Páginas

miércoles, 23 de agosto de 2023

Ajuar doméstico, plata labrada, joyas y otros enseres de Francisco de Paula Rodríguez y Joaquina Sánchez Espinosa, según cuatro inventarios de bienes (1811-1855), en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

 

Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte.

 

Antigua casa de Francisco de Paula Rodríguez, en primer término (actual Ayuntamiento) Foto: Google Earth.


Este artículo se puede descargar en pdf en Academia.edu


El ajuar doméstico (ropas, mobiliario y enseres de uso común en una vivienda), la plata labrada, joyas, carruajes y otros bienes, existentes en las casas de Francisco de Paula Rodríguez y su esposa Joaquina Sánchez, se recogen en cuatro inventarios de bienes que fueron realizados en 1811[1], 1822[2], 1847[3] y 1855[4], de los que ya se han extraído las obras artísticas situadas en las casas de la ciudad y de las haciendas[5].

Estos “bienes de confort” evidencian el nivel de riqueza personal y las distintas parcelas de la vida cotidiana que conforman la cultura material de una familia aristocrática en Sanlúcar de Barrameda a principios del siglo XIX, en cuya distinguida residencia estuvo hospedado el rey José I, en la única visita que hizo a Sanlúcar durante la guerra de la Independencia.[6]

Estos inventarios permiten adentrarnos en el espacio doméstico de este matrimonio avecindado en Sanlúcar, conocer su vida cotidiana, qué muebles y cortinajes orlaban sus casas, cuáles eran los utensilios usados en la cocina, qué se guardaba en la despensa, qué coches conducían o cómo vestían. Se trata de un ejemplo más, que facilita el conocimiento de la forma de vida de una parte privilegiada de la sociedad, en este caso de un alto funcionariado cortesano y uno de los principales hacendados y comerciantes de Sanlúcar, en el tránsito del siglo XVIII al XIX.

Al hallarse inventariados los bienes en cada estancia de las casas, podemos conocer la distribución que tenía la residencia familiar de la calle Caballeros, nº 19 (antig.) así como de las viviendas situadas en las haciendas (número de habitaciones, funcionalidad, mobiliario, decoración…). Al ser rehabilitada la casa de la calle Caballeros, en 1831, para instalar el Seminario Conciliar de San Francisco Javier (1831-1842), del Arzobispado de Sevilla y, poco más tarde, un Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), los inventarios de 1847 y 1855 nos ofrecen, además, una aproximada reconstrucción de los interiores de las estancias, mobiliario y utensilios propios de estos centros educativos pues, aunque de diferente naturaleza, no debió cambiar mucho la distribución del inmueble en estos últimos años documentados.

 

Respecto a los cuatro inventarios consultados, hay que señalar que el inventario post mortem de 1811 se acerca a lo que se viene considerando como un inventario ideal -raros en el periodo moderno-, por ser muy completo y meticuloso, al recontar los bienes de cada estancia y acompañarse de la valoración de las piezas.[7] En los primeros inventarios de 1811 y 1822 se consigna una primera relación de bienes sin valorar y, en segundo término, los mismos bienes con valoración monetaria, recontándolos ahora agrupados, según su naturaleza y función. Por el contrario, los inventarios de 1847 y 1855 carecen de tasación. Además, en el último no pudieron inventariarse los bienes de la antigua casa de la calle Caballeros, por haberse vendido en 1853 a los duques de Montpensier, quedando las antiguas pertenencias de Francisco de Paula Rodríguez diseminadas en diferentes lugares: parroquia mayor de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar, Seminario de Sevilla, y en manos de los patronos de la Fundación, a la espera de obtener un inmueble donde depositarlos.[8]

Por otro lado, hay que señalar el problema surgido al trabajar con el inventario de 1822, cuya copia facilitada por el Archivo Diocesano de Asidonia-Jerez carece de la adecuada foliación, de forma que, cuando este recuento se consigna en este trabajo, los folios se señalan de forma aproximada, añadiéndose en ocasiones la fecha de reunión correspondiente al inventariado, a fin de allanar su localización.

