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sábado, 4 de mayo de 2024

Proyecto de Monumento a la libre navegación por el Guadalquivir, a erigir en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), impulsado por Manuel Godoy (1805-1808). La Academia, el concurso y los cuatro modelos presentados.


“Descripción geográfica del estado antiguo del Rio Betis o Guadalquivir. Copiado [ca. 1770] a la letra del original
que levantó en Hispalis, en tiempo en que lo poseyeron los Romanos, Festo Rufo Avieno, en el año 365.”
(Archivo Histórico Nacional. CONSEJOS MPD. 138_01)
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Ana Gómez Díaz-Franzón

Dra. Historia del Arte

 Este artículo puede consultarse en  PDF en Academia.edu.


Resumen. En los primeros años del siglo XIX, Carlos IV, instado por su primer ministro, Manuel Godoy, favoreció a la ciudad de Sanlúcar de Barrameda con un conjunto de importantes concesiones, impulsadas por la Sociedad Económica de Sanlúcar. Entre ellas destacó la creación de la extensa Provincia de Sanlúcar, un Consulado independiente de Sevilla, un Jardín Botánico de Aclimatación, o el inicio del nuevo trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez. Pero otros proyectos se vieron truncados con el estallido de la Guerra de la Independencia, como la erección de un monumento, a ubicar en el nuevo muelle del puerto, que exaltaría la libre navegación por el río Guadalquivir promovida por Carlos IV. Para su ejecución, la Real Academia de San Fernando de Madrid convocó un concurso, a petición de Francisco Amorós, secretario de Godoy, entre los escultores académicos de mérito, cuya convocatoria y resolución es objeto del presente trabajo.

Palabras clave: Escultura neoclásica. Proyecto de monumento público. Neoclasicismo. Sanlúcar de Barrameda. Río Guadalquivir. Carlos IV. Manuel Godoy. Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. Siglo XIX.

 

1.     Antecedentes.

La ciudad de Sevilla había monopolizado el comercio con América desde su descubrimiento, a través de la Casa de la Contratación y el Consulado. Pero las dificultades que presentaba el río Guadalquivir, para la navegabilidad de navíos de gran tonelaje, motivaron que en el siglo XVII (1680) la cabecera del comercio americano se traspasara al puerto de Cádiz, y en 1717 se trasladó a éste, definitivamente, la Casa de Contratación y el control del comercio con las Indias, desplazándose el eje mercantil de Sevilla a Cádiz. Uno de los principales escollos, que motivaron este traslado, fue el difícil franqueo de las naves por la barra de Sanlúcar, en su camino fluvial hacia Sevilla, así como los varios meandros que conformaban el curso del Guadalquivir.

Desde aquellas fechas, el sector comercial de Sevilla experimentó una grave crisis, que también afectó a su antepuerto natural, Sanlúcar de Barrameda, desde donde zarparon numerosas expediciones hacia el Nuevo Mundo durante toda la Edad Moderna.

Ya en 1778 se promulgó el Reglamento de Libre Comercio con América, que propició la apertura de otros puertos españoles al comercio americano.

Tras la pérdida del monopolio comercial, Sevilla intentó hacer resurgir la importancia de su puerto mediante diversos estudios y obras efectuadas en el Guadalquivir[1], a fin de salvar los obstáculos que dificultaban la navegabilidad hacia la capital hispalense. La mayor parte de estas mejoras estuvieron impulsadas por la Sociedad Económica de Sevilla. En este contexto, la ciudad logró que, en 1784, se reconstituyera el Consulado Nuevo de Sevilla (marítimo y terrestre), concedido por Carlos III[2], siendo algunos de sus promotores destacados miembros de la Patriótica sevillana. Y en 1785 la Corona remitió al Consulado de Sevilla 220.000 reales para las “Obras del Guadalquivir”, que gestionó el propio Consulado[3].

Aunque se efectuaron algunas reformas en el río, no sería hasta la promulgación de la Real Orden de 19 de agosto de 1794, por la que Carlos IV accedía a la petición de ejecutar la Corta del torno de Merlina, cuando se acometieron obras de importancia. Se trataba de abrir un canal en el cauce del río con las suficientes dimensiones y profundidad para el desahogado paso de las naves. La obra se ejecutó, según proyecto del ingeniero Scipion Perosini y fue gestionada por el Consulado directamente, ante la falta de licitadores a la subasta. Las obras se iniciaron en 1794 y finalizaron en enero de 1796, ascendiendo la inversión total a 1.205.816 reales, pagados por el Consulado de Sevilla. Si bien, en otoño de 1797 el ingeniero Perosini aún trabajaba perfeccionando la Corta[4]. Precisamente en 1796 el Rey y la familia real visitaron Sevilla, pudiendo conocer de primera mano el desarrollo de estos trabajos.

Esta construcción de la Corta de Merlina consistió en la eliminación de un meandro de diez kilómetros y la construcción de un canal para abrir un nuevo cauce en el río, que además aliviaría los desagües de los desbordamientos ocasionados por las frecuentes inundaciones. Para su financiación, a la concesión real, se sumaron las contribuciones de los impuestos que cobraban las Aduanas de Sevilla, Sanlúcar y otras catorce agregadas, además de las “rentas que producía el Consulado sevillano y el sanluqueño y, en menor medida, los demás.”[5]

De esta obra se benefició Sevilla y también el puerto de Sanlúcar de Barrameda, que vería multiplicase, de nuevo, sus beneficios por la navegación hacia Sevilla. Esta Corta de Merlina, ubicada entre Coria y La Puebla del Río, fue la primera en ejecutarse en el Guadalquivir.[6] Se hizo bajo el gobierno de Carlos IV y de su primer ministro Manuel Godoy. Estas obras fueron muy elogiadas, en la época y durante los años siguientes, por importantes personalidades como, en 1803, por el entonces Prior del Consulado de Sevilla, Domingo José de Urruchi; y también por parte de algunos sanluqueños, como Ignacio Ortiz de Rozas, entre otros[7].

Todo parece indicar que habría que vincular estas obras de la Corta de Merlina, realizadas en el río por orden de Carlos IV, con el proyecto para erigir un monumento en honor a la beneficencia del Rey por “declarar libre la navegación del Guadalquivir”[8]. Este grupo escultórico, de carácter conmemorativo, promovido por la Económica de Sanlúcar y Manuel Godoy, que hasta ahora no había sido abordado por la historiografía, quedaría ubicado en un nuevo muelle a construir en el sanluqueño puerto de Bonanza.

Este proyecto de monumento hay que incluirlo en el conjunto de las importantes empresas que Carlos IV, por mediación de Godoy, mandó ejecutar en Sanlúcar durante la primera década del siglo XIX. Entre estas iniciativas de “utilidad pública” -como las califica Francisco Amorós-, destacaron la creación de la nueva y extensa “Provincia de Sanlúcar” (1804-1812), que englobó un nutrido grupo de municipios de las actuales provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva; la institución del Consulado de Sanlúcar (1802-1829), independiente de Sevilla[9]; o el Real Jardín Botánico de Aclimatación “Príncipe de la Paz” (1805-1808) que se planteó con una novedosa vocación científica[10]; entre otros.

Detrás de estas consecuciones de gran envergadura se hallaba, como promotora, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar, establecida en 1781, así como destacadas personalidades como Francisco Terán (o Therán) y Francisco de Paula Rodríguez. Este último, quien podría haber recibido el encargo, por parte de la Corona y de Godoy, de tutelar la ejecución de estos proyectos, se avecindó en Sanlúcar hacia 1800, y se involucró en los más importantes proyectos efectuados en la ciudad, al ser nombrado por Carlos IV, individuo de la Junta del Real Jardín Botánico de Aclimatación de Sanlúcar; consiliario del nuevo Consulado; y Socio Meritorio de la Sociedad Patriótica.[11]

La historiografía tradicional ha defendido, casi en exclusiva, que los privilegios reales, concedidos a Sanlúcar, se debieron a la vinculación familiar existente entre Francisco Amorós, Secretario de Godoy, que se hallaba casado con María Josefa Terán y Palacios, hermana de Francisco Terán, quien fue nombrado Intendente de la provincia de Sanlúcar y director del Jardín Botánico, siendo uno de los políticos más activos en la Sanlúcar de aquellos años. Sin embargo, sin desdeñar la influencia de tal parentesco, parece vislumbrarse, en estos favores reales, una política geoestratégica de Godoy para reforzar el eje comercial Sanlúcar-Sevilla frente al polo mercantil de Cádiz y su bahía, que por entonces aún conservaba gran parte de su importancia comercial.

Esta tesis, que atiende a una multiplicidad de factores, parece quedar avalada, como un componente más, por el contenido de dos cartas de Manuel Godoy, publicadas en 1889 por Mariano Pardo Figueroa, “Doctor Thebussem”. En la primera carta (22 de noviembre de 1801), Godoy solicitaba al Consulado de comerciantes de Cádiz un préstamo de un millón de doblones fuertes para necesidades de la Marina, respondiéndole el Consulado gaditano (11 diciembre de 1801) que podría concederlo al 20 por ciento de interés, reclamando además garantías, exenciones y privilegios, mientras que la deuda no se hallase del todo satisfecha, ante cuyas pretensiones Godoy respondió, manifiestamente ofendido:

“He recibido la carta de V. SS. de 11 de este mes y el plan que la acompaña, que ha sido formado en Junta general de ese Comercio y adoptado por el mismo en la propia fecha, con el fin de facilitar el millón de pesos fuertes para socorro de la Marina, cuya anticipación pedí al Comercio de Cádiz en 22 del mes pasado.

Es tal el horror con que he leído las proposiciones lucrativas y el interés de un 20 por 100 que por cortísimo plazo de días quiere exigir ese Comercio en recompensa del caudal que adelantase, que no me determinaría a contestarle a no ser necesario que yo manifieste al Comercio de Cádiz, como lo hago por medio de V. SS., el desagrado con que el Rey ha oído su propuesta, la particular y horrible imagen de mi enemistad que ella ha provocado, y en fin, la advertencia que hago a ese Comercio en nombre del Rey de que jamás recibirá S. M. con gusto las representaciones de unas gentes a las cuales embaraza la codicia y disipa la avaricia el uso de sus potencias.

Nunca creí que el corazón del hombre fuese de mármol y se hiciese insensible a las impresiones de los objetos más tiernos y propios para inspirar caridad; jamás me persuadí que hubiese oídos capaces de sufrir los gritos de la miseria sin hacer nada por remediarla pero ya he encontrado esta clase de gentes en el comercio de los mortales.

No importa; el Rey encontrará en esta ocasión vasallos fieles, así como los tuvo cuando al momento de partir yo para la guerra contra Portugal, halló S. M. en el Comercio de Madrid quienes anticipasen cuantiosas sumas sin exigir el gravamen de un medio por ciento, siendo tan diversas aquellas circunstancias de las presentes. Esto basta; pero harán V. SS, entender al Comercio de Cádiz que S. M. obrará teniendo a la vista la serie escandalosa de los hechos y conducta de unos vasallos a quienes no dará más pruebas de su paternal confianza. Dios guarde a V. SS. muchos años.

