casi dos siglos. En las ilustraciones del etiquetado se representan estos hechos históricos y sus protagonistas, desde la reconquista cristina a la guerra de la Independencia. En general, la estrategia publicitaria persigue con estas representaciones procurar el más inmediato reconocimiento del país de origen de estos caldos por parte del consumidor, de forma que repercuta en su óptima comercialización, así como satisfacer la demanda de ciertos grupos patrióticos existentes dentro y fuera del ámbito nacional. Todos estos antiguos héroes encarnan los valores y cualidades que, desde el siglo XIX, se habían adjudicado al arquetípico hombre español, esto es, su extraordinaria valentía, sentido del honor y amor a la patria, así como ese legendario carácter guerrero, aventurero y conquistador, que había singularizado a los diversos pueblos hispanos desde la época romana a la guerra de la Independencia.

Estas ilustraciones no sólo recurren a los mitos del pasado histórico nacional para identificar los vinos y brandies con España, como país de origen, o para satisfacer los deseos de identificación de sus potenciales consumidores, sino que en su selección también juega un importante papel el establecimiento de una clara analogía simbólica entre la antigüedad de las representaciones y la vejez de los caldos anunciados, deslizándose este código de antigüedad, propio del universo de la Historia, hacia el mundo vinatero. Así, se produce un proceso de trascodificación por el que los códigos propios del discurso histórico se trasladan hacia el universo comercial vinatero. En consecuencia, en esta unidad iconográfica predominan los caldos de mayor graduación y vejez, como los “coñacs” o brandies, olorosos y amontillados, de forma que los vinos más ligeros ocupan un lugar muy secundario, tal como se constata en la escasa presencia de finos y manzanillas.
En la misma línea simbólica, acorde con las excelencias de las gestas y héroes reproducidos, la mayoría de los personajes representados en estas etiquetas son masculinos frente a un escaso porcentaje de figuras femeninas. Esta supremacía también se explica por ser estos tipos de caldos, de elevada graduación y precio, consumidos principalmente por el sector masculino de la población, principal destinatario al que se intenta identificar con los ilustres presentadores gráficos.
Desde la perspectiva plástica, buena parte de estas estampas vinateras de tema histórico se estructuran mediante fondos con tonalidades ocres y marrones en gradación, que vienen a simular el cromatismo de los viejos pergaminos. El particular colorido de estas “etiquetas-pergamino” contribuye a redundar sobre el principal significado de vejez que se quiere conferir a los caldos, como ocurre en el caso de algunas etiquetas de brandy Independencia de Osborne y Cía. A veces incluso se reproduce la figura completa de un vetusto pergamino con sus característicos ángulos enrollados que, a modo de trampantojos, simulan estar fijados al soporte con pequeños clavos. Es el caso de la estampa de brandy Emperador, de E. Delage.  

Para acentuar aún más el significado de vejez, que se desea transferir a los caldos, es habitual que las orillas de las etiquetas tengan formas onduladas e irregulares, intentándose reproducir las características propias de los antiguos pergaminos carcomidos por el tiempo. Y también es frecuente el uso de caracteres góticos en la tipografía, apareciendo las letras capitales profusamente decoradas y destacadas sobre el resto de la composición, mediante distinto color y mayor tamaño. Este carácter goticista de los componentes textuales vuelve a incidir sobre la vejez de las soleras y caldos presentados.

Respecto a los modelos iconográficos utilizados en estas composiciones vinateras, una de sus principales fuentes de alimentación fue la pintura de historia, la “pintura oficial” imperante en España durante la segunda mitad del siglo XIX. Los litógrafos y dibujantes, encargados de elaborar estas etiquetas, usaron habitualmente las revistas ilustradas de la época, donde aparecían reproducidos los más célebres retratos y pinturas de historia de la época, que sirvieron de inspiración o fueron copiados fidedignamente en las etiquetas. A veces, aquellos modelos que aparecían en las publicaciones periódicas, en blanco y negro, fueron enriquecidos con el color aportado por la técnica cromolitográfica, utilizada para imprimir las etiquetas hasta mediados del siglo XX y cuya riqueza cromática viene a compensar la evidente pérdida de calidad respecto al modelo pictórico original.