Debido a la escasa documentación notarial referida a inventarios de bienes existente para Sanlúcar en estas fechas[9], para comprender la importancia y significación de estos inventarios en la ciudad, sólo podemos ponerlos en relación con la documentación análoga publicada para otras ciudades próximas, como Jerez de la Frontera, Cádiz o Sevilla. Pues, aunque existen investigaciones afines referidas a otras comunidades autónomas (Galicia, Castilla y León, Cataluña, País Vasco, Extremadura…), pertenecientes al siglo XVIII y principios del XIX, el ámbito de la baja Andalucía posee características propias que requiere su agrupación documental.

Según el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, realizado en 1811, que sirve de base para este estudio, las nueve partidas de bienes muebles, referidos al ajuar doméstico, plata labrada, joyas, mobiliario, etc., suman 120.215 reales, lo que supone un 2,28 % del capital activo global (5.211.001 reales). Los porcentajes de cada parcela, respecto al caudal total inventariado se desglosan del siguiente modo: plata y alhajas: 47.083 rs. (0,90 %); pinturas de la casa residencial: 6.517 rs. (0,12); textiles: 19.333 rs. (0,37); muebles: 20.772 rs. (0,39); calderería: 910 rs. (0,017); cerrajería: 1.500 rs. (0,028); relojería: 5.500 rs. (0,10); talabartería y guarnicionería: 6.900 rs. (0,13); caballería: 11.700 rs. (0,22); y carruajes: 5.000 rs. (0,09).                          

En cuanto a la vecina ciudad de Jerez de la Frontera, tanto el mobiliario como la plata labrada de Francisco de Paula Rodríguez, supera la valoración de algunas partidas referidas al inventario de Mariana Medina y Dávila, perteneciente a una familia de la nobleza jerezana, en cuyo testamento se cuantifica, por ejemplo, el mobiliario en 11.798 reales y la plata labrada en 12.049 reales.[10]

Por otro lado, de los 28 inventarios estudiados por Moreno Arana, también en Jerez, entre 1717 a 1809[11], la mayoría de los difuntos disfrutaban de un conjunto de “bienes de confort” (joyas, plata, muebles, ropas, coches, biblioteca...) que, según González Beltrán, “se acerca o sobrepasa los 25.000 reales, punto que marca una situación de lujo u opulencia”[12]. De estos inventarios, sólo cuatro sobrepasan los 120.215 reales en que se valoraron estas partidas en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez (1811).[13]

Según Álvarez Santaló y García-Baquero, para la nobleza titulada de Sevilla, entre 1700 y 1834, con un capital medio de 1.091.734 reales, la “partida clave” de la plata labrada y joyas, está presente en 28 de los 31 inventarios estudiados, donde representan el 5,8 % del volumen total del capital activo inventariado (44.478.778 reales). Los bienes de mobiliario y ropa se sitúan en un 1,6 y 1,3 %, respectivamente. Y los carruajes y su equipo correspondiente (caballerías, atalajes, etc.) suponen un 0,9 % del capital activo inventariado, estando presentes en diecisiete inventarlos de los treinta y uno[14].

 Respecto al clero secular en la Sevilla del siglo XVIII, de los 142 inventarios post mortem de clérigos seculares analizados, entre 1700 y 1834, se conocen sus niveles de riqueza personal (media de 69.920 rs.vn.) y sus fragmentos de vida cotidiana.  Junto a las dos “partidas protagonistas”: plata labrada y joyas, que representan un 8% del activo global, se sitúan las consideradas como constitutivas del hábitat doméstico (muebles, menaje, ropas, despensa, carruajes, objetos artísticos y bibliotecas) que, agrupadas, representan el 17% del activo total. Así, según Álvarez Santaló y García-Baquero, todos estos “bienes del vivir” apenas valen la mitad que el dinero y las deudas favorables de este grupo social sevillano[15].

En comparación con las cifras mencionadas para otras ciudades y grupos sociales, el 2,28 % del capital activo global, que suponen estas partidas de confort en el inventario post mortem de Francisco de Paula Rodríguez, nos indica que estos bienes fueron secundarios respecto a las inversiones realizadas en otras esferas (propiedades inmobiliarias, deudas favorables, bodegas y vinos…).

 

 

1.  Residencia de la calle Caballeros y casas de las haciendas de la Jara y Brevas o El Administrador.

A su llegada a Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez, adquirió dos fincas rústicas, además de otras tierras. Éstas fueron la hacienda de Brevas, llamada más tarde El Administrador, y la hacienda de la Jara, en el pago del mismo nombre.