Madrid, 18 de diciembre de 1801.

El Príncipe de la Paz.”[12]

El Doctor Thebussem aventura, en su artículo, que Godoy, en desagravio a las pretensiones de los comerciantes gaditanos, procuró una serie de privilegios a Sanlúcar de Barrameda, haciendo depender estos favores de la respuesta gaditana, aunque se desconoce si los comerciantes sanluqueños llegaron a prestar al valido alguna suma para las citadas necesidades de la Marina. Dice Thebussem:

“Godoy practicó su venganza favoreciendo a Sanlúcar de Barrameda, con el fin de perjudicar a Cádiz. Se habilitó su puerto (dice don Adolfo de Castro) para el comercio con el extranjero y con las Américas, y con título de capital de una provincia de su nombre, independiente de Cádiz y Sevilla, dándole por términos a Chipiona, a Lebrija. a Trebujena, a Las Cabezas y toda la Isla mayor del Guadalquivir; por Norte y Poniente, el Caño de las Nueve Suertes, el arroyo Curallon, Palma, San Juan del Puerto, Gibraleón, Villanueva de los Castillejos y San Silvestre, a más del territorio de Arenas Gordas, el Coto de Oñana y los despoblados que hay entre Palacios del Rey, Bollullos, Almonte, costas del Océano y del Guadalquivir. Quedó facultada la ciudad de Sanlúcar para tener un consulado independiente de Sevilla y una aduana.

Y luego, en diciembre de 1804, se fundó en Sanlúcar un jardín de aclimatación, puesto bajo los auspicios de la Sociedad Patriótica, y se establecieron cátedras de Agricultura, desempeñadas por los renombrados botánicos Rojas Clemente y Boutelou, todo ello por iniciativa y mandato de Godoy. Para sufragar los gastos de semejantes mejoras, se impuso un derecho a las producciones agrícolas extranjeras que se introdujesen por los puertos de Andalucía desde Algeciras hasta Ayamonte; de este modo Cádiz contribuía a la prosperidad y engrandecimiento de su rival.”[13]

Cabría pensar que este desencuentro con los comerciantes gaditanos pudo constituirse en un factor más, junto a la citada parentela entre Amorós y Terán, y la política geoestratégica de Godoy, que coadyuvó, y quizá aceleró, la puesta en marcha de los planes de Manuel Godoy para impulsar a Sanlúcar como puerto comercial de primer orden, recuperando su importante pasado mercantil, de forma que, pocos meses después, en 1802, se estableció el Consulado sanluqueño. De hecho, Godoy contó en 1804 con el puerto de Sanlúcar, junto a los de Algeciras, Cádiz y Tánger, para consumar su secreto (y frustrado) proyecto de invadir y colonizar el norte de Marruecos, mandando al marqués de Solana que tuviese “preparado secretamente un buen número de embarcaciones” en estos puertos, y “que aumentase progresivamente la guarnición de Ceuta hasta tener allí disponibles nueve o diez mil hombres.[14]

Por otro lado, la creación de la Provincia de Sanlúcar también se ha querido enmarcar en la política de nuevos distritos marítimos periféricos, establecida por el Consejo de Hacienda en 1799, si bien la provincia sanluqueña no encaja en esta planificación, ni por su desfase cronológico ni por sus especiales particularidades[15].

Manuel Godoy expresa, en sus Memorias, que los proyectos sanluqueños, en especial la creación de la Provincia de Sanlúcar, se debieron a la petición del pueblo de Sanlúcar, “pueblo por el cual hice yo muy grandes cosas.”[16] Añade Godoy, en las mismas Memorias, que el Jardín de Aclimatación sanluqueño fue “obra mía predilecta […] envidiado en todas partes de la Europa”[17].

En gratitud a los privilegios concedidos, Godoy fue nombrado Regidor perpetuo de la ciudad de Sanlúcar, así como Director honorífico y Protector de la Sociedad Económica, cuyos honores recibió, en su nombre, el comisionado Francisco Amorós, quien visitó Sanlúcar en noviembre de 1803 con tal fin, recién llegado de Tánger, organizándose en la ciudad numerosas actividades y fiestas para conmemorar el acto. Entre ellas, se puso entonces la primera piedra para el trazado de la carretera Sanlúcar-Jerez, imprescindible para el intercambio de la producción agrícola y vitivinícola entre ambas ciudades; además de plantar sesenta aranzadas de pinos en el sitio de La Algaida, entre otras acciones[18]. Amorós, en su discurso, se refirió al interés de la monarquía por poner en cultivo las marismas de la zona y fomentar la pesca en Sanlúcar[19].

Parece que tampoco podría quedar ajena, en esta suma de circunstancias favorables, la buena relación que mantuvo el Ayuntamiento de Sanlúcar con Juan Manuel Álvarez Faria, tío de Godoy, a quien el Cabildo sanluqueño nombró Regidor Perpetuo Honorario de Sanlúcar, en 1796, cuando ejercía como Capitán general de la Provincia y Costas del Mar Océano, con residencia en El Puerto de Santa María[20].

Sea como fuere, todos estos logros y proyectos, conseguidos por la ciudad de Sanlúcar, quedarían finalmente truncados con la Guerra de la Independencia y sus consecuencias.

 

2.     Proyecto del monumento a la libertad de navegación por el Guadalquivir,

La gestación de la convocatoria y el desarrollo del concurso, por parte de la Academia de San Fernando de Madrid, ha podido conocerse a través de la documentación contenida en un expediente sobre este asunto, conservado en el Archivo de la Academia, en el que se fundamenta este trabajo y cuya documentación debo al historiador Dr. Salvador Daza Palacios.

Al objeto de erigir en Sanlúcar un monumento a la libertad de navegación por el Guadalquivir, en 1805 se vio, en la Junta particular de la Academia madrileña, una petición remitida por Francisco Amorós[21] al marqués de Espeja[22], Viceprotector de la Academia, para que fuese esta entidad la encargada de gestionar la convocatoria y el concurso a fin de seleccionar al escultor que debía ejecutar el monumento. Esta solicitud fue aceptada por la Academia de inmediato, procediendo a convocar el correspondiente concurso. En su encargo, Amorós comunica que este proyecto, promovido por la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar, ya había sido aceptado por la Corona y recomendado por Manuel Godoy.


Escultura neoclásica de Carlos IV, de Hermenegildo Silici (1793). Patrimonio Nacional. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).

Retrato de Manuel Godoy (1801). Biblioteca Nacional.

En su escrito, Francisco Amorós ofrece unas instrucciones muy precisas, mediante un programa bien definido a priori, que debía seguirse en la realización de los modelos o maquetas presentadas al concurso. Amorós describe con minuciosidad su ubicación, composición, dimensiones, las figuras (alegóricas y reales) que debían constituirlo, sus vestiduras, el material con que habrían de ejecutarse los modelos, los premios, o plazos del concurso, entre otros extremos. Por otro lado, la calidad del monumento quedaba garantizada por ser obra de alguno de los escultores de mérito pertenecientes a las Academias de Nobles Artes de Madrid, Zaragoza, Valencia y Valladolid, a las que se enviaría la convocatoria. Así lo explica Amorós al marqués de Espeja:

“[…] Entre varias obras de utilidad pública que deben ejecutarse en la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, es una de ellas la construcción de un muelle, votado por la gratitud de aquella ciudad a las gracias que se ha servido dispensarla el Rey. Sobre dicho muelle ha de erigirse también un monumento que transmita a la posteridad la resolución feliz de haber declarado libre la navegación del Guadalquivir.

Como encargado por los Cuerpos que promueven estas empresas para coadyuvar a sus liberales ideas, me consta que S.M. ha tenido a bien admitir el referido obsequio, consintiendo se lleve a efecto a su debido tiempo, en los términos que indicará el siguiente programa, por el cual se convida a los profesores de la noble arte de la Escultura a:

Programa. Representar la libertad del río Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S. M., solicitada por la ciudad de Sanlúcar y recomendada por el Excmo. Señor Príncipe de la Paz.

Se modelará este asunto en un modelo aislado de barro o de madera, de una vara castellana de alto, incluso su pedestal. Las figuras de la composición han de ser cuatro. La de S.M. y la del Príncipe al vivo, y en alegoría la de la Ciudad y la del Río. El momento de la expresión será el de conceder S.M. la gracia y reconocer el Río su libertad. En cuanto a los paños y trajes, se pondrá a S.M. con el manto real y al Príncipe con el uniforme de Generalísimo y el manto ducal, y la Ciudad y el Río llevarán sus atributos regulares. Pueden admitirse al concurso los escultores que tengan títulos de Académicos de mérito por la Real Academia de San Fernando o por algunas de las otras Academias Reales de Artes de Valencia, Zaragoza, Valladolid o México.

Con el fin de estimular a los profesores al desempeño de tan digno asunto, se asignan tres premios. El 1º consistirá en una Medalla de oro y otra de plata, que se acuñarán al intento con el grabado del modelo que merezca ser preferido; y además se le conferirá al que la obtuviere el Título de socio de Mérito de la Sociedad de Sanlúcar y una ayuda de costa de cincuenta doblones; el 2º premio consistirá en las mismas medallas y título de Socio; y el 3º en las medallas solamente.

Se abrirá el concurso el día 1º de Julio del presente año, cerrándose en fin de diciembre del mismo, si pareciese suficiente plazo a la Real Academia de San Fernando.