Por ejemplo, en una etiqueta de brandy Independencia (Osborne y Cª) se reproduce un retrato de Fernando VII (Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid) realizado por el conocido pintor Vicente López, obra que se convirtió en retrato oficial del monarca durante bastantes años. Y en otra etiqueta de oloroso Bailen 1808 (Osborne y Cía.) se traslada la pintura de historia La rendición de Bailen, de José Casado del Alisal, si bien aquí el referente pictórico se ha simplificado en parte y ha perdido el color original al reproducirse sólo la escena central de la pintura.
Estas etiquetas basadas en el retrato y la pintura de historia ponen de manifiesto la destacada función divulgativa que, además de la puramente informativa, cumplieron las etiquetas vinateras de entresiglos, al constituirse en singulares medios de difusión de las artes plásticas propias de su época.

jueves, 3 de mayo de 2012

Antiguos importadores latinoamericanos de vinos del Marco de Jerez



A continuación se relacionan algunos de los antiguos importadores latinoamericanos de vinos, aguardientes y licores del actual Marco de Jerez. Los nombres de estas empresas han sido extraídos de diversas muestras publicitarias, como carteles, anuncios, etiquetas, etc. A veces no se consigna algún dato, como el nombre del importador, exportador o marca del caldo. Estas carencias aparecen señaladas en el listado (---). Las fechas, aunque son escasas, sitúan esta relación entre 1868 y 1936.


Los nombres de estas empresas, establecimientos y agentes forman parte de la historia económica de las distintas ciudades y países latinoamericanos importadores. De igual modo, sus nombres están unidos a la historia de intercambio comercial entre aquellas tierras del otro lado del Atlántico y la comarca vinícola gaditana.
A medida que vayamos localizando nuevos datos se irán incorporando al listado con distinto color.


  Fecha

Ciudad
 
Importador / Agente

Tipo de caldo - Marca

Bodega exportadora  
     

Latinoamérica
1903
“Especial para América”
---
Quinado San Bernabé de Chipre
C. del Pino y Cª (Jerez de la Frontera)
América Central

Zona del río Lempa (Guatemala-Honduras-El Salvador) 
---
Jerez fino amoroso
Joaquín Leonar (Sanlúcar de Barrameda)
Antillas
1933
Aruba
"Licores Aruba N.V. Oranjestad"
Quinado Vino de Jesucristo
M. Gil Galán (Jerez de la Frontera)
Argentina
1881
Buenos Aires
R. Fernández y Cª
Jerez, Moscatel, Pedro Jiménez y Malvasía

Vinos de las Cuatro perlas jerezanas

M. Pajares Micón (El Puerto de Santa María)   
1912
Buenos Aires 

  ---

Jerez quina España
J. B. González (Jerez de la Frontera)
1913
Buenos Aires
Luis Dufaur

Coñac Jurado

Manuel Jurado (Sautu Paz y Cª) (Jerez de la Frontera)
1920
Buenos Aires
Pedro Soler
Manzanilla pasada La Alhambra
J. Lorenzo Montalbán (Chipiona)

Buenos Aires
Santa Fé
Salta
P. Soler y Cía.
Manzanilla pasada Postín
Luis Caballero (Sanlúcar de Barrameda)

Buenos Aires
Hijos de Joao Faria. Industria Española
Sherry Jockey Club
---

Buenos Aires
Mariano López y Cía.
Jerez-quina Bombita Chico
Agustín Blázquez (Cádiz)



Buenos Aires



D'Enger & Forget
Quinado Decano
---

miércoles, 21 de marzo de 2012

El flamenco en el etiquetado vinatero del Marco de Jerez

Artículo publicado como "La mujer flamenca en el etiquetado vinatero del Marco de Jerez", en Revista de Flamencología, nº 10. Cátedra de Flamencología de la Universidad de Cádiz. Jerez de la Frontera, 1999 [texto revisado e inclusión de ilustraciones] 