Para residir en Sanlúcar, Francisco de Paula Rodríguez arrendó, hacia 1800, a la fábrica de la Iglesia Mayor de Ntra. Sra. de la O, la antigua casa reedificada hacia 1730 por el comerciante Julián Cayetano Gally, a quien la compró el matrimonio irlandés Tomás Wading y María Asthey, quienes la legaron a la Iglesia Mayor. Se halla situada en el Barrio Alto de Sanlúcar, entre las calles Caballeros y Almonte. Tras fallecer Rodríguez y su esposa, este inmueble funcionó como Seminario Conciliar San Francisco Javier del Arzobispado de Sevilla (1831-1842) e Instituto de Segunda Enseñanza (1842-1847), todo costeado con los bienes de la Fundación Francisco de Paula Rodríguez, en cumplimiento de la voluntad del testador, quien legó sus bienes para el mantenimiento de un colegio en Sanlúcar que priorizara a los niños más desfavorecidos. En 1853 la casa fue adquirida por los duques de Montpensier, así como las antiguas casas-bodegas de Francisco de Paula Rodríguez y fincas aledañas para formalizar el palacio de verano y el jardín. Este palacio de Orleáns-Borbón fue adquirido por el Ayuntamiento en 1980, siendo actualmente la casa consistorial de Sanlúcar.


jueves, 3 de agosto de 2023

Publicado el libro La Manzanilla de Sanlúcar en el siglo XIX a través de la prensa.

 Una duquesa vestida de percal.











Se acaba de publicar el libro La Manzanilla de Sanlúcar en el siglo XIX a través de la prensa. Una duquesa vestida de percal, obra de la historiadora Ana Gómez Díaz-Franzón.

Se trata de una recopilación, selección y contextualización de algo más de 2.000 menciones al vino Manzanilla de Sanlúcar, localizadas en más de doscientas cabeceras de periódicos y revistas conservados en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional (exclusivamente), más dos ejemplares de otra hemeroteca.

Estos textos, en prosa y verso, pertenecen a los más diversos géneros y corrientes literarias -Romanticismo, Realismo, Costumbrismo o Modernismo-, donde no faltan el humor y la sátira. Están firmados por más de 500 autores, entre los que hallamos a Gustavo Adolfo Bécquer, Mariano José Larra, duque de Rivas, Mesonero Romanos, Zorrilla, Pardo Bazán, Fernán Caballero, Alcalá Galiano, Azorín, Pérez Galdós, Eusebio Blasco, Sinesio Delgado, Echegaray, Fernández Bremón, M. de Cavia, Rubén Darío, Javier de Burgos, Salvador Rueda o Francisco Villaespesa, entre muchos otros.

Además, cuantiosos anuncios publicitarios de establecimientos y bodegas, junto a diversos artículos científicos o divulgativos, ofrecen cifras sobre la producción y comercialización de los principales vinos, españoles y extranjeros, consumidos en España y otros países durante el siglo XIX.

A través de los diferentes capítulos, se puede conocer cómo el entonces llamado “el Manzanilla”, nacido en el siglo XVIII como el primer vino blanco generoso de España, fue uno de los vinos más acreditados del siglo XIX.

Nos encontramos con algunas bodegas productoras; la exhibición de la Manzanilla en las exposiciones nacionales y universales; su identificación con Andalucía y, en especial, con Cádiz y Sevilla; la intensa vinculación de este vino con los espectáculos más populares de la época: el flamenco y la tauromaquia; su presencia en fiestas, verbenas y romerías españolas; en las artes escénicas; en las novelas por entregas, en múltiples poemas, cuentos, folletines o chascarrillos; en las artes plásticas; en la gastronomía; en la política o su implicación en los sucesos de la época.

Al hilo de estas menciones a la Manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, uno de los vinos más consumidos en la España decimonónica, el lector se sumerge en la complejidad vinícola, social y cultural del siglo XIX.

El diseño de cubierta y la maquetación del libro han corrido a cargo de Enrique López Marín, diseñador y profesor de la Universidad de Granada.

Es una edición modesta, de tapa blanda, impresa en blanco y negro (tampoco había mucho color en el XIX), aunque cuenta con una muy rica y desconocida información historiográfica.

Contiene diversas ilustraciones y 656 páginas.

Ya se puede pedir en Amazon 


Índice del libro