Este Cuerpo, al que ruego a V. S. haga presente mi respeto […] podrá disponer lo que mejor le parezca para que llegue a noticia de las tres Academias de la península y a los profesores que residan en la Corte este Programa; y así mismo que se depositen los modelos en algunas de sus salas en la forma acostumbrada para elegir después entre todos los que se presenten los tres que crea dignos de preferencia; calificando el mérito de cada uno de ellos según su concepto, y teniendo la bondad de noticiarme el resultado para las ulteriores diligencias que deben practicarse. […] Madrid, 12 de junio de 1805 […] Francisco Amorós.”[23]

Isidoro Bosarte[24], Secretario General de la Academia, remitió la convocatoria a los profesores de escultura condecorados con el título de Académicos de Mérito, así como a las tres Academias españolas: San Carlos de Valencia (Mariano Ferrer), San Luis de Zaragoza (Diego de Torres) y la Purísima Concepción de Valladolid (José Berdonces), para que participasen en este concurso del monumento público que la ciudad de Sanlúcar ha de erigir “a la Beneficencia de S.M. por haber declarado libre la navegación del Guadalquivir”[25]. Seguidamente, el marqués de Espeja informó a Amorós que ya se había notificado a las Academias y profesores, y le agradeció su encargo[26]. Algunas Academias y escultores acusaron recibo de la recepción de la convocatoria.[27]

En diciembre de 1805, por acuerdo de la Junta particular (23 de diciembre), se dio orden al conserje para que, finalizado el plazo de entrega de los modelos, el 31 de diciembre, “recoja y ponga con separación en la Academia las obras que le fueran presentadas” y que las señalase para conocer su autor, remitiendo después una lista al Secretario.[28]

El conserje, Francisco Durán, comunicó a Isidoro Bosarte (5 de enero de 1806) que había “recogido y puesto con separación un [modelo] de figuras de yeso, ejecutado por D. José Folch y señalado con la letra A; otro de barro crudo por D. Ángel Monasterio, con la letra B; otro de barro cocido por D. José Guerra, con la letra C; y otro de barro crudo por D. Pedro Hermoso con la letra D…”[29]

En Junta Particular de la Academia, de 2 de febrero de 1806, se acordó solicitar a los cuatro escultores, que habían entregado sus modelos, una “explicación de la idea con que cada uno ha expresado su obra”, a la mayor brevedad, de forma que al día siguiente se les remitió la petición por escrito, donde además se les comunicaba que el día 8 de febrero se iban a “trasladar los modelos de los opositores a la Sala de Juntas”, como había ordenado el Viceprotector, por lo que se les citaba, a las tres de la tarde, para que pudiesen concurrir y “presenciar la traslación de su modelo.”[30]

Entre los días 6 y 8 de febrero, los cuatro escultores opositores enviaron a la Academia sus correspondientes explicaciones de las ideas expresadas en los modelos presentados. Las diferentes interpretaciones, que realizaron estos artistas del Programa solicitado, han quedado recogidas en sus respectivas memorias o explicaciones, por las que hoy se pueden conocer las descripciones de los cuatro proyectos presentados, ya que las maquetas o modelos no se han conservado. Estas explicaciones se transcriben en el Apéndice de este trabajo.

 

3.     Resolución del concurso y adjudicación de premios.

Recreación aproximada del proyecto ganador de Ángel Monasterio (Imagen realizada con IA).

En Junta Extraordinaria de la Academia (9 de febrero de 1806), se reunieron los doce académicos que constituyeron el jurado, para evaluar los modelos presentados a este concurso de oposición abierto. En la documentación consultada existe un listado de cuarenta y seis académicos[31], donde parece señalarse los asistentes y ausentes a la convocatoria del jurado. Disculpó su ausencia por escrito el prestigioso escultor Alfonso Giraldo y Bergaz[32]. Se leyeron las explicaciones de los cuatro opositores, y se valoró “si tienen mérito los modelos, todos o alguno de ellos para ser ejecutados.”[33]

Según las votaciones del jurado[34], obtuvo el primer premio el modelo presentado por Ángel Monasterio; el segundo correspondió a José Antonio Folch; y el tercero a Pedro Hermoso; quedando excluido el de José Guerra. Así, cuatro días después de las votaciones, el marqués de Espeja comunicó a Francisco Amorós el resultado: “[…] [la Academia] ha acordado después de un […] prolijo examen, que el ejecutado por D. Ángel Monasterio debe ocupar el primer lugar, el segundo el de D. José Folch y el tercero el de D. Pedro Hermoso (los tres académicos de mérito) […].[35]

 




Título de Socio de Mérito de la Sociedad Económica de Sanlúcar de 1808 (Todocoleccion.net), y Estatutos de la Sociedad (Biblioteca Virtual de Andalucía). dos de los premios otorgados a los escultores premiados en el concurso del monumento.

 El 14 de febrero Amorós escribe al marqués de Espeja, remitiéndole una parte de los premios, a fin de que fuese la propia Academia la encargada de entregarlos, quedando pendientes las medallas de oro y plata, que aún debían grabarse. Asimismo, solicitaba a la Academia que pusiese a su disposición los tres modelos premiados, si bien éstos ya habían sido recogidos por sus respectivos autores el día 11 de febrero por indicación de la Academia:

“[…] Debiéndose seguir a este examen la adjudicación de los premios ofrecidos, me ha parecido será más solemne, verificándola la misma Real Academia que ha juzgado el trabajo de cada profesor; y con este fin remito a V.S. dos títulos de Socio [de la Económica de Sanlúcar] para Don Ángel Monasterio y Don José Folch, y cincuenta doblones para el primero. Las medallas de oro y plata que han de completar el premio señalado y deben contener el Monumento preferido se entregarán a los tres escultores así que estén hechas, de cuya operación y otras consiguientes voy a tratar al momento. Para este fin he de merecer a V.S. se sirva prevenir a los empleados de la Academia que pongan a mi disposición los tres modelos indicados, y que haga presente a dicho Cuerpo [Academia], en nombre de los vecinos de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda, su agradecimiento por la parte que ha tomado en este asunto. […].”[36]

De inmediato, el Viceprotector comunicó a los escultores premiados el resultado del concurso, y les solicitó que pusieran a disposición de Amorós los modelos presentados.[37]

Llegados a este punto, no se comprenden bien las razones por las que Francisco Amorós solicitó los tres modelos premiados, pues sólo se pensaba grabar, en las medallas de oro y plata, el modelo ganador del primer premio (“modelo preferido”), en el concurso. Esta orden de entrega de los modelos, dada por Amorós, suscitó varios problemas.

Según lo acordado en la Junta Ordinaria (2 de marzo), el día 5 de marzo de 1806 se remitió al ganador del primer premio, Ángel Monasterio, “la gratificación de 50 doblones y la patente de Socio honorario de la de Sanlúcar de Barrameda con sus respectivos Estatutos que a usted corresponde, previniendo que luego que estén ejecutadas las medallas de oro y plata ofrecidas por dicha ciudad, se entregarán a los opositores premiados en complemento de los premios ofrecidos. […].”[38] De igual forma, se notificó, el día siguiente, a José Folch remitiéndole también la patente de Socio honorario de la Real Sociedad de Sanlúcar junto a sus estatutos, advirtiéndole que las medallas se entregarían una vez que estuviesen ejecutadas.[39] Ambos escultores acusaron recibo de las cartas y premios recibidos.[40]

 

4.     Problemas surgidos en torno a la entrega de los modelos a Francisco Amorós.

Tres meses y medio después del primer requerimiento, el día 29 de mayo de 1806 la Academia apremió a José Antonio Folch y Pedro Hermoso para que pusieran en poder de Amorós, a la mayor brevedad, sus modelos premiados.[41] Y, de nuevo, el 9 de junio volvió a insistir a estos escultores, por orden del Viceprotector, pues no habían llevado sus modelos a casa de Francisco Amorós, como se les indicó, ni habían respondido a los oficios remitidos los días 14 de febrero y 29 de mayo, requiriéndoles para que lo hicieran sin dilación.[42]

Unos días después, el 8 de junio, escribió Amorós al marqués de Espeja, lamentándose que, “a pesar de las órdenes dadas, sólo tiene en su poder el modelo de Ángel Monasterio, sin que los otros dos escultores los hayan presentado “muy acabados y perfectos”, por lo que solicitaba “que se sirva tomar las medidas que juzgue conducentes a fin de que se verifique la entrega de los dos modelos que faltan.”[43]

Los escultores Ángel Monasterio y Pedro Hermoso respondieron a este requerimiento de la Academia, comunicando el primero que ya había puesto el modelo en disposición de Amorós[44], mientras que Pedro Hermoso informaba que le había sido imposible entregar el boceto original del monumento:  

“[…] por estar muy destrozado; y mucho menos el modelo que sobre el referido estoy haciendo por estar muy a los principios, y debía extrañar se me pidiera con tanta premura habiéndole visto muy atrasado el Sr. D. Francisco Amorós el día 29 del inmediato mayo. / Siento no poder verificar lo que me pide la Academia; la obra es de bastante consideración y de consiguiente no puedo ofrecer ni fijar la época de su conclusión, la que realizada cumpliré con lo mandado […].”[45]

Por otra parte, el día 10 de junio, José Folch envió una extensa carta a la Academia, donde afirmaba que, tras recibir el oficio de 29 de mayo “me presenté al Sr. Amorós a hacerle presente las justas causas que me impiden verificar la entrega de dicho modelo, las mismas que paso a exponer a V.S.”. Continúa Folch refiriéndose al escrito de 6 de julio de 1805, donde Amorós fijaba el plazo de finalización en seis meses, contados desde el 1 de julio, cuyo plazo, a juicio de Folch, no se había cumplido para todos los concursantes. Denunciaba también el trato de favor que se había dado al escultor ganador del primer premio, Ángel Monasterio, por habérsele concedido más tiempo para perfeccionar su modelo; y censuraba que los bocetos no se hubiesen expuesto al público; y que se había comprometido su honor. Por último, hacía depender la entrega de su modelo de una orden directa de Manuel Godoy:

[…] ejecutado en yeso y en términos que no fuese necesario tocar a él, no obstante haberse concluido con alguna precipitación por cumplir exactamente con lo mandado. Me sorprendió mucho de ver que los demás profesores concurrentes no cumpliesen con igual exactitud, pues ninguno se presentó hasta unos días después del tiempo señalado; y aún no se redujo a esto sólo el favor, sino que al que obtuvo después el primer premio se le toleró que siguiese trabajando en su obra algunos días dentro de la Academia, antes de la Junta en que habían de ser juzgadas las obras. 

Después de estas desagradables circunstancias [se juzgaron las obras y se le concedió el segundo premio] […] creía que las obras fuesen presentadas a los personajes que debiesen presentarse, y acaso al público (honor que se concede en toda oposición) me hallé con la novedad de que se me mandó el día 11 del mismo recogiese mi modelo como los demás lo habían hecho.

Yo creí por entonces que el Sr. Comisionado Sr. Francisco Amorós sólo querría presentar y hacer ver el modelo que había obtenido el primer lugar, y a fin de que pareciese suficiente se había puesto su autor a trabajar inmediatamente a él, y de nuevo, pasándole de barro a yeso, y (como se deja entender) mejorándole cuánto haya sabido.

Así es que cuando la Academia me dijo algo después […] que pusiese mi modelo a disposición del Sr. Amorós, lo creí una pura formalidad que no debería tener efecto.

Usted sabe muy bien que en estos asuntos la más mínima desigualdad altera los pactos y anula las obligaciones que por alguna de las partes puedan haberse contraído. Conoce muy bien la Academia que después de haber logrado el que obtuvo el primer lugar las singulares ventajas que quedan dichas, creo que se compromete mi honor poniendo en competencia mi modelo, el cual ya no es lo que era, porque el otro no es lo que fue; y también porque según se acostumbra en toda Europa, y lo practica la misma Academia en los concursos de premios generales, las obras se presentan al juicio público con los mismos grados de mérito y en los mismos términos en que han sido vistas y juzgadas por la Academia; creo que esto habría sido presentar honrosamente el trabajo y aplicación de los opositores, haciéndose patente el recto juicio de la Academia, mientras que ahora parece más bien que a los demás premiados se les ata al carro de triunfo del que logró el primer lugar; en lo que a mi entender se compromete así mi honor como el de la Academia.