El universo iconográfico plasmado en las manifestaciones publicitarias de los vinos, licores y aguardientes del actual Marco de Jerez –Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda- es muy rico y variado. Uno de sus capítulos más destacados es el dedicado a los espectáculos populares. En este ámbito, la representación de los protagonistas del arte flamenco y sus manifestaciones festivas constituyen una de sus unidades más atractivas.
Así, esta temática del flamenco actúa como núcleo principal de numerosos mensajes publicitarios, que fueron utilizados –y aún se siguen usando- para promocionar los caldos de la comarca jerezana. Sus expresiones más interesantes se concentran en los últimos años del siglo XIX y primeras décadas del XX. Este mundo flamenco ha quedado materializado en diferentes soportes, entre los que sobresale el etiquetado que, por acompañar directamente a las botellas, se produjo en mayor cantidad habiéndose conservado numerosos ejemplares. En este trabajo nos ocupamos exclusivamente de este soporte de las etiquetas utilizadas por las bodegas en las primeras décadas del siglo XX.
Estas etiquetas de tema flamenco se pueden clasificar en tres variantes iconográficas, en base a sus contenidos figurativos y tratamiento lingüístico de sus composiciones. En primer lugar se localiza un conjunto de estampas de articulación casi exclusivamente textual, cuyas denominaciones o nombres de marca aluden al mundo flamenco. En segundo lugar se encuentran aquellas etiquetas donde concurren escenas costumbristas, de carácter festivo y galante, las cuales están protagonizadas por grupos o parejas de aflamencadas figuras femeninas y atildados toreros o “manolos”. Y, por último, hallamos otro grupo de representaciones compuestas exclusivamente por una mujer gitano-andaluza vinculada a los ambientes flamencos.
Formalmente, la mayoría de estas etiquetas de signo flamenco presentan características muy semejantes. Los componentes icónicos suelen dominar la composición ocupando todo el campo de la estampa, de forma que los elementos textuales quedan relegados a un segundo término, situándose próximos a los bordes superior e inferior de la etiqueta hasta el punto de pasar casi inadvertidos. Estos componentes verbales informan sobre el tipo de vino, marca, empresa y lugar de origen de los caldos que se presentan, aunque a veces no todos estos datos están presentes, bien por carecer algunas etiquetas de marca, bien porque algunos ejemplares conservados están faltos de esa segunda reimpresión tipográfica que era habitual para estampar tales elementos textuales.
Desde el punto de vista plástico, la mayoría de estas composiciones, realizadas "al cromo" -a todo color-, presentan un colorido vivo e intenso, de gran impacto visual. Por lo que, publicitariamente, estas etiquetas debieron constituirse, durante aquellas décadas de entresiglos, en reclamos muy llamativos en una sociedad acostumbrada hasta entonces a mirar en blanco y negro. Al mismo tiempo, las tonalidades vivas y brillantes de estas pequeñas cromolitografías vienen a redundar en la alegría y vitalidad propias de las artísticas manifestaciones flamencas que reproducen, reforzando así los contenidos semánticos de un mensaje esencialmente festivo y popular.

1. Denominaciones de marca
La primera variante del etiquetado flamenco está constituida por algunas composiciones que se articulan casi exclusivamente por los nombres de marcas, cuyos elementos verbales suelen completarse con pequeños escudos, anagramas o representación de las medallas obtenidas en exposiciones por la casa vinatera en cuestión.
      

Estas denominaciones de marca, cuya tipografía más o menos ornamental protagoniza la composición, aluden directamente al mundo flamenco, estableciéndose una clara analogía simbólica entre esas denominaciones flamencas y las cualidades de los vinos que presentan. Es el caso de manzanilla La Flamenca (Pedro Rodríguez e Hijos); fino Pandereta (D. G. Gordon); fino Cañí o manzanilla Chipén (Pedro Díez Ysasi), voz gitana que se podría traducir en su acepción de "excelente", "de superior calidad", en referencia  a las cualidades del vino que acompaña.