Si alguno creyese que esta maniobra no habrá alterado en lo esencial el trabajo del otro concurrente, considerándole un mero adorno, que exigía el decoro del asunto, aún dado esto resultará la enorme desigualdad del tiempo empleado por él y por mí; pues que si él ha gastado en este mero adorno tres a cuatro meses, resultará que de los seis escasos que yo tuve para ponerlo en el mismo estado, tuve dos o tres para llevarlo a aquel en que él lo presentó en la Academia; o por mejor decir el tiempo en que fue juzgado por ella, que fue a los siete meses después de abierto el concurso; por todo lo cual se echará de ver que yo sólo tuve poco más de dos meses para lo que se contempla esencial, en el supuesto dicho, y que tuvo seis largo mi coopositor.

Es cuanto debo exponer a Vd. en contestación a su último oficio de ayer añadiéndole que en el particular aguardo las órdenes del Excmo. Sr. Generalísimo Príncipe de la Paz. […].”[46]

Ante estas acusaciones de Folch, por trato de favor a Monasterio, la Academia se dirigió al conserje para que aclarase en “qué días presentaron sus modelos los académicos opositores a los premios del Monumento de Sanlúcar de Barrameda, y si don Ángel Monasterio entró a concluir o trabajar en su modelo en la Sala de la Academia donde estaba depositado hasta el mes de febrero en que se celebró la Junta de votación […].”[47], a lo que respondió el conserje Francisco Durán que “Los modelos para el Monumento de Sanlúcar de Barrameda los recibí en 31 de diciembre”, y que “Don Ángel Monasterio, en vista de habérsele desbaratado el suyo en gran parte, y con anuencia del Sr. Viceprotector, entró a restaurarle hasta el día 5 de enero, pero después sólo vino un discípulo para remojársele hasta el día de la votación […].”[48]

En vista de esta declaración, la Academia escribió a Amorós, explicándole la situación y trasladándole lo que habían respondido los escultores premiados, respecto a la entrega del modelo, concluyendo que “la Academia juzga que no se verificará la devolución y entrega de dichos modelos sin que se reclame en justicia en el juzgado ordinario, cuya acción compete propiamente al dueño de obra, según la regla general establecida en todas partes de quedar las obras premiadas al dueño de obra, si no se hiciese excepción de esto en los programas.” Asimismo, la Academia acordó que “el secretario como fiscal prevenga a Folch se abstenga de mentiras en sus papeles a la Academia.”[49]

En consecuencia, el marqués de Espeja comunicó a José Folch (18 de junio), que en atención a lo que había expuesto sobre su negativa a entregar el modelo “sin que precediese orden del Sr. Príncipe de la Paz, prevengo a Vd. me hallo autorizado por orden de su Ex.ª para hacerle saber que debe entregarlo a la mayor brevedad a el Sr. Amorós. […].”[50] El mismo día José Folch comunicaba al Viceeprotector: “Hoy a la una del día recibí la orden de V.S. para que, según ha mandado el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, entregase al Sr. Comisionado Don Francisco Amorós el modelo premiado para la ciudad de Sanlúcar; a consecuencia obedecí humildemente, y a las cinco de esta tarde quedó el modelo colocado en su casa y en poder de dicho Señor.”[51] Así las cosas, el marqués de Espeja informó a Francisco Amorós (22 de junio), que Folch había notificado la entrega del modelo, mientras que Pedro Hermoso “expone que el modelo que presentó a la Academia se le había destrozado” y que “estaba haciendo otro para entregarlo luego que lo concluyese todo igual.”[52]

Ya el día 31 de agosto, Francisco Amorós se dirigió a la Academia para comunicarle que Pedro Hermoso había manifestado:

“que prefiere recibir en dinero el premio de las medallas que le pertenecen por haber obtenido su modelo el tercer lugar. Como pudiera acomodar lo mismo a algún otro de los escultores premiados, y como el Comercio de Sanlúcar no sólo desea ser justo, cumpliendo sus empeños con dichos artistas, sino también generoso, remunerando en cierto modo su trabajo, me ha parecido muy propio someter a la inteligencia y conocida equidad de esa Real Academia la graduación de la cantidad que debe darse a los escultores, en vez de las medallas de oro y plata que se les ha prometido, cada una de las cuales debía pesar onza y media. Espero que la Academia se servirá tomar a su cargo dicha determinación y que V.S. contribuirá a ello para que el Comercio de Sanlúcar le deba este nuevo favor. […].”[53]

En desagrado por esta propuesta de conmutar las medallas por una determinada cantidad monetaria, la Academia respondió a Amorós, dos meses y medio más tarde (18 de diciembre), que “para quien vende el honor a dinero, cualquiera cantidad es bastante.”[54] Pasado algo más de un mes, el 27 de enero de 1807, Pedro Hermoso informó a la Academia, desmintiendo a Amorós, pues se había puesto en juego su honor y honradez, ya que habiéndose enterado que:

“la ciudad de Sanlúcar pidió a este Real Cuerpo qué recompensa u honorario podría dar en lugar del premio […], citándome a mí en sentido de que yo cedería el premio ofrecido por el interés que la Academia estimase conveniente. Mi honor y estimación y desinterés no me permiten disimular, ni dejar de poner en su noticia que yo jamás he pensado en percibir cantidad alguna en cambio del premio que la Academia tuvo a bien asignarme, ni he tratado cosa alguna sobre este asunto como se supone; pues prefiero y preferiré el honor a cuantos intereses hay en el mundo.

En esta atención suplico a V.E. se sirva hacer presente a la Academia este mi honrado modo de pensar; pues mi delicadeza no me deja pasar en silencio el que mi estimación vacile ni un punto, y mucho menos en el concepto de la Academia, donde públicamente se leyó el papel que tan poco honor hacía los profesores, y particularmente a mí, que se me nombraba; y en la misma he de merecer a V.S. se haga éste presente. […].”[55]

La Academia respondió a Hermoso (6 febrero de 1807), que había acordado que “prevenga a usted que este Real Cuerpo aprecia mucho los sentimientos de honor y estimación que él manifiesta y que son muy plausibles en los profesores de las Bellas Artes […].”[56]

La cuestión de las medallas se dilató en el tiempo. Un año más tarde, el día 6 de marzo de 1808, poco antes de estallar la Guerra de la Independencia, se recibió en la Academia un escrito de los escultores Pedro Hermoso y José Folch, solicitándole que intercediera para que les entregasen sus correspondientes medallas, que debían serle facilitadas por el Ayuntamiento o la Patriótica de Sanlúcar. Exponían: “La parte esencial de este premio debe ser una medalla de oro y plata, en la que se represente el modelo preferido, y haciéndose ya notable la dilación en el cumplimiento de lo prometido, los exponentes se ven en la precisión de reclamar a la misma Real Academia el premio de honor que tan justamente se les debe.”[57] El día 14 de marzo la Academia informó a Amorós de esta reclamación de los escultores, que estimaba “muy justa”, solicitándole que dispusiera, a la mayor brevedad “la entrega de las medallas de oro y plata, en cumplimiento del empeño contraído por el comercio de Sanlúcar con los expresados artistas y con el premiado en primer lugar Don Ángel Monasterio […].”[58]

Por último, el 16 de marzo de 1808, Francisco Amorós se dirigió a José Munárriz, Secretario de la Academia desde 1807, informándole que ya había puesto en conocimiento del Consulado de Sanlúcar la petición de los escultores para que les entregasen las medallas. Al mismo tiempo, insistía Amorós en su versión, explicitada con anterioridad, sobre la pretensión de Pedro Hermoso de sustituir las medallas por una cantidad monetaria, a pesar de que este escultor había desmentido ya tal petición:

“[…] si Don Pedro Hermoso no hubiera promovido la especie de querer recibir en dinero el importe de la medalla, dándose por ofendido de que no hubiese sido su modelo el primer premiado, quedándose del juicio de la Academia, y diciendo que no quería medalla donde estuviese esculpido otro pensamiento que el suyo, ya estarían en poder de los escultores premiados las ofrecidas, pero esta ocurrencia detuvo el trabajo que estaba ejecutando Don Ángel Monasterio para completar las condiciones del programa, [y] ocasionó mi oficio a la Real Academia de 30 de agosto de 1806; la respuesta del Sr. Marqués de Espeja de 29 de diciembre del mismo año, y otras gestiones posteriores mías, para que resuelva lo que tenga por conveniente dicho Consulado de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda […].”[59]

Termina aquí la información que ofrece el expediente conservado en el Archivo de la Academia sobre el particular, por lo que se puede deducir que el proceso quedó interrumpido, primero por el Motín de Aranjuez, acaecido el 19 de marzo de 1808 (tres días después de la última misiva de Amorós), con la consiguiente caída de Godoy; y, finalmente, por el estallido de la guerra. Por tanto, es muy posible que las cuestionadas medallas no llegaran a entregarse, como tampoco se erigió en Sanlúcar el monumento, objeto de la convocatoria.





Grupos escultóricos neoclásicos en Sanlúcar, de principios del siglo XIX, en el manantial de Las Piletas (desaparecido) y actual colegio de las Pastoras (hoy, muy alterado).


Hasta hace pocos años se conservaban en Sanlúcar dos grupos escultóricos en piedra blanca de estética neoclásica, que fueron realizados también a principios del siglo XIX. El conjunto ubicado en el antiguo manantial de Las Piletas, desaparecido por acción del vandalismo, fue patrocinado por el duque de Osuna en 1809, en agradecimiento a los beneficios que aquellas aguas ferruginosas habían ejercido sobre su salud. En torno al manantial se levantaron, sobre altos pedestales, tres estatuas que representaban La Fama (escultura reconstruida recientemente) con dos pegasos en la base, que presidía el grupo; y los famosos médicos Hipócrates y Galeno.[60] Por otra parte, en el jardín del actual colegio de la Divina Pastora, antigua residencia de la familia Díaz de Sarabia, aún subsisten las figuras principales que componen una fuente dedicada a Neptuno y los cuatro continentes y ríos, realizada igualmente a principios del siglo XIX[61], aunque este conjunto escultórico ha perdido gran parte de sus figuras originales y se ha alterado su primigenio color blanco.

 

5.     Los escultores y sus proyectos neoclásicos para el monumento de Sanlúcar.

A través de las explicaciones de los modelos presentados por los cuatro escultores (Apéndice), que intervinieron en el concurso, podemos conocer la configuración de sus posibles monumentos, basados en el estilo neoclásico imperante en la época. Tres de los escultores prefirieron elaborar sus modelos en barro y sólo uno se presentó en yeso (José Antonio Folch). Estos cuatro artistas se integran en el grupo de escultores de la segunda generación de la Academia y fueron destacados artífices del clasicismo en España. Excepto Ángel Monasterio, todos ocuparon cargos en la Academia de San Fernando.