Otras denominaciones de vinos alusivas al arte flamenco -palos de cantes, nombres de bailes, etc.-, aparecerán también en las otras dos variantes iconográficas de este etiquetado, funcionando entonces como elementos redundantes de las significaciones expresadas en las escenas representadas (amontillado Flamenco, manzanilla Martinete, manzanilla Bailadora, manzanilla Petenera…) Generalmente, en este terreno verbal, las marcas de la mayor parte de las etiquetas flamencas casi nunca aluden al mundo del vino que presentan, de forma que se produce una clara traslación de los códigos y significaciones propias del arte flamenco hacia el territorio vinícola.

2. Escenas festivas y galantes
La segunda variante de las etiquetas flamencas está compuesta por una serie de ilustraciones de carácter narrativo, que se vinculan al flamenco en sus dimensiones festiva y galante y están protagonizadas por grupos o parejas de mujeres gitano-andaluzas y toreros o “manolos”. En base al tipo de personaje representado, este grupo de estampas componen una unidad iconográfica bien diferenciada que podemos denominar “tauroflamenca”. Las escenas se encuentran muy a la próximas a la temática propia de la pintura costumbrista andaluza, que en muchos casos funcionó como modelo directo para las estampas del vino, donde se recoge la concepción romántica de la fiesta popular como "expresión colectiva más singular" del pueblo andaluz (Reina Palazón, 1979: 65). Por su parte, la mujer gitano-andaluza tiene aquí un papel de coprotagonista, junto a los personajes masculinos que la acompañan.
 

sábado, 11 de febrero de 2012

Los vinos medicinales en la antigua publicidad del Marco de Jerez


Comunicación presentada en III Simpósio Internacional de História e Civilizaçao da Vinha e do Vinho. Funchal-Madeira (2003). Publicado en Actas do Simpósio da Associaçáo da Vimha e do Vinho. Centro de Estudos de Historia do Atlántico (CEHA) Secretaria Regional do Turismo e Cultura. Funchal, 2004.


“el doctor había mandado que se le diera doble dosis de la nuez vómica, seguir con las cucharadas por la noche, las papeletitas por el día, y a sus horas el Jerez o Pajarete”
(Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta, 1887; 261-262)