En aquellos años iniciales del siglo XIX imperaba, en el panorama artístico español, el Neoclasicismo triunfante en Europa desde la centuria anterior, que fue introducido en España por la corte borbónica, el pensamiento ilustrado y la propia Academia de San Fernando (fundada en 1752), implicada de lleno en la evolución y desarrollo de la escultura neoclásica en España[62], y que regiría los destinos de las Bellas Artes durante más de un siglo. También contribuyó a la adopción del nuevo clasicismo el hastío experimentado por los artistas ante las tradicionales formas del barroco tardío y Rococó, que provocó una “nostalgia del pasado clásico, griego y romano, de los hombres de mediados del siglo XVIII, [quienes] cansados por tanta profusión, movimiento abigarrado y decorativismo del barroco y rococó, buscan la sencillez y la frialdad clásica.”[63] Durante la segunda mitad del siglo XVIII, y hasta bien entrada la segunda mitad del XIX, se mantuvieron los preceptos clasicistas[64], originados en buena parte por los descubrimientos de las ciudades romanas de Pompeya y Herculano y los escritos de Johann Joachim Winckelmann, arqueólogo y teórico del Neoclasicismo.

El estilo neoclásico prevalece en los modelos presentados a este concurso, para erigir el monumento en Sanlúcar, por los cuatro escultores opositores. Esta corriente estética perseguía la “belleza ideal” y la inspiración en los ideales, el espíritu y el repertorio de la antigüedad clásica de Grecia y Roma.[65]

En estos modelos, para el monumento sanluqueño, predominan los fundamentos neoclásicos: equilibrio formal, ordenación simétrica del conjunto escultórico, color níveo, abundancia de alegorías, vestidos a la romana, personajes reales mayestáticos e idealizados, dotados de solemnidad, frialdad y serenidad en los semblantes, como, en este caso, las representaciones de Carlos IV y Manuel Godoy. Por otro lado, en la estética neoclásica fueron muy frecuentes las matronas alegóricas a la romana, como se plantea en el Programa la figura de la ciudad de Sanlúcar, que hemos de suponer vestida con túnica y estola, y peinada con rizos dispuestos a la manera romana, al uso de la estética neoclásica.

A diferencia de otros retratos escultóricos de Manuel Godoy, como el busto conservado en la Academia, atribuido a Juan Adán, donde aparece vestido a la romana, para el monumento sanluqueño se planteó que la figura de Godoy vistiera con el manto ducal y todas las insignias correspondientes a su rango de Generalísimo. Mientras que el retrato de Carlos IV se aparta de los frecuentes modelos de toga y manto, utilizados para los personajes masculinos (Carlos IV de Juan Adán, en el Museo del Prado), ya que se planificó “en vivo”, con las vestiduras y manto reales de su época.

Sobre el ganador del primer premio, Ángel de Monasterio[66], sabemos que, además de escultor, fue arquitecto y agrimensor. Fue distinguido como escultor académico de mérito de la Academia de San Fernando en 1803 y obtuvo varios premios convocados por ésta. En 1808, Monasterio presentó un proyecto al Ayuntamiento de Madrid para construir un monumento que perpetuara la memoria de las víctimas del 2 de Mayo de 1808[67], a ubicar en el Paseo del Prado. Se trataba de la primera iniciativa adoptada, de forma muy temprana, para glorificar aquellos hechos, y aunque fue aprobada por el Ayuntamiento, no logró su materialización[68]. En la memoria de su proyecto, Monasterio preconizó el influjo urbano que tendría, finalmente, el monumento erigido en el paseo del Prado[69]: el obelisco del Dos de Mayo construido en 1821 por Esteban de Ágreda, Francisco Elías Vallejo e Isidro González Velázquez.[70]

En el mismo año de 1808, con motivo de la invasión francesa, Ángel Monasterio se trasladó a Cádiz, donde ocupó la plaza de maestro de Dibujo en la Academia de Guardias Marinas. Durante su breve estancia en Cádiz, erigió un monumento provisional en la Iglesia del Carmen, para las honras anuales de 1810 por las mismas víctimas del 2 de Mayo. Este monumento, construido mediante una sucesión de basamentos prismáticos, se ha considerado como precedente del obelisco funerario existente en el cementerio de San Miguel de San Roque (Cádiz), levantado en honor de los liberales sacrificados en 1831, tanto en San Roque como en la localidad próxima de Campamento, a cuya tumba fueron trasladados sus restos en 1836.[71]

Tras su estancia en Cádiz, Ángel Monasterio se trasladó a Latinoamérica, donde vivió una azarosa vida militar. Se unió a las tropas independentistas y en 1811 participó en la organización militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Fue el responsable de la construcción de baterías y de los primeros cañones y morteros fabricados en la cuenca rioplatense[72], por cuya faceta Monasterio será incluso más conocido que como escultor, de forma que el general Bartolomé Mitre lo bautizó con el sobrenombre de "el Arquímedes de la Revolución de Mayo". En su honor, el Batallón de Arsenales 602 del Ejército Argentino lleva el nombre de “Coronel Ángel Monasterio”. También se rotuló con su nombre una calle de Buenos Aires. Y más recientemente, en 2017, la ciudad argentina de Rosario ha dedicado una plaza al coronel ingeniero Ángel Monasterio, pues “merece ser recordado junto a los diez héroes que forjaron los destinos de esta noble nación de Argentina”.[73]

Entre las pocas obras escultóricas conservadas de Ángel Monasterio, destaca el relieve “Prisión de Sansón (Academia de San Fernando), que refleja sus excelentes aptitudes como escultor, aunque con “resabios de la composición barroca”[74]. También realizó un busto de Gaspar Melchor de Jovellanos (Academia de la Historia) “en la línea de los retratos severos decimonónicos.”[75] Además, se le atribuyen dos imágenes existentes en la catedral de Santo Domingo de la Calzada (Nuestra Señora del Rosario y un Crucificado), en estética neoclásica; y esculpió el antiguo Cristo de los Alabarderos de Madrid (desaparecido). En 1809 la Regencia le encargó la elaboración de una medalla a conceder a los individuos que formaron parte del Sitio de Zaragoza.

En su explicación del modelo para el monumento de Sanlúcar, Monasterio se muestra partidario del ideal neoclásico de claridad en la composición[76], respondiendo su maqueta a estos preceptos neoclásicos de sencillez y pureza formal, por lo que prescinde de cualquier elemento adicional. Así lo manifiesta el escultor en su explicación:

“Se ha procurado en esta composición la sencillez, que ningún accesorio de los introducidos sea superfluo y que todos concurran a un efecto común de una manera fuerte, simple y clara. Por esta razón y la de evitar la confusión que producen muchas alegorías se ha omitido el caballo, que es el jeroglífico del Guadalquivir y se ha limitado su distinción a unas piñas, atendiendo a su origen que es en las sierras de Segura, terreno que produce en abundancia semejante fruto”.

 

El segundo premio del concurso recayó en José Antonio Folch y Costa[77], quien fue un ejemplo de artista completo, un ilustrado que se dedicó sobre todo a la escultura, realizando incursiones en el dibujo y la pintura. Sus ideas estéticas quedaron plasmadas en una serie de artículos publicados en la revista Variedades de Ciencias, Literatura y Artes.[78] Considerado como un destacado artista del panorama escultórico español, comenzó sus estudios en Barcelona, que completó en la Academia de San Fernando de Madrid (1785-1792), donde obtuvo varios premios. Trabajó en el taller de Juan Adán, con quien “el neoclasicismo académico se afianza en España”[79], y en el estudio de Manuel Álvarez, cuyos maestros le introdujeron en el neoclasicismo. Colaboró con su hermano, el también escultor Jaime Folch, en Granada, para ultimar el sepulcro del arzobispo Moscoso.

Folch ejecutó numerosos encargos religiosos[80] y trabajó también para la Corte Real. Decoró con estatuas y bajorrelieves las habitaciones del duque de Medinaceli, y modeló un centro de mesa y un grupo de tres ninfas para el palacio de Godoy. Considerada como su mejor obra, el sepulcro del marqués de la Romana, se halla instalado desde 1837 en la catedral de Palma.

En la extensa explicación de su proyecto para el monumento de Sanlúcar, Folch alude en varias ocasiones a las obras de la antigüedad clásica, que adopta en su modelo siguiendo los preceptos neoclásicos. Así, expone: he propuesto que la estatua del Monarca ocupe con la dignidad correspondiente el primer lugar, y que la del Sr. Generalísimo no perdiese nada de la que corresponde a un héroe a quien S. M. confía los más graves cuidados de la corona, y a quien mira con la más digna estimación”.  

 

El granadino Pedro Hermoso[81], galardonado con el tercer premio en el concurso para el monumento de Sanlúcar, obtuvo del obispo de Jaén, de donde era oriundo su padre, una pensión en la Corte. Allí fue alumno de Roberto Michel y Juan Adán, destacados escultores neoclásicos, consiguiendo varios premios en los concursos convocados por la Academia de San Fernando. 

Realizó obras religiosas y otras de carácter popular, aunque apenas están localizadas. Entre sus obras destacan los retablos de San Juan de Dios, algunos pasos procesionales de Semana Santa, la Virgen de la Consolación y de la Corera en Santo Tomás, entre otras obras en Madrid. Trabajó en el taller de mármoles del Real Palacio, y colaboró en la popularización de los barros policromados andaluces con pequeños grupos de escenas taurinas (colección del duque del Infantado).

 

Sobre José Guerra[82], cuyo modelo quedó excluido de los premios otorgados por el jurado para el monumento de Sanlúcar, se sabe que estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1772-1778), obteniendo varios premios en los concursos organizados por ésta (1778, por su obra “Relieve del rey moro de Granada entregando a San Fernando las llaves de Jaén”). Estuvo pensionado en Roma (1779-1785), donde también fue galardonado con algunos premios. Realizó trabajos en Madrid y en las provincias de Ávila o León, entre otras.

Su estilo está muy condicionado por el Barroco, sobre todo en los temas religiosos, acercándose más al Neoclasicismo en los asuntos mitológicos. Una de sus obras más sobresalientes fue el retablo de la capilla de Velada en la catedral de Ávila (1799). Realizó numerosas obras religiosas y otras de carácter histórico y mitológico. Concluyó la Fuente de Neptuno de Madrid, comenzada por Juan Pascual de Mena, y también ejecutó varias esculturas para el conde de Oñate (fuente de Neptuno).

En la breve explicación de su modelo, José Guerra se decanta por la estética neoclásica, sobre todo por las referencias que hace a la Iconología de César Ripa, cuya obra fue muy utilizada por los artistas de la época, para aplicar su simbología en la representación del comercio, la agricultura y la navegación, que situaría en un bajorrelieve incluido en el monumento sanluqueño.

 

Los cuatro escultores opositores, en sus respectivas composiciones, hacen destacar la figura de Carlos IV sobre las demás, situándose la representación de Godoy en un plano algo inferior, si bien ambas se separan claramente de las alegorías de la ciudad y el río.

También estuvieron de acuerdo estos artistas en presentar a la ciudad de Sanlúcar como una matrona romana, en actitud de agradecimiento hacia el monarca, en dos casos arrodillada ante el Rey (Folch y Hermoso), y acompañada del escudo de armas de Sanlúcar en los cuatro modelos, que alguna vez están sostenidas por un genio situado junto a la ciudad (Pedro Hermoso), o por la figura de un niño (Folch). 

Por su parte, Folch concibe la alegoría de la ciudad de Sanlúcar portando en su mano derecha un timón, y en la izquierda un “pergamino arrollado que expresa su privilegio añadiéndose además en su suelo una brújula y algunas cartas”. Asimismo, ciñe la cabeza de esta matrona con una estrella, en referencia a la diosa Venus “o el lucero del alba”, que se veneraba en el antiguo y famoso templo dedicado a esta deidad existente en Sanlúcar, en la antigüedad, y que aparece así coronada en las antiguas monedas halladas en el término sanluqueño. En este sentido, José Antonio Folch demuestra un mayor conocimiento de la historia antigua de Sanlúcar que los demás escultores. En este modelo de Folch, las armas modernas de la ciudad están sostenidas por un niño, en una de sus manos, sujetando en la otra dos coronas, “para denotar que la ciudad prepara premios al mérito y a la industria”. Este niño se agrupa con un león que tiene las armas de España, unas banderas marítimas, entre  otros objetos alegóricos.

La alegoría del río Guadalquivir se representa mediante una figura liberándose de las cadenas en dos modelos (Monasterio y Hermoso), que suponía la libertad de la navegación y, prácticamente, en todas las composiciones se acompaña del remo que le es propio, si bien Folch le añade un áncora (ambos, símbolos de la navegación), además de sustituir la efigie de un caballo, como atributo del río Betis, por las piñas propias de la sierra de Segura, donde nace el Guadalquivir. Por el contrario, Pedro Hermoso sí utiliza, para acompañar a la alegoría del río, la figura de “un caballo saliendo de una gruta, como uno de los atributos del Betis”. Además, Folch no ciñe la frente de la alegoría del río con espadañas, como era frecuente en la época, pues consideraba que esta planta era común a todos los ríos, sustituyéndola por unos tallos de olivo, que surgen entre los cabellos de la alegoría fluvial, como fruto más característico de las tierras que fecunda. Aunque José Guerra manifiesta que la figura alegórica del río, en su modelo, se acompaña de “su correspondiente atributo”, no lo especifica.

En todos los modelos aparece, de una forma u otra, las armas de España, como los dos leones que incluye José Guerra en su composición; o un león con las armas de España que aparece en el modelo de Folch.

Ángel Monasterio representa al Príncipe de la Paz “con todas las insignias propias de su dignidad”, en acción de interceder por la ciudad de Sanlúcar ante el Rey, junto a “un genio que representa la Paz, a quien cubre con su manto, [y] distingue su glorioso título”. Por su parte, Folch ciñe la cabeza de Carlos IV con una corona de laurel, al modo de los emperadores romanos; y la de Godoy con una corona cívica (cerco de ramas de roble con sus hojas y bellotas), que en Roma se otorgaba a los emperadores y héroes militares, queriendo expresar con ella “el heroico esfuerzo con que procura el bien de la patria” Manuel Godoy. Asimismo, Monasterio sitúa junto a Godoy a un genio que representa la Paz. Y Pedro Hermoso acompaña al Generalísimo con “un genio sentado quemando unos trofeos militares y con un ramo de olivo en la mano para simbolizar la Paz”.

Será José Antonio Folch el escultor que más alusiones hace, en su extensa explicación, a la antigüedad clásica, y el que más símbolos mitológicos utiliza en su modelo. Así, se refiere a la disposición de Trajano en los relieves antiguos, para estructurar su composición; y también Carlos IV “se apoya con el brazo izquierdo sobre un ídolo de Jano”, que en Roma era el dios de la doble puerta (doble rostro), que representa el principio y el fin, cuyo templo con las puertas cerradas simboliza los tiempos de paz o sentido pacificador. También a este dios romano se le atribuía la invención del dinero, la navegación y la agricultura.​

 

***

 

APÉNDICE

 

Explicaciones de las ideas expresadas en los cuatro modelos, presentados al concurso convocado por la Academia de San Fernando, para erigir un monumento a la libertad de navegación por el río Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda.

 

 

Explicación del modelo presentado por Ángel Monasterio, ganador del Primer Premio.

 

“Muy Sr. mío: remito a V.S. en el adjunto la explicación de la idea que he querido expresar en el modelo que tengo presentado en la Academia. / Dios prospere la importante vida de V.S.” [Firmado: Ángel de Monasterio.]

Programa. Representa la libertad del río Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S. M., solicitada por la ciudad de San Lucar y recomendada por el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz.

Para el desempeño de este asunto se ha elegido el momento en que S. M. concede la gracia a la ciudad de Sanlúcar, cuya petición auxilia el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz. Este es el momento elegido, y en el Río y la Ciudad deben, respectivamente, manifestarse la gratitud y acción correspondientes a su carácter y oficio que ocupan en la acción. Así pues, el Río reconociendo su libertad arroja las cadenas de su opresión y toma inmediatamente el remo, viéndose por este incidente verificada la benéfica intención del soberano, y en el pronto cumplimiento de tan laudable providencia la gratitud de la Ciudad, que se representa a su lado en traje de una matrona y con el escudo de sus armas. El Excmo. Sr. Príncipe de la Paz con todas las insignias propias de su dignidad está intercediendo por ella, y un genio que representa la Paz, a quien cubre con su manto, distingue su glorioso título, y este episodio clarifica y descubre no sólo la acción presente de este héroe, sino que acuerda que la verdad de este símbolo es la que sin duda le motivó. En esta acción se ha hecho precisa la mezcla de seres alegóricos y reales por que no se reproducen sino bajo tales figuras, ríos y ciudades. Se ha procurado en esta composición la sencillez, que ningún accesorio de los introducidos sea superfluo y que todos concurran a un efecto común de una manera fuerte, simple y clara. Por esta razón y la de evitar la confusión que producen muchas alegorías se ha omitido el caballo, que es el jeroglífico del Guadalquivir y se ha limitado su distinción a unas piñas, atendiendo a su origen que es en las sierras de Segura, terreno que produce en abundancia semejante fruto.

Estas consideraciones y el tamaño y materia de que debe construirse la obra obligan a ligarla y reducirla mucho más, conviniendo esto mismo al buen gusto y a la práctica de los grandes artistas, y el contraste se ha procurado que resulte de la variedad de las energías y del interés de cada figura.”[83]

 

***

 

Explicación del modelo presentado por José Antonio Folch, ganador del Premio Segundo.

 

“Muy Señor mío: a consecuencia del oficio de V.S., fecha tres del corriente, en que de orden de la Real Academia se pide una explicación de la idea que me ha dirigido en la ejecución del modelo, que presenté el 31 de diciembre último, del monumento que piensa erigir la ciudad de Sanlúcar, debo decir lo siguiente:

Programa. Representar la libertad del Río Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S. M. solicitada por la ciudad de Sanlúcar y recomendada por el Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, pidiéndose al mismo tiempo que en el grupo se hallen la estatua del Rey N.S. con manto Real, la del Sr. Generalísimo con manto Ducal, la de la Ciudad y la del Río.

Deseando dar a las dos figuras principales la dignidad que las corresponde y separarlas algún tanto de las figuras alegóricas, que por la diversidad del traje y de carácter no pueden tener la unidad que el arte desea, dispuse según se ve.

 Las dos figuras principales, la del Rey N. S. y la del Excmo. Sr. Príncipe de la Paz, están colocadas en el plano más elevado, S. M. vestido con manto Real se apoya con el brazo con el brazo izquierdo sobre un ídolo de Jano: sobre esta mano tiene el cetro Real; su frente se ve orlada de laurel. La estatua del Sr. Generalísimo con manto ducal se ve colocada a la izquierda de S. M., señalando con la mano derecha, en cual tiene el bastón corto de General, al río Betis y dirigiendo la izquierda hacia la espalda de la ciudad, en ademán de favorecerla con su patrocinio; la frente del Sr. Generalísimo está adornada con la corona cívica expresando por ella el heroico esfuerzo con que procura el bien de la patria.

Después de la restauración de las Bellas Artes, se ha procurado siempre dar mucho movimiento a las composiciones de esta clase, y huir de que al lado de la figura principal, y en la misma línea se vea otra; a no ser que su actitud le disminuya la dignidad que debe sobresalir siempre en la principal. En la idea de este monumento me he propuesto que la estatua del Monarca ocupe con la dignidad correspondiente el primer lugar, y que la del Sr. Generalísimo no perdiese nada de la que corresponde a un héroe a quien S. M. confía los más graves cuidados de la corona, y a quien mira con la más digna estimación.

Entre los antiguos se vio observada esta regla, como se advierte en los bajorrelieves que existen. Trajano apenas se distingue de sus ministros y favoritos más que por la fisonomía.

La figura del Río, en un plano más bajo, se presenta incorporada de medio cuerpo arriba, levanta con pesadez la cabeza dirigiéndose a mirar al Sr. Príncipe de la Paz, que procura volver a restablecer la antigua celebridad de este río; y para manifestar éste su libertad concedida por S.M. extiende su brazo izquierdo, en cuya mano tiene una áncora y en la derecha un remo, signos de la navegación. No le he ceñido la frente de espadaña, como han hecho muchos, porque me parece signo común de todos los ríos y canales, pero le hago nacer algunos pequeños tallos de olivo por entre el pelo, como el fruto más rico que caracteriza el país que fecunda con sus aguas y con el que le han adornado nuestros poetas.

La estatua de la Ciudad se halla en la misma línea que el río, arrodillada delante del Rey; su actitud humilde y su semblante risueño manifiestan el contento que recibe por la gracia que S.M. la concede de la libre navegación del río; por lo que pongo en su mano derecha un timón y en la izquierda, que arrima a su seno, un pergamino arrollado que expresa su privilegio añadiéndose además en su suelo una brújula y algunas cartas.

La ciudad de San Lucar fue célebre en la antigüedad por su famoso templo de Venus y el culto que daban a esta diosa; sus monedas antiguas tienen todas la cabeza de Venus o el lucero del alba que la representa; por esta razón queriendo personificar esta ciudad la he puesto el ceñidor de Venus y su peinado, sin que por esto tenga su carácter; y además la he puesto sobre la cabeza una estrella.

Este modo de expresar la usaron muchos los antiguos, no solamente cuando representan ciudades, sino también con algunos héroes, como se ve en los retratos de Alejandro, que siempre está peinado como Júpiter.

Las armas modernas de la Ciudad las tiene un niño, en que se ocupa una de sus manos, presentando con la otra dos coronas, para denotar que la ciudad prepara premios al mérito y a la industria. Este niño se agrupa con un león que tiene las armas de España, unas banderas marítimas, etc.

Seré feliz si a juicio de la Academia hubiese acertado en la ejecución de la idea que me propuse; y cuando otros profesores hubiesen manifestado más genio y más saber, tendré la satisfacción de haber contribuido a que sea mayor su lauro y la de haber hecho cuanto podía pedirse a mi aplicación y patriotismo.

Dios que a VS ms as como desea su afectísimo Señor. QSMB. Madrid, 7 de febrero de 1806. [Firmado] Josef Antonio Folch.[84]

 

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Explicación de modelo presentado por Pedro Hermoso, ganador del Tercer Premio.