A través de la historia han sido numerosos los historiadores, científicos y literatos[1] que han exaltado las propiedades medicinales y nutritivas del vino en general y del jerez en particular. En consonancia con estas atribuciones, entre mediados del siglo XIX y primeras décadas del XX, cuando aún no se habían producido los actuales avances farmacológicos, algunos determinados vinos producidos en el Marco de Jerez, así como en otras regiones vitivinícolas españolas y europeas, se comercializaron como remedios medicinales y reconstituyentes.
Esta consideración del jerez o sherry como recurso terapéutico quedará plasmada diversos soportes y medios a través del tiempo. Por ejemplo, en los índices de algunos catálogos extranjeros de farmacopea, tanto americanos (1850) como ingleses (1851), el jerez aparece como un remedio medicinal más, asignándosele el término de Vinum Xericum[2].
Asimismo, en una antigua tarjeta publicitaria del caldo Trafalgar (J. M. Rivero. Jerez), ilustrada someramente con la figura de una botella, se recogen célebres frases pronunciadas por autoridades científicas en torno a las cualidades terapéuticas del vino en general, que aquí se utilizan a modo de eslóganes, junto a un texto más amplio donde se establecen las equivalencias nutricionales del vino respecto a diversos productos alimenticios:
            "El Vino es la más sana y la más higiénica de las bebidas. Pasteur"
“El alcoholismo es menos frecuente en los países consumidores de vino. Dr. Bertillón"
“Un litro de vino, además de sus cualidades como bebida higiénica y estimulante tiene un valor alimenticio equivalente al de 90 cls. de Leche, 370 grs. de Pan; 585 grs. de Carne; 5 huevos. Según resultado de análisis hecho por eminencias médicas”
Los vinos medicinales elaborados en el Marco de Jerez estaban compuestos a base de quinina, alcaloide obtenido de la corteza del árbol de la quina, cuyas propiedades febrífugas y antisépticas constituyeron durante siglos un remedio muy eficaz contra diversas enfermedades caquécticas e infecciosas como la malaria, el tifus o la gripe, hasta que a finales del primer tercio del siglo XX se obtuvieron productos similares de origen sintético. Debido a su composición estos vinos fueron llamados “vinos quinados”, “vinos para enfermos” e incluso “vinos milagrosos”; y en la comarca jerezana fueron denominados “Jerez Quina”, a cuyo genérico nombre suele agregarse casi invariablemente las cualificaciones de "Tónico, aperitivo y reconstituyente", pudiendo consignarse también otras propiedades específicas como "ferruginoso" o "digestivo".
Durante la época de la Restauración, los bodegueros y algunos farmacéuticos de la zona aprovecharon los vacíos existentes en la farmacología, así como las recomendaciones de los modernos médicos "higienistas”[3], para multiplicar la producción de los vinos quinados, al tiempo que proliferaban sus correspondientes imágenes publicitarias.
La elaboración de estos caldos energéticos comenzó a descender en las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, como consecuencia de la aparición en el mercado farmacológico de nuevos productos que atendieron de forma más eficaz las necesidades de los antiguos consumidores. Sobre la profusa elaboración de vinos quinados en el ámbito jerezano y la intensa labor científica desarrollada por algunos bodegueros en torno a la producción de los caldos medicinales, escribe José de las Cuevas:
"En muchas bodegas jerezanas, por ejemplo en Real Tesoro hay ya naves enteras dedicadas al vino de quina, donde junto al Pedro Ximénez cuecen cortezas y plantas medicinales. D. Cayetano del Pino y Vázquez dedicó muchos años de su vida y sus conocimientos de enólogo al estudio de estos vinos (...) también logró otra especialidad para diabéticos, el vino "Tasmán” y el primer “Chianti de Jerez Blanco”, por cierto servido en el Menú Real en el banquete ofrecido a S.M. Don Alfonso por el Ayuntamiento de Jerez el año 1904. Cayetano del Pino pretendía reunir no sólo las condiciones de tónico y de constituyente, sino al par, la de aperitivo y obtuvo el Monja Quina"[4]
Todavía en algunas notas de precios de los años 50 y 60 del siglo XX continúan comercializándose estos vinos quinados, tal como se puede constatar en una tarifa de precios de Luis Caballero perteneciente a 1952, donde se encuentra consignado el jerez quina Primera; así como en otra nota de precios de esta misma empresa, fechada ya en 1967, en la que se sigue anunciando el jerez quina Caballero. Aún en el Reglamento del Consejo Regulador de 1969 se contempla la elaboración en el Marco de Jerez de estos tradicionales vinos quinados o aromatizados con frutas, para cuya obtención debían cumplirse los requisitos establecidos en dicha normativa, pudiendo denominarse a este tipo de caldo “jerez quinado” y “jerez aromatizado”. Sin embargo, a partir de esas fechas, estos vinos se producen ya en muy escasas cantidades, habiendo desaparecido en la actualidad del ámbito productivo de la comarca.

Iconografía de los vinos medicinales. Correspondencias y funciones.
Los contenidos publicitarios que acompañan a estos específicos caldos medicinales se verán afectados por ese generalizado fenómeno de correspondencias iconográficas, que se produce habitualmente entre las propiedades organolépticas de cada tipo de caldo y sus iconos publicitarios. Por tanto, las representaciones gráficas de estos vinos quinados van a estar acordes con las cualidades reconstituyentes que se les atribuyen, siendo estas imágenes de signo religioso en su mayoría .
Tanto en el etiquetado como en la cartelería comercial o los anuncios ilustrados de estos caldos medicinales se plasman sobre todo temas extraídos de la religiosidad popular, aunque no faltan algunas representaciones de carácter sanitario, figuras infantiles y otros de diversa naturaleza, aunque en menor proporción. Así, a través de esta asociación publicitaria entre vinos medicinales e iconografía religiosa se establece una analogía simbólica entre las propiedades tónicas y efectos medicinales otorgados a estos caldos y los poderes taumatúrgicos asignados tradicionalmente a ciertos personajes del panteón cristiano.