 

“Habiendo sido el programa: Representar la libertad del Río Guadalquivir para su navegación y tráfico concedida por S. M.; solicitada por la ciudad de San Lucar de Barrameda y recomendada por el Excmo. Señor Príncipe de la Paz; dispuse todo el grupo, del modo siguiente:

Formé un gran peñasco en la base del monumento para colocar en él el Río Guadalquivir, pareciéndome esta situación más propia al decoro y a la alegoría que situarlo en un pedestal y a la par de las demás figuras, he representado al Río, a su izquierda, están rotas las cadenas con que estaba atado, con el objeto de representar su libertad; en el mismo lado he puesto un caballo saliendo de una gruta, como uno de los atributos del Betis.

Encima del terrazo hay un zócalo redondo, y en medio de este un pedestal cuadrado sobre el que cual está la estatua del Rey, a la heroica, en el acto de conceder esta gracia por la mediación del Excelentísimo Señor Príncipe de la Paz, que está a la derecha de S. M., colocado sobre el zócalo, mirando al río y señalando con el dedo a la Ciudad por quien intercede, la cual está representada por una Matrona que está arrodillada sobre el zócalo, a la izquierda del pedestal, con la mano derecha dirigida hacia el Rey y la izquierda hacia el Río por cuya libertad suplica.

Detrás del Príncipe de la Paz he puesto un genio sentado quemando unos trofeos militares y con un ramo de oliva en la mano para simbolizar la Paz; y junto a la Matrona, que representa la ciudad hay otro genio que tiene el escudo de las armas de ésta.

En el reverso del pedestal, a donde está colocado S.M., hay un escudo de las armas reales sobre los dos mundos y enlazado con el toisón, banda de la Concepción, etc.”

Creo que de este modo queda resuelto el programa, pero si los datos no hubieran sido tan limitados, a muy poca costa se hubiera podido hacer un grupo más expresivo, más análogo al intento y de mayor armonía. Madrid, 8 de febrero de 1806. [Firmado] Pedro Hermoso.[85]

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Explicación del modelo presentado por José Guerra.

“En cumplimiento de lo que V.S. se sirve prevenirme en su oficio de 3 del corriente, acompaño la adjunta explicación del Modelo, que con arreglo al Programa he ejecutado del Monumento que ha de erigir la ciudad de S. Lucar de Barrameda a la Real Beneficencia de S. M., por haber declarado libre la navegación del río Guadalquivir. / Ntro. Sr. que la vida de V.S. m.S aS que desea. Madrid, 6 de febrero de 1806. [Firmado] José Guerra.

Explicación del Modelo.

Teniendo presente el autor, de que el Monumento ha de colocarse sobre el muelle, ha hecho en la planta baja una gradería con una balaustrada.

En cada una de las cuatro entradas de ella ha colocado dos leones, así como por que contribuir al adorno, como por ser atributos de España.

La cadena puesta sobre los guardarruedas parece ser muy del caso para defensa del monumento.

En medio de dicha planta baja está un plinto cuadrado sobre el cual carga un zócalo circular, y en el vaciado de éste hay un bajorrelieve en el que se representa el comercio y navegación, alusivos al asunto, con los atributos que le da César Ripa y conoce muy bien la Academia.

Sobre el zócalo descansa la Alegoría y en el pedestal se halla colocado el R. N. S. indicando en su actitud que accede a la súplica de la Ciudad, y a su lado izquierdo el Excmo. Señor Príncipe de la Paz en ademán de hacer presente a S. M. y apoyar la solicitud, y la Ciudad con su Escudo de Armas en el de tributar gracias por la concesión.

A la izquierda de ella se manifiesta el Río, con su correspondiente atributo, por ser muy necesario y del caso, para expresar el asunto; y a la parte opuesta, como tan interesadas en la libre navegación, por el fomento que sin duda recibirán la Industria y la Agricultura, una y otra con los atributos, que según el mismo César Ripa las corresponde.

Finalmente se han figurado en el pedestal algunas inscripciones, porque en él deberán ponerse las que transmitan a la posteridad el motivo de la erección de este Monumento. Es cuanto ha parecido conducente exponer al ejecutor del modelo para manifestar sus ideas y actitud de las figuras y demás de que se compone y adorna. Madrid, 6 de febrero de 1806. [Firmado] Josef Guerra.[86]

 

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NOTAS

[1] Antonio Egea López: “El comercio sevillano con Indias y la mejora de la navegación por el Guadalquivir en el reinado de Carlos IV”. 1991, págs. 59-70.

[2] Ibidem, pp. 60-63. Por Real Cédula de 24 de noviembre de 1784, Carlos III concedió el Consulado “junto a la decidida empresa Real de mejorar la navegación por el Guadalquivir”.

[4] Egea López: Opus cit., p. 64-67.

[5] Egea López: Opus cit., p. 66.

[6] Después de Merlina se construyó en 1816 la Corta Fernandina, entre otras, siendo la última la Corta de la Cartuja. (Egea López: Opus cit., p. 67).

[7] Egea López: Opus cit., p. 67.

[8] Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (en adelante, ARABASF). Sig. 4-81-11. “La ciudad de San Lucar de Barrameda pide se abra un concurso para la adjudicación de un premio de un Monumento a la memoria de la navegación del Guadalquivir”.

[9] No debe confundirse esta Provincia de Sanlúcar con la Provincia Marítima de Sanlúcar, aprobada por Real Orden de 30 de julio de 1845, que dejó de existir en 1933, con enseña o bandera de color azul.

[10] Girón Sierra y Barquín Sanz, 2008.

[12] Doctor Thebussem: “Un par de cartas por el Doctor Thebussem”, en Diario de Manila, 11-1-1889, p. 3.

[13] Ibidem.

[14] Antonio Cánovas del Castillo: “Apuntes para la historia de Marruecos”, en La América (8-5-1860).

[15] Jesús Burgueño, pp. 40-41.

[16] Daza Palacios, 2019, p. 64.

[17] Manuel Godoy: Memorias, Tomo III, p. 268.

[18] Semanario de agricultura y artes dirigido a los párrocos. “Concluye el artículo de las fiestas rurales y otras de utilidad pública que se hicieron en S. Lucar [en 1803]. n.º 423 (7-2-1805); pp. 90-96.

[19] Fernández Sirvent, 2017, p. 49.

[20] Daza Palacios, 2019, pp. 54-64.

[21] Francisco Amorós y Ondeano, III marqués de Sotelo (Valencia, 1770 – París, 1848). Pedagogo, militar y administrador público en España y Francia. En 1800 obtuvo plaza de oficial supernumerario de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de la Guerra. Entre 1802 y 1805 fue, junto con Manuel Godoy y Domingo Badía (“Alí Bey”), uno de los principales promotores del proyecto secreto (finalmente frustrado) de la monarquía española para colonizar los territorios costeros e interiores de Marruecos (“asunto de Marruecos”); y del intento de recuperar Gibraltar de manos de los ingleses (tentativa abortada tras el “desastre de Trafalgar” en 1805). Amorós se convirtió en el hombre de confianza del generalísimo Godoy, actuando durante varios años como su Secretario personal. También desempeñó un papel decisivo en la creación del Instituto Militar Pestalozziano de Madrid, que supuso el antecedente de su fructífera trayectoria como pedagogo de sus nuevos métodos gimnásticos en Francia. (Rafael Fernández Sirvent, 2007 y 2017; y D.B. Real Academia de la Historia).

[22] Ramón del Águila Corbalán Castro, XI marqués de Espeja (1757-1827), fue nombrado en 1792 Consiliario, y en 1803 Viceprotector de la Real Academia de San Fernando de Madrid.

[23] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a la Academia (12 de junio de 1805). Se vio en Junta particular de la Academia (30 de junio de 1805). En todas las transcripciones de documentos se ha actualizado la ortografía.

[24] Isidoro Bosarte de la Cruz (Baeza, Jaén, 1747 – Madrid, 1807). El 27 de enero de 1792 fue nombrado Secretario General de la Academia por Real Orden del 24 del mismo año.

[25] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misivas de Isidoro Bosarte (2 y 3 y 5 julio de 1805). Al margen, se relacionan las comunicaciones enviadas a las Academias y escultores académicos de mérito: Alfonso Giraldo Bergaz, Pedro Michel, Juan Adán, Joaquín Aralí, Esteban de Agreda, Dionisio Sancho, José Folch, Pedro Bossau del Rey, Pedro Hermoso, Pascual Cortés, José Guerra, Ángel Monasterio. Ausentes: José Rodríguez Díaz, Salvador Guzmán, Jaime Folch y Cosme Velázquez.

[26] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva del Marqués de Espeja a Francisco Amorós (3 de julio de 1805), “monumento representando la libertad del río Guadalquivir”, “solicitado por la ciudad de Sanlúcar, recomendado por el Príncipe de la Paz y concedido por S. M.” (…) “La Academia me encarga de a V.S. las gracias por la satisfacción que le merece y por el justo medio que ha elegido a fin de que el monumento se haga digno del objeto que representa”.

[27] ARABASF. Sig. 4-81-11. Se vio en Junta particular (21 de julio de 1805) una misiva de la Academia de Valladolid (Joseph Berdonces) del 10 de julio a Isidoro Bosarte, dando cuenta de haber notificado la oposición a los profesores “sin edictos ni impresos”; otro oficio de la Academia de San Luis de Zaragoza, firmado por el Secretario Diego de Torres; otro del escultor José Antonio Folch a Bosarte. (Madrid, 9 de julio de 1895), donde especifica que procurará “no desmerecer del aprecio que le debo…”; otro de Alfonso Giraldo Bergaz (Madrid, 25 de julio de 1805), director de Escultura de la Academia, acusando recibo y excusándose por no poder ser uno de los opositores aspirantes “como lo fui en otras ocasiones”, por las varias obras que se hallaba realizando; otro de Cosme Velázquez (Cádiz, 6 de agosto de 1805), comunicando sobre el encargo que “haré lo posible por evacuar; aunque veo que a los seis meses de término señalado ya tenemos uno corrido, por lo que espero que la Real Academia tendrá a bien concederme el necesario [tiempo]”; otro del escultor Jaime Folch (Barcelona, 1 de agosto de 1805), donde informa que “procuraré contribuir en cuanto pueda”; otro de José Rodríguez Díaz (Carraca [Cádiz] 16 de agosto de 1805), en el que afirma que dio cuenta al General del Real Departamento, “y muy gustoso me ha mandado ponga en ejecución el referido modelo” […] “suplico a S. E. se sirva por el corto tiempo y el atraso de la noticia y que se debe disponer, su transporte a que llegue sin daño en su viaje a esa Real, dispensándome si puede ser más tiempo”, si bien este escultor finalmente no se presentó al concurso. Y en Junta particular de 5 de enero de 1806 se vio una misiva a Bosarte de Mariano Ferrer (Valencia, 19 de noviembre de 1805), preguntando por el último día de plazo, pues “aquí hay un joven que trabaja” y no quisiera que se quedase sin opción. (Al margen: “El día 31 de enero es el término perentorio para los ausentes”). Misiva a Bosarte de Cosme Velázquez, “individuo de mérito” de la Real Academia y Director de la Escuela de Dibujo de Cádiz, solicitándole una prórroga de tres meses (24 de diciembre), al que respondió la Academia que el plazo había finalizado el 31 de diciembre (7 de enero de 1806); y nueva carta de Cosme Velázquez a la Academia (24 de enero de 1806) expresándole su malestar, pues había sido muy “doloroso” para él haber sufrido aquella censura, ya que solicitó una prórroga del plazo de entrega, “como se ha practicado en otras ocasiones” y, a pesar de ello, “quede exonerado completamente” ante esa Junta, pues “la falta de cumplimiento ha sido por la escasez de tiempo y larga distancia.”.

[28] ARABASF. Sig. 4-81-11. Orden al conserje (23 de diciembre de 1805).

[29] ARABASF. Sig. 4-81-11. Oficio de Francisco Durán a Isidoro Bosarte (5 de enero de 1806).

[30] ARABASF. Sig. 4-81-11. Oficio de 3 de febrero de 1806 a los cuatro escultores.

[31] ARABASF. Sig. 4-81-11. Relación de los doce académicos que conformaron el jurado: “[?] Pérez, [Mariano González de] Sepúlveda, [Dionisio] Sancho, [Esteban] Agreda, [Joaquín] Arali, [Juan Antonio] Cuervo, [Cosme] Acuña, [Francisco Javier] Ramos, [Antonio López] Aguado, [Pedro], Michel, [Mariano Salvador] Maella y [Gregorio] Ferro.

[32] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva a Isidoro Bosarte del escultor Alfonso Giraldo y Bergaz, disculpándose por no poder asistir a la Junta, por hallarse enfermo. (Madrid, 9 de febrero de 1806).

[33] ARABASF. Sig. 4-81-11. Junta Extraordinaria de la Academia, de 9 de febrero de 1806.

[34] ARABASF. Sig. 4-81-11. Junta Extraordinaria de la Academia, de 9 de febrero de 1806. En base a la votación del jurado, el “Premio Primero”, obtuvo el señalado con la letra A (José Folch) 3 votos; el “B” (Ángel Monasterio), 7 votos; el “C” (José Guerra), ningún voto; y el “D” (Pedro Hermoso), 2 votos. Para el “Premio Segundo”, el modelo “A” obtuvo 7 votos; los B y C, ningún voto; y el D, 5 votos. Para el “Premio Tercero”, el modelo A y B no obtuvieron votos; el C, 1 voto; y el D, 11 votos.

[35] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva del Marqués de Espeja a Francisco Amorós (Madrid, 13 de febrero de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.

[36] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al marqués de Espeja (Madrid, 14 de febrero de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.

[37] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a los tres escultores ganadores. (14 de febrero de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 2 de marzo de 1806.

[38] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a Ángel Monasterio (5 de marzo de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806.

[39] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva a José Folch (6 de marzo de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806.

[40] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Ángel Monasterio a Isidoro Bosarte. (Madrid, 8 de marzo de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806. Acusando recibo de los premios recibidos y manifestando su gratitud a la Academia; y misiva de José Antonio Folch a Isidoro Bosarte. (Madrid, 18 de marzo de 1806). Vista en Junta Ordinaria de 7 de abril de 1806. Acusa haber recibido el premio de la patente de Socio honorario de la Real Sociedad de Sanlúcar de Barrameda y agradecimiento a la Academia.

[41] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misivas de la Academia a José Folch y Pedro Hermoso (29 de mayo de 1806).

[42] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misivas de la Academia a José Folch y Pedro Hermoso (9 de junio de 1806).

[43] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al marqués de Espeja (Madrid, 8 de junio de 1806). Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[44] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Ángel de Monasterio a Isidoro Bosarte (11 de junio de 1806).

[45] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a Isidoro Bosarte (Madrid, 11 de junio de 1806). Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[46] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de José Folch a Isidoro Bosarte (Madrid, 10 de junio de 1806). Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[47] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva al conserje (12 de junio de 1806) Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[48] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva del conserje, Francisco Durán (Madrid, 12 de junio de 1806) Vista en Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[49] ARABASF. Sig. 4-81-11. Acuerdo. Junta de Particular de 13 de junio de 1806.

[50] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a José Folch (Madrid, 18 de junio de 1806) Visto en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.

[51] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de José Folch al Marqués de Espeja (Madrid, 18 de junio de 1806). Visto en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.

[52] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a Francisco Amorós (Madrid, 22 de junio de 1806). Visto en la Junta de Particular de 6 de julio de 1806.

[53] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós al Marqués de Espeja (Madrid, 31 de agosto de 1806).

[54] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a la Academia (Madrid, 18 de diciembre de 1806). Visto en la Junta de Particular de 1 de febrero de 1807.

[55] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a la Academia (Madrid, 27 de enero de 1807). Visto en la Junta de Particular de 1 de febrero de 1807.

[56] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a Pedro Hermoso (Madrid, 6 de febrero de 1807). Visto en la Junta de Particular de 1 de marzo de 1807.

[57] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso y José Antonio Folch y Costa a la Academia (Madrid, 6 de marzo de 1808)  (Al Margen: Visto y pásese oficio a Amorós)

[58] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de la Academia a Francisco Amorós (Madrid, 14 de marzo de 1808). Visto en la Junta de Particular de 3 de abril de 1808. 

[59] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Francisco Amorós a José Munarriz. (Madrid, 16 de marzo de 1808). Visto en la Junta de Particular de 3 de abril de 1808. 

[61] Gómez Díaz-Franzón, 2018; p. 136.

[62] Martín González, 1994, p. 14.

[63] Ibidem.

[64] Gaya Nuño, 1977, p. 69.

[65] Ibidem., 1994, p. 13-14.

[66] Ángel Augusto de Monasterio e Ibáñez (Santo Domingo de la Calzada, La Rioja, 1777 – Río de la Plata, Argentina, c. 1814). Escultor, arquitecto y agrimensor. Hijo del también escultor Pedro Vicente de Monasterio, (José Manuel Ramírez Martínez: “Ángel de Monasterio”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia; y “Ángel Augusto de Monasterio” en Wikipedia).

[67] Javier Ortega Vidal: “La plaza de la Lealtad como forma urbana: el Prado, el Tres de Mayo, el Obelisco…”. Manuel Espadas Burgos (Dir.): Anales del Instituto de Estudios Madrileños, Extraordinario Segundo Centenario de 1808. CSIC, Madrid, 2008; pp. 47-82; p. 60.

[68] Archivo de la Villa de Madrid (AVM) SEC - 2 - 329 – 2. “D. Ángel Monasterio, vecino de la Villa, académico y profesor de escultura de la Real Academia de San Fernando, propone la construcción de un monumento a las víctimas del Dos de Mayo y presenta los planos para el mismo.”

[69] Javier Ortega Vidal: Opus cit., p. 60.

[70] A esta primera iniciativa de Monasterio, se sumaron otras como la que el abogado Wenceslao de Argumosa y Bourke propuso un mes después. (Concepción Lopezosa Aparicio: “Escenario para la paz y para la guerra: el 2 de mayo en el prado. Los monumentos para la memoria”, 2008, p. 315).

[72] Como responsable del cuerpo de artillería, se incorporó al ejército argentino, alcanzando el grado de teniente coronel. Al asumir el proceso de fabricación de piezas de artillería, Monasterio realizó el primer mortero de bronce de doce pulgadas de calibre (“Tupac Amaru”); al que siguió un nuevo mortero denominado “Mangoré”; y, a comienzos de 1813, se fundió un tercer mortero de similares características, que recibió el nombre de “Monasterio” en atención a su creador. En 1814 Ángel de Monasterio pudo entregar cuatro cañones, de un total de ocho, de bronce del calibre 8. (José Manuel Ramírez Martínez: “Ángel de Monasterio”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia).

[74] Azcue Brea, 1994, p. 350.

[75] Ibidem., p. 351.

[76] Martín González, 1994, p. 18.

[77] José Antonio Folch y Costa (Barcelona, 1768 – Madrid, 1814). Escultor, miembro de una familia de artistas dedicada a diferentes ramas del arte (escultores, pintores y grabadores). Muchas de sus obras sólo se conocen a través de la biografía que, tras su muerte, escribió su hermano Jaime. Fue académico de mérito de la de San Fernando (1797) y escultor de Cámara. Trabajó también como “ayudante en la clase de Principios” de la Academia madrileña (1805-1807). Y en 1814 ocupó la plaza de teniente director de la Academia, aunque murió dos meses más tarde. (Anna Riera Mora: “José Antonio Folch y Costa”, Diccionario Biográfico Real Academia de la Historia.).

[78] Revista publicada en Madrid entre 1803 y 1805. Los escritos de José Antonio Folch están dedicados al grabado, a la utilidad del dibujo, la anatomía y la pintura, además de recoger el famoso discurso de Joshua Reynolds en la Academia de Londres (con quien se manifestó totalmente de acuerdo). (Ibidem.).

[79] Martín González, 1994, p. 18.

[80] Anna Riera i Mora: "Sobre un trono de Gloria. La Magdalena en éxtasis de Arahal, escultura de José Antonio Folch y Costa”. 2023, pp. 307-315.

[81]  Pedro Antonio Hermoso. (Granada, 1763 – Madrid, 1830). Escultor. Era hermano del también escultor Tomás Hermoso. Académico de Mérito (1799), fue nombrado teniente director de Escultura en 1811, sucediendo a Juan Adán, otro de los más notorios escultores de la época, del quien fue discípulo. En 1816 ocupó el cargo de director de Escultura de la Academia, y en 1819, junto con José Ginés, dirigió el Estudio de la calle Fuencarral. Asimismo, fue nombrado escultor de Cámara. (Leticia Azcue Brea: “Pedro Antonio Hermoso”, en Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia).

[82] José Guerra García (San Vicente de Arévalo (Ávila), 1755 – Madrid, 1822). Escultor. Sobrino del conocido escultor Francisco Gutiérrez, de quien José Guerra fue alumno. En 1786 fue nombrado académico supernumerario. En 1803, académico de mérito y en 1814, teniente director de escultura. En 1817 era teniente director del Estudio de Fuencarral y en 1819, director de Escultura de la Academia.(Francisco Vázquez García: “José Guerra García”. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia; Martín González, 1994, p. 20-21; y Virginia Albarrán Martín: 2005, p. 312).

[83] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Ángel de Monasterio a Isidoro Bosarte (4 de febrero de 1806).

[84] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de José Antonio Folch a Isidoro Bosarte (Madrid, 7 de febrero de 1806).

[85] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de Pedro Hermoso a la Academia (Madrid, 8 de febrero de 1806).

[86] ARABASF. Sig. 4-81-11. Misiva de José Guerra a Isidoro Bosarte (Madrid, 6 de febrero de 1806).

 

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